viernes, marzo 02, 2007

Poderes ocultos, literatura y política. Entrevista con Octavio Rodríguez Araujo


Poderes ocultos, literatura y política
Entrevista con Octavio Rodríguez Araujo

Ariel Ruiz Mondragón

A lo largo de la historia, en diversos ámbitos de la sociedad, tales como la política, la religión (ambas muchas veces entrelazadas), la economía y la cultura, han existido y actuado grupos organizados que operan desde la oscuridad para alcanzar sus fines, que en muchas ocasiones es, paradójicamente, la conquista del poder público. Esto tiene que ver mucho con la conspiración.

Esas organizaciones secretas, con objetivos tan claros a su interior como inconfesables en terreno abierto, han logrado ejercer influencia, si no es que han ejercido directamente, el poder. Esto ha sido motivo para diversas investigaciones y especulaciones que buscan despojar de velos y máscaras a dichos grupos.

Lo anterior también ha dado pie para crear ficciones en las que se dan ideas (algunas muy exageradas y absurdas) de las formas de actuar de esas sociedades secretas, literatura que ha formado todo un boom. En ese sentido en México una de las más interesantes novelas recientes lo es el thriller político La organización (México, Orfila, Jorale Editores, 2006), de Octavio Rodríguez Araujo.

Sobre diversas inquietudes despertadas por su primera novela charlamos con el autor acerca de los siguientes temas: su interés por hacer una novela, su tránsito de la ciencia política a la literatura, sus modelos y fuentes de insipiración tanto literarias como políticas, las coincidencias de los ultras de izquierda y de derecha, la existencia de la criptocracia, los poderes ocultos y la intención de seguir en empeños literarios.

Rodríguez Araujo es profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, así como autor, coautor y coordinador de más de diez libros de política. Actualmente colabora en La Jornada.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un libro como el suyo?

Octavio Rodríguez Araujo (ORA): Desde hace muchos años quise escribir una novela, pero no me atrevía a hacerlo. Por el tipo de novelas que me interesan desde que era estudiante de ciencia política, la que siempre quise escribir tenía que ser de contenido político, de suspense y medio policíaca. He sido un ávido lector de novelas de este tipo, unas —para mi gusto— muy buenas, otras regulares y otras más francamente muy malas, de esas que empieza uno a leer y a las diez páginas las abandonamos aunque sus autores sean famosos.

Un día imaginé la trama de una posible novela y comencé a escribir. El esquema general tenía que estar compuesto por personajes reales, como usted y yo, que se ven involucrados en una investigación que los rebasa en muchos sentidos. Como son personajes reales no tienen superpoderes ni hacen cosas extraordinarias. Son inteligentes, aunque se equivocan, son cultos y saben lo suyo, como cualquier intelectual europeo en su campo de interés, y si bien tienen recursos de diversos tipos, no hubieran podido hacer gran cosa sin la ayuda de un inspector de policía que es amigo de ellos y que se mueve, por razón propia de su trabajo, en un ámbito de información y acción que no está al alcance de ellos.

La organización, así con minúsculas, existe y no existe y es el elemento clave del misterio y de la intriga. Sus personajes son ficticios, pero también verosímiles, y los que aparecen como tales en la novela están subordinados a poderes fácticos insinuados que sí son reales y que, en buena medida, dominan el mundo de hoy.

Quise hacer un juego entre lo real y lo ficticio, de tal forma que el lector pueda sentirse inmerso en la novela acompañando a los personajes, como una cámara oculta que capta muchas cosas pero no todas, como ocurriría en la vida real. La mayoría de los datos que se ofrecen son auténticos y cualquiera los puede cotejar en Internet o en los periódicos de la época. Tuve el cuidado de ser muy preciso, hasta en el sentido del tránsito en una calle o en el número de vuelo de un avión. Para mí fue fascinante investigar incluso pequeños detalles, pero como se trataba de una novela omití las notas de pie de página que, por lo demás, no son comunes en las obras de ficción.

Escribir este thriller político fue un reto pospuesto por décadas, hasta que vencí el miedo a dar este paso, y resultó un placer hacerlo. No creo exagerar al decir que es el libro que más he disfrutado escribiéndolo, pues todos los días inventaba, dentro del esquema general, lo que ocurriría en el siguiente capítulo y en ocasiones, en medio de grandes dilemas, cómo fluiría el siguiente párrafo y que éste estuviera en la lógica de los anteriores y en la secuencia de la trama, sin forzar ésta ni la lógica de lo posible.

Después de terminar el texto había que corregirlo. Para esto me fueron de gran utilidad las observaciones (y a veces precisiones) de mi esposa y de amigos muy cercanos que tuvieron la paciencia de leerme más de una vez. Al final, como suele hacerse con los libros, había que publicarlo. Y ahí está.

