jueves, octubre 20, 2016

Las guerras de Guerrero. Entrevista con Humberto Padgett


Las guerras de Guerrero
Entrevista con Humberto Padgett*
Ariel Ruiz Mondragón

Guerrero es hoy, y ya desde hace un rato, una entidad donde se combinan una par de condiciones graves: sus altos niveles de pobreza y el aumento de la violencia. Esto se da en un marco en el que diversas bandas de narcotraficantes se han adueñado del territorio y mantienen una lucha sorda por él, además de que autoridades de diversos niveles se han coludido con ellas.
Así, en su libro Guerrero. Los hombres de verde y la dama de rojo. Crónica de la nación gomera (México, Ediciones Urano, 2015), Humberto Padgett escribe que “este trabajo ofrece, como una de sus tesis, que no existe manera de desvincular la doble condición de Guerrero: su miseria económica y la fertilidad de la amapola en sus montañas”.
Así, el estado vive entre la pobreza, pese a que en sus tierras hay grandes cultivos de amapola, “donde se produce el 60% de la heroína en el país”, y en un sistema político en el que se han establecido relaciones institucionales entre el Estado mexicano y la delincuencia organizada, según afirma el autor.
Acerca de esos temas conversamos con Padgett, quien estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM. Ha colaborado en publicaciones como Reforma, emeequis y Sin Embargo. Autor de seis libros, ha obtenido los siguientes premios: el Nacional de Periodismo (en cinco ocasiones), el Internacional de Periodismo Rey de España, el Ortega y Gasset, el Kurt Schork, de la Federación Internacional de Periodistas, Iberoamericano de Periodismo Joven y Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar hoy estas crónicas sobre la pobreza y el aumento de la violencia y la delincuencia no sólo en la sierra de Guerrero sino en general en Tierra Caliente?
Humberto Padgett (HP): Hay varios elementos concurrentes. Uno regional, en términos continentales, es el nuevo boom de consumo de heroína en Estados Unidos; hay otro, muy local y permanente, que es, efectivamente, la pobreza de Guerrero, y hay uno político, nacional, y es que el evento de los 43 muchachos de Ayotzinapa desaparecidos descarrila al gobierno de Enrique Peña Nieto. Se asomaba una pregunta que trato de responder acerca de la responsabilidad del Estado en la desaparición de los chavos la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala, y yo respondo que sí, que fue el Estado.

AR: Con los datos del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) revisa el asunto de la pobreza en Guerrero; dice, por ejemplo, que Tierra Caliente es un lugar con décadas de políticas sociales fracasadas. Luego hace anotaciones muy puntuales sobre el subejercicio y desviación de recursos del gobierno del estado. ¿Qué ha pasado con las políticas sociales federales que se han tenido que implementar y con las propias estatales de Guerrero?, ¿por qué han fracasado?
HP: Por la corrupción y el uso permanente de los recursos públicos como patrimonio personal de quienes los administran. La estampa que deja más clara la derrota de la política social mexicana en la Tierra Caliente michoacana es que allí donde ahora se siembra mariguana empezaron a hacerlo hace 60 años los campesinos que fueron a Estados Unidos, al norte de California, dentro del programa Bracero. Algunos trabajaron en la región que ahora es Silicon Valley, que es referente mundial de la riqueza producida con el desarrollo tecnológico y científico: allí están Google, Mac, Yahoo, etcétera. Es increíble el desarrollo social y económico de esas grandes extensiones urbanas, comparado con lo que se encuentra años después en Michoacán, que es básicamente lo mismo: pueblos incomunicados, ausencia de escuelas de calidad, inexistencia de clínicas.
Los políticos presentan en sus informes de gobierno que han inaugurado decenas de hospitales regionales, pero son en realidad consultorios en los que algún médico pasante atiende de lunes a viernes por las mañanas, sin dispensario médico, sin quirófano ni nada.
El subdesarrollo permanece en ese lugar luego de decenas de políticas de desarrollo social, después de que por allí han pasado los tres principales partidos políticos en los planos municipal, estatal y federal.

