Las redes ilícitas, al asalto de
los Estados
Entrevista con Luis Jorge Garay
Salamanca y Eduardo Salcedo-Albarán*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
Debido
tanto a la dinámica de los mercados como a las medidas que para combatirlo han
adoptado algunos Estados, las bandas delictivas dedicadas al narcotráfico se han
tenido que transformar, lo cual les ha permitido no sólo conservar sino incluso
aumentar su eficacia y su eficiencia. Entre los aspectos más destacados de esos
cambios está que ese negocio ilegal ya no es un negocio ilegal interno, sino
que su estructura implica el establecimiento de grandes y complejas redes trasnacionales
que han ido ocupando cada vez mayores franjas de los Estados.
Un
análisis de esa mutación de los grupos dedicados al narcotráfico es presentado
por Luis Jorge Garay Salamanca y Eduardo Salcedo-Albarán en el libro Narcotráfico, corrupción y Estados. Cómo las
redes ilícitas han reconfigurado las instituciones en Colombia, Guatemala y
México (México, Debate, 2012), en el que pugnan por adoptar el enfoque de
redes para entender mejor el fenómeno delictivo y de esa forma contribuir a
combatirlo.
Garay
Salamanca es doctor en Economía por el Massachusetts Institute of Technology;
ha sido profesor en universidades como la Nacional de Colombia y de los Andes,
e investigador visitante en las de Cambridge y Oxford. En el sector público ha
sido asesor de los ministerios de Hacienda, Comercio Exterior
y
Relaciones Exteriores de Colombia. Es director académico de Scientific Vortex
Inc. y director
del comité académico del Centro Internacional de Estudios sobre Redes Ilícitas
Transnacionales, en Roma, Italia. Ha publicado medio centenar de libros.
Eduardo Salcedo-Albarán es filósofo por la
Universidad del Rosario, y tiene una maestría en Ciencia Política por la
Universidad de los Andes. Es director de Scientific Vortex Inc. y forma parte
de EDGE Foundation.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar
hoy un libro como el suyo, que aborda los efectos que ha tenido el narcotráfico
sobre las estructuras estatales?
Luis Jorge Garay Salamanca (LJGS):
Por varias razones; una de ellas es porque el enfoque predominante en muchos de
los países es que las organizaciones son básicamente cárteles dedicados
solamente al narcotráfico. Pero lo que nosotros hemos ido observando es que ya
son organizaciones mucho más complejas, constituidas en red, que tienen más
flexibilidad, ductilidad, ya no estructuras jerárquicas, piramidales,
inflexibles, como podrían haber sido en sus inicios las mafias sicilianas (que
ya no es el caso).
Algo
muy importante es que la criminalidad ha avanzado de manera trasnacional: hoy
no sólo la componen delincuentes sino (lo que es cada vez más importante) que
hay una relación entre agentes criminales ilegales y agentes grises que
pertenecen no sólo a la institucionalidad pública sino también a la privada. En
la pública hay una gran variedad de agentes que intervienen en este tipo de
redes trasnacionales que van desde agentes locales de seguridad, jueces,
alcaldes, gobernadores e incluso, como hemos visto en el caso de Guatemala y de
Perú, del alto Ejecutivo nacional.
A
nivel de la institucionalidad pública y privada también hay otros agentes
esenciales, porque la criminalidad requiere de ella para poder sobrevivir,
porque si estuviera aislada totalmente no tendría el oxígeno para poder
reproducir su capital financiero, económico, político, social y militar.
La
institucionalidad no es sólo la pública, que es la encargada de aplicar la ley,
sino también la privada (empresarios, banqueros, comisionistas, contadores,
abogados), profesionales que ayudan a los criminales para que parte del
excedente obtenido ilegalmente pueda circular en el circuito de la economía
legal. También los delincuentes requieren de políticos: lo que hemos hallado es
que la criminalidad trasnacional, para avanzar en los procesos primero de
captura y más adelante de infiltración y luego cooptación desde el interior del
Estado y de las instituciones privadas, requiere hacerlo a través de la
política en muchos casos, incluso tomando provecho del sistema democrático
formal. Entonces lo político se vuelve crucial.
En
ese sentido, las redes ilícitas tienen un componente de criminalidad abierta, y
otro, creciente, que constituye lo que llamamos “área gris”, agentes que actúan
entre la legalidad y la ilegalidad.
