jueves, septiembre 21, 2006

La Patria expresada en imágenes. Entrevista con Enrique Florescano



Los países y las naciones expresan su historia, sus mitos, su realidad y sus aspiraciones a través no sólo de la letra escrita, sino también de imágenes en las que pretenden sintetizar su ser: la Patria, con la cual proyectan un sentido de pertenencia a una comunidad con un futuro que se pretende común.

El amor a esa Patria se ha convertido en una virtud cívica que es necesario fomentar entre los ciudadanos. Sin embargo, muchas de las ideas y de las imágenes que se dan de ella han sido muy excluyentes e incluso discriminatorias de grupos débiles o minoritarios en una sociedad determinada. Por ello es importante conocer las diversas fases por las que ha atravesado la construcción de la Patria.

En ese sentido, para el caso de México resulta indispensable la lectura del libro de Enrique Florescano Imágenes de la Patria (México, Taurus, 2006), en el que se realiza un amplio y apasionante recorrido histórico de las representaciones (no sólo pictóricas o escultóricas, hay que señalar) que se ha dado la nación mexicana.

Sobre ese libro platicamos con el autor, abordando las siguientes cuestiones: el origen de la investigación, el tránsito de la Patria como idea religiosa a idea cívica y la sustitución de la figura de la Madre por la del Padre guerrero, la relación entre la apropiación de la tierra y la Patria, el proceso de autorrepresentación de novohispanos y de mexicanos, el predominio de la idea criolla y la influencia francesa en el siglo XIX.

También abordamos el papel de la cultura popular en la idea patriótica, la transformación en su concepción generada por la revolución mexicana, el lugar de los indígenas en ella, una crítica a la academia de la historia y de las ciencias sociales y la perspectiva para renovar el patriotismo cívico.

Florescano es doctor en Historia por la École Pratique des Hautes Études, de la Universidad de París y autor de más de una docena de importantes libros de historia mexicana. Fue el primer director de la revista Nexos y ha colaborado en múltiples publicaciones. Entre otros premios ha obtenido el Premio Nacional de Ciencias Sociales, la Ordre Nacional du Mérite del gobierno de Francia y el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un libro como el suyo?

Enrique Florescano (EF): En mis investigaciones anteriores me había sentido atraído por los temas de la imagen: cómo la imagen es generalizada para transmitir mensajes políticos, religiosos y desde luego culturales. También me sorprendí por el poco uso que hacen los historiadores de la imagen; casi todos están más atraídos por el libro, por el texto, por el documento, por el mensaje escrito, y el lenguaje visual lo ponen a un lado, o lo usan como complemento, como ilustración de lo escrito.

Yo cambié eso porque vi que la imagen por sí misma es un conductor de mensajes: tiene una estructura simbólica, tiene formas específicas de elaboración que le permiten comunicarse con distintos públicos de una manera más eficaz que el libro o que el texto escrito.

Entonces me interesó eso, y cuando en mis búsquedas fui encontrando tantas imágenes de la Patria, pues dije: “Vamos a dedicarnos un tiempo (que me llevó más de cuatro años) en empezar a definir las imágenes.” Al principio pensaba que nada más eran de una época, pero luego me di cuenta de que tenemos imágenes de la Patria en todas las épocas del largo y dilatado proceso histórico mexicano.

Bueno, pues esa fue la base que me llevó a este libro.

AR: Aunque habría que aclarar que el libro no sólo aborda imágenes (pinturas, grabados, esculturas, por ejemplo), sino también otras expresiones como la música.

Usted hace una investigación sobre el origen de la idea de Patria, que lo lleva hasta las culturas antiguas de Europa y de África. El origen es el culto a la Diosa Madre. En ese sentido quiero preguntarle lo siguiente: ¿cómo fue que un culto eminentemente religioso como era aquel, terminó dando sustento a una idea cívica?

EF: Desde el principio los cultos religiosos son fundamentalmente políticos. La religiosidad está mezclada con la fundación política del reino, de la tribu, de la organización social. Pero como en esa época el principal elemento cohesionador era la parte ritual y religiosa, entonces el dios protector de la comunidad o la diosa protectora de la tribu o del reino, pues fueron los númenes originales que agruparon a la colectividad, porque en los ritos y en los cultos que eran colectivos y sumaban todo (canto, danza, representación escénica, participación corporal directa, etc.) se establecían los lazos de comunicación de esas sociedades. Es el sentido antiguo de la palabra: re-ligaba a los seres humanos que participaban en esos cultos, de esos mitos, en esas celebraciones.