AR: Sobre el aspecto político: en el libro habla de que ha habido un presente ininterrumpido a pesar de la alternancia en los gobiernos. ¿Qué ha ocurrido con el proceso de democratización en Guerrero? Uno de los asuntos principales era cambiar a los malos gobiernos, que hubiera mayor transparencia y respeto a los derechos humanos.
HP: Es una democracia que se ha perfeccionado en el simple hecho de ir y tachar un logotipo y un nombre en una boleta, pero no más. Es una democracia de papel y crayola, pero la gente no está incorporada a las decisiones de sus comunidades, menos de sus municipios y de ninguna manera de su estado.
Guerrero son dos guerras continuas que han devastado los derechos humanos, entendiendo éstos como núcleo de las relaciones democráticas entre las instituciones, quienes las dirigen y quienes son gobernados. Guerrero es la continuación de la guerra sucia, cuando el Estado mexicano promovió la investigación, persecución, detención, tortura, asesinato y desaparición de aquellos que pensaban de una manera política distinta al gobierno. Eso involucró a la constelación completa de instituciones relacionadas con el Estado, y continuó con una guerra sucia en la que se simuló el combate al narcotráfico con el pretexto de la salud pública mexicana, pero que en realidad permitió la colusión de autoridades de todo tipo (civiles y militares), de todos los niveles, con el narcotráfico, para beneficiarse de los recursos manteniendo siempre muy pobre a la población guerrerense.

AR: Allí hay una figura clave en el paso de la persecución a las guerrillas a esta etapa de la guerra contra el narcotráfico: Mario Arturo Acosta Chaparro, quien está mencionado desde el principio y hasta el final del libro. ¿Qué nos dice este personaje?
HP: Acosta Chaparro es, creo, la gran clave para entender el sistema político criminal mexicano. Fue un agente formado fuera del país para los propósitos políticos no asumidos por el gobierno mexicano, como su intolerancia a la democracia y su capacidad de recurrir al crimen si eso garantiza la permanencia en el poder.
Acosta Chaparro sintetiza la colusión con el narcotráfico; los gomeros son congruentes al describirlo no sólo permitiendo el trasiego de la heroína sino a él mismo como cultivador (no campesino sino contratando personas para que sembraran sus campos de opio). Luego fue el hombre que se asoció con la cúpula de uno de los cárteles de los que descienden varios otros, que es el de Juárez, y también fue el hombre al que se le atribuyen 123 desapariciones forzadas.
Asimismo, fue un agente de la estructura federal que se pudo integrar al poder político local: lo hicieron jefe de la Policía Judicial, jefe de la Policía de Tránsito, un hombre omnipotente en un estado definido por el cacicazgo político, y que tuvo luego nueva relevancia en el asesinato del vado de Aguas Blancas en 1995, cuando estaba en el poder Rubén Figueroa Alcocer. Con éste debió dejar el cargo público por el escándalo político que representó la matanza de los campesinos, y en su lugar quedó Ángel Aguirre Rivero, quien luego, como gobernador no interino sino constitucional, tuvo que dejar el cargo por la desaparición y muy posible masacre de los muchachos de Ayotzinapa.
Es decir, el continuo de las acciones del Ejército y de este personaje permean la realidad de un estado que es definitorio de la falibilidad del Estado mexicano.

AR: Visitó a los campesinos, fue a lugares de la sierra donde muy pocos entran. Esto está muy vinculado con un aspecto internacional, con Estados Unidos. ¿Cómo ha influido la política norteamericana en esas comunidades pobres, en el aspecto del narcotráfico, que va desde la política prohibicionista de Nixon, el anticomunismo, hasta la demanda actual de heroína en Chicago?
HP: A mí me causa cierta sorpresa la admiración y condescendencia con que algunos intelectuales y políticos mexicanos se refieren a Barack Obama, cuando éste es corresponsable, con Felipe Calderón, del desastre, en términos de derechos humanos y desarrollo social, que la Iniciativa Mérida ha significado.
Mantenemos una política antidrogas que no ha hecho sino ver cómo se incrementa el consumo de drogas, cómo los grupos del narcotráfico migran a otras actividades delictivas relacionadas con la lesión de comunidades enteras, en las que se extorsiona desde al más pequeño de los comerciantes hasta al presidente municipal. Esto está relacionado con que son grupos que en el 80 y 90 por ciento de los casos cuentan con armas vendidas en Estados Unidos en los términos de su Segunda Enmienda.
También tiene que ver con que, para el gobierno de Estados Unidos, la pauperización de un país ha sido siempre conveniente, y ahora con menos recursos para los más pobres y no necesariamente para los demás.
No existe viabilidad más que en la siembra de la amapola y de la mariguana para cientos de miles de personas, quizá millones de campesinos mexicanos que están al otro lado de la ley. Según el discurso propagandístico de quienes se benefician del actual estado de cosas, los victimarios son esos campesinos que tienen los huaraches fundidos en las plantas de los pies, y la víctima un yuppie de Chicago o de Nueva York que, efectivamente, puede vivir una tragedia en su propia adicción. Pero lo que se cuestiona aquí es la narrativa presentada por las autoridades: ambos son víctimas de un mismo sistema que finge trabajar a favor de la salud pública.

