Entrevista con Judith Torrea
por Ariel Ruiz Mondragón
Desde finales de los años ochenta y principios de los noventa del año pasado, en la fronteriza Ciudad Juárez se integró una de las bandas de narcotraficantes más poderosas del país y del continente: el cártel de Juárez, liderado por Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los cielos. Incluso desde antes del control de ese fronterizo municipio por tal grupo, ese territorio ha sido motivo de fuertes y sangrientas disputas entre grupos criminales por ser un paso privilegiado para el trasiego de narcóticos hacia Estados Unidos. La gravedad de ese conflicto se vio aumentada por la guerra contra el crimen organizado que el gobierno federal declaró a inicios del sexenio.
A lo anterior hay que agregar la gran violencia que se ha ejercido contra las mujeres, la que ha costado la muerte de cientos de ellas, así un entorno social dominado por la pobreza, la explotación laboral, la marginación y la falta de oportunidades, lo que ha abonado en favor de la delincuencia y la inseguridad, y que ha derivado en el asesinato de miles de personas durante el presente sexenio, sin que haya aún en el horizonte algún signo que permita albergar esperanzas de un futuro distinto.
Sobre los temas arriba mencionados conversamos con la periodista Judith Torrea, quien acaba de publicar el libro Juárez en la sombra. Crónicas de una ciudad que se resiste a morir (México, Aguilar, 2011). Torrea ha colaborado en diversos medios, como Univision Online, Al Día-The Dallas Morning News, Letras Libres, Emeequis, El País, Le Monde Diplomatique y las agencias DPA y EFE. Mantiene el blog que lleva el nombre del libro (http://juarezenlasombra.blogspot.com) y que es una bitácora de la violenta vida cotidiana juarense, por el que ha ganado dos premios: el Ortega y Gasset de Periodismo Digital 2010, y el BOB-Reporteros sin fronteras 2011.
Judith Torrea (JT): Es mi siguiente grito de auxilio, mi vómito de justicia por Juárez, que es la ciudad que me enseñó a vivir. Si ves la dedicatoria, lo hago por mi querida Juaritos, que es como la llamamos las personas que la amamos.
Está escrito en este momento porque yo creo que si los periodistas no contamos las historias que se deben de contar, nos convertimos en partícipes de genocidios, de masacres, como la mayor masacre de la historia contemporánea en Latinoamérica que es la que se está produciendo ahora mismo en Ciudad Juárez, en un país que supuestamente es democrático, pero por lo que pasa en esa ciudad no están allí el Estado de Derecho ni la democracia.
Cuando eres periodista, y encima la ciudad que tú amas está desapareciendo mientras el discurso oficial de las autoridades no expresa la realidad que vemos los que vivimos en Juaritos, no te queda otra más que seguir reporteando lo que allí sucede.
AR: Dejaste Nueva York y los reportajes en medios impresos para venir a Ciudad Juárez y a escribir un blog que ha sido premiado.
JT: El libro es una recopilación de crónicas que aparecieron en mi blog, el que nació cuando nadie me compraba historias y cuando dejé la vida de Nueva York. Como no había nadie que comprara mis textos, pues bueno, aunque sea los puse en un blog. Pero ésto no fue mi idea sino de Ana Cristina Enríquez, una gran periodista chihuahuense, quien vive en Nueva York y está formada en Columbia y en Harvard. Dos días antes de volverme a Juaritos, yo le dije: “Imagínate, voy a dejar mi vida, no sé de qué voy a vivir; tengo buenos ahorros, pero no he conseguido ninguna colaboración”. Y ella me dijo: “Mira, pues si los editores de El Mundo no quieren tus historias, pues da igual: las puedes poner en un blog”.
Yo no confiaba en eso, aunque siempre me habían hablado de los blogs; pero ella ese día me cocinó un chile con mole y que creo fue algo mágico, que llevaba las energías de los ancestrales aztecas ese platillo, y fue tan mágico que me convenció. En unos minutos abrimos el blog, la cuenta de Facebook, y entré en otro mundo del periodismo en el que nunca me había imaginado.
Empecé a escribir ese blog por esa necesidad que siente el periodista de contar; cuando tu pasión es el periodismo, tienes que contar todo tipo de historias y buscar plataformas. Yo decía: “Bueno, pues las relato en un blog; ya vendrá algo del universo para darme de comer”. Y la verdad es que a veces lo pasas mal. Pero no empecé con ningún tipo de pretensión.
