domingo, febrero 05, 2012

El alma vacía de Estados Unidos. Entrevista con Morris Berman



El alma vacía de Estados Unidos
Entrevista con Morris Berman*

 por Ariel Ruiz Mondragón



Cada vez más se habla más del declive del imperio estadunidense en varios ámbitos, como los de la economía y de las relaciones internacionales. Sin embargo, en términos culturales parece seguir imponiendo su hegemonía a muchos países, incluyendo a naciones que son sus rivales políticos.

Sin embargo, hay ya quienes han estado señalando también una decadencia cultural de Estados Unidos, una degeneración de sus valores que amenaza cada vez más con “infectar” al mundo, como lo son su individualismo exacerbado, la agresiva competitividad, su ignorancia, su soberbia y su nula autocrítica.

Entre quienes mejor han diseccionado y descrito ese estado de la cultura de Estados Unidos se encuentra Morris Berman, autor de dos volúmenes anteriores sobre el tema: El crepúsculo de la cultura americana (2002, nombrado “Notable Book” por el New York Times Book Review) y Edad oscura americana (2008). Ahora publica en libro una recopilación de sus artículos, titulada Cuestión de valores (México, Sexto Piso, 2011), en los que continúa su apreciación crítica sobre el tema.

Platicamos con el autor acerca de temas planteados en su reciente libro: la comparación cultural entre México y Estados Unidos, la difusión de los valores estadunidenses en el mundo, su estilo de modernización, la definición negativa de su identidad, el miedo y el enojo que existe en esa sociedad y las posibilidades de regeneración cultural, entre otros.

Berman (Rochester, Nueva York, 1944) estudió Matemáticas en la Universidad de Cornell e Historia de la ciencia en la Universidad John Hopkins. Ha sido catedrático en varias universidades de Estados Unidos y Europa, como las de Nuevo Mexico, Weber State, Victoria y la Católica de América, en Washington. Ganó en 1990 el Governor´s Writers Award for Washington State, además de ser el primer beneficiario de la Rollo May Center Grant for Humanistic Studies en 1992.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué reunir y publicar esta colección de artículos de su autoría, sobre todo tras libros suyos anteriores como El crepúsculo de la cultura americana y Edad oscura americana?

Morris Berman (MB): Este libro fue un accidente, no tenía en mente publicarlo. La historia es que estoy en México desde hace cinco años, y después de dos años aquí un muchacho, Gustavo Vázquez, editor de la revista Parteaguas, de Aguascalientes, me pidió escribir artículos como “columnista internacional” —entre comillas. Comencé con una colaboración cada tres meses. Un año después, Eduardo Rabasa, mi editor de Sexto Piso, tuvo una revista que se llamó SP Revista de Libros, mensual, y también me pidió colaborar. Así, después de tres años tenía una gran cantidad de artículos, y me pregunté: “¿Por qué no publicarlos como una colección?”. Fue muy difícil redactar esto, pero finalmente Edu y yo lo hicimos. Entonces no esperaba originalmente publicar este libro, pero finalmente existe.

La mitad se titula “Lamento por Estados Unidos”, otra parte se llama “Cuerpo y espíritu”, una más “Progreso verdadero y falso”, y finalmente “Quo Vadis”. Ése es el contenido del libro.

AR: Desde el prefacio del libro usted contrasta los valores norteamericanos (el individualismo exagerado, el destino histórico que se atribuyen, la agresividad y la competitividad) con la cultura mexicana, a la que le encuentra un gran corazón, gentileza y solidaridad. ¿Podría ahondar en esa comparación que hace entre ambas culturas?

MB: Cada día en Estados Unidos es una lucha, es imposible: la presión y la competencia son increíbles. Finalmente no pude tolerar más eso y vine a México; esto fue en parte por el gobierno de George Bush con su guerra horrible y su administración deshonesta. Pero fue finalmente el modo de vida en Estados Unidos; ahora es para mí un placer visitar a mis amigos de allá y tomar un poco de vacaciones, pero para vivir ya no. Me basta con eso, no tengo planes para regresar.