Viendo esto, los políticos los pusieron como el centro de la ciudad, del reino, y el culto político al poder. Entonces el Santo Patrono –como le dijeron luego- era el Dios que amparaba a esa colectividad, a ese reino, a esa ciudad. En este caso fueron primero reinas, diosas, porque es la diosa de la fertilidad la que crea los bienes que alimentan y sostienen a la colectividad humana. Es una mujer, se da en todos lados y todas las sociedades primeras son sociedades que tienen cultos a las diosas: las deidades son femeninas y abarcan todo; es como una matriz universal que es madre del cielo, de la tierra, del inframundo, de los mares, de las aguas, etc.

Entonces es una diosa abarcadora de todo lo que es creativo y benéfico para el desenvolvimiento de la vida humana.

AR: Pero, como usted explica, fue siendo paulatinamente sustituida y va tomando formas masculinas: aparecieron dioses a partir de los guerreros. ¿De esta transición de la Diosa Madre al culto al Sol es de dónde viene el origen de la palabra “Patria”, que hace la evocación al padre?

EF: Sí. En estas sociedades antiguas seguramente era la Matria, que era el lugar de los orígenes, donde nació tanto el ser humano como el reino, la ciudad, etc. Pero bueno, viene el triunfo de los guerreros, acaba con el culto a la Matria y se impone el culto a la Patria.

Entonces el padre de esa sociedad, de esa ciudad, de ese reino, asume la figura de varones: son entidades masculinas, dioses masculinos y guerreros., los que por la habilidad guerrera, por la fuerza que manejan, se convierten en dirigentes políticos en esas ciudades y en esos reinos.

Entonces la Madre Tierra y la Diosa Madre comienzan a aparecer en un lugar secundario; ya cuando mucho son la madre del dios guerrero triunfador, o su hermana, esposa o amante, pero ya no la Madre Diosa universal, cuyo lugar es ocupado por el Gran Dios Guerrero universal.

Esto ocurrió también en México, en Mesoamérica: las diosas madres son sustituidas por estos dioses guerreros, en este caso por el Sol, que es el dios de Teotihuacan, de los mayas, de la mayoría de los pueblos prehispánicos.

AR: Usted cita por allí a Carl Schmitt (un autor que es raro encontrar citado en un libro de historia), y dice que la Patria tiene su origen en la ocupación de la tierra, lo que genera derechos. Usted sitúa esto en Mesopotamia originalmente. La idea de Patria ha tenido muchas connotaciones, ¿esa condición de relación entre la tierra y la Patria es una constante?

EF: Eso se da y es un hecho universal; en unos países está mucho mejor delimitado. Todos empiezan por apropiarse de la tierra donde viven. ¿Cómo? Con el culto a los ancestros; en la misma casa, en la misma choza se pone el altar de los ancestros, y se empieza a celebrar que ese ancestro fue el primero que cultivó esa tierra y entonces tienen derecho sobre ella.

Al principio no tenía la característica de propiedad privada, porque todos podían cultivar y trabajar la tierra. Pero cuando vienen el crecimiento y sociedades mayores, complejas, con ciudades grandes, pues entonces ya se empieza a diluir la tierra en cada familia, la que pasa a tener su propia parcela, la que van heredando los hijos de esos primeros pobladores. Entonces ya se va creando un derecho a la tierra a través de la pertenencia a un clan familiar. Así se van creando los derechos territoriales que ya conocemos en las sociedades agrícolas y que también se trasladan a las sociedades industriales.

Entonces ese fenómeno se da en todos lados. Aquí está muy bien registrado a través de la historia del altépetl, que es la tierra donde se asienta el pueblo, el reino y donde crece la gran ciudad. Altépetl es sinónimo de propiedad territorial, del Estado territorial.

AR: Es justamente el proceso que describe Fustel de Coulanges en su obra La Ciudad Antigua.

EF: Exactamente.

