martes, diciembre 16, 2014

Viaje por el universo cuántico. Entrevista con Sonia Fernández-Vidal






Viaje por el universo cuántico
Entrevista con Sonia Fernández-Vidal*
Ariel Ruiz Mondragón

En no pocas ocasiones los grandes avances científicos y tecnológicos registrados en las últimas décadas parecen no sólo asuntos lejanos sino francamente ininteligibles para el gran público. Por su importancia para la sociedad es necesario procurar difundirlos de la manera más amplia posible, tarea que implica conocimiento, creatividad e imaginación.
Un esfuerzo de ese tipo es el que emprende Sonia Fernández-Vidal (Barcelona, 1978) en su libro La puerta de los tres cerrojos (México, Océano, La Galera, 2013), novela en la que el personaje principal, Niko, un adolescente, realiza un inesperado e insólito viaje por el universo cuántico en el que recibe múltiples sorpresas e incluso debe sortear amenazas acompañado y guiado por sus amigos que habitan en esa otra realidad.
Acerca de ese volumen charlamos con la autora, quien es doctora en Información y Óptica Cuántica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha trabajado en el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) en Suiza, en el Laboratorio Nacional de Los Álamos (LANL) en Estados Unidos, y en el Instituto de Ciencias Fotónicas en Barcelona, entre otras instituciones.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un libro como el suyo?
Sonia Fernández Vidal (SFV): Lo que quise compartir al escribir este libro son mi fascinación y pasión por la ciencia, en este caso por la física cuántica.
Hacía ya un tiempo que realizaba conferencias de iniciación a la física cuántica para público no científico. Una de esas charlas la organizó un muy buen amigo y reconocido escritor, Francesc Miralles. Él fue el que me animó a plasmar en un libro todo aquello que contaba en mis charlas, ya que de ese modo podría llegar a mucha más gente.
Fue entonces cuando nació la idea de este libro. En aquel momento no pensaba destinarlo sólo a los niños sino a los adultos, pues cuando daba mis charlas me di cuenta de que la mayoría de estos creía que la física cuántica era algo muy complicado e imposible de comprender. Aunque tuviesen un poquito de interés les daba miedo leer libros de divulgación científica por si les resultaba demasiado complicado.
Quise romper con esa idea y decidí acercar la física cuántica desde la fantasía, la magia, desde la visión del niño que todos llevamos dentro.
Por lo anterior quiero invitarlos a adentrarse, junto a Niko, Quiona, Eldwen y todos sus amigos (los personajes de la novela), a este fascinante mundo cuántico. Que disfrutéis y os dejéis maravillar por nuestro fantástico universo.

AR: Este texto de divulgación científica no es tan común, ya que se trata de una novela que incluso en algunas partes adopta la forma de thriller. ¿Por qué escogió este género para difundir la física cuántica?
SFV: La literatura es un vehículo fantástico para la divulgación científica: nos permite, mediante la fantasía y la palabra, llegar no sólo a la parte racional de nuestros cerebros sino a la parte donde reside la creatividad, la imaginación, la fantasía y también a los corazones de quien nos lee.
La literatura, los cuentos no deberían ser el único vehículo a utilizar para acercar la ciencia a todo el mundo. Si realmente queremos llegar cada vez a más gente, tenemos que aprender a “hablar” en otros idiomas: danza, teatro, arte, música…
Decía un proverbio chino: “Cuéntame algo y lo olvidaré; muéstramelo y lo recordaré. Sin embargo, involúcrame en ello y entonces, de verdad, lo comprenderé”.

AR: ¿Cuáles son los principales desafíos para divulgar la física cuántica entre niños y jóvenes?
SFV: El principal reto al que nos enfrentamos es el de hacer la ciencia más cercana, extraerla de la torre de marfil, es decir, de los círculos en los que se realiza y se “consume” la ciencia, para aproximarla a las niños, jóvenes y a toda la sociedad.
Una de las ventajas que creo que tiene la ciencia es que interesa mucho más de lo que nos imaginamos, sobre todo si acertamos a compartirla desde el ángulo correcto, si demostramos que es posible divertirse mientras aprendemos, si mostramos a los niños y no tan niños lo fascinante que es nuestro universo.
Lo que pretende esta novela es despertar la curiosidad por comprender cómo funciona nuestro universo y sobre todo seguir aprendiendo y disfrutar del proceso. Pienso que conseguir prender la llama de esta curiosidad es el principio del camino.