AR: ¿Cómo fue su paso de la ciencia política a la literatura? Esto tomando en cuenta que la mayor parte de su obra es acerca de temas políticos, además de una memoria personal del zapatismo.

ORA: El tema y la trama están ligados a lo que conozco y a algunos de mis libros de carácter académico. Hay también vivencias personales, novelizadas. Creo que muchos autores de novelas han escrito a partir de lo que les es más familiar. No quise ni intenté ser la excepción. Siempre he pensado que uno debe escribir de lo que sabe, incluso para un periódico o una revista de divulgación. Mi libro Derechas y ultraderechas en el mundo me sirvió para la novela, pues en ésta se mencionan a varias de las organizaciones políticas de la ultraderecha que investigué antes con fines académicos. Al ser Kristina, una de mis protagonistas, especialista en el estudio de los nazis y neonazis, sobre todo en Europa y en Estados Unidos, proyecto en ella parte de lo que aprendí al escribir Derechas y ultraderechas en el mundo. Michel, el protagonista central, tenía que ser un personaje que también supiera del tema, sin ser especialista, y ambos se complementarían, como ocurre en las novelas clásicas de Conan Doyle o de Agatha Christie: Holmes y el Dr. Watson, Poirot y el capitán Hastings, con la salvedad de que en mi texto ninguno de los dos es un genio ni su compañero un personaje con limitaciones evidentes.

De esta manera el thriller político es una extensión novelada de la política, de mis estudios políticos previos, como ha dicho Julio Ortega en su amable presentación en la contraportada de La organización.

AR: ¿En qué sociedades secretas reales se inspiró para el libro? Por supuesto que está clarísima la referencia al Yunque.

ORA: Me inspiré en muchas y en ninguna de las organizaciones secretas existentes y que de hecho no sé qué tan secretas sean. Yo no sé si Bush y Cheney forman o no una organización secreta, pero sí que son parte de un grupo que tiene el poder en el país más poderoso de la Tierra y que no están dispuesto, según todas las evidencias, a dejar ese poder. No digo que la organización, que le da título a mi novela, sea parte de ese grupo de Bush y compañía, pero sí insinúo que podrían tener algún tipo de relación al igual que con otros grupos, también existentes, de poderosos en Europa. Menciono a El Yunque una sola vez al final porque viene al caso, pero esta organización, ampliada a nivel internacional, no sería muy diferente en su naturaleza secreta a la organización de mi novela. Si revisáramos la historia de El Yunque encontraríamos que en algún momento (no sé exactamente cuál) se interesó por tener el poder en México, infiltrándose en las esferas de gobierno y, por lo menos con Vicente Fox y Marta Sahagún, ahí estuvo, en primera línea, y quizá también en el gobierno formal actual, el de Calderón Hinojosa (aunque éste no pertenezca a esa organización, según las evidencias con que contamos).

Hay otras organizaciones que algunos autores han querido calificar de secretas, como el Grupo Bilderberg, que ha sido usado por los epígonos de Lyndon LaRouche, como Daniel Estulin, para hacernos creer que existe una conspiración mundial de algunos de los amos del dinero. Lo grave de los larouchistas es que nos quieren vender sus demenciales correlaciones y verdades a medias como la verdad revelada y no como la ficción que es. La mía es una novela, no un tratado sobre conspiraciones internacionales; esto le debe quedar claro al lector y no creo que se preste a confusiones. Quiero aclarar, para evitar equívocos, que cuando escribí mi novela no existía todavía el libro de Estulin titulado pomposamente La verdadera historia del Club Bilderberg.

En mi caso “la organización” tiene que ser secreta, pues es parte del misterio. Si en lugar de usar ese recurso hubiera puesto al Partido Republicano de Estados Unidos, por ejemplo, se hubiera perdido el misterio, pese a que no se descarta que algunos de sus miembros conspicuos pudieran pertenecer a un grupo de interés mundial con aspiraciones de poder también mundial.

Siempre ha habido curiosidad e interés por las organizaciones secretas. Son las protagonistas ideales para tejer una trama de intriga. En México las organizaciones masónicas, sobre todo en el siglo XIX, han sido motivo de todo tipo de especulaciones. Los Guadalupes, de quienes escribiera el famoso historiador mexicano y amigo muy querido Ernesto de la Torre Villar, era un grupo clandestino, una sociedad secreta que ayudó a los independentistas de principios del siglo XIX en México. Y así, podríamos citar muchos ejemplos de la vida real y de historias documentadas, algunas también novelizadas.

AR: ¿Qué novelas y autores le influenciaron para hacer La organización? Por allí hay menciones a Dan Brown, a El nombre de la rosa de Umberto Eco, Archer y Forsyth, por ejemplo.