Lo
segundo que queremos mostrar es que si bien ya son organizaciones
trasnacionales en red (no todas, sino las líderes), están operando
simultáneamente en ocho o diez mercados importantes, legales e ilegales. El
tráfico de cocaína, uno de los mercados más importantes de los cárteles
inicialmente, ha venido siendo complementado crecientemente por otras fuentes
de ingresos: desde las drogas sintéticas hasta minerales. Ahora hay un gran
debate sobre los riesgos de conflictos sociales por el aprovechamiento que hace
la criminalidad de la minería, que puede convertirse en una de las importantes
fuentes de ingreso de estas organizaciones.
Eduardo Salcedo-Albarán (ESA):
Queremos llamar la atención sobre estas transformaciones. Al respecto, una característica
es que ya resulta difícil hablar de cárteles del narcotráfico estrictamente
mexicanos, porque ya son redes totalmente trasnacionales que operan
simultáneamente a través de varias fronteras en nuestro continente.
En
la medida en que podamos llamar la atención sobre eso creemos que se puede
complementar la forma de entender, analizar y abordar este problema.
AR: ¿Por qué preferir hablar hoy de
redes ilícitas y dejar atrás la idea del crimen organizado?
ESA:
Queremos quitarnos de la cabeza que estamos hablando de grupos totalmente
jerárquicos, estrictos y definidos en su estructura. Algo importante de este
tipo de redes es que son muy adaptables y muy cambiantes, y que no están
conformadas únicamente por agentes totalmente criminales. Cuando uno habla de
organización criminal se le vienen a la mente esos dibujos que muestran las
autoridades en un organigrama con un capo y sus secuaces. Cuando hablamos de
redes podemos ampliar esa noción y caer en la cuenta de que no estamos hablando
de esa simplificación sino de una red móvil compuesta por funcionarios y por
agentes privados.
Las
autoridades estatales pueden complementar su enfoque al reconocer que no se
trata de organizaciones hipersimplificadas totalmente definidas, sino de redes
complejas y muy ricas en su cantidad y tipo de personas que la conforman.
AR: En el libro hay dos conceptos
importantes: la reconfiguración cooptada del Estado y la captura del Estado,
que permiten entender cómo las bandas delictivas han penetrado las estructuras
estatales. ¿En qué consisten?
LJGS:
Nosotros introdujimos y adaptamos un concepto que el Banco Mundial había
desarrollado en los años noventa: captura del Estado, que consistía básicamente,
en la esfera económica, en cómo grupos de poder económico tenían una gran
influencia en ciertas instituciones, especialmente en ciertos ámbitos del
Estado, para lograr que se implantaran normas políticas e incluso leyes a favor
de sus intereses, sin que necesariamente hubiera una corresponsabilidad social
de los beneficiarios.
Nosotros
circunscribimos el concepto: es una etapa ulterior a una corrupción común y
corriente, que es más un acto casual de una persona o un conjunto de personas
que cometen o aprovechan las fallas en las estructuras del Estado, de las
políticas y de las normas para poder tomar ventaja a través del soborno,
particularmente.
Nosotros
partimos de una pregunta: ¿y qué pasa si en vez de que el entorno fuera sólo de
agentes legales los hubiera también ilegales, cuyos propósitos ya no sólo sean
económicos sino también sociales, legislativos, judiciales o penales para
eludir la justicia y avanzar en la impunidad, como hemos mostrado? Entonces
introdujimos el concepto de captura (en sentido ampliado de la palabra) del
Estado, en donde incorporamos la ilegalidad. ¿Qué quiere decir? Que los agentes
legales y/o ilegales actúan desde fuera del Estado e intervienen sobre éste.
Esto se hace a través del soborno, de la intimidación a los funcionarios o de
acuerdos y de convenios de mutuo beneficio. Esta es una etapa intermedia, pero
nosotros encontramos en muchos casos, partiendo de la evidencia en Colombia con
el narcoparamilitarismo que dio lugar
a la denominada narcoparapolítica (en
México se usa el término “narcopolítica”; allá es narcoparapolítica porque era la práctica de los paramilitares
inicialmente antiguerrilla), que en la medida en que se avanza en el proceso de
captura del Estado, la ilegalidad (y la legalidad también) encuentra que, a
través de la política de los partidos políticos, del ejercicio de la democracia
formal a través del voto libre, se pueden financiar movimientos políticos o
incluso ayudar a su formación, de tal manera que mediante un acuerdo con
políticos se puedan impulsar programas que tengan un contenido social,
reivindicativo, pero que en su agenda también buscan favorecer los intereses
ilegales desde el interior de las instituciones, por ejemplo el Congreso.