AR: Ya hablando del caso mexicano: en la primera parte del libro hay una exposición acerca de la concepción que tenían los españoles de América en las primeras imágenes con las que la representaron. ¿No le parece que pervivió durante mucho tiempo esa imagen de mujer salvaje, rodeada de animales, blandiendo una cabeza cercenada y acompañada por el cuerno de la abundancia?

EF: Sí, porque Europa divulgó esa imagen, y había ya había libros impresos. Colón no tenía dibujantes, ni Américo Vespucio; pero los exploradores que vinieron después sí los trajeron, y otros en Europa inventaron y crearon, a partir de lo que leían y escuchaban de los viajeros, seres fabulosos, fantásticos, que no tienen nada de veracidad de lo que era realmente el ser humano americano. Pero esa imagen se propagó porque allá se hacían los libros, y circulaban. Como siempre, la divulgación supera y manda a la realidad.

Esa imagen se extendió a todos lados (además de que era una época en la que predominaban las imágenes). Todavía va uno a iglesias españolas o italianas, y se encuentra imágenes de América vestida como india salvaje, y eso se generalizó, tanto que los museos están llenos de esas imágenes, que son de los europeos que no viajaron a América ni la conocieron, sino que inventaron un ser americano a partir de los relatos de quienes sí habían estado aquí.

AR: ¿El gran rompimiento con esa visión fue la exposición del sacerdote criollo Miguel Sánchez? ¿La primera gran expresión cultural fuerte de lo que después sería la Patria americana fue aquella imagen de la Virgen de Guadalupe?

EF: Así es. Yo hago también allí una recuperación de los pintores entonces llamados costumbristas; pero antes tenemos a Villalpando a fines del siglo XVII, quien pone a todos los novohispanos –no se les puede llamar mexicanos-, y es una mezcla de indios con europeos, españoles, asiáticos, africanos, etcétera, y es una nueva población que él advierte y pinta por primera vez. No se ha trabajado así, pero si uno descompone el cuadro (que tiene más de mil 200 figuras) y se busca, se puede encontrar toda la variedad de castas, de grupos y de vestidos. Es la primera vez que los novohispanos se representan a sí mismos.

Los que rompen con el modelo europeo dicen: “Bueno, aquellos están inventando, pero yo soy así”, y se empiezan a pintar ellos mismos. Es muy importante porque expresan su propia identidad.

Luego esto culmina con la Virgen de Guadalupe, que es precisamente una virgen morena, que está vestida con los símbolos religiosos de las diosas europeas, occidentales, pero con rasgos mexicanos que Miguel Sánchez y los traductores indígenas del libro famoso de Sánchez todavía mexicanizan más porque la hacen hablar en un náhuatl totalmente indígena, lleno de vocablos mexicanos propios que expresan una sensibilidad mexicana, no europea.

Allí empieza a nacer la imagen americana hecha por los propios mexicanos.

AR: Por los criollos. En ese sentido esas primeras etapas del patriotismo son propias del grupo criollo. ¿Cómo fue que se logró integrar a otros grupos, como los mestizos y los indígenas, a esta visión, siendo que existían muchas diferencias entre ellos?

EF: Los criollos son los únicos que por su cultura, por su formación, por su propia característica de ser nepantla (de estar en medio) pues son los que pueden hacer eso. Los españoles seguramente estaban reproduciendo la misma imagen de los criollos y los americanos que traían de Europa, con los moldes clásicos y típicos del canon pictórico europeo.

Pero los novohispanos, los criollos, los mestizos, rompen eso, y empiezan a producir sus propias imágenes con el vestido, con los rasgos, con los escenarios locales. Dan una idea de ese ser nuevo que está apareciendo, y son los primeros retratistas del mundo americano naciente.

AR: Posteriormente, en lo referente a la época de la República, de la Reforma, usted remarca la influencia de los símbolos franceses, de la revolución y de los republicanos. ¿Cuáles son las principales influencias francesas en la construcción de la idea de la Patria mexicana en la primera mitad del siglo XIX?

EF: Trabajando los símbolos y las imágenes uno ve que después de los símbolos religiosos, los emblemas y símbolos que más impactan, que más trascendencia tienen en la sociedad ya mexicana, son los símbolos militares, que sustituyen a aquellos: las bandas de música, las banderas (bueno, la bandera tricolor francesa la adopta Iturbide con toda la parafernalia de los uniformes europeos), las teatralizaciones del poder (la que Iturbide adopta y transforma al medio mexicano, y se hace representar como si fuera un Napoleón mexicano, e incluso se corona como aquel se coronó en Francia).