AR: También hay una parte del libro en la que se menciona que los niños “sacrifican sus sueños llenos de magia y color para hacer lo que los mayores llaman 'madurar'”. ¿La infancia facilita la comprensión de estos temas?
SFV: Nuestro sistema educativo se ha centrado en trabajar nuestra mente desde el punto de vista más racional y estructurado. Creo que eso es bueno, siempre y cuando también, y de modo equilibrado, sigamos desarrollando nuestra imaginación, fantasía y creatividad, aspectos de nuestra inteligencia a los que en ocasiones no le hemos dado la suficiente importancia.
Enseñamos a nuestros niños a no salirse de las normas, a colorear dentro de los redondeles; olvidamos animarles a salirse de la norma, a crear y experimentar por sí mismos.
Como dijo en una ocasión el director del instituto del cerebro de Milán en una conferencia: “Genio se nace; a imbécil se llega”. Una persona de las que estaba en el público levantó la mano y preguntó: “Profesor ¿y que hay en medio?”, a lo que él contestó: “El sistema educativo”.
No debemos olvidar que la misión de la educación es desarrollar el talento.

AR: Es interesante la forma en que mezcla en su relato elementos científicos, deportivos, míticos, místicos e incluso del espectáculo. ¿Qué posibilidades le abrió esta amalgama?
SFV: La física cuántica nos describe un mundo totalmente antiintuitivo. De repente el universo ya no es ordenado y predecible, sino que las cosas pueden estar en dos sitios al mismo tiempo, las partículas fundamentales pueden atravesar paredes, se pueden teleportar… Nos encontramos con un sinfín de fenómenos que ponen en jaque nuestra lógica.
Si uno intenta entenderá de un modo racional, mecánico, y entonces lo más probable es que sienta como choca contra una pared de hormigón. Uno puede quedarse horas atrapado en sus paradojas y decir: “¿Cómo puede el universo comportarse así?”.
Sin embargo, si tomamos la actitud de disfrutar de lo que nos muestra y estamos dispuestos a ejercitar otras partes de nuestra neurología, quizá menos racionales, entonces sí que podemos disfrutarlo e incluso llegar a “comprenderlo”. Al fin y al cabo, las verdades universales son aquellas que nos han repetido un número suficiente de veces. Albert Einstein decía que la realidad es una ilusión, aunque una muy persistente.
Mezclar fantasía en algo tan serio y arduo ayuda a la comprensión y a poder incluso pasarlo bien aprendiendo.

AR: A lo largo del libro se plantean (y casi todos son resueltos) muchos enigmas, y se insiste en que hay que hacer la pregunta correcta. ¿Cuál es una pregunta correcta para la investigación científica?
SFV: Los enigmas que nos vamos encontrando en el libro no están puestos al azar. Como decíamos, los fenómenos que describimos en La puerta de los tres cerrojos, que suceden en el mundo cuántico, son muy antiintuitivos y nuestra parte racional acostumbra a dificultar su comprensión. Uno de los motivos más comunes es que damos demasiadas cosas por supuestas. Ese fue el motivo de introducir este tipo de enigmas que fomentan el pensamiento lateral. Estos enigmas funcionan como pequeños masajes neuronales, que estimulan partes distintas de nuestra neurología, abriéndonos el camino a pensar diferente.
Desprenderse de las ideas preconcebidas es esencial para que realicemos las preguntas correctas. Albert Einstein lo dijo con estas palabras: “Si yo tuviera una hora para resolver un problema y mi vida dependiera de la solución, yo gastaría los primeros 55 minutos en determinar la pregunta apropiada, porque una vez que supiera la pregunta correcta yo podría resolver el problema en menos de cinco minutos.”