Entonces
lo que se busca es colocar agentes en puntos clave de la institucionalidad
pública (aunque también en la privada) para que desde el interior del Estado,
en acuerdo bilaterales con la ilegalidad y con ciertos sectores grises que
actúan entre la legalidad y la ilegalidad, se promuevan políticas, normas,
regulaciones, etcétera, que puedan favorecer los proyectos de los criminales.
Hemos
notado que esta etapa es ulterior a la de corrupción sistémica, la captura no
tradicional sino ampliada del Estado y ahora reconfiguración cooptada del
Estado. Ya cuando se llega a esta instancia a través de acuerdos políticos y
vía incluso la democracia formal a través del voto como la elección de
congresistas, el proceso tiene un carácter más estructural, de efectos
perdurables de mediano y largo plazo que requieren una intervención mucho más
integral y profunda para tratar de revertir los impactos que esto tiene.
En
los estudios que hemos hecho de casos lo que aprendimos es que hay una
multivariedad de formas a través de las cuales se puede avanzar en la captura y
la reconfiguración cooptada del Estado y de la institucionalidad o parte de
ella.
AR: También destacan que ahora ya
no sólo se usa el soborno para obtener beneficios privados de la función
pública sino que se ha generalizado una corrupción armada o violenta. ¿A partir
de esto ha aumentado la corrupción?
ESA:
Lo importante es la transformación que ha habido a partir de esa corrupción
armada o violenta que se ejemplifica en una frase: “Plata o plomo”. Es la
manera tradicional de cómo grupos ilegales se aproximaban a los funcionarios e
incluso a los agentes privados. Entonces mejor recibían la plata o pagaban
protección (extorsión).
Lo
que encontramos es una sofisticación de esa etapa primitiva de la relación
entre los criminales, la sociedad y el Estado. Comenzaron unas maneras de
relación muchísimo más complejas, que, entre otros, es el motivo de acudir a
las redes para mostrar que criminales, sociedad y Estado no siempre están en
confrontación o en relación de soborno, sino que hay una multiplicidad inmensa
de formas de interacción que van desde la amistad hasta la relación familiar.
Esto ocurre mucho en la vida local, en los municipios, en donde fácilmente hay
un policía que es familiar de algún narco del pueblo. Esto hace que ya no sea
posible, o muy complicado, hablar únicamente de esa corrupción primero
económica y luego armada, y que por lo tanto tengamos que pasar ya a esas
formas mucho más sofisticadas de captura institucional o incluso de cooptación
que ya permiten un Estado en el que se alinean los intereses.
Al
hablar con un candidato a alcalde y apoyarlo para que sea elegido sin violencia
(se le pone el dinero y hasta se le crea un partido político), se supera el
proceso de democracia formal de elecciones, y listo. Allí ya casi resulta
imposible hablar de corrupción en el sentido tradicional de soborno.
AR: Otro tema que llama la atención
es cuál ha sido la relación del narcotráfico y los procesos democratizadores.
Al respecto se puede destacar el asunto de la descentralización que ustedes
mencionan. ¿Cómo ha sido esa relación?
LJGS:
Obviamente el objetivo de la descentralización es acercar el Estado y las
decisiones de las políticas públicas a los intereses y al control fiscalizador de
la ciudadanía. Ése es el enfoque tradicional, mediante el cual se considera que
es un buen camino para fortalecer la eficiencia y la pertinencia de la
actividad pública en beneficio de los derechos ciudadanos.
Ese
modelo descentralizador está enmarcado en el desarrollo de la democracia:
mediante el ejercicio del voto los ciudadanos expresan sus intereses y el
gobierno local más cercano a los ciudadanos responde con políticas fiscalizadas
por la ciudadanía. En ese modelo la descentralización y la democracia se
vuelven un proceso complementario. Pero el modelo parte de un supuesto: de que
ya hay una relación entre ciudadanos con un desarrollo en el cual ha habido la
suficiente inclusión social, y el derecho de la ciudadanía es un derecho
primigenio que es universal en ese territorio local.
