Obsesión por la ciencia
Entrevista con Pere Estupinyá*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
Una de las tareas de los medios de comunicación
en el mundo actual debería ser el combate a las supercherías y a las
charlatanerías que tienen poco o ningún sustento en la realidad, y que buscan
explotar (económicamente, muchas veces) la ignorancia de los ciudadanos sobre
diversos temas que pueden ir desde la medicina hasta el funcionamiento de la
sociedad. De esa forma se han abierto paso doctrinas seudocientíficas y
religiosas que han hecho del prejuicio su principal arma.
Para lograr dar con eficiencia esa batalla se
requiere de un periodismo de la ciencia que sea crítico e interesante, que sea también
muy analítico, riguroso y exigente con la propia ciencia. Pese a notables y
crecientes esfuerzos en esta materia, todavía existe en Hispanoamérica un
importante rezago respecto al trabajo del periodismo y la divulgación de la
ciencia.
Uno de los más notables periodistas de la
ciencia lo es Pere Estupinyá, quien recientemente publicó su libro El ladrón de cerebros. Compartiendo el
conocimiento científico de las mentes más brillantes (Madrid, Debate, 2010),
en el que relata su trabajo como becario de periodismo científico del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y de la
Universidad de Harvard. En el volumen mencionado aborda de manera entretenida
los principales desarrollos de la ciencia en temas que van desde la
neurociencia y la microbiología hasta el estudio del Universo.
Sobre algunos de los asunto planteados en el
libro charlamos con el autor, quien es bioquímico y periodista de la ciencia;
ha colaborado en publicaciones como El
País, Público, El Mundo, La Vanguardia y Muy
Interesante, entre otras. También ha sido profesor en la Universidad Ramon
Llull, y en 2007 se ganó la beca Knight de periodismo científico. Actualmente
trabaja en los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y es consultor
en la Organización de Estados Americanos y en el Banco Interamericano de
Desarrollo.
Ariel
Ruiz (AR): ¿Por qué publicar un libro como el tuyo, sobre todo tomando en
cuenta la rapidez del avance científico y del desarrollo tecnológico?
Pere
Estupinyá (PE): La motivación
en este trabajo es, de alguna forma, más personal. Yo siempre digo que estoy en
el campo de la divulgación científica no de manera altruista, no porque quiera
educar a alguien, ni porque quiera crear vocaciones (lo cual está muy bien
hacer), sino que es algo que me sale de dentro, al igual que a un fanático de
las artes, de los toros, del futbol o del cine. Estoy obsesionado con la
ciencia porque me gusta, y además digo que escribo sobre ella como excusa para
poder aprenderla.
Entonces, el por qué un libro sale de una
manera natural se debe al momento en que escribes blogs, artículos y colaboras
en un programa de televisión, por ejemplo. De alguna forma tienes todo ese
conocimiento, y quieres pausarlo, escribirlo y publicarlo con tu propia voz.
Un libro es algo muy personal; la motivación de
escribir un libro es, en concreto, algo muy personal y muy creativo.
El hecho de escribir sobre avances científicos
que son caducos es delicado. Yo escribo, por ejemplo, sobre la búsqueda de exoplanetas;
el capítulo sobre este tema ya está un poco desfasado. Pero como yo sabía que
se iba a desfasar, lo que explico sobre exoplanetas (que es muy interesante) es
cómo son detectados, no qué es lo que se ha encontrado; si explico esto último,
en dos años estará caducado.
En temas de genética pasa lo mismo, ya que está
avanzando muchísimo. Pero de alguna forma yo siento un poco la base, y como
también he estado en contacto con algunos científicos de primer nivel al
respecto, pues les pregunto hacia dónde va la ciencia. Entonces, en este
sentido creo que está bastante bien logrado.
AR:
En el libro relatas tu experiencia como becario en el Massachussets Institute
of Technology (MIT). ¿Antes qué hacías en el campo de la divulgación
científica? ¿Cómo te cambió tu experiencia en el MIT?
PE: De formación soy bioquímico, y de allí nace mi
interés amplio por muchos temas. Estuve cuatro años trabajando en el programa
de Redes, de Televisión Española,
dirigido por Eduard Puncet, que es el programa semanal estrella de divulgación
científica de España. Allí estuve primero como guionista y luego durante dos
años como editor.
