miércoles, diciembre 19, 2007

Los mitos, puerta de entrada a la ciencia. Entrevista con Maria Emilia Beyer Ruiz


Los mitos, puerta de entrada a la ciencia.
Entrevista con Maria Emilia Beyer Ruiz*

Ariel Ruiz Mondragón

El imaginario popular está poblado, desde tiempos inmemoriales, de una gran cantidad y variedad de mitos y leyendas por medio de los cuales las sociedades han intentado explicarse y comprender el mundo que les rodea. Productos más de las capacidades de invención y de fantasía que de un esfuerzo crítico y racional, muchos de ellos son de una belleza que debe perdurar.

Pero los mitos, por supuesto, están también profundamente arraigados en la realidad de la que pretenden dar cuenta. Sin embargo, el desarrollo de las diversas disciplinas científicas ha logrado dar una mejor explicación de los fenómenos del mundo. Sin embargo existen lazos comunicantes entre los mitos y la ciencia.

Sobre esos nexos que unen la fantasía de los mitos y la racionalidad de la ciencia Maria Emilia Beyer Ruiz ha publicado el libro Monstruos, sueños y otros cuentos… vistos desde la ciencia(México, Paidós, 2007), volumen sobre el que conversamos electrónicamente con la autora acerca de la relación entre los mitos y la ciencia.

La autora es bióloga por la Universidad Simón Bolívar, y desde hace más de un lustro se dedica a la divulgación de la ciencia en museos y diversos medios de comunicación, destacando su colaboración en la revista ¿Cómo ves?

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un libro como el suyo?

Maria Emilia Beyer Ruiz (MEBR): Los mitos me fascinan. Cuando inicié de niña mis lecturas, las aventuras y los monstruos legendarios me encantaban. Cuando crecí y estudié biología encontré puntos que conectaban unas cosas con las otras, y mi intención es demostrar cómo el conocimiento popular muchas veces está tratando de dar una explicación (igual que la ciencia). El que culturas antiguas tuvieran distintas explicaciones para los fenómenos naturales significa que había una motivación legítima para comprender el mundo. Hoy podemos responder estas incógnitas con un cuerpo de conocimientos científicos y mi intención es rescatar un conjunto de conocidas historias maravillosas y combinarlas con el conocimiento actual.

Así que este libro se escribió básicamente por motivos egoístas: por
darme el gusto de concretar ideas y un par de años de investigación. También se publicó por suerte, ya que encontré en Paidós una editora espléndida dispuesta a arriesgarse con ideas diferentes.

AR: Pienso que su libro está enfocado a explicar diversos mitos fundados en el desconocimiento popular y en el miedo, principalmente. ¿Pero la ciencia, en su entendimiento histórico, no ha engendrado algunos?

MEBR: No estoy segura de que podamos catalogar las explicaciones anteriores como desconocimiento popular en general. Por supuesto, la diferencia entre la irracionalidad por miedo o porque simplemente no existían los conocimientos científicos que apoyaran mejores explicaciones es una línea delgada que depende completamente de la cultura, la época y la región geográfica de la que estemos hablando.

La ciencia, efectivamente, ha engendrado miedos que casi siempre son
irracionales e infundados, como la clonación de seres humanos superdotados para hacer ejércitos. Pero nunca es posible hablar de estos temas sin recordar el impacto tan brutal que tuvo la detonación de las bombas atómicas. Así, las aplicaciones del conocimiento científico sí pueden tener impactos sociales negativos. La comprensión de este conocimiento y la toma de decisiones éticas para utilizarlo bien es una esperanza y a la vez, un constante motivo de atención.

AR: ¿Considera que los mitos y leyendas han realizado alguna contribución al conocimiento científico del mundo?

MEBR: Por supuesto. Muchas veces el científico se arriesga a estudiar fenómenos o regiones desconocidas porque escucha estas leyendas. Son muchas las ocasiones en las que grandes naturalistas se sintieron atraídos hacia cierto campo de estudio por los cuentos que escuchaban. No creían en las explicaciones populares, pero el científico que había en su interior los impulsaba a buscar y encontrar respuestas. Eso pasó, por ejemplo, con los gorilas que eran tachados de bestias sanguinarias. Varios primatólogos, con Dian Fossey a la cabeza, decidieron destruir este mito a partir del estudio serio y sostenido de esta especie. En el caso del kraken, por ejemplo, los mitos nos otorgan una especie de “registro biogeográfico” que permite identificar en dónde se han tenido encuentros con estos animales. Dado que sabemos tan poco de su rango de distribución, estas leyendas nos dan una idea de “por dónde empezar a buscar”.

AR: Pese a los grandes e innegables avances de la ciencia, perviven viejos mitos, como el de los vampiros, que permanecen en diversas formas desde las antiguas urnas babilónicas hasta el chupacabras. ¿Cómo explicar esta pervivencia mitológica?

MEBR: Yo creo que hay dos razones por las que los mitos persisten: una es la necesidad de permanencia y rescate de las tradiciones populares. Los mitos son acervo intelectual y patrimonio cultural de los grupos humanos. Y en ese sentido, me parece bien que se les preserve. La segunda razón no es tan afortunada: resulta que la ciencia, a pesar de proveernos de respuestas mucho más sólidas que otras formas de conocimiento, es complicada de entender. No hay que hacer mucho esfuerzo intelectual para aprenderse una leyenda, porque su estructura es narrativa y la historia generalmente hace referencia a los objetos o las situaciones que les son conocidas a las personas.