En
nuestros países una de las características es que los municipios, entre más
pequeños y apartados estén de la zonas desarrolladas, tienen, primero, una
presencia del Estado mucho más débil; segundo, tienen niveles de exclusión
social (es decir, de inequidad, pobreza y falta de sentido de pertenencia) muy
alta; tercero, que cuando existen focos criminales como el narcotráfico, hay
agentes poderosos que rompen ese supuesto de igualdad y equiparación entre
todos los ciudadanos.
Lo
anterior lleva a una confluencia de circunstancias que configuran un entorno
que rompe con el supuesto de que la democracia y la descentralización llevan a
una mayor efectividad y a una mayor profundización del Estado de bienestar; por
el contrario, mientras hay mayor descentralización hay mayor debilidad del
Estado y mayor ilegalidad de ciertos grupos poderosos, que toman provecho del
proceso descentralizador y usan la democracia para, a través de los mismos
procesos democráticos formales, poder capturar o cooptar partidos y movimientos
políticos, e incluso a llegar a imponer candidatos, ya sea por la vía de la
intimidación y la violencia, como ocurrió en varios casos en Colombia y ha
ocurrido en México, o a través de la formación de movimientos políticos en los
que se elige democráticamente a unos candidatos mediante acuerdos políticos con
la ilegalidad.
En
ese sentido, cuando se rompen los supuestos de la teoría tradicional de la
descentralización podemos caer en lo que llamamos la paradoja de la cooptación
del proceso de descentralización, que lleva no a que nosotros argumentemos que
por lo tanto hay que recentralizar (porque también a nivel central se producen
esas prácticas en la medida en que se avanza en la captura y reconfiguración
por parte de la ilegalidad), sino que toca hacer de una manera inteligente y
juiciosa un proceso de descentralización pero con una gran fiscalización, por
un lado ciudadana, y por otro incluso de la institucionalidad estatal central,
para poder controlar y evitar que se favorezca a estos grupos criminales
locales.
Un
caso muy especial al respecto en Colombia es que muchas de las regiones ricas
en recursos naturales sorprendentemente son de las más marginadas y pobres del
país. Hay municipios que han recibido un alto volumen de recursos durante años
y hasta décadas, pero que son de alto nivel de pobreza y donde sigue siendo manifiesta
la debilidad del Estado. Parte de esto se debe a que la ilegalidad toma
provecho de esas condiciones a través del proceso político de infiltración y
penetración en el Estado, mediante la contratación pública de la nómina oficial
y de otros procesos de corrupción abierta
Así
los intereses ilegales, con mayores recursos y financiación, logran mayor
capacidad de fortalecimiento político y militar al hacer, en sustitución del
Estado, algunas obras sociales que se adjudican (como hizo también La Familia Michoacana), lo que les
permite avanzar en su legitimación social. El caso más paradigmático fue el de
Pablo Escobar en los años ochenta, quien hizo en ciertas comunas de Medellín y
otras poblaciones planes de vivienda, de educación, lo que le llevó a tener una
legitimación social, como también aquí ha pasado con muy conocidos narcos a los
que la población ha sido muy cercana ante la ausencia del Estado.
AR: A grandes rasgos hay dos tipos de
procesos de cooptación del Estado: los que van de abajo arriba, de lo local
hacia lo nacional, que es el caso que presentan en el libro de Colombia y de La Familia Michoacana, pero también está
el otro, que va de arriba abajo, que es el de Guatemala. ¿Cuál de las dos
formas de cooptar el Estado es más eficiente, más sólida y permanente?
ESA:
Lo que encontramos es que en los procesos que van de abajo arriba, con el
trabajo incluso con organizaciones sociales, con partidos políticos y con
movimientos, aunque son lentos tienen efectos estructurales y de más largo
plazo que aquellos que se ejecutan de manera más rápida.
Los
efectos son mucho más perdurables, y por lo tanto más dañinos social e
institucionalmente, cuando las redes criminales se toman el trabajo de
infiltrar la sociedad, de ganar legitimidad en el mediano plazo, como la que
ganaron en Colombia las Autodefensas Unidas de Colombia en la medida en que se
tomaron varios años para ir de lo local a lo nacional, hasta llegar al Congreso
de la República. En ese caso tenemos una situación terriblemente compleja en la
que es posible que incluso las leyes puedan ser emitidas para favorecer no el
interés común sino intereses criminales, lo cual lleva a una situación
institucional insostenible, muy complicada, de obediencia a unas leyes
ilegítimas y otros problemas. Allí están los efectos más perdurables de largo
plazo y estructurales.