También escribí en algunos medios, como en la
revista Historia y vida, en La Vanguardia, en Magazine, y además he hecho programas de radio. Tenía un perfil muy
amplio en lo que es comunicación de la ciencia y daba charlas, y por eso me
dieron la oportunidad de conseguir la beca en el MIT.
Respecto al cambio, me hizo más periodístico. Hay
una parte en el libro, sobre la que no me soléis preguntar nunca, que es la
parte crítica con la ciencia…
AR:
Más adelante vamos sobre ello.
PE: Perfecto. Cuando hacemos divulgación tendemos
a hablar muy bien de la ciencia; entonces, en el MIT me explicaron que la
ciencia sí es muy apasionante, pero que también es una actividad humana que
tiene sus problemas y sus engaños, y como periodista tienes que no creerte todo
lo que te dicen los científicos.
Entonces, yo creo que me dio esta visión más
periodística de los mundos de la comunicación científica.
AR: En
esta labor de Prometeo posmoderno de hacer el saqueo del fuego de la sabiduría
de los científicos del MIT, ¿cuáles son los principales problemas que has
enfrentado para hacer estos textos, cuyo origen pueden ser trabajos de gran
densidad teórica y una gran especialización y que has tenido que traducir para
el gran público?
PE: Yo creo que el principal problema es pensar
que no va a interesar a la gente. Por ejemplo, la química a mí me gusta en
algunos aspectos, pero sé que no le interesa a la gente; entonces, cuando tú
tienes una historia que te interesa, pero crees que no va a interesar al otro, te
pone en el dilema más grande. Además, hay temas que son apasionantes pero
complicados, y tienes que hacer el esfuerzo de entenderlos bien para
divulgarlos; como decía Einstein, no entiendes algo si no puedes explicárselo a
tu abuela.
Pero yo creo que el principal dilema es el que
señalo, y lo que tienes es que al final eres muy duro y decides que no lo
pones, a no ser que lo consideres muy importante; por ejemplo, el cambio
climático: yo no sé si a la gente le interese o no, pero sé que es relevante y
por eso lo pongo.
LA
CIENCIA ES LO MÁS FIABLE
AR:
Para pasar a la parte crítica, ¿qué tanto debemos creerle hoy a los científicos
y cómo protegernos de lo que difunden? En el libro haces referencia a
investigaciones mal hechas, con métodos poco rigurosos que establecen la causa-consecuencia
de manera muy simple; incluso hay críticas a las revistas Science y Nature, las que
dan preferencia a textos muy espectaculares.
PE: Creo que éste es justamente el rol del
periodista de ciencia que el divulgador no cumple: éste explica y se apasiona,
y el periodista es el que tiene que cuestionar (por ejemplo, en Estados Unidos está
muy avanzado el periodismo científico crítico). Te voy a poner un ejemplo
concreto: cuando los científicos quieren ir a Marte “porque es el futuro de la
humanidad” y no se qué, todos los divulgadores dicen: “Sí, tenemos que ir a
Marte”. Pero hay que preguntar: “¿Por qué? ¿Por qué de aquí viene tu trabajo? ¿Cuánto
cuesta?”. Los científicos también tienen que publicitar sus investigaciones, pero
yo quiero escuchar también a los sociólogos de la ciencia, que son críticos y
dicen: “Realmente ¿por qué queremos ir a Marte?”.
Esto es un ejemplo claro de que he cambiado mi
forma de pensar: yo antes era muy proviaje espacial, y ahora lo soy menos.
Pero, comparada con otras profesiones, la ciencia
es lo más fiable que existe; de un político no te puedes fiar de nada (risas).
Lo que pasa es que los comunicadores debemos tener
la capacidad de identificar al científico que está diciendo tonterías o que está
intentando ser espectacular. Stephen Hawking, por ejemplo, el último libro que
ha sacado vende mucho porque a la gente le gusta, pero no se sostiene
científicamente. Entonces, tenemos que ser críticos con esto.
También ocurre que vas a una universidad y el
científico te dice: “Estoy haciendo un biocombustible y necesito más recursos”,
y hay que decirle: “Esto que estás haciendo, lo siento, no es interesante o no
va a ser útil”.
Entonces, yo creo que es importante que la
función de crítica exista en la ciencia.
AR:
Hablando también sobre investigación y cómo se hace, en el libro hay una parte
interesante sobre el cerebro. En un artículo dices que el cerebro es arrogante
y mentiroso, que odia la incertidumbre, que quiere vernos felices y por ello no
nos retrata bien la realidad. ¿Cómo es posible hacer ciencia con este tipo de
cerebro?