Este libro recopila algunas de las crónicas del blog, y hay otra parte que es inédita, que me parece que es interesante, y es a través de un personaje. También, como puedes ver, en el libro todas las personas están con nombre y apellidos, porque esto es lo que no se suele contar en la nota diaria; es lo que queda atrás, es una guerra de cosas pequeñas.
AR: Algunas son historias muy dolorosas.
JT: Sí. Por ejemplo, ¿cómo vas a vivir como papá o como mamá tu cumpleaños cuando te han matado a tus dos hijos, cómo va a ser esa celebración? ¿O cómo va a ser el cumpleaños de tu hija que está desaparecida desde hace 14 años? Son cosas en las que no nos fijamos.
Cuando el presidente Felipe Calderón y las autoridades estatales y locales de Ciudad Juárez hablan tan fácil de que el problema es de percepción, no de realidad, yo les diría: hace unos días mataron a cinco personas, entre las que estaba una niña de seis años, Kimberly Montiel, pero aún así dicen que han bajado los crímenes. Entonces el problema no es de percepción, sino de realidad pura, y la quieren maquillar. Ahora mismo el Consejo Coordinador Empresarial de Ciudad Juárez dice que va a certificar a los periodistas, porque, claro, ahora no hay inversiones en Ciudad Juárez porque estamos contando lo que está ocurriendo.
Si te das cuenta, este tipo de maquillaje, de situación, se producía en los tiempos de Hitler, del franquismo, en tiempos de dictaduras.
AR: Con una carrera periodística en Europa y Estados Unidos, ¿por qué venir a Juárez y relatar sus historias cotidianas de violencia?
JT: Ves que por mi acento soy de origen español: soy vasca, del norte de Navarra. Pero la primera vez que me sentí de un lugar, fue hace casi 15 años, cuando crucé la frontera de Estados Unidos con México, y la primera ciudad que pisé fue Ciudad Juárez, la que me fascinó y de la que me enamoré. Entonces, cuando a la ciudad que te enseñó a vivir y te enseña tantas cosas la están matando, pues no tienes otra cosa que estar en ella.
Todo lo hago con una perspectiva. Como has visto en mi carrera, soy una periodista que ha cubierto la política europea y la estadunidense, así como el mundo del espectáculo, lo que te da otra perspectiva, y observas lo que ocurre de otra manera.
Además, para mí de repente fue tan fuerte el dolor que yo sentía cuando volvía de Ciudad Juárez a Nueva York, que yo decía: “Yo no estoy casada, no tengo pareja, no tengo hijos, no tengo que estar ganando dinero porque le tengo que dar de comer a alguien, y estoy más libre que otras personas. Bueno, hay que hacer realmente lo que uno debe de hacer en un determinado momento de la vida”. Yo en ese momento me sentía muy libre.
Yo valoro mucho a mis compañeros que hacen diferentes tipos de periodismo, y que a veces quisieran hacer otro tipo de periodismo, pero no lo hacen porque no pueden arriesgar a sus familias, porque además no pueden ser free lance porque necesitan un sueldo fijo.
La cosa es que yo me di cuenta de que mi pasión es el periodismo, y que en ese momento necesitaba contar las historias de Juárez. Entonces fue cuando me regresé de free lance, y pensaba que iba a ser más fácil, pero no lo fue; pero yo siempre pienso en lo que me han enseñado los juarenses: en que en la adversidad hay que convertirla en fortaleza. Y que luego, si tú haces las cosas con pasión, con amor y con respeto al otro, pues las cosas van a venir de manera positiva.
Yo creo que hay que devolver la voz a las personas a las que se les ha arrebatado. Estas historias están escritas y puestas en el libro como si fuesen piezas de un rompecabezas, y al leerlas vas a tener una visión quizá más amplia de lo que es el narcotráfico, y vas a entender que éste ofrece a los pobres el trabajo que las autoridades no han sabido o no han querido crear. Además, que los verdaderos narcotraficantes son los políticos y empresarios corruptos, así como los banqueros que con el lavado de dinero se han convertido convierten en millonarios. También, que los que mueren en un determinado momento político tanto en Colombia como en México, son los pobres de esa cadena, porque en Ciudad Juárez los que mueren no tienen ni para pagar un funeral, que cuesta de dos mil a tres mil pesos.
Entonces, todo ese glamour que vemos en las telenovelas no existe; existen los narcopolíticos, los narcoempresarios, los banqueros, y que no nos cuenten otra historia que no es.