AR: Luis Astorga dice que un poco
más adelante podría iniciarse una guerra entre los narcotraficantes mexicanos y
colombianos por el dominio de los mercados internacionales. ¿Qué opinan al
respecto?
LJGS:
Es importante hacer una breve síntesis de cómo ha sido este proceso. Hasta la
década de los ochenta, los cárteles colombianos fuertes, primero con Carlos Lehder
y luego con Pablo Escobar, podían llegar directamente a Estados Unidos vía
marítima o aérea; sin embargo, a finales de esos años este país implantó una
política de interdicción aire-marítima efectiva. Entonces los cárteles
colombianos de ese entonces tuvieron que empezar a buscar entrar por tierra, e
inevitablemente tenían que pasar por México. Muy rápidamente los cárteles
mexicanos (algunos de ellos existían desde muchas décadas atrás) tomaron
provecho de su ventaja en localización geográfica y de su poder, por supuesto,
y empezaron a cobrar a los colombianos un porcentaje de la droga que pasaba por
México a Estados Unidos, y empezó a haber una repartición de beneficios. En la
medida en que se fueron integrando mercados no sólo de cocaína sino que los
mismos cárteles mexicanos avanzaron en la configuración hacia una red
multiactividad, pues encontraron que ellos mismos también podían ser claves en
todo el proceso de distribución a Estados Unidos y allí empezaron a quitarles
parcialmente a los colombianos los canales de distribución. Entonces, el
negocio para los mexicanos se fue integrando y haciendo más grande, más
importante, y por lo tanto ganaron poder frente a los cárteles colombianos.
Comenzó a producirse una división importante en la que los cárteles colombianos
perdieron una porción del mercado estadounidense, pero se fueron concentrando,
por la vía de África Occidental o del Caribe, en el mercado europeo.
Siguió
aumentando el poder de los cárteles mexicanos, que adoptaron cada vez más el tipo
de organización red, y empezó a haber unas alianzas de distribución y de
especialización del trabajo: los colombianos llevan y garantizan el alijo hasta
México, y de aquí en adelante no tienen mayor capacidad de actuación. Sólo hay
evidencias de múltiples casos de miembros de los cárteles colombianos que se
asientan en el Distrito Federal para hacer operaciones de lavado de activos,
inversiones en pequeños negocios, contactos, pero del ejercicio en el
territorio de México se encargan los cárteles mexicanos.
Entonces
se va dando progresivamente una especialización del trabajo, en la que las
organizaciones en red locales se encargan de toda la relación de captura y
cooptación de las instituciones a nivel nacional. A medida que van adquiriendo
más poder las principales organizaciones mexicanas, encuentran que es
fundamental ir acercándose más a las fuentes de abastecimiento, en el caso de
la cocaína y la mariguana. Entonces se van moviendo hacia el sur por dos
razones: una, acceso a insumos, y dos, garantía de movimiento territorial, de
acceso a los corredores (por eso Centroamérica se va volviendo fundamental).
Pero
siguen las asociaciones de narcotraficantes, obviamente con algunas disputas,
pero ha predominado hasta ahora esa alianza estratégica. Operan con relaciones muy
claras, con cárteles e incluso con algunos de los frentes de la guerrilla de
las FARC. En Colombia hay evidencias de que están en Bolivia, en Perú, que se
van moviendo hacia el sur, incluso hasta la Argentina y Brasil, para
actividades de lavado de dólares y también para la exportación a África y
Europa.
Hasta
allí, los cárteles mexicanos no han intervenido en la cooptación y captura
evidentes de instituciones colombianas, peruanas o bolivianas; eso le compete
más a sus socios locales, organizaciones en red, que en los cárteles. Y en esa
etapa estamos, en la cual ya hay evidencia de que organizaciones como el cártel
de Sinaloa y Los Zetas ya están en
África occidental, que es la puerta para llegar a España, donde ha habido
evidencias de cómo los sinaloenses ya querían instalarse para proveer de droga
a Europa, desplazando pero también en sociedad (una relación compleja) con las
organizaciones colombianas, que eran las predominantes.
