miércoles, mayo 09, 2007
La información como insumo para la democracia. Entrevista con Sergio Aguayo Quezada
La información como insumo para la democracia*
Entrevista con Sergio Aguayo Quezada
Ariel Ruiz Mondragón
Uno de los grandes logros de nuestro proceso de democratización lo ha sido el obtener con mucha mayor facilidad y rapidez el acceso a la información sobre la gestión pública. Los velos que ocultaban el funcionamiento y las acciones del gobierno en el régimen autoritario han comenzado a ser removidos, ya que la democracia requiere una mayor transparencia de la función pública para que la fiscalización y el control ciudadano puedan cristalizar.
Para que la participación ciudadana sea efectiva requiere ser una intervención lo más informada posible. En ese sentido instrumentos prácticos, sustentados y bien organizados resultan básicos. Entre ellos podríamos contar el Almanaque mexicano 2007 (México, Aguilar, 2007), realizado por Sergio Aguayo Quezada, con quien sostuvimos una charla acerca de ese trabajo estadístico no exento de reflexión.
Aguayo Quezada es profesor-investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Autor de más de seis libros, escribe semanalmente en Reforma y es comentarista en el programa televisivo Primer Plano, de Canal 11.
Ariel Ruiz (AR): Tras la serie de anuarios y almanaques anteriores que había usted publicado, ¿por qué publicar un libro como el suyo?
Sergio Aguayo Quezada (SAQ): Hay varias razones. Primero, la más importante: un país plenamente democrático requiere información confiable. En el México autoritario (en el que crecí y me eduqué) no había información confiable; es más, no había información, punto. Entonces, ponerme a hacer almanaques (que ha sido una aventura en la que ya llevo metido ocho años) tiene que ver con el insertarme en un momento de la transición para contribuir a la democratización a partir de hacer accesible la información. Esa es la motivación vital.
Segundo, porque toda mi vida profesional ha girado en torno a la información. Vamos, ya puesto a pensar: soy académico, columnista y activista de derechos humanos. En las tres actividades la materia prima siempre es la información. Entonces, por las áreas que he investigado a lo largo de mi vida profesional (relaciones México-Estados Unidos, sistema político, refugiados, migración, demografía, seguridad nacional, derechos humanos), y que son tan amplias, hubo un momento en que se me hizo lo más lógico aprovechar mi conocimiento de un buen número de fuentes para empezar a sistematizar la información y producir algo que contribuyera a la democratización.
Luego, el puro placer; me encanta, me entretengo, me divierte hacer almanaques. Este último es el que ha resultado mejor porque ya tengo la experiencia adquirida, porque la editorial se comprometió en serio a hacer un buen libro (y lo hicieron muy bien).
Finalmente hay una razón muy práctica: es una actividad profesional que, si funciona, me va a permitir tener ingresos que me quiten la angustia de la pensión. Yo siempre he vivido de mi salario y de las columnas que escribo; pero el día que me canse o ya no tenga la energía, o se cansen de mí y me corren, se acabó esa parte de mi experiencia, y me voy a quedar con un salario de académico que, cuando me jubile, va a quedar en un 20 por ciento de lo que recibo. Si logró tener cada año el trabajo de un almanaque, eso me va a permitir vivir con dignidad.
Esas son las cuatro razones.
AR: Revisando el almanaque, la mayoría de las estadísticas que se manejan son de fuentes oficiales, del gobierno. Ahora, en este México más transparente, ¿qué tan confiables son las cifras que aportan los gobiernos? Lo digo porque ha habido críticas fuertes a algunas de ellas, como por ejemplo las de medición de la pobreza.
SAQ: Es muy desigual, pero con todo lo que se le pueda criticar al gobierno de Fox, hubo una apertura extraordinaria, sin antecedentes, a la información, no tengo la menor duda de eso.
Ahora, es información que nos llega, alguna muy clara, muy sólida, muy bien armada, y otra sepultada en medio de un torrente caudaloso, lleno de basura. Hay mucha información, pero en ocasiones hay que saber buscarla, discriminar, porque de la escasez pasamos a la abundancia, y esa es una de las justificaciones del almanaque: hacer una selección de lo más importante, presentada con un criterio mexicano, que eso es lo que pretendo: que tenga los criterios, los códigos de los mexicanos, y no de los extranjeros viendo a México.
AR: Hay una parte del libro en el que usted menciona que uno de los principales avances del gobierno foxista fue la Ley de Transparencia y la creación del IFAI. ¿En qué le benefició para su trabajo esos adelantos?, ¿para este trabajo utilizó el canal del IFAI?