AR: Usted ha trabajado en importantes instituciones de investigación, como el CERN y el LANL. ¿Cuáles fueron los principales problemas que tuvo para traducir los conocimientos que allí adquirió a un lenguaje asequible para niños y jóvenes?
SFV: Es cierto que uno de los principales retos al que me enfrenté al empezar a escribir el libro fue tener que desaprender lo aprendido. Cuando trabajas como investigador, te preparas para comunicar tus investigaciones con un lenguaje muy específico y preciso; es como aprender un idioma nuevo. Sin embargo, ese idioma no era el que podía utilizar para transmitir las ideas que quería compartir en el libro.
Al principio es complicado tener que sacrificar tanta precisión (que es la metodología correcta del científico) por el poder ser comprendido. Para ello hay que cambiar el lenguaje específico por metáforas, imágenes e incluso poesía.

AR: ¿Qué tan lejos estamos hoy de los avances que son normales en el “mundo cuántico” que usted crea en la novela? Me refiero a asuntos como la superposición, la teleportación y la recreación del Big Bang, e incluso a la comprobación de la hipótesis del Bosón de Higgs, por ejemplo.
SFV: El mundo cuántico está mucho más cercano de lo que imaginamos. Fenómenos extraordinarios como la superposición ya se utilizan para la encriptación cuántica; la teleportación de partículas fundamentales ya se realiza en los laboratorios de los físicos, y los científicos del CERN ya se han acercado un poquito más al instante de la creación de nuestro universo, el Big Bang, para comprobar la existencia del Bosón de Higgs.
Su aplicación no queda sólo en temas tan alejados tecnológicamente: cuando hablamos de las extrañas propiedades en la física cuántica nos centramos en explicaciones abstractas y filosóficas. Es normal que pensemos que esta rama de la ciencia nada tiene que ver con nuestro día a día y surja la pregunta que me has hecho: al final, ¿para qué sirve?
A pesar de que suene a una teoría tan etérea, gran parte de nuestra tecnología, y más de un tercio de nuestra economía, se basa los productos desarrollados gracias a lo que conocemos de la teoría cuántica. Y cuando hablamos de economía, no podemos estar siendo más prácticos, ¿verdad?
Cuando nos despertamos por las mañanas y calentamos nuestro vaso en el microondas ya estamos utilizando la ciencia moderna; al entrar al supermercado y ver cómo las puertas se abren de manera automática estamos haciendo uso práctico del efecto fotoeléctrico; cuando escuchamos música en nuestro reproductor de dvd usamos el láser, otro invento que utiliza las propiedades cuánticas.
También al ir al hospital a hacernos una resonancia magnética, cada vez que utilizamos nuestro teléfono móvil, ordenadores o cualquier aparato eléctrico que contenga un transistor, nos estamos beneficiando de los descubrimientos de la física cuántica.
        
AR: Hay un problema ético que también aparece en varias partes del libro: el uso que el hombre le da al conocimiento científico, lo que atemoriza incluso a los elfos que habitan el mundo cuántico en su novela. El hada Quiona dice que “nuestras elecciones definen quiénes somos”, y en la parte del diccionario usted escribe: “La ciencia puede hacer mucho bien, pero también mucho daño. Son nuestras elecciones las que harán decantar la balanza hacia un lado u otro.” ¿Hoy la humanidad está eligiendo correctamente el rumbo que toma la investigación científica?
SFV: La ciencia no es en sí misma buena o mala. En mi opinión son las decisiones que nosotros hagamos, como seres humanos, las que determinarán si los avances tecnológicos se usarán para que nuestra civilización siga avanzando o bien que nos dirija hacia la autodestrucción.
Siempre he creído que para decantar la balanza hacia el avance es importante que el conocimiento llegue a todos los seres humanos del planeta y no que quede en una élite limitada.
Es por ello que es nuestra responsabilidad como científicos el hacer de la ciencia algo comprensible; es responsabilidad de los organismos de educación el transmitirla con pasión en las aulas; de los medios de comunicación el escoger de un modo responsable su programación, y de los políticos el destinar presupuestos decentes a la investigación para evitar la fuga de cerebros brillantes. Pero lo más importante es nuestro derecho, el de todos nosotros, de disfrutar del conocimiento, pues es el que nos llevará, como civilización, a conseguir todos nuestros sueños.

*Entrevista publicada en Replicante, marzo de 2014.

1 comentario:

Cuarta Dimensión dijo...

Si el libro es tan encantador como la entrevista, tiene el éxito asegurado. Enhorabuena.
Carlos Bogdanich.