Entonces
hasta ahora ha habido una relación de convivencia, de pactos y alianzas, pero
con fines estratégicos de creciente poder por parte de las organizaciones
mexicanas. Pero se prevén algunas fricciones y enfrentamientos en un
desplazamiento más definitivo de los colombianos en ambos mercados. Va a haber
conflictos muy serios que se verán expresados en matanzas, pero el hecho es que
en la medida de las redes con líderes criminales mexicanos que son
trasnacionales sean más poderosas, tengan más comprometidos territorios en
alianzas que pueden ser mutantes y muy renovadas permanentemente, pues va a
haber, a mi juicio, un desplazamiento de las organizaciones colombianas sin que
desaparezcan. El modelo colombiano ha mutado en formas de relación
subordinación en muchos mercados con otras organizaciones tradicionales.
Es
un proceso contradictorio muy interesante el de la reestructuración de la
ilegalidad a nivel trasnacional, además de que no sólo se está hablando de
drogas. La evidencia empírica de los últimos meses muestra que la red de
Sinaloa está en la Amazonía de Colombia, que tiene pactos con algunos de los
frentes de las FARC que operan en esa zona para explotar coltán de manera
ilegal, el que está exportando a China y otros países. Esto muestra dos cosas: que
operan en alianza y que ya no sólo trafican cocaína, porque la integración de
mercados implica el aumento de la eficiencia de estas organizaciones:
aprovechan los mismos canales de distribución y relaciones estructurales para
mover el máximo número de bienes y actividades ilegales para aumentar su
negocio, su poder y su presencia. Esto lleva a que ya la cocaína no es
necesariamente el único producto que comercian sino que su importancia se va
reduciendo dentro del portafolio de actividades que estas redes neomafiosas
(porque tienen una nueva estructuración) van adquiriendo.
Queremos
destacar la necesidad de la integralidad de la intervención trasnacional para
poder combatir estas formas de criminalidad. Ya no se trata sólo de lo
policiaco o lo militar, que es insuficiente; hay que tener un enfoque integral
y complementario para poder abordar las múltiples actividades, agentes,
instituciones públicas y privadas, legales y grises para poder hacer más
efectivo el combate a estas organizaciones en red.
AR: También ustedes plantean el
asunto del trasnacionalismo: el narcotráfico, tarde o temprano, tiene
repercusiones en países que parecen no tener ese agobio, como es el caso de
Chile. ¿Cuáles son las adecuaciones que tienen que hacer los Estados
latinoamericanos para enfrentar estas redes trasnacionales delictivas?
ESA:
Un primer paso que deben dar los Estados, sin ni siquiera necesitar reformas
legales e incluso actuando en principio de manera nacional, es la depuración de
sus propias instituciones. Las redes delictivas están conformadas por
amplísimas y muy fuertes zonas grises en las que participan funcionarios y
agentes privados. En esa medida, lo primero que tiene que hacer cada país, cada
Estado, es reconocer que hay funcionarios (no solamente en instituciones de
seguridad) que están colaborando con los delincuentes, están poniendo las
instituciones y las herramientas del mismo Estado al servicio de los agentes
criminales.
Eso
es un reto político que requiere de inmensa voluntad política: que los Estados
implementen mecanismos de vigilancia interna para que la sociedad civil pueda
auditar el funcionamiento de las entidades y comenzar los procesos de
depuración. Eso es lo más básico si realmente uno quiere enfrentar ese tipo de
redes.
Un
segundo paso que es indispensable es la colaboración entre Estados, porque lo
que ya observamos es que se están conformando ejes criminales, corredores
inmensos, que no solamente llegan hasta Colombia sino hasta Argentina y Chile.
En Argentina se han instalado muchísimos capos y miembros de redes criminales.
En esa medida es necesario que los Estados intenten avanzar en mecanismos
conjuntos para compartir información de inteligencia, y no solamente
inteligencia policiaca sino también financiera, porque toda esta región está
minada y llena de movimientos financieros fraudulentos y triquiñuelas que se
ejecutan para lavar dinero masivamente. Entonces se necesita que haya
mecanismos institucionales y formales de colaboración entre los Estados.
No
es suficiente la ejecución de capturas multinacional, como las que han sucedido
en los últimos años, que son excelentes, que permiten operar de manera
simultánea en muchos Estados, pero no es suficiente con que sean esporádicas y
mucho menos si resultan de la colaboración de un par de funcionarios en cada
Estado. Esto tiene que ser un esfuerzo permanente.
AR: Entre las redes trasnacionales
ustedes ponen especial atención a las conexiones de México y Colombia. Pero
¿qué pasa con Estados Unidos? Ustedes dicen que es muy difícil que coincida que
sea el principal país consumidor y principal país productor. ¿Cómo entran las
redes criminales a ese país?