PE: Bueno, está es la gracia de la ciencia y la
experimentación, a diferencia de otras formas de conocimiento: aquellas te
permiten intentar aislarte de las conclusiones. Puedes creer algo, tener una
hipótesis y tu cerebro te puede estar engañando; pero cuando pones tu hipótesis
a prueba experimentalmente, al final la naturaleza te dice “esto es así”, y
dices: “Yo pensaba que hubiera sido de esta otra manera”.
De alguna manera, la gran ventaja de la ciencia,
desde un punto de vista filosófico, es que te aparta mucho, aunque no
completamente, de la subjetividad; permite la supuesta objetividad de hacer un
experimento.
Entonces, esa es la grandeza de la ciencia: que
no depende de lo que nosotros creamos sino de lo que digan los experimentos.
AR:
Haces una crítica importante a aquellos investigadores que establecen de forma
muy simple relaciones de causa-efecto entre diversos hechos, lo que, en el
mejor de los casos, podría pasar como hipótesis. Pero también existen los que
llamas “estudios analíticos”. ¿Cuáles son las diferencias entre estos dos tipos
de investigación?
PE: Hay muchos niveles de estudios para ver si una
causa y un efecto están relacionados o no. La primera fase es más aristotélica,
de alguna forma: es más de observar la naturaleza y de tener una visión
naturalista del mundo, y de decir: “He observado que la gente que toma vino
vive más tiempo” o “los que fuman tienen cáncer” (por decir un par de ejemplos.
“Esto yo no lo he puesto a prueba, pero observando creo que es así”. Esto, sin
recurrir a cosas sobrenaturales, es una aproximación científica; pero lo que
debemos entender es que es una hipótesis, no una certeza. Pero luego los
estudios analíticos posteriores son los que dicen: “Ahora pongo a prueba esta
hipótesis, no la doy sólo como válida”.
A veces hay una cuestión de recursos económicos,
por la que no puedes hacer este tipo de estudios y te quedas sólo con la visión
naturalista del mundo, que está muy bien; pero cuando puedes hacer estudios rigurosos
para poner a prueba la asociación, si resulta cierta se va a ver en los datos experimentales.
Esa es la gran diferencia entre lo que es una filosofía naturalista y lo que es
ciencia.
MAXIMIZAR
EL BENEFICIO PARA LA POBLACIÓN
AR: La
investigación científica tiene influencias y problemas de carácter externo.
¿Cómo influyen en la investigación científica cuestiones como la ideología
(como el nacionalismo) y los prejuicios (por ejemplo, el machismo)?
PE: Al nivel científico, individual, de quien está
en el laboratorio, quizás poco; lo anterior, en el sentido de que el científico
continúa, en general, siendo bastante puro. Lo que pasa es que alguien le da
dinero para investigar unas cosas u otras; por ejemplo, el investigador quiere
investigar las células madre en Estados Unidos, pero cuando estaba George W. Bush
como presidente, se le decía: “No, tú no puedes trabajar con células madre
embrionarias”. ¿Por qué? Hay toda una ideología detrás. Entonces, yo creo que eso
está a un nivel más bien de decisiones políticas.
Es verdad que históricamente (por ejemplo,
cuando se estudió la evolución) ha habido una derecha que ha fomentado la idea
más darwinista de que “no todos somos iguales”, de que hay unos que sobresalen y
otros no, y de que la selección natural tiene que dejar sólo a los líderes y a
los ganadores. También hubo eugenesia, por la cual se llegó a esterilizar
personas con la excusa de mejorar la raza.
Entonces, en el pasado ha habido y continúa
habiendo muchas fuerzas sociales que afectan a la investigación científica,
hacia dónde va y cómo se interpretan sus resultados.
Yo creo que estas fuerzas son de muchísimos
orígenes, y por eso es bueno que haya sociólogos de la ciencia que las analicen
no desde una perspectiva de laboratorio sino desde más bien social. Es verdad
que el científico, cuando le preguntas, dice: “No, porque yo investigo soy
objetivo”; “Vale, pero estás influenciado por un montón de fuerzas; incluso
tienes que publicar, porque si no publicas no te dan más dinero”. Y ocurre que,
a veces, dicen: “¡Ay!, estos resultados no me encajan del todo, pues modifico
un poquito”.