AR: ¿Cuál es la relación de la pobreza con la siembra de amapola? Algunos datos que da en el libro son dramáticos: de los 859 municipios gomeros del país, 774 tienen los porcentajes más altos de pobreza a nivel nacional, mientras que en Guerrero en todos los municipios se siembra amapola. Es un tráfico que genera muchas ganancias, pero no hay mejora en el nivel de vida.
HP: La cadena productiva de las drogas, en la medida en que están prohibidas por completo, está, en términos reales, desregulada, y eso le permite a los dueños del dinero hacer lo que quieran con los dueños del trabajo. Esta relación de explotación, aunque se trate de amapola o mariguana, no tiene por qué ser distinta de cómo funciona con quienes siembran maíz o frijol. Hay un acaparador que se beneficia porque tiene dinero para poder dar los recursos para la siembra de quienes están trabajando en el campo.
Pero los campesinos de drogas están en condiciones aún más adversas porque no pueden sembrar en sus tierras, no pueden beneficiarse de ningún programa de rescate económico ante un desastre natural; enfrentan, además de la adversidad de las plagas comunes a otras plantas, la posibilidad de que sus huertas de mariguana o de amapola sean destruidas por el Ejército. En algunas ocasiones ellos tienen que pagar directamente el soborno a militares que los detienen en las parcelas de estas plantas.
A la vez se impone un precio que difícilmente excede el costo de producción para el campesino; éste está en esas condiciones obligado a sembrar las drogas para no morir de hambre, pero de ninguna manera esto le da posibilidades de tener verdadera movilidad social.
Existe un sistema convenientemente dispuesto para que así transcurran las cosas, lo que empeora porque en Guerrero, según ha reconocido el gobierno del estado, existen 30 grupos que se están disputando el monopolio de la heroína porque es un gran negocio, y esto coloca en mayor riesgo a los campesinos. Hay quienes dejan de sembrar porque el cártel les advierte que los ejecutarán a ellos y a toda su familia si le venden a otro cártel, pero éste impone las mismas condiciones. El negocio de la amapola termina siendo uno de 27 mil millones de dólares que pagan los consumidores finales en Estados Unidos al año, según datos de la Casa Blanca. Eso es el doble del producto interno bruto anual de Guerrero.
¿Hay mejores caminos, mejores escuelas, mejores clínicas? Pues no. ¿Hay acceso a agua potable, a energía eléctrica? Pues no en proporción a un negocio del que abrevan no sólo los narcotraficantes sino también políticos y policías; quienes en realidad no alcanzan los beneficios reales de esa industria son los campesinos, nuevamente.

AR: Hace el relato de esta República mariguanera integrada por Michoacán, Guerrero y Estado de México. En la parte de la Tierra Caliente michoacana dice que hay un gobierno paralelo, informal pero que es más real. ¿Cómo funciona este gobierno paralelo, y cómo se relaciona con el formal?
HP: Existe una herencia de 50 años en lo que allí se hace, y es una relación que se ha vuelto natural y basada en el dinero. Los partidos políticos han logrado, ellos sí, acordar, a diferencia de los cárteles simples y llanos, la distribución del beneficio económico que la corrupción les otorga y que les permite convertir los recursos públicos en privados, así como facilitar las operaciones del narcotráfico y beneficiarse económicamente de eso.
El verdadero crimen organizado no son los cárteles sino los partidos políticos. Esta condición, que se ha extendido a otras partes del país, es entendida desde el poder federal también como natural. Esa relación ocurre porque, primero, se permite en todas las esferas. Estas organizaciones criminales que llamamos “partidos políticos” han logrado dirigir las instituciones que habrían de castigar los hechos que de manera permanente ellos realizan. Son tan eficaces que han alcanzado las posiciones para hacer las modificaciones a las leyes que les permitan que situaciones que deberían ser francamente ilegales solo sean inmorales, como los sueldos que se ponen.
Estas relaciones existen gracias al poder político que permite que así ocurran. Los campesinos no son quienes van a hacer los acuerdos con el presidente municipal, el jefe de la Policía estatal, el comandante militar de la zona, con el jefe de la Policía federal emplazado o el gobernador.