Me puedo relajar en México y tengo muchos amigos aquí; es difícil definir, pero el ambiente es muy diferente, quizá porque es un país católico o porque es una historia de menos competencia. La vida cotidiana para mí es mucho más relajada, y necesito eso para plantearme, para crear, para escribir. Entonces es un placer estar aquí, por lo que no pienso volver a residir a Estados Unidos.


AR: Usted dice que Estados Unidos es un lugar tóxico, especialmente en términos culturales. Según usted ¿cómo ha contaminado Estados Unidos a México y al mundo? Usted cita hasta una anécdota de Deng Xiao Ping que enseñaba que éste estaba abrazando los valores estadunidenses.

MB: Hay un proceso de contaminación. Desde este punto de vista Estados Unidos es un gran éxito, horrible pero un gran éxito. Sin embargo, encuentras sus valores en Bangkok, en Antártica, en África. Por ejemplo, la telenovela número uno en Gaza es la sitcom Friends, muy popular por más de 10 años; los palestinos son enemigos política y culturalmente de Estados Unidos, ¡y esta telenovela americana es la número uno! Es increíble.

Entonces, esta influencia —a la que desde el punto de vista del poder se le dice “poder suave”— es increíble, es mundial; pero es como un cáncer, en mi opinión, porque paso a paso la cultura —en Argentina, África o en cualquier otro lugar— se cambia a esto, que es negativo.

Esos valores son malos; veamos, por ejemplo, la idea de comunidad: es difícil encontrar comunidad en Estados Unidos porque todo es competencia y es difícil tener verdaderos amigos, no hay mucha confianza.

¿Qué tipo de vida es ésa? No puedo lo tolerar, es horrible. Allá el intercambio es: “Okay, tú no tienes comunidad, no tienes amigos ni amor, pero aquí tienes un celular o una laptop, disfrútala”. Eso es buena vida.

Es una broma, pero una broma horrible, negra.


AR: Leo que usted habla de la modernidad, pero que la iguala mucho con el “sueño americano”. ¿La modernidad es el “sueño americano” o hay otros tipos de modernidad a los que podríamos acceder con otros valores?

MB: El proceso de modernización no es exactamente lo mismo que el proceso de americanización, porque históricamente su origen fue en Europa. Pero Estados Unidos es la vanguardia de este proceso ahora. Okay, su laptop fue manufacturada en Tokio, pero en la globalización Estados Unidos es líder.

Pero esto tiene que ver con los valores de una sociedad más tradicional, que son muy importantes. En mi opinión, un ser humano no puede vivir sin ellos, sin comunidad, sin amistad; son la base de una vida. Pero Estados Unidos tiene todo al revés, y entonces tenemos que ver ahora cómo parar o limitar su influencia. No sé por qué la tecnología en general tiene un poder en sí misma. Ése es el problema hacia el futuro.

Tengo una caricatura que es de la revista The New Yorker, de hace dos años, que se titula “Generaciones futuras”; es la imagen de un alien, que está en Nueva York, una ciudad arruinada, y él está sentado sobre una montaña de celulares rotos, de pantallas, etcétera, pero está leyendo simplemente un verdadero libro.

Me gusta mucho esa imagen, porque finalmente todos los estudios sobre el efecto de los libros en pantalla, por ejemplo los e-books, indican y revelan que cuando tú usas eso para leer no es realmente leer, sino que es una actividad muy diferente: es ganar, y es muy superficial. Eso es una pérdida del alma de la persona: sin libros, sin leer, sin plantearse el propósito de la vida y sus preguntas, las cuestiones existenciales, etcétera. Todo ello no es posible con pantallas porque es rápido, es así (truena los dedos).

Entonces, es muy importante resistir a esta tendencia.