AR: ¿Qué es lo que ha contribuido a crear un entorno violento en Juárez?
JT: Ciudad Juárez es el paradigma de la globalización y de la explotación laboral. Llegaron las empresas de capital extranjero en los años sesenta, maquiladoras que vinieron con todo tipo de incentivos, con salarios de esclavitud: lo que se les paga a los obreros en Ciudad Juárez son 500 pesos a la semana o a la quincena, con lo que no se puede vivir en la ciudad porque que es carísima. Juárez es una ciudad que es más cara que el Distrito Federal; todo, como la electricidad o el agua, es más caro que en El Paso, Texas. Además, 60 por ciento de las calles están sin pavimentar y siguen siendo de la arena del desierto, como hace 15 años, cuando yo llegué por primera vez a Ciudad Juárez.
Los empresarios no pensaron jamás en que los trabajadores de las maquiladoras eran como ellos o como sus hijos, y no sólo no les dieron un salario digno para que pudiesen tener unas casas normales, en buenas condiciones, sino tampoco crearon escuelas. En Ciudad Juárez no hay secundarias; entonces, los niños están en las calles porque no hay ni parques ni nada qué hacer, y entonces encuentran en el narcotráfico una forma de vida. Quizá hubieran encontrado otra forma de vida en otras condiciones.
Yo respeto mucho más a los narcotraficantes pobres, que quizá ahora mismo muchos de ellos son sicarios, son adictos y nos están matando, pero no han tenido otra oportunidad, que a los narcotraficantes ricos.
Hay que agregar que lo que actualmente ocurre no es una guerra contra el narco, sino por el control de uno de los mayores negocios del mundo, que es el narcotráfico.
AR: Prácticamente todos los textos del libro están rematados con un desenlace triste, indignante y violento. ¿Te resultó difícil escribirlos?
JT: Las historias están escritas de una manera en que normalmente no suelo escribir, ya que son muy diferentes a reportajes: están escritas a ritmo de balas y metralletas, que es lo que se siente en Ciudad Juárez. Pero lo peor de todo es que nos estamos acostumbrando a vivir entre cadáveres, a que vas a la tienda de abarrotes y te encuentras a un muerto; a que si tienes hijos, éstos van a la escuela y se encuentran con una balacera. Podemos mencionar lo que pasó con Martha Rivera, la maestra de Monterrey que logró proteger y tranquilizar a sus pequeños alumnos durante una balacera, a la que las autoridades han convertido en una heroína. Pero lo triste de esto es que pasa todos los días. A mí una señora del hospital de una colonia de Juárez me contó que hace tres años iban a entrar a ese lugar varios sicarios a rematar a los heridos que estaban en la sala de cirugía, y pues ella puso a tocar a una de las doctoras con una flauta música clásica, y cuando llegaron los sicarios no sabían qué hacer porque se quedaron “norteados”.
Pero además, también es triste que encima las autoridades crean una heroína de algo que es una vergüenza para ellas, porque lo que tienen que hacer es garantizar la seguridad, que la gente pueda ir a la escuela sin peligro de ser asesinada. Pero se vanaglorian de una profesora, la que hizo bien su trabajo, y qué señora, mis aplausos: logró que sus niños, en vez de gritar, cantaran y sonrieran. Pero es una vergüenza que una profesora y unos niños tengan que sufrir eso, lo que, por desgracia, está yendo por todo el país.
Si la situación que se está viviendo en Ciudad Juárez se viviera en países en donde se considera que no hay una democracia o aunque haya una democracia como en Venezuela o como en Bolivia, se diría: “¡Qué horror lo que está pasando!”. Pero como pasa en un país que supuestamente es democrático, en el que, además, el presidente Calderón tiene todo el apoyo de la Unión Europea y de Estados Unidos, entonces parece que todo está bien.
Lo que está muy claro desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico, y llegaron los militares y las fuerzas de la inseguridad —porque ya no dan seguridad—, como la Policía Federal, es: ¿cómo puede ser que vivimos con retenes constantes, pero al lado de donde están los policías federales y los soldados se cometen asesinatos, y los reporteros llegamos antes que ellos?
