domingo, septiembre 28, 2008

Una mirada sobre el lado oscuro de los medios. Entrevista con Francisco Vidal Bonifaz


Una mirada sobre el lado oscuro de los medios
Entrevista con Francisco Vidal Bonifaz*

Ariel Ruiz Mondragón

Nadie duda hoy del gran poder que acumulan las grandes empresas que concentran la propiedad y el control de los medios de comunicación a nivel mundial, regional y nacional. Su poderío, además de económico, también se manifiesta claramente en la política y en la cultura, entre otros ámbitos.

El caso mexicano no es la excepción: un grupo de grandes empresas –encabezadas por un grupo aún menor de familias- tienen en sus manos los principales medios de comunicación encargados de producir y propagar la información y el entretenimiento –especialmente la televisión, la radio y la prensa-, con los cuales obtienen pingües ganancias y una influencia política extraordinaria, las que todavía tienen muchos pendientes en cuanto a legislación.

Uno de los aspectos menos conocidos de los medios en México es el de su actividad económica, la que es mantenida en la opacidad por las propias empresas por así convenir a sus intereses particulares. No deja de ser muy contradictorio que a través de los medios esas empresas exijan transparencia a la vez que mantienen sus finanzas en casi total secreto.

Recientemente fue publicado uno de los pocos libros que han logrado escudriñar en las entretelas de la economía mediática mexicana: Los dueños del cuarto poder (México, Planeta, 2008), de Francisco Vidal Bonifaz, quien traza un mapa de los medios y aporta datos para entender el presente y atisbar el futuro de los consorcios mexicanos de la comunicación en el país y a nivel internacional.

Sobre varios temas abordados en el libro platicamos con el autor: las dificultades de su investigación, la carencia de estudios sobre el tema, el peso económico de los grupos mediáticos, la trasnacionalización de la actividad, las relaciones de las empresas mediáticas con el poder político y el papel de los medios públicos. Además, la deseable y posible diversidad de los contenidos, la situación de los periódicos y la democracia ante la concentración mediática.

Vidal Bonifaz estudió Economía en la UNAM, y ha colaborado en diversas publicaciones: El Financiero, Infosel Financiero, Reforma, Milenio, Etcétera y Excélsior, entre otros. Actualmente es consultor privado.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir un libro como el suyo?

Francisco Vidal (FV): Después de trabajar de manera más o menos cotidiana 15 años en los medios, y de dar clases, tengo la idea de que los muchachos que llegan a los medios lo hacen con ideas muy poco objetivas de lo que son los medios de comunicación. Yo estudié Economía, y creo que la oportunidad de aportar algo a la formación de los muchachos era hablar de la economía de los medios de comunicación.

Eso es en realidad Los dueños del cuarto poder: poder económico y dueños de los medios, que es el gran tema.

Quiero agradecer a Replicante la entrevista, y también a Planeta que se haya animado a editar el libro, que tampoco es la octava maravilla; siempre les digo que para mí es como tomar el mapa de los medios desde el punto de vista económico.

AR: ¿Cuáles fueron las principales dificultades que enfrentó para realizar esta investigación? Al principio del libro menciona la falta de datos, la falta de información, entre otras cosas. ¿Pidió datos a las empresas de las que habla?

FV: Es muy difícil porque no hay información; ésta se encuentra muy segmentada, muy fragmentada y es poco sistemática, entonces a veces es poco útil. La mayoría de las veces, si usted ve el libro, éste está sustentado en datos duros, en informes. Me apoyé mucho en información de las empresas que por su naturaleza tiene que ser pública, sobre todo las que cotizan acciones o valores, que son muy pocas: estamos hablando de Televisa, TV Azteca, Radio Centro, Cablemas, CIE-OCESA y ya.

No, no pedí nada. Aunque a veces sí: yo quería tener la secuencia histórica de las cosas, y por pura curiosidad a un periódico que circula en Tijuana le pedí los datos de su fundación, y es la hora que no me regresan ni el correo.

Trabajé en los medios, donde estamos todavía muy mal acostumbrados a la opacidad, y esto dificulta las cosas. Pero se pueden hacer trabajos, hay mucha información. De hecho, como decía una persona que aprecio mucho y que me enseñó a reportear un poco, es más importante lo que se omite que lo que se pone. Entonces hay muchas cosas que se omitieron, pero información hay; lo difícil es sistematizarla.