ORA: Un lector de novelas cuando quiere ser autor de una novela no puede evitar, salvo que sea un auténtico esquizofrénico, la influencia de lo leído. Cuando leí a Robert Van Gulick, el diplomático y novelista, no el filósofo de Syracuse University, me impresionaron dos cosas de sus novelas sobre el Juez Ti: una, que nunca usa más de quince personajes importantes en sus narraciones porque, según dijo por ahí, a diferencia de los chinos que pueden retener a un ciento, los occidentales no podemos hacerlo. Quizá tenga razón y he tratado de seguir su consejo. La segunda, que en The Haunted Monastery (1961) la trama es semejante (de ninguna manera igual) que la de El nombre de la rosa (1980) de Umberto Eco, sin que con esta observación quiera siquiera insinuar que este último haya copiado a Van Gulick. Pero las influencias son influencias, a veces sin que sean conscientes.

Dan Brown me influyó en un sentido positivo y en otro negativo. Cuando terminé de leer Ángeles y demonios me dije que si alguna vez escribía una novela mis personajes no serían como los de él, con atributos tan extraordinarios como increíbles. No es el caso en El código Da Vinci.

A Archer y Forsyth, de la misma manera que a otros muchos autores que no menciono, les debo mi admiración por sus novelas políticas y de intriga que me atraparon desde la primera hasta la última página, no sólo por la calidad de sus textos sino porque abordan temas que han sido de mi interés politológico desde hace más de cuarenta años. Se les critica en ciertos círculos que sean autores de best sellers. En México también se criticó por lo mismo a Spota. A mí me gustan los best sellers, y no me molestaría, sino al contrario, lograr uno entre mis libros, y no lo digo por las regalías, pues con frecuencia no las cobro (no vivo de ellas). Lo más que he logrado, hasta ahora, fueron doce ediciones de uno de mis libros, y curiosamente se trató de un libro académico sobre política mexicana. Otro de ellos, más reciente, ha sido publicado en Francia y en Portugal, quizá por el interés que suscitó en esos países, pero tampoco podría decir que esos libros son best sellers, ni lo pretendí, pues son textos que, comparados con una novela, son aburridos para un lector común no interesado en la política desde una óptica científica.

AR: En el libro hay un dicho de un personaje: “No entiendo que las organizaciones de ultraderecha y de la izquierda comunista coincidan”. Por supuesto esto me recuerda sus sendos libros acerca de las derechas y las izquierdas en el mundo. En ese sentido, ¿en qué puntos se tocan y coinciden ultraizquierda y ultraderecha, izquierda y derecha?

ORA: Las ultras coinciden en varios aspectos. Las organizaciones de ultraderecha y de ultraizquierda en Europa coinciden por ejemplo en su nacionalismo y por su oposición a la globalización neoliberal, pero difieren sustancialmente en la orientación de sus discursos. Las primeras son xenófobas y racistas, las segundas no.

En los libros que usted menciona hablo de izquierdas y derechas, así en plural, y lo mismo de las ultraderechas y ultraizquierdas. Esto fue deliberado, pues una de las cosas que pude comprobar es que no son iguales ni en el tiempo ni en el espacio, a veces ni siquiera en un solo país. Es por esto que se tocan en varios aspectos y se diferencian en otros. No se puede establecer una taxonomía para todas ni clasificarlas por sus comunes denominadores porque, repito, cambian de lugar a lugar y de momento a otro momento, pese a sus semejanzas y características distintivas. Cuando relativizamos los conceptos encontramos que si digo que la ultraderecha es intolerante por definición tengo que reconocer que la izquierda en el poder también ha sido intolerante y mucho (vea el caso de la URSS, o el de Camboya, para sólo poner dos ejemplos).

El caso al que me refiero en la novela, y que usted cita, está referido al nacionalismo de los izquierdistas franceses y de los ultraderechistas también franceses, que suele repetirse en otros países de Europa.

AR: Como dice usted, “la organización” intenta apoderarse del mundo, lo que da pie a una interesante discusión de los personajes, en los que salen a relucir los nombres de grandes teóricos como Miliband, Poulantzas, Domhoff y Van Der Pijl, por ejemplo. Para usted, ¿quién gobierna el mundo, especialmente en las democracias?

ORA: Las grandes corporaciones empresariales. Doscientas de estas empresas dominan la economía mundial, y si dominan de alguna manera gobiernan, aunque no lo hagan directamente. “La organización” lo intenta, y por eso es importante para Michel Furet y Kristina Callesen, mis personajes centrales.

AR: Hay un personaje que dice: “Los grandes ya tienen el poder, ¿para qué formar organizaciones secretas?”. Tomando en cuenta esto, ¿usted considera que a nivel internacional, o incluso al nacional, exista una criptocracia?