Entonces se introducen las armas, los uniformes, las banderas, los instrumentos musicales, etc, y se ve mucho en la iconografía mexicana de ese período un cambio tremendo. Empieza a haber una batalla diferente entre los símbolos y los emblemas civiles contra los emblemas y los símbolos religiosos. Es una batalla que no se ha estudiado, pero que se puede seguir hasta calle por calle, porque entonces todas las calles eran de santos, y a partir de la independencia empiezan a ser sustituidos por las calles de los héroes que hicieron la independencia, que ganaron las batallas, etcétera, y toda la ciudad, en lugar de ser una ciudad de santos, se vuelve una ciudad de héroes republicanos.

AR: Hay otro asunto importante en el libro: no sólo las elites políticas e intelectuales han generado la idea de Patria, sino que también ha habido contribuciones de la cultura popular. ¿Cómo ha sido esta amalgama de la idea de Patria con las contribuciones de las elites y de la cultura popular? ¿Hubo choques entre ambas?

EF: Lo que impera siempre tanto en la iglesia como en la parte del Estado, son las elites, que siempre están más conectadas con el canon europeo en lo referente a artes, a música, a escultura y a literatura. Hay esa influencia europea presente en toda la representación de la historia mexicana.

Pero lo que allí apunto, y de lo que no tenemos un buen estudio, es cómo la parte popular, la representación e ideación popular de la vida pública también logra ocupar un lugar importantísimo.

Creo que los nacimientos fueron las primeras formas estéticas que se trajeron acá para representar la vida cotidiana: el nacimiento de dios, la peregrinación de los padres por toda la tierra hasta llegar a Belén, etc., todo está representado en formas populares.

Los nacimientos seguramente vienen aquí directamente de España e Italia, Nápoles, por ejemplo, fue un gran centro creador de lo que llamamos los nacimientos populares. Ya tenemos datos de que sí hay una gran influencia del nacimiento napolitano en el nacimiento mexicano. Pero éste luego se va independizando, porque en lugar de estar reproduciendo camellos, jeques del desierto, israelitas, empieza a representar campesinos mexicanos, burros, guajolotes, pájaros y cosas mexicanas.

Empieza a haber una mexicanización del famoso nacimiento, y a partir de eso una recreación de las figuras típicas de los mexicanos: empiezan a aparecer allí la china, el barbero, el que vende la chía, el tlachero, el cura, el licenciado, el pelado, etc. Toda esa variedad de tipos mexicanos empieza a reproducirse en barro, en tela, en vidrio, etc., y eso seguramente es mucho más fuerte y más apreciado por las clases populares que la pintura o la escultura.

Entonces por un problema de producción del arte popular, se imponen más estas figuras que son las que están en el mercado, en las plazas, que vemos todos los días en las calles. Esto asciende al punto de que se vuelven personajes populares, que luego cuando vienen los viajeros los adoptan como personajes emblemáticos de lo mexicano. Entonces aparecen ya el ranchero, la china, el aguador, etc., como tipos populares mexicanos.

Se quedan en el imaginario colectivo y ya nadie los puede desalojar. Desde entonces, una vez que también los europeos los valoran, los toman ya no sólo como curiosidad sino como obras representativas del ingenio popular para pintar las distintas formas de vida mexicana, se vuelven una parte más de la expresión artística mexicana para representarse a sí misma,

AR: Pasando a la etapa de la revolución mexicana, usted nos describe las diferentes ideas que de la Patria tenían los diversos líderes del levantamiento. Entre los años veinte y cuarenta del siglo pasado, ¿alguna de esas ideas se impuso o hubo una mezcla?

EF: Lo que se impuso fue el hecho que cambia toda la historia de México, y es que la revolución la hacen los grupos populares: los campesinos, los indígenas, los obreros. Eso cambia lo que va a ser el proceso de definir un nuevo Estado, un proyecto de nación. Por primera vez las reivindicaciones de los campesinos, de los obreros, pasan a ser aceptadas y transformadas en leyes, en la Constitución, lo que es una cosa como los derechos del hombre en la Constitución francesa.