Para redondear, creo que sí es necesario que los medios abran su información al público.

AE: ¿Por qué hasta hoy había sido muy poco estudiado este “lado oscuro de los medios”, como usted le llama a su actividad económica?

FV: No lo sé. Creo que hay una condición: la mayoría de los estudios de los medios los hacen –o los hacemos- los periodistas. Pero los números no se nos dan mucho. Al menos yo tengo diez años dando clases de una materia que habla mucho sobre Estadística aplicada al periodismo, y la conclusión a que yo llego es que los números no se nos dan mucho.

De los economistas, tal vez no le han dado mucha atención.

Hay un tercer factor: creo que hay temor. Es muy curioso: cuando le lleve el libro a una persona que ha estado en el mundo de la comunicación en estos años, me dijo: “Pues date cuenta que ya no vas a tener trabajo.” Le dije: “¿En los medios? Espero que sí haya.”

Sabemos que hay muchos medios en los que hay mucha opacidad, a los que no les gusta dar información; y hay otros que, aunque tengan que dar la información porque son públicos, ni siquiera la dan completa.

AR: Usted menciona al principio del libro la importancia de la industria mediática en la economía nacional, que es más bien modesta. ¿Esto ocurre también en otros países, o el mexicano es un caso particular?, ¿en el caso norteamericano, qué peso económico tienen sus grandes grupos mediáticos?

FV: Allí sí es mucho más desarrollado. Lo que pasa es que el caso de Estados Unidos es aparte: es brutal la expansión que tienen estos grupos de entretenimiento, sus ramificaciones, los formatos, son una cosa impresionante.

Nosotros siempre hemos creído, se nos ha dicho que tenemos una industria de medios y de entretenimiento muy poderosa, sobre todo la televisión. A la conclusión a la que llegué es que sí, pero no tanto, al menos en el panorama mundial.

AR: ¿Ni en el ámbito nacional?

FV: No, no es tanto; hasta cierto punto es razonable. No tiene por qué ser la petrolera, ni la telefónica. Pero lo que siempre se nos había dicho es que teníamos un lugar muy relevante a nivel, cuando menos, del español mediático, pero ya ni siquiera eso: la primera empresa mediática en español del mundo ya no es mexicana, sino española: es Prisa.

Desgraciadamente creo que ha hecho mucho daño el que no haya mucha competencia, el que no haya más opciones, porque eso ha hecho que la industria de medios en México se haya dormido en sus laureles.

AR: Además es una industria protegida.

FV: Pero desde luego, en todos los sentidos. Yo creo que uno de los faltantes del libro es cuánto presupuesto público le llega realmente a la industria de medios y cuánto representan esos ingresos.

Es una industria protegida; en alguna medida quizá lo tenga que ser. Pero eso no quiere decir que, por otro lado, no haya estímulos para su desarrollo, para su diversificación, para que haya más opciones; para que revistas como Replicante o cualquier otra tenga mayores espacios, mayor financiamiento, mayor lectoría. Estamos demasiado concentrados en muy pocas opciones tanto de empresas como de formatos: aquí la reina es Televisa y el formato clave es la televisión.

AR: En el primer capítulo del libro destaca que en el mundo hay cinco grandes grupos mediáticos, y algunos más en los que usted llama la “división de ascenso” –entre ellos Prisa. ¿Qué peso estima que tienen estos gigantes internacionales en la industria mediática mexicana? Por allí hay esbozados algunos datos.

FV: Eso no lo doy en el libro porque es muy difícil. En todo caso no es tan grande nuestro mercado para ellos, esa es la verdad; no quiere decir que no sea relevante en términos regionales, porque finalmente tenemos la población que habla español más grande en el planeta. Pero para los grandes consorcios los principales mercados no están en América Latina, sino en Estados Unidos, Asia y Europa. Eso está clarísimo.
América Latina es un mercado y una región secundaria. Calculo, en un atrevimiento muy grande, que tal vez tengan el 30 por ciento del mercado de medios nacionales y extranjeros. Pero es muy difícil de estimar; por dar un ejemplo: la televisión abierta, que llega al 98 por ciento de los hogares. Vamos a hablar de los canales nacionales que hay: en el Canal 7, de TV Azteca, prácticamente todo su contenido es extranjero, es un canal de películas y series. El Canal 5 por allí va. Entonces, dos de los seis grandes canales ya están dominados por los extranjeros. Sólo a ese nivel ya uno se estaría dando cuenta más o menos del 30 por ciento que ya le di.