AR: ¿Hasta dónde el problema de Guerrero, estas bandas que se disputan el territorio, se han extendido a otras partes del país? En el libro se citan los casos de Tlatlaya y de Ecatepec. Asimismo, hay autoridades que niegan que en la Ciudad de México haya crimen organizado.
HP: Si Miguel Ángel Mancera en verdad cree que no hay crimen organizado en la ciudad, hay una muy mala noticia para quienes vivimos en ésta, porque es un hombre tonto si verdaderamente lo cree. También puede mentir intencionalmente; entonces tenemos a un mentiroso llano, y yo no sé qué será peor.
El asunto es que hay crimen organizado en prácticas empresariales e incluso en aspectos culturales. Además, una parte del problema de Guerrero no es propiamente guerrerense: es michoacano y es sinaloense porque los narcotraficantes llevaron allá las semillas de mariguana y amapola. Una parte del problema oaxaqueño no es Oaxaca, sino guerrerense por el flujo y la búsqueda de nuevos lugares donde sembrar amapola.
La peculiaridad de Guerrero es la manera absolutamente extendida en que el crimen organizado existe en todos los niveles, desde la siembra hasta el trasiego y cada vez más el consumo. Y por Guerrero han pasado todos los cárteles, excepto el del Golfo.
También en Guerrero hay un deterioro social, y dices: Tamaulipas es un lugar muy violento. Es cierto, y tiene una clase política terriblemente corrupta, pero no tiene una pobreza tan aguda como la que tiene Guerrero. Hay una serie de características que hacen de Guerrero un lugar representativo de lo que pasa con el país. La evolución de los cárteles es la de la manera en que el crimen se ha coludido con las autoridades, y también es la evolución de la violencia. Guerrero también sufre las consecuencias de esta estrategia de pulverización de los grandes cárteles en pequeñas organizaciones. Eso es lo que puede mostrar el estado.

AR: Una parte central del libro es la dedicada a los hechos ocurridos en Iguala en septiembre de 2014. Está muy clara la intervención del narcotráfico, pero ¿diría que en estos hechos hubo algún matiz político-ideológico en contra de los estudiantes de Ayotzinapa?
HP: Siempre ha sido el factor a confrontar. Mientras los grupos políticos, los grupos criminales y los militares han logrado establecer alianzas casi orgánicas, el foco opuesto ha sido el de los muchachos de Ayotzinapa. Fueron egresados de allí los guerrilleros, y siempre han representado un elemento de desequilibrio.
Entiendo que Ayotzinapa sólo no tuvo confrontación con el presidente Lázaro Cárdenas porque era un hombre de izquierda, pero desde Manuel Ávila Camacho las relaciones han sido muy malas. Ávila Camacho acusó a los estudiantes de haber bajado una bandera mexicana y de haberle prendido fuego, y luego izado una rojinegra, lo que en el contexto ideológico de los años cuarenta debía considerarse como una severa afrenta. Se llevó a proceso a algunos de ellos por motín y rebelión, delitos políticos que luego fueron separados del Código Penal tras la masacre de 1968.
Los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa fueron a Iguala a secuestrar unos camiones para venir a la Ciudad de México a la manifestación por el aniversario de la matanza de Tlatelolco en 1968. Eran chavos conectados entre sí, que se han atrevido a desafiar al régimen y que le han dicho una y otra vez que miente.
Entonces por supuesto que hay un perfil político.

AR: Otra parte interesante es la del Ejército. ¿Qué ha pasado con éste en Guerrero? Allí lo vemos desde la guerra sucia, si no es que desde antes. Uno de los campesinos le dijo a usted que, cuando menos, después de lo de Iguala los soldados van y cortan la amapola.
HP: Es que tú vas por Guerrero y, vaya, alguien primero te lo dice pero ya luego lo percibes: la sierra está cubierta de amapola. Hay mucha, y eso no puede no ser no visto por las autoridades. Las historias de los campesinos te muestran cómo existen situaciones reiteradas de negociación con los militares: a veces a éstos hasta les dan de comer, y algunos campesinos tienen que pagar por su libertad.
Existe el registro documental de que en reportes de la Dirección Federal de Seguridad Mario Arturo Acosta Chaparro era alguien coludido con el crimen, y el Estado no hizo nada. Era una estructura política verdaderamente vertical.
Esas cosas no se le ocultaban a alguien como el Presidente; fue algo que el gobierno simplemente decidió no seguir, y el gobierno de Estados Unidos optó por ocultarlo porque los mismos agentes que estaban coludidos con el narcotráfico eran los que perseguían a la guerrilla comunista, y ésta era el primer interés geopolítico de Estados Unidos en ese momento.