SAQ: Sí. Hay una diferencia extraordinaria entre el 2000 y el 2006, porque nuestro primer almanaque salió en 2000 y fue hecho en condiciones no tan propicias. En estos años ha habido unos avances enormes porque lo que uno no obtiene de manera normal, pues se puede recurrir al IFAI. En realidad este almanaque se inserta en un proyecto más amplio; por lo tanto, aquí va sólo una parte de los ríos de información que reuní, y que me están sirviendo para otro libro que termino en junio, el que está apoyado en buena medida en lo recuperado a través del IFAI, y es una cantidad enorme de información.
Entonces se trabaja en otras condiciones; además el SISI (que es el sistema de acceso para solicitud de información que tiene el IFAI) es extraordinario. Yo soy un fanático del IFAI, un ifaidicto (si es que existiera un término tal).
AR: No directamente relacionado con el libro, pero que creo que sí es de interés sobre el tema de la transparencia, quiero preguntarle: a nivel federal, ¿qué avances hay que hacer todavía en materia de transparencia?
SAQ: El área donde hay más opacidad todavía es Hacienda. Esto no lo digo yo, sino que lo he conversado con los comisionados del IFAI, a quienes he preguntado abiertamente cuáles son las áreas de mayor opacidad, y dicen que la Defensa ha estado más abierta que Hacienda. Allí falta mucho por avanzar.
En los estados es muy desigual la disposición a la transparencia, al igual que en organismos públicos descentralizados. Es muy curioso que la Comisión Nacional de Derechos Humanos, por ejemplo, sea muy reacia a dar información.
Si logran (y ojalá lo logren) darle rango constitucional a un mínimo de criterios, va a ser un avance enorme.
AR: Volviendo a los almanaques: desde el primero que hizo advirtió claramente que no ha querido dar una visión en blanco y negro (o color de rosa, como anotó en el inicial). En un país con tantos claroscuros, contradicciones, paradojas, ¿qué tan difícil le ha resultado lograrlo, especialmente en los textos que acompañan a las estadísticas?
SAQ: Sí es difícil, aunque yo fui entrenado para manejar información. Mi entrenamiento como académico fue sustentado en saber manejar la información, separando la subjetividad (lo que uno quisiera) de lo que dicen los hechos. Esa fue una ventaja, porque en El Colegio de México Moisés González Navarro, desde el primer momento, nos machacó la necesidad de la precisión. A mí me gusta la precisión; será por mi temperamento: me siento más tranquilo cuando tengo información clara.
Ha habido momentos más difíciles; desde esa perspectiva este último almanaque fue particularmente difícil, mucho más que en el 2000, porque el de 2007 lo estaba terminando de escribir en noviembre de 2006, en medio de la incertidumbre, del encono, del enojo. Tenía que hacer cada día un esfuerzo de poner distancia y simplemente reflejar y explicar lo que estaba pasando sin quitarle ni agregarle; es decir, no hay adjetivos, pero sí hay reconocimiento de que el país estaba (o está) dividido por las elecciones de 2006. Es difícil.
AR: Su primer almanaque salió el año de la alternancia, trae las estadísticas de las elecciones del 2000; este nuevo almanaque trae los datos de las elecciones de 2006. Ha transcurrido el primer sexenio pos-PRI. ¿Qué cambios principales encuentra en los indicadores de 2000 a 2006?
SAQ: Por supuesto que sí hubo cambios. Lo que sucede es que el cambio, más que en las cifras en sí mismas, se da en algo menos aparente, y que recuperé para este almanaque: la redistribución del poder.
En 2006 se hizo evidente cuánto se había redistribuido el poder y en dónde estaban sus nuevos focos. Voy a dar un par de ejemplos nada más de los muchos que existen. Primero, los empresarios: en el 2006 el poder de las televisoras se hizo patente, con una brutalidad que no dejó lugar a dudas, con los intereses privados impuestos a la república. Después, el poder de los gobernadores: es evidente la fortaleza que adquieren, como lo es también el poder de los narcotraficantes.
Como ya lo he dicho, lo que me interesa con el almanaque es contribuir a la democratización. Luego ir dibujando, cada vez con mayor precisión, la nueva cartografía del poder: ¿Quién manda en México?, ¿dónde y porqué?
Desde esa perspectiva este último almanaque es una buena aproximación, pero no es, ni con mucho, lo que a mí me gustaría. Quisiera incluir comparaciones entre estados...
AR: De hecho en el libro hay alguna parte de eso...
SAQ: Alguna parte, pero como era el primero la editorial me puso el límite de 300 páginas; más adelante vamos a intentar sacarles unas páginas más, y entonces meterme a incluir temas que ya traigo en la cabeza, que aquí están esbozados, bosquejados, y que es información que la sociedad requiere tener.