ORA: Criptocracia quiere decir algo así como poder oculto, y suele asignarse el concepto a los grupos secretos que tienen o participan del poder. De alguna forma ya mencioné esto en alguna pregunta anterior, pero sí, en efecto, dentro de cada estructura de poder hay grupos, si no secretos sí privados que no están interesados en ser conocidos públicamente y menos como grupo. En cualquier lugar donde haya estructuras jerárquicas y por lo tanto de poder hay unos que dirigen y otros que quisieran hacerlo pero no lo logran. Unos se identifican entre sí, y otros participan de manera ingenua creyendo que también toman decisiones y que son importantes. Hay, pues, poderes ocultos, por lo menos para la mayoría de los que no los tienen. En los partidos hay grupos y dentro de esos grupos hay quienes tienen identificaciones muy estrechas y quienes no. En los clubes ocurre lo mismo, en las asociaciones de barrio, etcétera, también. En la economía mundial ocurre exactamente lo mismo: unos dictan y mandan, y otros son comparsas aunque no se den cuenta. Vea usted Davos, por ejemplo. ¿Usted cree que el representante de México, sea o no presidente del país, tiene la misma influencia que los presidentes del Grupo de los Siete (G-7)? Yo creo que no, sin embargo todos se reúnen dizque abiertamente en discusiones supuestamente horizontales, para tomar decisiones que ya fueron tomadas de antemano por quienes tienen el pandero en la mano.

AR: ¿De alguna manera resulta legítimo que existan sociedades secretas en la democracia?

ORA: No lo sé. Quizá la pregunta deba ser otra: ¿Se puede evitar que existan sociedades secretas en la democracia? Y la respuesta es NO. Si son secretas, no se conocen y si se presume su existencia ¿cómo prohibirlas y con qué argumentos si todo mundo, en las democracias consolidadas, tiene derecho a organizarse o a formar parte de una organización? Recientemente, con motivo de las luchas contra el terrorismo, real o supuesto, en Gran Bretaña, por ejemplo, se han dictado leyes que prohíben la existencia de ciertas organizaciones que atentan contra las instituciones y la seguridad nacional, tanto por su discurso como por sus acciones. En Estados Unidos la Primera Enmienda de la Constitución impide hacer lo mismo que en Gran Bretaña, pero se hace mediante otros mecanismos. Sin embargo en EUA y en GB existen organizaciones secretas y semisecretas que están en contra del gobierno, de los grandes capitalistas y de los judíos, son organizaciones neonazis que siguen existiendo. Una vez más, no creo pertinente generalizar.

AR: Como muchas veces se ha dicho, en la democracia existen poderes ocultos que tienen que actuar públicamente para alcanzar sus fines. ¿Cuáles son los principales que usted podría mencionarnos?

ORA: Oculto, lo que puede llamarse oculto con rigor, no creo que realmente exista. El periodismo de investigación y las filtraciones deliberadas de alguna “garganta profunda”, existen, de otra manera no nos explicaríamos el Watergate y tantos otros escándalos de “poderes ocultos” que hemos conocido. Pero en el fondo todos queremos creer que hay poderes ocultos, pues esto hace más interesante la política; y los partidarios de las teorías de la conspiración se han encargado de “insinuar” que existen esos poderes ocultos. Para mí, sin ser partidario de estas teorías, el tema me parece muy útil para una novela de misterio e intrigas políticas. Un asesinato será más atractivo para el público si tiene contenido político o si involucra a un político, igual si se dio en el siglo VII en China que en la Edad Media en Europa o el año pasado en Estados Unidos o en Francia. Ha sido un tema muy explotado en la literatura de ficción y suspense, y seguirá siéndolo, incluso con supuestos extraterrestres si es necesario.

AR: ¿Ha pensado en escribir otra novela?

ORA: Que estoy muy contento de haber logrado una novela, tanto que estoy intentando escribir otra en mis ratos libres, entre mis investigaciones académicas y mis clases universitarias. ¿Cómo será recibida mi novela? No lo sé. Lo que sí sé es que no pertenezco a ningún grupo de elogios mutuos y que, por lo mismo, seré ninguneado por muchos de LOS ESCRITORES, así con mayúsculas, que consideran que la literatura sólo es lenguaje y mensaje mágico o social políticamente correcto en el que los personajes son y tienen que ser trágicos en algún sentido, como trágico es el mundo que vivimos. Debo confesar que a lo largo de mi vida he disfrutado muchísimo leer novelas, pero nada comparado con escribir por ahora una. Es realmente un gusto, una satisfacción y un sentimiento de libertad inigualable.

Y también quiero agregar que le agradezco la entrevista y que me dio alegría que a usted lo atrapara y le interesara.

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