AR: Otra parte del libro la dedica a los desaparecidos; encuentra una característica: que son “ciudadanos comunes, sin relación probada con la delincuencia organizada”. ¿Por qué la delincuencia organizada y las propias autoridades escogen a estas personas para desaparecerlas?
HP: Puede haber organizaciones ciudadanas que tocan los intereses de los grupos criminales, entendiendo que éstos no sólo hacen narcotráfico. Hay campesinos ambientalistas de Guerrero y Oaxaca desaparecidos que denunciaban la tala ilegal de los bosques, que es cada vez más un negocio de quienes antes sólo hacían narcotráfico o que utilizan las mismas prácticas de violencia que el narcotráfico.

AR: En el libro se puede ver cómo está Guerrero: a muchos municipios no llega ni siquiera Telcel, hay feminicidios, desplazados, desaparecidos, fosas clandestinas, y en muchos casos las autoridades están implicadas con la delincuencia organizada. ¿Cómo se vive, o mejor, se sobrevive allí?
HP: Mal. A ver: Acapulco fue el puerto turístico referencial del mundo. Allí se fueron de luna de miel los Clinton, allí estuvieron John F. Kennedy y Jackie, allí se murió Tarzán y de lo que único que se moría la gente era por vieja o por borracha. Ahora es una de las cinco ciudades más violentas del planeta.
¿Cómo se vive cuándo no se tienen recursos, como ocurre con la gran mayoría de los guerrerenses, para ir por la vida con una camioneta blindada, con guardaespaldas? Pues mal, jodido, con miedo, en la zozobra. ¿Cómo puedes vivir si tienes hijas o si eres una mujer en el lugar que más las asesinan en México, por encima de Chihuahua o del Estado de México (lugares referenciales del feminicidio)?
¿Cuál es tu perspectiva si eres un muchacho en la pobreza, y la alternativa son el hambre o el sicariato y el halconeo? Pues así se vive.
Yo creo que la respuesta que mejor se puede dar es en el relato que hacen unos campesinos de la Tierra Caliente guerrerense, que son desplazados y que, de vivir en el monte en absoluta libertad, 200 de ellos tienen que apretujarse en un salón de fiestas con techo de lámina, sin poder tener intimidad con su esposa, sin poder escuchar a los pájaros sino nada más el murmullo interminable y lamentable de sus vecinos. “Se murió por el ruido”, decían de un anciano. Así se vive en Guerrero.
Cada vez nos tenemos que plantear menos cómo se vive en Guerrero y más cómo se muere en Guerrero.

AR: Por la situación de los periodistas en México, y por su trabajo (fue a ver a los campesinos, conoció intermediarios, etcétera), ¿qué riesgos enfrentó al hacer esta investigación?
HP: No, porque hay que planear el ingreso y hay que saber hacerlo. Las situaciones en que mi trabajo ha estado en riesgo en toda mi carrera han sido dos: una, por el ataque que un rufián venido a más llamado Adrián Ruvalcaba emprendió contra el lugar en el que trabajaba, Sin Embargo, quien nos tumbó el sitio, que amenazó, y está absolutamente impune, con una corbata y un traje que mucho dinero nos debe de costar a usted y a mí.
La otra es que la familia Batres ahora me ha denunciado por daño moral. Según los Batres, me tengo que callar y no opinar de ellos. Esos son los riesgos para mi trabajo.

AR: De todas las historias que narra en el libro, ¿en qué personajes, en qué situaciones encuentra esperanza de que cambien las cosas y haya justicia?

HP: Veo la organización ciudadana, que ha entendido que los partidos políticos no son una opción, que la integración entre personas que sufren los mismos problemas y darle cara al poder criminal es lo que los puede salvar. Esto es cuando estoy allí y las veo de cerca, cuando platico con ellas; pero cuando me alejo los observo como una vela encendida con el huracán en puerta.