Entonces, hay que resolver muchísimas cuestiones, y yo lo que intento en este libro es, con crónicas de la vida diaria, pues realmente hacer pensar sobre cuál es nuestra responsabilidad. Lo que intento es que la gente reflexione en todos los aspectos; por ejemplo, que te preguntes cuántos muertos se necesitan de Ciudad Juárez para que tú consumas un gramo de cocaína en Nueva York, en Madrid en el Distrito Federal o en donde sea. Si no te importa tu vida, cuando menos que te importe la vida de los demás. ¿Cuántos muertos se necesitan para esto?
AR: Las crónicas del libro son, además de violentas, de impunidad, la que también parece cada vez más grave.
JT: Creo que el libro lleva a muchísimas reflexiones, y sobre todo quita muchísimos tabúes de lo que nos quieren hacer creer el presidente Calderón, las autoridades estatales y municipales y empresarios corruptos de lo que está pasando realmente en Ciudad Juárez. Además, a mí lo que me asusta es que si no se hace nada, Ciudad Juárez se va a extender por todo México. Por desgracia no va a haber un cambio real en México hasta que se viva Ciudad Juárez en la Ciudad de México, porque aquí les parece que es normal caminar por las calles, ir a un restaurante, encontrarlo abierto y además no ser asesinado. En Juárez a veces ni encuentras tu restaurante porque está cerrado, porque por las extorsiones lo han cerrado o han matado al dueño. Ya no hay ni espacios para disfrutar de la vida normal.
Antes de la guerra contra el narco, sí que existían los problemas; pero lo que hizo esa guerra fue agudizar unos problemas, y lo ves con las cifras: en 2007, antes de la llamada guerra contra el narcotráfico, hubo 307 asesinatos en Ciudad Juárez, y ya eran muchos; entonces el presidente Calderón mandó a las fuerzas de la inseguridad para parar esa violencia, y cómo puede ser que en un año los asesinatos hayan subido suban hasta mil 617, y en 2009 hayan llegado a más de dos mil 700; terminamos el 2010 con tres mil 311, y en este año, hasta mayo ya casi vamos en mil, y cuando terminemos esta conversación pues habrá uno más.
Pese que nos digan que todo va bien, y que porque ahora hay menos muertos porque está ganando el cártel de Sinaloa va todo fenomenal, habrá que preguntarnos, cuando esta banda tenga ya el poder de Ciudad Juárez, ¿por qué fueron asesinadas nueve mil personas en Ciudad Juárez?, ¿para darle la plaza a un cártel? Entonces habrá que preguntarse por qué se hizo realmente esta guerra.
Habrá que ver también cuáles son las consecuencias, y quién tiene que pagar ante la justicia; pero como sigamos con el 97 por ciento de impunidad de los casos, tendremos que cuestionarnos: ¿en qué país estamos? Este país es donde más periodistas han sido asesinados en Latinoamérica, y el segundo o tercero más peligroso del mundo, según estadísticas. No existe una democracia.
AR: Sobre tu tarea periodística quiero saber qué peligros has enfrentado al realizarla. En el libro hay menciones de soldados que se te acercan a pedirte tus datos, y también de personas que está muy dolidas por ver a sus seres queridos asesinados y que te reclaman que los fotografíes. ¿Has recibido amenazas, por ejemplo?
JT: Antes que todo te voy a decir que el único miedo que siento en mi vida es a no hacer lo que siento que debo de hacer en un determinado momento de mi vida; si no, no estaría en Ciudad Juárez. Como te puedes imaginar, tengo mis papeles europeos y puedo vivir en Europa, pero gracias a la vida vivo en Ciudad Juárez y estoy intentando comprar una casa, ahora que están más baratas...
AR: Por la gente que se ha ido.
JT: Por desgracia. Pero las mayores presiones que yo he recibido han sido por las autoridades, no por los cárteles de la droga. Aparte de esa persecución que uno siente porque te toman los datos y te toman fotografías, están los espías de la Secretaría de Gobernación. Estamos en un país democrático. Yo cuando leo a Yoani Sánchez, la gran bloguera cubana, y veo que le toman fotos y la siguen, digo: “Oye, pero esto es lo que nos pasa en Juárez a algunos, o a mí por lo menos como periodista, pero también a los activistas que van a las manifestaciones, y allí están los de Gobernación tomándoles fotografías no sé para qué, como en regímenes muy raros”.
En este tipo de presión a veces he recibido advertencias, pero nada del otro mundo. El peligro que corres es el mismo que corre todo el mundo en Juárez, donde el peligro es estar vivo. Los únicos que están a salvo son los muertos.
AR: También retratas una ciudad que se va quedando desolada.