En radio es mucho menos, porque recientemente ha tenido una expansión brutal la música en español. El principal producto mediático de la radio no es la noticia –de ningún medio, por cierto-, sino la música. La gran mayoría de la producción es de música mexicana; pero las productoras son EMI, Sony, BMG, etcétera, que son extranjeras. Entonces los fierros son de dueños mexicanos, pero el contenido viene de fuera.

Donde sí es más marcadamente claro que la producción es más nacional es en medios impresos.

AR: En sentido contrario, menciona algunos datos de la inversión de empresas mexicanas en el extranjero, especialmente en los casos de Televisa y TV Azteca. ¿Hacia el exterior, qué ha ocurrido con esas empresas?

FV: Eso es muy interesante. La investigación tuvo que parar en algún momento; en 2006 yo paré, pero de ese año para acá se ha agudizado mucho el rango de la internacionalización de los medios mexicanos. Ese es un proceso inevitable: tienen que crecer hacia fuera.

Lo que ya se bosqueja es la creación del mercado norteamericano de contenidos en español, que definitivamente va a ser México, Estados Unidos y Canadá, de eso no hay duda. Yo les digo a mis alumnos que la información tiene patitas y, sin saber, cuando nos damos cuenta ya está por donde uno no sabe; así son los contenidos mediáticos.

Entonces Televisa y TV Azteca van a tener que partirse el alma por tratar de tener un lugar relevante en este mercado. Azteca lo tiene muy claro, tratando de impulsar su producción, su comercialización y la operación de canales en la comunidad de hablantes de español en Estados Unidos.

Televisa tiene el problema del gran pleito que tuvo con Univisión, aunque todavía hay un contrato por varios años por el que le tiene que vender su producción a Univisión, y ésta se la tiene que comprar. Pero se puede quedar atrás, la veo difícil para ella. Esto explica también que Televisa se esté metiendo a telecomunicación.

La internacionalización también responde a un proceso donde la televisión abierta, que ha sido una fuente inagotable de dinero en este país, topó –cuando uno tiene el 98 por ciento de los hogares con televisión abierta, y los mayores ratings son de 30 por ciento, cuando hay novelas muy buenas, es que ya se topó.

El que haya topado la televisión abierta, y el que vengan ahora las cadenas estadounidenses a competirnos con contenidos en español, es un aliciente para que las empresas mexicanas tengan que internacionalizarse. Ni más ni menos que este año TV Azteca regresó a Centroamérica; ya antes tenía algo en Guatemala, vendió y ahora volvió a comprar. Televisa estuvo mucho tiempo en Chile -también TV Azteca-, creo que entraron en Perú en algún momento. Total, van a tener que ir regresando, a crear alianzas. Mi gran incógnita es el mercado de España, donde creo que va a estar muy difícil, aunque Televisa ya es accionista de una de las cinco cadenas nuevas que se habilitaron en ese país con la apertura de la televisión, que se llama La Sexta.
Tienen que crecer por ahí; cuál va a ser su suerte, no lo sé.

AR: Hace poco Emilio Azcárraga Jean declaró algo así como que a Televisa no le regalaron nada los políticos mexicanos, dando a entender que esa empresa se hizo a sí misma, sin favores del gobierno. Usted menciona en el libro que hubo políticas destinadas a favorecer a esa empresa, y también señala el caso de Ricardo Salinas Pliego y sus vínculos con Raúl Salinas cuando adquirió Imevisión. ¿A grandes rasgos, cómo ha sido la conexión entre el poder político y las empresas mediáticas en México?

FV: Pues al menos en el caso de las televisoras la relación ha sido umbilical. Televisa nace como Telesistema Mexicano, y eran tres grandes familias: O’Farril, los Azcárraga y la familia del presidente Miguel Alemán. Si el señor Azcárraga Jean piensa que no le debe nada al gobierno, me parece que está muy bien, pero los hechos históricos allí están. Eso es irrebatible.