*Entrevista publicada en Replicante, 26 de septiembre de 2016.

miércoles, octubre 05, 2016

El Chapo Guzmán y la realidad de la sociedad mexicana. Entrevista con Andrés López López


El Chapo Guzmán y la realidad de la sociedad mexicana
Entrevista con Andrés López López*
Por Ariel Ruiz Mondragón
En el boom del narcotráfico que México vive cuando menos desde los año noventa del siglo pasado, una figura descuella por su larga e importante trayectoria delincuencial: Joaquín Chapo Guzmán, quien desde muy joven se dedicó al trasiego de drogas en su tierra natal, Badiraguato, Sinaloa.
Jefe de uno de los cárteles más poderosos del mundo, el de Sinaloa, ha sido mitificado desde por su presunta riqueza (incluso apareció en la lista de los grandes magnates de la revista Forbes) hasta por protagonizar un par de fugas de penales de máxima seguridad, pasando por sus aspiraciones fílmicas y su participación en diversos crímenes.
Sin duda ese personaje ha dado lugar no sólo a grandes reportajes sino también a novelas que pretenden dar cuenta de su vida. La más reciente es la de Andrés López López (Cali, Colombia, 1971), titulada Joaquín el Chapo Guzmán, el varón de la droga (México, Aguilar, 2016), en la que el autor observa desde diversas ópticas al célebre criminal.        
Sobre esa obra Replicante charló con el autor, quien desde adolescente comenzó a trabajar en el negocio del narcotráfico como cocinero de drogas en el Valle del Cauca. Posteriormente, en la década de los noventa, montó su propio laboratorio y fue uno de los fundadores y principales líderes del cártel del Norte del Valle, en Colombia.
En 2001 se entregó a las autoridades de Estados Unidos, donde fue  condenado a 11 años de cárcel. Sin embargo, salió en 2006 por su buen comportamiento. Justamente durante su reclusión decidió dedicarse a la escritura: allí se originó el volumen titulado El cártel de los sapos (del que después publicó una segunda parte), y posteriormente, ya en libertad, El señor de los cielos (2013), acerca del narcotraficante mexicano Amado Carrillo Fuentes, ambas convertidas posteriormente en exitosas series televisivas. Es también coautor, junto con el periodista Juan Camillo Ferrand, de Las fantásticas. Las mujeres del cártel.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir un libro como el suyo, esta suerte de biografía novelada de Joaquín el Chapo Guzmán?
Andrés López López (ALL): Creo que lo interesante de todo es cuando uno como escritor se enfrenta a una mente en blanco, y ésta te dice por qué contar una historia, cuál será la atractiva para quien la cuente. Me parece que en ese momento, en el que uno tiene su cabeza completamente en blanco, surgen 80 mil posibilidades y 5 mil nombres, uno empieza a limpiar el escenario y descubre que hay unos personajes que, como tales y más allá de que caminen al margen de la ley o estén del otro lado de la balanza, tienen todos los elementos que hacen que su historia sea interesante.
Creo que ese es el caso particular del Chapo Guzmán. Me parece que la complejidad de su vida y de su mundo, en el que él, por las circunstancias que sean, tuvo que ser criminal, ya lo hacen de por sí bastante atractivo.

AR: ¿Por qué utilizar un nombre verdadero, como el de Joaquín Guzmán, y no alguno ficticio, aunque las referencias fueran directamente a él?
ALL: La historia es la del Chapo Guzmán, es un recuento biográfico. Creo que si había un título que debería llevar su biografía pues era La historia del Chapo Guzmán, porque estamos narrando su vida.
En ese orden de ideas quiero aclararte que de pronto hay situaciones de las que uno no puede dar plena certeza de que así sucedieron. Como autores estamos  recreando, hasta cierto punto, hechos y diálogos en los que nosotros no estuvimos allí presentes para dar fe de que efectivamente así pasaron.
A mí me parece importante dejarle claro al lector que en esos casos se tiene un poco de libertad creativa para construir esos diálogos. Los hechos sucedieron, pero yo no estaba allí para decirte que eso fue efectivamente lo que se dijeron. Entonces me parece importante aclararle al lector que están en la biografía del Chapo Guzmán, pero que también tiene esas pinceladas del autor, que de alguna manera está recreando situaciones que pasaron pero con diálogos de los que no podemos certificar que fueron tal cual.