Hay cantidad de información que quisiera meter para darle un enfoque de más utilidad, hasta en el caso de que somos un país de diabéticos y obesos, y qué medidas tomar al respecto. Ya no sería quedarnos sólo en la presentación, sino incluir una serie de recomendaciones.
Aun cuando parezca que hacer un almanaque es juntar cifras, no es así: hay que hacer las asociaciones para que tengan significado, para que adquieran textura. Eso es lo que pretendo para el futuro. Es un ejercicio intelectual de largo plazo.
AR: En términos políticos, parece que en el sexenio que acaba de terminar a nivel de percepciones de la gente fuimos para atrás. Hay algunos datos que se mencionan en el almanaque acerca de la cultura política: alrededor del 88 por ciento de encuestados no se interesa en la política, apenas el 44 por ciento dice vivir en democracia, y sólo el 24 por ciento está algo o mucho satisfecho con la democracia. Si al respecto pudiera hacer sugerencias ahora, ¿cuál haría para revertir estas tendencias?
SAQ: Lo que sugeriría es obvio y a la vez tan difícil: la mayor participación de la sociedad para contener y corregir las distorsiones y las limitaciones de una democracia enclenque, débil y anémica, pero es insuficiente.
Por lo pronto, como autor del trabajo intelectual busco explicar mejor, dar mayor profundidad a esas cifras. De hecho, el libro que estoy terminando, y que se apoya en muchísima información que ni siquiera aparece aquí porque forma parte de otro proyecto, identifica algunas de las causas que han enfermado a nuestra democracia.
Ese es un ejercicio; lo otro, qué hacer, formaría parte de lo que como ciudadanos tenemos que realizar para corregir lo mucho que está mal en la democracia mexicana.
AR: No es que yo quiera ver en negro muchas cosas, pero creo que allí están varias cifras en el libro. Por ejemplo, lo de la fuerte inversión en educación sin que mejore notablemente (con un sindicato que bloquea cambios relevantes); la devastación ambiental; los malos e insuficientes servicios médicos; el reto del crecimiento de la población; las pensiones; la pobreza y el avance de la delincuencia organizada.
En esa dirección, ¿ya se están poniendo en práctica políticas de Estado para enfrentar esos relevantes problemas?
SAQ: No, desafortunadamente no. Hay algunos avances en la eficiencia de las dependencias gubernamentales, sobre todo en el sexenio de Fox. Aquí no me baso sólo en lo que aparece en el almanaque, sino en el resultado de la otra investigación.
Voy a decir algo muy obvio: el desorden de su gabinete fue evidente, no se requiere de nada para documentarlo. Esto impidió formular políticas de Estado. Le pongo un ejemplo clarísimo en cultura. Son indudables los avances que hubo en la producción de libros por parte del Estado, las bibliotecas de aula, CONALITEG, el Fondo de Cultura, etcétera. Eso hay que reconocerlo. Pero el presidente Vicente Fox, en un acto de revanchismo contra el “círculo rojo” (con quien tiene una relación de odio y de encontronazos), veta la ley del libro. Eso ilustra la falta de una política de Estado porque no hay congruencia entre una medida y otra. Si los principales actores del libro ya se pusieron de acuerdo, si los partidos se pusieron de acuerdo, que el presidente la haya vetado sólo se explica por un revanchismo derivado de sus relaciones tormentosas y tortuosas con el “círculo rojo” de la intelectualidad.
Falta mucho por hacer, los retos son enormes. Pero creo que están las condiciones para seguir generando información de muy buena calidad sobre esas problemáticas, porque en la medida que uno conozca la esencia de los problemas es que se genera lo que algún filósofo llamaba “las preguntas relevantes”, porque son estas las que orientan para la búsqueda de soluciones.
A mí me motiva intelectualmente el explicar el por qué; no basta simplemente con describir, sino hay que explicar. A lo largo del libro hay hilos conductores que motivan los pequeños textos, las ideas que ordenan la información. No se ven porque es un trabajo de diferente tipo, pero tiene una lógica que integra la información, la que estoy constantemente revisando y repensando porque como no somos un país estático y con instituciones bien consolidadas, sino que hay un movimiento frenético y vertiginoso de la realidad, entonces tiene uno que estar constantemente reinterpretándola.
Este almanaque de 2007 es un buen flashazo sobre el México del momento, pero hay que seguir profundizando y eso es lo que espero hacer en los próximos años.
* Esta entrevista fue publicada en Metapolítica, Núm. 53, mayo-junio de 2007. Reproducida con permiso de los editores.
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