El señor Salinas Pliego (a ver si no nos demanda porque le encanta hacerlo) admitió que Raúl Salinas de Gortari le había prestado dinero para ganar la televisora en un concurso que se realizó bajo el mandato del hermano de quien le prestó el dinero.
No hay peor cosa que negar los hechos. Si hay otro tipo de implicaciones, que se abran investigaciones y que se vea. Yo no tengo más elementos; lo que sí sé es lo que todo el mundo sabe, porque se publica constantemente: que el presupuesto público también tiene cierta importancia para los ingresos de los medios. Tal vez así deba ser, yo no digo que no; no se trata de favores, pero tampoco de decir “yo al gobierno ni lo saludo”, porque no es cierto.

Tal vez no sea absolutamente cierto que sin el gobierno no sobrevivirían esas empresas; pero tampoco es cierto que sin el gobierno sobrevivirían.
Entonces la conexión es umbilical, la traen desde el nacimiento. Y hay algo que siempre ha sucedido en México, y es un poco complejo, que es que hay poca claridad en el otorgamiento de las concesiones.

AR: En radio también hay grandes grupos que dominan esa industria en el país. Ante el dominio abrumador de la empresa privada en televisión y radio, ¿qué sentido adquiere el sector público en la industria mediática? Hay concesiones que se han otorgado a gobiernos estatales, universidades, etcétera. ¿Debe haber algún proyecto al respecto para hacer otro tipo de televisión, de radio, de comunicación?

FV: Primero que nada, mis respetos para los trabajadores de los medios públicos, porque hacen maravillas con presupuestos magros. Eso es una falta de respeto brutal al trabajo profesional de quienes dan su vida por los medios de comunicación; claro, hay que regularlos bien, habría que vigilarlos, que haya condiciones de trabajo dignas. Creo que eso sería lo mejor.

Los medios públicos son muy importantes, primero porque deberían ser la punta de lanza de una política cultural de Estado, como un todo, como una inversión. Tal vez no se pueda obligar a Televisa a dar información en náhuatl, pero algunos medios públicos lo podrían hacer –en el libro se mencionan las radiodifusoras en lengua indígena.

También son relevantes porque son un contrapeso necesario a la excesiva mercantilización. Yo no digo que no lo hagan las empresas privadas, que deben hacer bien su trabajo, pero a veces se les pasa la mano.

Los medios públicos debieran tener ahora planes muy claros apoyados en una estrategia y en una política a nivel de Estado de para qué los queremos. También deberían tener las mejores tecnologías –por ejemplo los medios públicos deberían estar transitando a televisión digital, y las radios públicas a transmisores digitales.

Habría que pensar de nuevo qué se va a hacer con los medios impresos y los presupuestos públicos, para que haya diversidad.

AR: Sobre los contenidos, la mayor audiencia la tienen las telenovelas y las películas extranjeras, y eventualmente se cuela un partido de futbol. ¿Qué posibilidades hay de que exista una mayor diversidad temática, y que pudiera ser competitiva antes aquellos nichos tradicionales?

FV: Posibilidades siempre hay porque hay mucha capacidad de creatividad en los chavos, en las personas. Del asunto del que no estoy tan seguro es que haya las condiciones para desarrollarla, sobre todo de voluntades.

El siguiente patrón que nos va a coronar son las series. Los que tengamos ahora de 35 años para arriba, tenemos telenovelas, series y futbol. Los chavos ya no van a ver la tele, le van a dar la espalda porque ya no les interesa la historia de la Cenicienta, tema recurrente en las telenovelas, porque ven otras cosas en su vida cotidiana.

Si me quiere un poco provocativo, yo ya ni le apostaría tanto a tratar de derrumbar los esquemas de la televisión, sino más bien a invitar a los creadores a que hagan cosas fuera del ámbito de la pantalla chica. Creo que ahora una enorme oportunidad es internet, incluso para producir televisión; allí no necesitan concesión, ni permiso. Allí están las redes a su disposición; estamos viendo el fenómeno del surgimiento de temas, películas y cortometrajes de la red.

No va a ser fácil; en todo caso, eso en los medios públicos, si se lograra llegar a tener un planteamiento de política estatal global, nos va a costar tiempo.
Lo que en todo caso es preocupante es que se consuman pocas noticias –allí la responsabilidad de los medios hay que señalarla.