Hay un cambio radical con el pasado: en lugar de que sean los militares, los jefes, los presidentes, etc., los que aparecen como héroes, como motores de la historia, aquí aparece el campesino, el indígena, el obrero, y sobre todo cobran vida extraordinaria en la pintura,

Antes que los historiadores, fueron los pintores los que dan esta idea del movimiento popular, de que son las masas populares las que cambiaron la historia. Esto es un cambio en la interpretación histórica definitivo en nuestro país, de modo que a partir de entonces, por primera vez aparecen los marginados de la historia como los héroes y promotores del cambio histórico.

Ese es el cambio más grande que da la revolución. Luego, Vasconcelos dedica un tiempo extraordinario a reunir a un equipo que ahora parece algo fantástico: simplemente buscó a los mexicanos de mayor talento y no les vio la cara de conservadores, radicales, izquierdistas o derechistas, sino que simplemente vio las cualidades artísticas, creativas, literarias, educativas, transformadoras de esa gente y los invitó a trabajar. Hizo el mejor equipo que nunca se ha hecho en una secretaría para crear una nueva idea de la educación, y verla como el agente transformador de la sociedad mexicana, y luego unirla con la cultura, para no producir nada más profesionistas, sino gente que dé un nuevo sentido a la vida y que proyecte una nueva idea de la Nación.

Eso fue algo verdaderamente de iluminado y que logró un renacimiento del arte, la cultura y la educación de México. Es lo que volvió a México emblemático en la historia política contemporánea.

AR: Hay un actor que siempre está presente en el libro, un grupo social importantísimo en México: los indígenas, que fueron los que inspiraron a los criollos para imaginar una nación, y que siguen presentes en este siglo XXI, en algunos casos con fuertes cuestionamientos multiculturalistas. A grandes rasgos, ¿cuál ha sido el papel de los indígenas en la construcción de la idea de Patria?

EF: Las ideas de Patria, las ideas de nación están todas marcadas por la exclusión. Esto es lo más grave que ha afectado la constitución de una verdadera nacionalidad abierta y plural en México. Estas ideas de Patria eran las de los criollos, ¿y quiénes no estaban allí? Pues los indios, no estaban los negros, no estaban los trabajadores...

AR: Aunque los criollos reivindicaban el pasado indígena.

EF: Reivindicaron el pasado indígena pero no la realidad indígena. Es una idea de Patria excluyente. La de los liberales también: excluyen a los indios y a sus oponentes políticos los conservadores.

Esto lo estamos reviviendo ahora: estamos en una oposición entre el candidato el PAN y el candidato del PRD.

AR: Lo que se ha estado diciendo de la división de los dos Méxicos.

EF: Sí, los dos Méxicos, y no hay una propuesta de un México que incluya a todos. En lugar de unir, ligar e integrar, estamos dividiendo, y esa división es la que más ha afectado la constitución de una verdadera nacionalidad mexicana que reconozca su diversidad y su pluralidad. Todos han querido imponer una idea de nación, una idea de Patria, excluyendo o coartando la participación de los demás.

Lo que más necesita el país si lo vemos ahora, es no seguir ahondando en la división. Ya la vimos, y no hay mejor indicio de que este país está dividido que la votación. Esa es la única real información que proviene de las elecciones.

Lo que tenemos que buscar ya, lo que lo anterior indica a los políticos de uno y otro sector, es que lo que necesitamos los mexicanos es una propuesta de cohabitación de las diferentes fuerzas políticas, de gobernabilidad, de integración. Para eso son los políticos: para que aceptando la realidad, junten compromisos, obligaciones mutuas. Nadie puede imponer ya la que es bandera de su partido o de su propuesta política. Tienen que aceptar la presencia del otro, aceptar la negociación y la cogobernabilidad para que haya esta posibilidad de seguir avanzando en un proyecto nacional que acepte la diversidad y que corrija lo que hasta ahora ha sido una de las peores tendencias de la historia mexicana: la desigualdad, ya sea cultural, política, en salud, social, etc.

Necesitamos buscar los medios para crear un país más equitativo que favorezca sobre todo a los sectores marginados y explotados, y que juntos trabajemos por un México que supere estas terribles realidades y poco a poco aspire a llegar a estadios mejores, pero en la paz y en la democracia.