JT: La vida antes estaba en los parques, en los restaurantes, en actividades culturales que tenían los juarenses en diferentes lugares. Pero ahora, cuando ves los cementerios en sábado o domingo, veo tristemente que están llenos, hasta parecen parques: ves a niños entre las tumbas, las familias hacen allí comidas, y van de un lado al otro porque allí tienen al hermano, al tío, al maestro y al vecino, todos asesinados. ¿Qué es esto?
Esa realidad antes existía en la ciudad, y ahora tiene que existir en el cementerio. Es como la metáfora de la vida que ahora mismo se ha convertido en muerte en Ciudad Juárez.
Hace poco estuve un mes en España, promocionando mi libro y viendo a mi familia, y fue muy triste regresar, porque cuando sales un poco y vuelves te das cuenta de varias cosas. De repente lo que más me llamó la atención es que en la ciudad, si antes había letreros de casas en venta y renta, ahora está empapelada, llena de ellos; es raro ver una calle donde no haya una casa en venta o en renta, o un montón de calles y casas abandonadas. No puede ser. Y mientras tanto te están diciendo que todo está muy bien, que el problema, como siempre, somos los periodistas que informamos lo que podemos de lo que está pasando, cuando el problema no lo somos los periodistas, sino las autoridades que no hacen su chamba, o que la hacen para favorecer sus intereses económicos y políticos que tienen.
Lo que a mí me llama la atención de la sociedad mexicana o de la juarense es que la mayoría de los mexicanos son tan buena onda, son tan buenas personas, son tan increíbles, y cómo aguantan a esta red de políticos y empresarios corruptos. ¿Cómo puede ser que tengan tanto aguante? Pues quizá porque aquí la Conquista fue muy fuerte y aguantan todo. A mí eso es lo que me llama la atención y a veces me cabrea. ¿Como pueden aguantar tanto? Es un país inmensamente rico, y la mayor riqueza son los mexicanos.
AR: En unos días llegará la marcha por la dignidad y la paz, encabezada por Javier Sicilia, a Ciudad Juárez. ¿Qué significado le das a esta marcha y cómo crees que la reciba la sociedad juarense?
JT: A mí me gustaría que todo Juaritos saliera a las calles y que la recibiera, pero me da la impresión de que no lo hará, porque ya se vio en la marcha en Cuernavaca, en donde muy pocas personas salieron. Por eso te digo que me fastidia, me cabrea el aguante tan fuerte de la gente.
A mí lo que me parece es que hay tantos Javier Sicilia en Ciudad Juárez o en México, que valoro sobremanera la valentía de este señor de unirse con diferentes grupos para llevar un mensaje, que es el que también llevó Luz María Dávila cuando le dijo al presidente Calderón que no era bienvenido en Juárez.
Me gustaría ver eso, pero no lo vamos a ver. Creo que es muy simbólico... me recuerda mucho la Revolución, cuando Ciudad Juárez fue tan importante por los acuerdos de paz, su relación con El Paso, todo es muy simbólico.
Yo solamente tengo muchos ojalás: ojalá esto sirviese para unir a México fuera de partidos políticos que no han hecho nada y que han llevado a este país a donde está; ojalá llegase a haber un verdadero Estado de Derecho en México; ojalá acabase la llamada guerra contra el narcotráfico, pero nunca la va a acabar el presidente Calderón porque sería admitir que su mayor legado fue acabar con la gente de este país; además, ha subido el consumo de drogas y han aumentado los índices de pobreza.
Yo soy una mujer optimista, pero me da la impresión de que lo que me gustaría para Juárez no lo vamos a ver. Pero es un gran paso para que Juárez no se sienta tan olvidada por el resto del país, y el apoyo de Javier Sicilia y el hecho de que vengan muchos estudiantes y muchas personas que van a llegar a Juaritos pues es muy importante.
La gente de Juárez es muy luchona, es una ciudad de migrantes, de trabajadores que vinieron del sur. Lo primero lo puedes ver en su sobrevivencia en Ciudad Juárez, en ese clima tan horrible del desierto, de inviernos helados, de veranos muy calientes, pero siempre con ese atardecer de la esperanza o ese amanecer de todos los días con tantos colores, pero que poco a poco se van tiñendo de rojo durante el día. Yo sí confío en la gente de Juárez y en la gente de México, pero todavía veo difícil el futuro.
Creo que el renacer de México está en Ciudad Juárez.
*Entrevista publicada en M Semanal, núm. 709, 5 de junio de 2011.
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