AR: Desde el principio del libro usted dice que este libro es una fusión entre la realidad y la ficción. ¿Cuáles fueron los problemas, cuáles las fuentes y cuáles son los recursos literarios para crear esta amalgama entre realidad y ficción?
ALL: Creo que es más el compromiso mío como autor con la identidad de esas personas que prefieren que su nombre no sea revelado por diferentes circunstancias: algunas por miedo o porque simplemente consideran que su posición desde los lados de la autoridad que se supone deben combatir al Chapo, no es muy conveniente que sus nombres estén allí.
Este libro es muy rico porque, por ejemplo, tuve la posibilidad de entrevistarme con agentes federales que por más de 30 años han perseguido al Chapo Guzmán. Tuve oportunidad de hablar con un fiscal que lo ha acusado en múltiples oportunidades en cortes de Estados Unidos, conversé con narcotraficantes que, en su momento, fueron socios del Chapo, y con familiares muy cercanos a él, que fueron los que más insistieron en que sus nombres bajo ninguna circunstancia aparecieran. Creo que mi responsabilidad era respetar esa decisión, y sobre todo proteger a quienes habían confiado en mí.
Entonces, considero que lo más interesante de todo es que el libro tiene un Chapo Guzmán desde la óptica de cuatro puntos completamente diferentes, pero que al final se juntan todos para contarnos su realidad como si fuera la columna vertebral de su vida y lo que efectivamente pasó.

AR: Usted dice que trata de mostrar la otra cara de un personaje que, por más que sea justamente humanizado, no deja de ser criminal. ¿Qué problemas tuvo al hacer esta mezcla de su personalidad en aspectos como el amor por su familia con la crueldad criminal? Vemos retratados en su libro tanto los vínculos familiares como diversas guerras con otros cárteles.
ALL: Son aspectos muy contrastantes y bastante irónicos cuando uno los ve desde un lado y desde el otro. Creo que ese era, en gran parte, el reto: abordar un personaje tridimensional. Pienso que el Chapo Guzmán como tal es más que blanco y negro. Lo sencillo era simplemente verlo como normalmente solemos hacerlo: bajo la óptica de un lado y no del otro.
Difícilmente puede uno encontrar la fusión entre lo uno y lo otro, pero la realidad del Chapo es esa. Lo paradójico de todo es que no es ni siquiera él: es la realidad de la sociedad mexicana, del fenómeno del narcotráfico y la de 80 mil Chapos que hay hoy. Uno va al rancho, a Sinaloa, a Sonora o a la sierra, pregunta por cualquier mafioso, y te puedo asegurar que para el 70 u 80 por ciento de esa población al Chapo Guzmán le falta muy poco para hacer milagros. Igual a cualquiera de los otros mafiosos que he encontrado allí, en medio de la nada o de la sierra, que esconden un poco su nivel de corrupción y la fuente de sus ingresos a través de obras o beneficios que traen a una sociedad en la que la presencia del Estado es mínima o simplemente no existe.
Pero también dibujamos al otro Chapo Guzmán desde la óptica de las autoridades que lo han perseguido tanto, de los que han sufrido el flagelo del narcotráfico, de los que han pagado con su vida el hecho de tener el valor y la fuerza para narrar historias reales que nos dibujan y nos hacen entender el problema de fondo.
Creo que ese era el reto: contar las dos caras de la moneda y entender que, más allá de todo esto, por encima de que el Chapo sea un héroe o un villano para unos o para otros, se trataba de hacer la historia de un ser humano con todo ese mundo complejo del que tú acabas de hablar.

AR: Me llamó también mucho la atención el papel de las mujeres en esta historia, desde la madre hasta uno de los grandes personajes que es Jessica (su antigua amiga policía), aunque también están su esposa, Graciela y Teresa. ¿Qué papel le otorga usted a las mujeres en esta historia tan intrincada?
ALL: En el caso del Chapo Guzmán las mujeres han sido la punta del iceberg, para bien o para mal, de todos los eventos que le han dado un giro a su vida. Creo que desde muy niño fue enamoradizo; lo que vemos hoy en los titulares de prensa es el mismo Chapo que yo tengo reflejado desde la primera página del libro.
Nada de esto me sorprende porque llevo muchos años trabajando en su historia, y entonces conocer al Chapo que finalmente hoy sale a la luz pública es reafirmar al que yo había visto desde el 2012, cuando inicié esta aventura.
Creo que la historia del Chapo Guzmán siempre ha sido, de alguna manera, influenciada por las mujeres que se han aparecido en su vida. Considero que él es un ser humano que por las mujeres es capaz de poner el mundo patas arriba y de jugársela, a tal punto que me atrevería a asegurar que los grandes hechos en su vida han sido influenciados por las mujeres que han estado a su lado.