ESA:
Su papel es importante: el más obvio es que es el principal mercado y principal
demandante de las drogas ilícitas, y está al lado del principal oferente de la
región, que produce la mayor cantidad de drogas ilícitas, lo cual es un reto
estructural impresionante.
Los
compromisos de Estados Unidos por apoyar los esfuerzos de cada país en la lucha
contra la criminalidad son necesarios pero no son suficientes, porque se
necesita ampliar la concepción de que yendo únicamente tras los capos se va a
desarticular una red y acabar con el narcotráfico. Así es muy poco lo que se
logra. En vez de continuar sólo con eso, se requiere complementar ese enfoque
adoptando la noción de redes trasnacionales.
Ha
habido investigaciones y reportes del Departamento de Estado norteamericano acerca
de cientos de municipios con presencia de esas redes criminales, que cambian
totalmente su modo de operación al otro lado de la frontera: toda la violencia
con la que se comportan del lado mexicano desaparece casi automáticamente
cuando están al otro lado de la frontera. Eso no quiere decir que no estén allá
ni que no estén operando; lo que pasa es que al otro lado comienzan a funcionar
únicamente a partir de la corrupción (es nuestra hipótesis), de manera muy
sigilosa pero únicamente a través del poder corruptor del dinero. Es muy
difícil explicar de qué otra manera logran distribuir allá sin cometer toda
esta violencia que se observa en México.
AR: En el libro hay un apunte muy
interesante que es sobre la diversificación de actividades de los
narcotraficantes, especialmente en México. En este sentido, con la legalización
de las drogas parece que no se acabaría el problema de las bandas delictivas. ¿Por
qué?
ESA:
Muy probablemente va disminuir su poder económico, porque el negocio del
narcotráfico es el que más utilidades económicas les reporta, pero no es su única
actividad y cada vez es menos importante: a medida que se logren instalar en
más mercados de bienes ilegales va a disminuir la total dependencia de la
cocaína, pues se pueden mover hacia drogas sintéticas, tráfico de personas,
secuestro, “vigilancia”, extorsión, etcétera.
De
nuevo, si adoptamos estas nociones de redes, de trasnacionalidad y de
integración de diversos mercados y actividades ilegales, entonces la
consecuencia es que la legalización no es una varita mágica que va a
desarticular en una semana o en un mes el funcionamiento de todas esas redes
criminales. Las va a golpear económicamente, es muy posible, pero muchas van a
poder, sobre todos las que operan en los ejes de Centroamérica, México y
Estados Unidos, seguir existiendo por las utilidades económicas que les
reporten otras actividades.
No
es que no sea necesario avanzar en la discusión de la legalización de las
drogas, y sobre todo no en una legalización sino en una despenalización
regulada de ciertos niveles de consumo. Pero, por más que se logre en esa
dirección, tenemos que quitarnos de la cabeza que eso va a implicar la
eliminación del narcotráfico y de las redes criminales.
AR: Hablemos de estrategias y
políticas que ya se han implementado, como las de los presidentes Álvaro Uribe
en Colombia, y la de Felipe Calderón en México. ¿Sus políticas militares y
policiacas sirvieron para desmontar estas redes ilícitas?
ESA:
El enfoque de ir detrás del capo en turno, confrontarlo, capturarlo abatirlo o
neutralizarlo de cualquier manera es necesario, pero totalmente insuficiente.
En Colombia mucha gente tiene la idea de que fue Álvaro Uribe quien le dio el
vuelco total al país, pero en Colombia no se ha acabado el narcotráfico,
evidentemente. El narcotráfico se transformó, pero incluso hacia niveles más sofisticados
que lograron infiltrar el Congreso de la República.
Entonces
no es que Colombia no haya superado el problema del narcotráfico; avanzó
muchísimo en desarticular los cárteles (en ese momento sí) que eran muy fuertes
y muy peligrosos, como los de Medellín, Cali y del Norte del Valle. Pero eso no
le permitió al Estado colombiano destruir completamente el narcotráfico.
La
política del gobierno de Calderón, como yo la veo, es algo que tenía que
hacerse; que se haya hecho sin las debidas precauciones, sin dimensionar el
problema, sin contar con los mecanismos de inteligencia necesarios para
enfrentar verdaderamente el narcotráfico, es una discusión en la cual yo
estaría de acuerdo. Pero abordar el problema del narcotráfico era algo que
México tenía que hacer tarde o temprano, y es algo en lo que los Estados tienen
que avanzar, pero sobre todo complementando las políticas con nuevos enfoques,
ajustándose a la realidad y percatándose de que estamos hablando de redes
trasnacionales y ya no únicamente de cárteles de narcotráfico.