En cambio hay una inversión intelectual muy grande si se quiere comprender, por dar un ejemplo, cómo funciona un veneno. De inmediato es necesario asimilar un cúmulo de terminologías complicadas que abarcan, por decir algo, la biología de la planta de donde se extrajo el veneno, la química necesaria para sintetizarlo o prepararlo, los efectos fisiológicos que tiene la ingestión del veneno en el cuerpo, etcétera. Es mucho más fácil decidir que la muerte se debe al “mal de ojo” que al envenenamiento explicado a través de la ciencia. Desafortunadamente, la ciencia se considera difícil y aburrida, por lo que no todo el mundo está dispuesto a buscar en ella la explicación, más compleja pero verdadera, de las cosas que le rodean.

AR: Hay algunas figuras legendarias que hayan estado muy cerca de ser reales, aunque sin dones sobrenaturales, como el kraken. Además de ésta, ¿hay alguna otra figura mítica que se acerque a la realidad?

MEBR: El kraken es uno de mis ejemplos favoritos para demostrar que el conocimiento puede recorrer caminos de dos vías: no siempre va desde la ciencia hacia el público general para iluminar “la ignorancia”. En el caso del kraken, la tradición popular expresada por escrito, en dibujos u oralmente anunciaba la existencia de un organismo que la ciencia tardó muchos siglos en identificar taxonómicamente.

Otro tanto sucedió con los vampiros. Aunque mitológicamente se les asignaban características sobrenaturales que no corresponden con el murciélago vampiro real, la característica principal del vampiro consiste en que se alimenta de sangre. La “idea” del vampiro ya existía en Europa, así que imaginemos la sorpresa de los conquistadores cuando llegaron a las selvas tropicales americanas y encontraron al vampiro de carne y hueso… seguramente fue aterrador.

AR: ¿Cómo combatir muchas charlatanerías que se han presentado con la patente de la ciencia? De su libro están, por ejemplo, los casos de la sirena de circo, explotada por el mismo P. T. Barnum, o Julia Pastrana, la mujer lobo.

MEBR: Con conocimiento científico o en su caso, con la curiosidad necesaria para buscar en la ciencia alguna respuesta en lugar de aceptar sin miramientos cualquier cosa que nos cuenten. Si bien la sociedad contemporánea parecería más educada y no tan propensa a comprar la historia de una sirena de circo, basta con ver en la televisión las pastillas, jabones y fajas para adelgazar en donde todos esos productos han sido “científicamente comprobados”. La gente ni se pregunta qué es lo que se ha probado de verdad, en qué laboratorio, cuáles son las reacciones secundarias, etcétera. Si lo anuncia un actor vestido con una bata, la buena imagen que se tiene de la ciencia como conocimiento serio y veraz termina por vender un producto en masa. Tamizar lo que recibimos de información cotidiana a través del racionamiento crítico ayudaría muchísimo en el combate de este tipo de charlatanerías.

AR: ¿Qué papel debe desempeñar la divulgación de la ciencia para develar mitos como el de los afrodisíacos, tales como el de la mosca española?

MEBR: Un papel fundamental: el de puente entre los científicos que están descubriendo que ciertos usos y costumbres pueden ser incluso letales, y el público que está actuando “históricamente”. La labor del divulgador en este tipo de temas es de alta responsabilidad social.

AR: En el libro se habla de mitos y leyendas populares. Pero, ¿qué tanto han obstaculizados esos mitos el avance científico?

MEBR: El avance en sí mismo no lo han obstaculizado para nada. La ciencia contemporánea avanza gracias al apoyo de instituciones específicas que poco o nada tienen que ver con el conocimiento popular. El problema no radica, por lo tanto, en el avance de la ciencia, sino en la inmersión que tenga la gente en el conocimiento científico que se genera. Es común notar que los mitos no dejan espacio para la explicación científica cuando un grupo social no quiere afectar sus tradiciones. Yo creo que no tienen por qué perder unas para dar cabida a las otras. La tradición popular debe prevalecer, pero también hay que dar entrada a las explicaciones científicas que pueden mejorar e incluso salvar un ecosistema (como en el caso de los ataques a lobos y murciélagos) o la vida de una persona (como en el caso del miedo infundado que genera la gente con hipertricosis, o en el caso de envenenamientos por supuestos afrodisíacos).

AR: Una de las hipótesis que menciona para explicar el mito del vampiro es el de las grandes epidemias de rabia que azotaron Europa, lo que explicaría el carácter agresivo y el contagio del enfermo. Eso también ayuda a explicar el temor del zombie. ¿Qué tan lejos estamos de un desastre zombie, tan explotado por películas como Resident Evil o Exterminio?

MEBR: En este punto me confieso ignorante: no he analizado el “fenómeno zombie” suficientemente como para identificar las características que se adjudican a estos seres y desconozco por lo mismo la distancia que hay entre un temor infundado y un temor que tenga alguna justificación. De entrada, conociendo un poco sobre neurobiología de la violencia, me parece que adjudicar a un “contagio” el radical cambio de personalidad de una persona hacia un organismo irracional, irascible y asesino es materia de ciencia ficción.

* Entrevista publicada en Replicante, Núm. 13, noviembre 2007- enero-2008. Reproducida con permiso del editor.

1 comentario:

UBU dijo...

Excelente nota, muy interesante e informativa. Casualmente, acabamos de publicar en nuestro blog la obra musical "Suite de los seres imaginarios", inspirada en el libro de Borges. Sería bárbaro que la oigan y nos den su opinión.
Un abrazo
Ubú