AR: En el libro está muy presente el tema del amor: primero hacia Ema, hacia su familia, y después a Jessica. ¿Cómo desarrolló estas historias?
ALL: Pienso que, más allá de la novela, el amor es la columna vertebral de la historia de los seres humanos. Eso, de alguna manera, desdibuja un poco lo que es la realidad de los sentimientos; nosotros podemos ver la historia de un monstruo en el caso particular de Drácula, y comprendemos que hasta éste tiene un lado humano y de amor que lo hace vulnerable.
Creo que el reflejo más sencillo para entender la realidad de la vida del Chapo a través de sus relaciones amorosas es un poco la historia de Drácula: es un monstruo, pero a fin de cuentas y por diferentes circunstancias encuentra personas del sexo femenino que ponen sus ojos en él. Entonces creo que en el libro y en su historia el amor es pieza fundamental y columna vertebral de la narrativa de la biografía del Chapo Guzmán.

AR: Vamos a la política: en la historia se dejan ver varias conexiones del narcotraficante con políticos, generales y autoridades. Al principio del libro usted menciona que existen muchas similitudes y casi ninguna diferencia entre la mafia y la política. ¿Cómo ejemplifica esto la figura de Guzmán?
ALL: Son muy similares. Realmente para mí los mundos de la política y de la mafia tienen un elemento que aparece desde el primer momento: la capacidad de un ser humano por manipular la mente de otro. El político es capaz de manipular tu mente y logra que al final de cuentas le des tu voto, que es lo que a él le interesa, y lo que pasa más allá pasa a un segundo plano. En el caso particular del Chapo también: tiene la capacidad de manejar la mente de aquellos a quien necesita para llegar a donde él necesita llegar, y cuando lo logra pues simplemente se olvida del resto.
Al final lo que identifica a unos y a otros es la capacidad de manipular a otros.

AR: Al principio del libro también usted decía que para volver a ver tras las rejas al Chapo las autoridades tendrían que vencer al mito y poner fin a la leyenda en la que el mismo gobierno y la sociedad lo convirtieron. ¿Por qué fue convertido en un mito?, ¿su novela no abona a éste?
ALL: Creo que lo más conveniente para todos a nivel del gobierno era que el Chapo fuera un mito: en la medida en que existiera esa imagen de un ser poderoso que nunca va a poder ser atrapado, tenemos una justificación perfecta para decir que hay una institución y que hay un gobierno intentando atraparlo y combatir lo que tantos años ha hecho.
Pienso que eso, para bien o para mal, de alguna manera servía quizá también como cortina de humo para otros eventos que estaban ocurriendo.
En el caso particular del libro, creo que nuestra obligación tanto desde esta óptica como desde la mía y la tuya es contar esa realidad y dibujarla, por descarnada que sea, como sucede. Considero que el hecho de que te pares al frente y que me des la oportunidad de que yo te narre lo que tengo reflejado en mi libro y que tú lo publiques nos sirve como sociedad para que comprendamos nuestra realidad. En la medida en la que uno lo haga con responsabilidad, también le estamos dando la posibilidad a la sociedad de que entienda.
Cuando nosotros narremos tenemos que recoger la basura y sacarla porque, lastimosamente, en nuestros países solemos esconder la basura que está dentro de la casa debajo del tapete. Pero la basura siempre va a estar allí.
Entonces, si nos permitimos reflexionar sobre esto y analizar estos asuntos profundamente y con responsabilidad, también estamos dándole a la gente una oportunidad para que reflexione y construyamos entre todos un país y una sociedad distinta.

AR: Al final del libro usted dice que estigmatizar el narcotráfico no aporta ninguna solución al problema. ¿Usted por dónde ve la solución?
ALL: La estigmatización es la posición más elemental y más sencilla de todas, pero yo creo que los problemas del narcotráfico son más de fondo: están muy ligados con los asuntos de la falta de Estado, con la carencia de oportunidades de quienes, por diferentes circunstancias, nacieron pobres, y que están condenados a sufrir y estar jodidos.
Pienso que en la medida en que el gobierno haga presencia donde el narcotráfico la tiene, y que la gente vea educación y oportunidades, vamos a tener la posibilidad de conocer una sociedad diferente y un México distinto. Mientras eso no suceda van a existir no un Chapo sino cientos de miles de Chapos Guzmán.


*Entrevista publicada en Replicante, 12 de agosto de 2016.