Yo enseñé en el Tec de Monterrey en Tlalpan por un año y medio, más en las licenciaturas y no mucho en los posgrados; allí el propósito es copiar, imitar, emular a Estados Unidos. Para mí fue horrible, pero entiendo eso porque la apariencia es de vanguardia, muy hip, muy chic. Pero finalmente será un desastre si los líderes de México copian a Estados Unidos como el único modelo del mundo, y no es el único.

La historia de México es rica, y tiene tradiciones importantes por recuperar, por ejemplo. Pero es difícil discutir eso con los estudiantes porque hay propaganda del gobierno, de las corporaciones, etcétera, de que Estados Unidos es el futuro; pero está en declive, muchacho, ¿qué tipo de futuro persigues?


AR: Y de allí viene el decaimiento de las humanidades en este tipo de centros universitarios, como usted menciona.

También señala en su libro algunas metáforas respecto a Estados Unidos y su política interior: recupera una frase de Arthur Schlesinger, quien decía que había que escoger entre el cinismo y la madurez, y una extraordinaria de Gore Vidal: “Los americanos nunca aprenden nada, y eso es parte de su encanto”. Usted juega mucho con la idea de infancia. ¿Por qué considera a Estados Unidos un país infantil, que no aprende, que le gusta el mesianismo?

MB: Hace tres años yo tenía un título para un libro, que es “Imperio de niños”. Estados Unidos es un imperio de niños; ve lo que hacen para sus ciudadanos: juguetes, todos a satisfacción inmediata. Gore Vidal tiene razón, porque si tú vives sólo en el presente, no puedes aprender, ése es el problema. Además, los americanos no tienen idea de lo que pasa afuera de sus fronteras y de que hay otros modos de vida. Es muy difícil para los americanos entender esto.

Entonces, éso es verdad, especialmente en la política exterior, porque en la mente del ciudadano americano todo es personal: “Osama Bin Laden me insultó”, es la idea. No hay una construcción mental, no hay concepción de que Estados Unidos desempeñó un papel muy destructivo en el Medio Oriente desde 1953, y que el ataque del 11 de septiembre de 2001 fue una respuesta. Pero no: “Bin Laden me insultó. Necesito venganza”. Ahora ya la tenemos, ¿y qué?


AR: Allí hay una cosa interesante: usted, citando a Hegel, dice que los estadunidenses se definen negativamente; también menciona el poema de Cavafis sobre los bárbaros como una buena metáfora. ¿Cuáles son los elementos negativos con los cuales Estados Unidos se define?

MB: Es negativo no en sentido de “malo” o “negro”, sino en el de un vacío al centro. Tenemos que la historia de Estados Unidos es de oposición; ése es el problema: una identidad que viene de oposición, no de afirmación. Primero, al contratarse con los indios; después, en la era de la revolución, con los británicos; posteriormente, en el siglo XIX, con los mexicanos (¿recuerda El Álamo? ¡Qué broma!); en el XX, con los alemanes en la Segunda Guerra Mundial (con lo que estoy de acuerdo); después, con los comunistas, y ahora con los terroristas.

Pero para funcionar con esta identidad negativa siempre se necesita un enemigo, y éste es totalmente negro, malo, horrible. Esto, en mi opinión, es una forma de esclavitud, porque no tienes conciencia de tus acciones y sólo eres como títere, es un asunto automático. Por ejemplo, menos de 10 por ciento de los musulmanes en Estados Unidos son religiosos, y más del 90 por ciento no son religiosos; es lo mismo con los judíos, por ejemplo. Se trata de una asociación cultural, pero en la mente general en Estados Unidos todos los musulmanes son fanáticos, fundamentalistas y yihadistas.

Tengo un artículo de mayo pasado del periodista Chris Hedges, y que presenta documentación de que hay programas oficiales para fomentar el odio contra los musulmanes, destinados al policía y el militar. Mis impuestos pagan eso, no puedo cambiar la situación.