Las confrontaciones, como las están orientando algunos políticos, son el peor horizonte para el país. Lo que necesitamos es una propuesta inteligente de concordia, alianza y participación. Es inútil seguir llamando a la confrontación.

AR: Al final del libro hace usted una fuerte crítica a la academia en el ámbito de la historia mexicana. En ese sentido, ¿qué papel pueden y deben jugar los historiadores en la construcción de una nueva idea de Patria? Esto tomando en cuenta casos como los de Riva Palacio o Justo Sierra, que hicieron y promovieron grandes síntesis.

EF: Los historiadores ahora están muy alejados de la sociedad. Lo primero que hay que reconocer es el distanciamiento enorme de la academia respecto a la sociedad. Pero no son sólo los historiadores: también son los antropólogos, los arqueólogos, los sociólogos, quienes están hablando para su gremio y cuidando y desarrollando sus intereses. No les importa la sociedad.

No tenemos el gran libro acerca de dónde están las grandes divisiones de la sociedad mexicana. Eso lo pueden hacer los sociólogos, los antropólogos juntos; pero como no se unen estamos pagando cientos, miles de sociólogos y antropólogos, etc., que no se juntan para hacer el diagnóstico social de la nación.

Deberíamos tener a los académicos que están en las muchísimas universidades que ahora pueblan este país haciendo los diagnósticos urbanos, campesinos, sociales, etc., que requieren los políticos para adecuar sus programas a los cambios que necesita la sociedad. Pero eso no se está haciendo.

Pero a mí mejor ya ni me toque este tema porque es el que más me enerva: la falta de solidaridad de los intelectuales con la sociedad.

AR: Al final del libro usted señala que hay una crisis de la identidad nacional, y que yo entiendo también como una crisis de la idea de Patria. ¿Qué elementos debemos recuperar para forjar una idea de Patria adecuada a nuestros días? Esto en un mundo multicultural, globalizado, que tiende al cosmopolitismo. ¿Qué elementos debemos promover para formar el patriotismo cívico que propone?

EF: Primero tendríamos que hacer una revisión crítica de la actuación de los políticos en todos los sentidos: los partidos que tenemos actualmente (ninguno ha presentado un proyecto que interese a la sociedad, que la mueva, que la atraiga). La confrontación entre dos me parece el peor escenario político para el futuro de este país.

Lo que tenemos que aceptar es la tremenda división económica, social y cultural del país, y el desafío de la globalización. Si no nos percatamos de los grandes cambios que están ocurriendo en el mundo, no solamente nos estamos quedando atrás (como ya se ve ahora frente a China, la India, Corea y otros países asiáticos que están renovando su economía, su tecnología, su participación en el mercado mundial).

En ese mundo globalizado México tiene una historia, un lugar: es un país muy grande, fuerte, con importantes activos naturales, históricos, sociales y culturales, y tiene que participar en ese escenario. Pero con realismo: primero tenemos que aceptar qué país realmente somos, aceptar nuestros problemas, nuestras desigualdades, nuestras incongruencias, resanarlas e inventar procedimientos para enfrentarlas y solucionarlas.

Después, emprender una revisión crítica de nuestro papel en el mundo, y ligarnos otra vez con esa realidad. A mi no me preocupa el problema de la identidad: estamos viendo cómo la comunidad europea está aliándose económica y políticamente para enfrentar la globalidad. Allí no está jamás a discusión el problema del idioma, de la cultura, de las tradiciones, de la identidad, para nada. Están aliándose para enfrentar la realidad político, económica, tecnológica. Aquí también deberíamos hacer lo mismo, pero juntar todos nuestros recursos para enfrentar esa realidad y eso no lo estamos viendo en la política real.

Nuestros políticos están muy atrás. Yo no he visto un programa tecnológico-industrial, económico, que esté bien. ¿Cómo vamos a enfrentar esos desafíos? Los políticos están separados de los científicos, de los expertos. Eso es lo que me aterra: la falta de visión política ante el cambio que está ocurriendo. México, que tenía un papel importante, está quedándose atrás.

1 comentario:

Jose Escobar dijo...

Saludos. Gracias. Interesante libro. Interesante entrevista.