La radio, pues es para música. En el libro pongo la lista de noticieros y de servicios de información que hay, y no puede ser que haya tantos; hay una enorme fragmentación.

Lo que nos falta estudiar son los hábitos de los chavos, estudios que sean públicos y que se conozcan, porque tal vez estamos desperdiciando una mina enorme, porque finalmente ellos son el futuro de los medios. Hay que ver por dónde van.

Creo que la televisión tiene un punto de salida. Televisión abierta, 98 por ciento de cobertura, televisión de paga 25 por ciento –y no creo que pueda llegar al 100 por los niveles de ingreso del país. ¿Eso trae más audiencia, o hace que la que estaba en los canales abiertos se queden allí, y distribuyen su tiempo en la de paga? No creo que haya una gran apertura de nueva audiencia, porque el 98 por ciento ya estaba, sólo se traslada la preferencia de un lugar a otro.

Respecto a la radio, ya sabemos a qué hora se usa, hay muchos estudios. Pero los chavos, con Ipods, con todos estos sistemas inalámbricos, con la red, están en un mundo distinto, y allí es donde se podría atacar con políticas públicas que llevaran los medios públicos con información, con entretenimiento, con cosas adecuadas a ellos, sin moralinas, tratando de entender cómo son los chavos. Por allí, a la tele mejor la olvidamos.

AR: Respecto a los periódicos: ¿cómo observa el futuro de los periódicos? Usted da cifras del estancamiento en sus tirajes durante más de 10 años, periodo en el que no ha alcanzado el tiraje de 1994. Más adelante menciona los periódicos gratuitos, que parecen crecer. ¿Qué futuro tienen en esas condiciones?

FV: Muy complicado, y no sólo en México sino que eso pasa en todo el mundo. El gran problema de nosotros es que está bajando el tiraje, que nunca fue grande. Leemos muy pocos periódicos, porque creo que los periodistas le seguimos hablando a los líderes, a los que toman decisiones, y el ciudadano común nos perdió la confianza.

Yo ya no sé si a estas alturas tenga remedio. La verdad no soy muy optimista en ese sentido, la tendencia va a seguir así.

En todo caso no sé hasta qué punto los gratuitos vengan a sustituir a los lectores que ya están leyendo periódicos. He estado revisando las cifras de 2007 y lo que va de 2008, y siguen cayendo. Creo que la tendencia va a ser a caer siempre el 1 o 2 por ciento cada año.

Los gratuitos lo que van a hacer es decir “bueno, si no quieres pagar 10 pesos no hay problema, pero estoy aquí”. Entonces sólo se va a hacer un switch; por ejemplo, sé que hay gratuitos en Guadalajara –uno muy exitoso-, en el DF hay dos y uno en Hidalgo. Calculo que han de andar por los 300 o 400 mil ejemplares. Es muchísimo. Creo que el camino va a ir por allí.

De otro lado, creo que la prensa impresa es lo que siempre ha sido; como lo decía a veces Raymundo Riva Palacio: el conducto por el cual los poderosos hablan de sí mismos y entre ellos.

Ahora bien: seamos nosotros los periodistas los que busquemos cambiar esa situación. ¿Por qué no abrimos la cancha? No abrimos temas, no le hablamos a la gente de sus preocupaciones, y luego hasta la agredimos tratándole de vender historias que no sirven. El público no es tonto; le podrán faltar cultura si se quiere –y eso es discutible-, criterio o información, pero no es tonta. Yo siempre les digo a mis alumnos: ¿Por qué se venden 750 mil ejemplares de TV Notas cada semana –que, digamos, es tal vez el tiraje de toda la semana de un periódico nacional-? Y todo mundo dice que esa información es basura. Yo no sé si lo es o no, pero a mí como profesional de la información me debe preocupar y tratar de entender qué códigos, qué lenguajes, qué planteamientos son los que llegan a la gente. Hay que entender qué está pasando en el auditorio.

AR: ¿Internet no sería una vía para los periódicos?

FV: Pero va a tardar, en lo que penetra en la población. Pero creo que el Internet es el futuro. De hecho, creo que debe haber periódicos que se leen más por Internet que en impreso.