¿Por qué eso? Porque sin un enemigo horrible Estados Unidos no puede funcionar. Eso es para alentar la energía del pueblo; sin eso, sería muy difícil continuar para ese país, porque desde el principio tuvo este tipo de brecha en el alma.

Entonces, finalmente necesita siempre un enemigo para luchar y para derrotar; sin eso no hay un propósito. Por ejemplo, con la caída de la URSS durante 10 años Estados Unidos perdió el camino. Bill Clinton, quien no tuvo un objetivo más grande que el éxito económico, fue como un barco a la deriva, sin rumbo. Pero con el ataque del 11 de septiembre de 2001 de repente Estados Unidos volvió a tener enemigo.

Eso es un gran problema, porque con esa estructura mental nunca se podrá plantear qué es y qué hace en el mundo. Esa es la cuestión para Estados Unidos: es un país sin reflexión, sin interior, todo está proyectado a otros. La situación de Estados Unidos no es la de un alma rota sino la de un alma vacía.

Hay un límite a este comportamiento, y es que estamos en un declive. Todas las instituciones de Estados Unidos tienen una gran cantidad de corrupción, incluso en la Suprema Corte. Entonces hay un sentimiento en el ambiente de que algo malo pasa; por ejemplo, ahora en los cines hay una película sobre un tren que no tiene conductor y está fuera de control. Ésta es una metáfora perfecta de Estados Unidos.


AR: También afirma que la sociedad estadunidense es miedosa…

MB: Mucho, y más que eso, enojada. Porque la gente no sabe qué pasa, y es claro que algo importante no funciona, pero ¿qué es? Entonces hay una reacción de enojo, por ejemplo el Tea Party. Hay tendencias peligrosas ahora, porque el problema nunca es interior, ¡oh, no! Es siempre algo que viene de afuera.

Pero sí, hay miedo, por supuesto, pero ahora hay un nivel de enojo que es casi igual. Yo leí, por ejemplo, hace un mes, que un muchacho en el Metro, en Nueva York, comenzó a fumar un cigarro, y una mujer a lado le dijo: “Por favor, no fumes aquí”, y él la atacó con una pluma en su cara. Este nivel de enojo es ahora; por supuesto, no tiene que ver con fumar o no fumar, sino que este muchacho tiene problemas, ¡pero todos los tienen!


AR: ¿Ve usted que ese enojo pueda desfogarse en términos políticos?

MB: Hay expresiones de este enojo, por ejemplo, en el interés por candidatos que son, de veras, imbéciles: “¡Ah, maravilloso! Este es representante de mi punto de vista”, etcétera. Pero son imbéciles: un ejemplo es una mujer como Sarah Palin, que es una cazadora de osos y que manifiesta su experiencia de la política exterior cuando dice que puede ver a Rusia desde su ventana.


AR: Concluyo con una pregunta: si no mal recuerdo, en su libro El crepúsculo de la cultura americana usted todavía daba algunas posibilidades de recuperación cultural a los estadunidenses a través de su dinamismo. Sin embargo, en este libro no noto algo así. ¿Todavía guarda alguna esperanza al respecto?

MB: Mi esperanza en El crepúsculo fue el capítulo sobre “El nuevo monástico”, un capítulo que no será nunca popular en todo Estados Unidos; pero es posible para las personas, individualmente, retraerse de esta cultura actual, y de plantearse nuevas posibilidades. Pero no es una solución, porque es individual.

Pero tengo todavía la esperanza; yo también tengo un blog y todos los nuevos monásticos me escriben; esto es interesante porque tiene que ver con aquellas posibilidades. Pero, por la trayectoria de la cultura americana en general, no hay futuro si seguimos como hasta ahora. Entonces, hay que investigar alternativas ahora.

*Una versión un poco más breve de esta entrevista apareció en M Semanal, núm. 727, 10 de octubre de 2011. 

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