LJGS:
Lo que la experiencia muestra es que, dada la evolución de estas
organizaciones, primero cárteles del narcotráfico y luego redes criminales
trasnacionales con múltiples actividades legales e ilegales, y con una variedad
de agentes institucionales públicos y privados relacionados, hacen que
necesariamente haya que adoptar una estrategia integral, comprehensiva, que ataque
las múltiples facetas de la nueva estructura criminal trasnacional.
En
primer lugar tiene que haber una estrategia de cooperación e intercambio de
información e inteligencia entre países, especialmente ahora por los países más
afectados por este flagelo.
La
política de seguridad represiva es fundamental, sin duda; pero aislada no tiene
la efectividad ni la eficiencia que debiera tener porque ante la multiplicidad,
la ductilidad y la capacidad de innovación de esas estructuras, muchas de ellas
pueden reestructurarse a pesar de haber sufrido golpes policivos o militares severos.
Por eso es que se requiere de una integralidad en las políticas.
El
narcotráfico y las actividades criminales tienen una capacidad de reacción y de
innovación muy fuerte en la mayoría de los casos; por ejemplo, en los ochenta
los cárteles colombianos, como el de Pablo Escobar, eran muy centralizados
alrededor de su líder, y tenían una estructura muy jerarquizada y centralizada.
Entonces golpear a uno o dos capos era bastante eficaz y eficiente. Pero lo que
hemos venido encontrando es que ese no es el caso de las nuevas organizaciones
o estructuras, lo que hace más difícil su combate. Por eso se requiere una
intervención que vaya más allá de lo policial o militar.
En
los casos de México y de Colombia la lucha contra esta criminalidad se ha hecho
mediante la creación de un cuerpo de élite de la policía que tiene actividades
que tradicionalmente se podrían considerar casi como militares. Este será uno
de los campos de discusión y análisis en la institucionalidad que va a seguir
adoptando México en este tema. Pero para nosotros se requiere hacer cada vez más
labores de inteligencia y de actuación no sólo sobre los criminales puros sino,
muy importante, sobre los agentes grises, que son los que posibilitan la
reproducción del capital social, político y financiero de estas organizaciones.
Nosotros
resaltamos la necesidad de la cooperación trasnacional entre Estados, así como
son trasnacionales las actividades y la naturaleza de las organizaciones
criminales. De allí la cooperación internacional, pero en todos los campos: no
es suficiente ni lo más adecuado que sólo algunos países aporten cooperación en
el campo militar y no en otros temas.
También
destacamos que esta complejidad requiere una adecuación institucional no sólo
pública sino también privada, y de un ejercicio cada vez mayor del deber
ciudadano, especialmente de grupos poderosos para aportar en la tarea común de
avanzar en la construcción de una cultura y ética de la legalidad, de la no
convivencia con la ilegalidad y la ilegitimidad.
Esto
puede parecer un panorama difícil, pero es un camino que debemos recorrer. Pero
hay ejemplos recientes, como en Sicilia, donde la Confindustria, una organización
industrial importante, adoptó un código ético empresarial que consiste en la
obligación y la responsabilidad de cualquier empresa que sepa de vínculos de
otra con la ilegalidad o la mafia, de denunciarla ante la Confinindustria, que
procede a su desvinculación y a asegurar que ninguna otra empresa haga
relaciones económicas con ella. Esa es una manera de cómo la institucionalidad
privada poderosa puede contribuir en esta creación de una ética de la
legalidad. Ese código se está aplicando hoy en Sicilia, en Lombardía, en Lazio.
Ese
tipo de acciones, de responsabilidades y de deberes ciudadanos de grupos como
las agremiaciones empresariales contra el lavado, debería prosperar y
reproducirse porque eso ayudaría a taponar el oxígeno a la ilegalidad y a la
criminalidad trasnacional.
Hay
casos que nos dan esperanza de que se puede construir un futuro, pero se
requiere la intervención de agentes legales poderosos en las sociedades; no
sólo es una labor del Estado, sino de los ciudadanos.
*Una versión más breve de esta
entrevista fue publicada en Este País,
núm. 281, septiembre de 2014.
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