Sin embargo, si la información sigue siendo manejada igual que en los medios impresos, los van a abandonar, porque la gente no le entiende, en el fondo no se entienden porque están muy codificados. Por darle un ejemplo: creo que somos el país que debe tener más columnas por centímetro cuadrado en periódicos. La información del columnista suele ser codificada -no vamos a decir si es buena o mala, que es otro asunto-, porque ese es su ámbito de trabajo: los códigos de comunicación entre una fuente y otra. Eso es lo que le da sentido al columnismo. La mayoría son columnas que trasladan información estratégica de un emisor a un receptor específico, y eso se hace a través de códigos. Eso está bien para el emisor y para el receptor, y el columnista cumple su función de trasladar un mensaje; nada más que el 99.9 por ciento de los restantes lectores o no le entienden o se imaginan lo que leyeron.

Mientras ese modelo avance, cada vez vamos a entender menos las cosas: ¿para qué leemos algo que luego no entendemos? Los medios tienen muchos problemas, y por añadidura están mal escritos. Entonces nuestro producto ha bajado en calidad, ha bajado en nivel de comprensión. Si ese esquema lo reproducimos en internet, va a pasar exactamente lo mismo.

AR: Robert Dahl dice que una de las condiciones para que haya democracia es que deben existir fuentes de información diversas. Como se puede ver en el primer capítulo de su libro, hay cinco grandes compañías –más otras pocas que vienen atrás de ellas- que dominan a nivel global el mundo de la información y el entretenimiento. A nivel internacional y en México, como usted dice, la tendencia es al monopolio. ¿Qué efecto tendrá esta tendencia económica en el futuro de la democracia, particularmente en la mexicana?

FV: Bueno, la consecuencia es obvia: las interpretaciones van a ser más de muy pocas fuentes, y nuestro marco interpretativo siempre estará regido por ello. Es más, le puedo asegurar que aun quitando las fuentes de esas empresas en México, el poder lo tenemos muy concentrado. Si usted se pone a analizar cuáles son nuestras fuentes de información, le aseguro que las básicas de todos los ciudadanos son dos. Eso es peligroso.

Por otra parte, me parece inevitable porque los consorcios tienen que crecer; si no lo hacen, se mueren o los matan. Eso no tiene vuelta. Yo aprendí en la escuela que la competencia en una economía de mercado lleva al monopolio, no al revés. Es lo que aprendí y es lo que estoy viendo.

Es muy difícil hablar del tema democrático. En contraparte, creo que lo único que podemos hacer es que los ciudadanos y los gobiernos nos organicemos para emitir y para compartir información. Ya habrá algún loco peligroso que crea en el periodismo abierto, plural, equilibrado y que ofrezca información a los ciudadanos.

Habría que ver que no hay que absolutizar las cosas, porque también todo esto depende de ciertos comportamientos. Por ejemplo: es evidente que la información en Estados Unidos está concentrada en muy pocas manos. A propósito de la guerra de Irak, siempre se mencionó el papel muy grave de lo que fue la cadena News Corp, que es de Rupert Murdoch. Pero, pese a todo, hay ciertas normas éticas que todavía sirven de contrapeso, y que ahora permiten estar denunciando esos abusos. También ocurre eso en Europa.

Creo que lo que tenemos que pensar es, entonces, en las posibilidades de tener accesos más diversos. A mí me encantaría que la televisión de paga tuviera, por ejemplo, el canal de Cuba. ¿Por qué no traernos el canal de los gobiernos de América del Sur, Telesur? ¿Por qué no impulsar la posibilidad de que haya más ventanas para tener más puntos de vista? Finalmente el ciudadano es el que decide. Y lo que nos toca a los medios es dar información para que tome sus decisiones.

Va a ser inevitable que los consorcios sigan creciendo y haciendo fusiones –de que cerré el libro para acá ha habido tres o cuatro grandísimas- y van a seguir. Si queremos poner un contrapeso, hay que crear opciones desde el punto de vista de los gobiernos, como políticas de Estado, no como el que se le ocurre a cada gobernante, posibilidades a ciudadanos, y abrirse a nuevos proyectos juveniles.


*Entrevista publicada en Replicante, núm. 16, agosto-octubre de 2008. Reproducida con permiso del editor.