AR:
Hay una cosa muy interesante, muy contrastante, cuando hablas del premio Nobel
que se les dio a algunos investigadores por un trabajo sobre algas, pero que el
iniciador de esa investigación para entonces era taxista debido a la falta de
oportunidades. También pones el ejemplo de las grandes patentes farmacéuticas.
¿Qué tanto influyen en la labor científica las fuerzas del mercado? Por una
parte, el problema de las patentes farmacéuticas tiende a multiplicar las
desigualdades; pero, por otra parte, no hay dinero para muchos tipos investigación.
PE: Es delicado, porque se necesita de la
iniciativa privada para avanzar. Uno de los ejemplos más claros es la carrera
por el genoma humano: estaban los Institutos Nacionales de Salud de Estados
Unidos haciendo investigación con fondos públicos, pero apareció Craig Venter y
dijo: “Yo lo voy a hacer con mi empresa privada, y esto va a ser propiedad intelectual
mía. Y como yo soy más eficiente como empresa privada que lo que tiene la parte
pública, que es lenta, lo voy a conseguir antes”.
Eso fue muy significativo, porque hubiera sido
muy delicado que la secuencia del genoma humano fuera algo patentado. Pero al
final hubo un acuerdo con Venter y Francis Collins para que todo fuera totalmente
público. Fue una buena decisión en su momento; pero, por ejemplo, ahora te
dicen que la identificación de genes asociados a enfermedades la parte privada
la está haciendo más rápido. Está avanzando tanto la ciencia que desde la parte
pública lo puedes hacer también, y es mejor que esto sea de alcance público.
Aquí hay un asunto muy delicado porque mira los
temas de fármacos para enfermedades olvidadas, cuando viene una empresa privada
y dice: “A mí no me interesa el chagas porque no me van a dar dinero. Me
interesan más los catarros”.
Entonces, es un asunto que se debe balancear
mucho porque, por otra parte, es imprescindible que haya la parte privada. Pero
hay que ver cómo ajustarlo para maximizar el beneficio para la población.
AR:
Otro tema es el de los principales desafíos que hoy se presentan desde la
sociedad civil hacia la ciencia. En el libro están mencionados los casos de los
protectores de animales, de los negacionistas del cambio climático, de los
seguidores del creacionismo en Estados Unidos e incluso está esta suerte de
religión que se hace llamar Cienciología.
PE: En estos momentos el más fuerte es el
negacionismo del cambio climático. Esto es muy perjudicial porque lo que está
haciendo es paralizar la toma de decisiones. Hay gente que dice: “No estamos
del todo seguros al respecto”. Y dices: “No estamos del todo seguros, pero hay
muchas posibilidades de que sea así. Nadie va a estar al 100 por ciento seguro”.
Si un médico te dice: “Veo unas células cancerígenas aquí; no es seguro que se
vayan a hacer tumorales del todo, ¿pero quieres que te dé algo?”. ¡Pues sí,
dámelo! Si te pones un preservativo no es porque seguro vas a dejar embarazada a
una chica, sino más bien por si acaso.
Existe un negacionismo sofisticado, pero hay
otro en el que hay intereses de la industria, que dice: “Nosotros queremos
continuar quemando petróleo y carbón; negamos el cambio climático”. Esto es muy
peligroso.
Lo del creacionismo en Estados Unidos es una
lacra, es tan infumable y tan idiota. De alguna forma, lo que ocurre es que hay
gente que se siente amenazada por el conocimiento científico porque ya tienen
unas creencias y la ciencia pone en duda esas creencias. En este sentido
ejercen su fuerza.
Respecto a los defensores de los derechos de
los animales, no creo que sea tan malo y no son el problema principal. También
hay más grupos ambientalistas clásicos que defienden un statu quo que no es realista, como el de decir: “No, todo natural;
nada de transgénicos”. Que no sean tan drásticos, la ideología es mala; que la
dejen de lado y sean un poco más pragmáticos.
Hay aspectos de la tecnología que son muy
buenos. Está bien tenerle un poco de miedo y un poco de respeto, pero haz un
análisis objetivo, no parcial en función de tu ideología.
AR: Pero
ha habido agresiones contra científicos, lo cual ya es desmedido.
PE: Bueno, hubo un grupo de defensores de los
animales que llegó a amenazar y a agredir en sus casas a neurocientíficos que
experimentaban con primates.
defenderse la ciencia en los medios de comunicación. Dices que “esforzarse en negar una mentira puede llegar a ser contraproducente”. También anotas que en tu blog evitas ponerle atención a los mitos y las mentiras, y que las argucias que un creacionista pueda decir en cinco o 10 minutos un científico no las respondería en una hora.
PE: Yo, por ejemplo, pongo el caso del
creacionismo en España, que es minoritario. Habrá algunos de sus seguidores,
pero no tienen difusión; ellos querrían establecer un debate con evolucionistas
en los medios, porque ellos saben que eso les va a dar publicidad. Aunque salga
un evolucionista a decirles sus ideas son mentira, que están locos, que es
religión, a ellos les da igual, porque saben que lo que van a hacer es aumentar
su cuota de seguidores.
Entonces, yo creo que los medios no deben dar
lugar a estos debates. Lo mismo pasa con el negacionismo y el cambio climático:
tienes que estar sólo con la ciencia, pero no desde un punto de vista
ideológico sino con los datos.
Respecto al negacionismo, la ciencia te dice
que el cambio climático es real y que es causado por los humanos; entonces, si
tú escribes de ciencia, hazlo sobre esto y no intentes hacer un debate o
contrastar posturas. Una cosa es la política, donde tú contrastas la opinión de
uno y la del otro, pero yo creo que en periodismo científico la opinión cuenta
menos. Creo que esto sería el mensaje: en periodismo científico los datos son
más importantes que la opinión.
Lo que hace el periodismo convencional al
decir: “Voy a tratar la homeopatía, y voy a escuchar a un defensor y a un
crítico de ella”, es lo que no tenemos que hacer. Lo que tenemos que hacer es
investigar y responder: ¿qué hay de científico sobre la homeopatía?, ¿qué se ha
publicado acerca de ella en las revistas de referencia?, ¿qué estudio ha
observado los efectos de la homeopatía y ha dicho: “Esto funciona y esto no”? Sobre
cambio climático: ¿qué dice la ciencia? No qué dice un científico y no qué dice
un negacionista, sino qué dice la ciencia.
Hay que incrementar, por una parte, la
cobertura de ciencia, porque a la gente le está interesando; yo estoy viendo en
los medios y a la gente cómo les está gustando este libro. Ahora vengo de un
programa de televisión, y me han agregado ya 100 o 200 personas en Twitter
porque he estado hablando de ciencia. Fantástico.
Entonces, hay que aumentar la cobertura de
ciencia y centrarse en lo que son los datos científicos y no tanto en las
opiniones de “expertos” (que es un término que a mí no me gusta nada).
AR: ¿Cómo
los conocimientos científicos y su divulgación son utilizados por, por ejemplo,
la industria cosmética para su publicidad? Tú pones el caso de que hay un
espray con oxitocina, y otro más increíble que es el de la crema de
rejuvenecimiento basada en células madre. ¿Esto se tiene que reglamentar?
PE: Yo creo que la industria cosmética los utiliza
como marketing…
PE: Sí, aunque es un poco diferente. Pero yo creo
que la industria lo utiliza como marketing,
y eso lo ha hecho con publicidad constantemente, por ejemplo cuando pone “crema
con coenzima QS”, y dices: “Guau, esto suena científico”: o dice: “Crema a base
de células madre”, lo que es falso.
Pero eso no es lo que más me preocupa, aunque sí
se tendría que regular. De los productos que a mí más me preocupan son las
pulseritas con las que te dicen que vas a tener más energía, y que son un
engaño descarado.
Por supuesto, el espray de oxitocina también es
un fraude. También, por ejemplo, hay clínicas en Estados Unidos en las que
hacen tratamientos con células madre, los que no están probados de ninguna
manera, y eso también es fraudulento; yo lo constaté con investigadores de
células madres, quienes me han dicho: “No hay manera de hacer eso”.
Pero aquella publicidad está escrita por
abogados, de una manera que ellos saben que no los pueden denunciar porque no
te están engañando; pero si lo miras rápido, cuando, por decir algo, te dicen que
te pueden curar el sida con células madre, dices: “Esto es falso”. Pero si tú
lees toda la letra, ellos se cubren las espaldas. Esto sí que es algo delicado.
CIENCIA
Y FIN DE LA POBREZA
AR:
Otro tema que atraviesa todo el libro es el de los problemas éticos, que van
desde la investigación, el uso de animales para la experimentación, hasta la
manipulación genética. Llegas a decir: “Aunque la evolución, la genética y la
neurociencia lleguen a explicar cómo somos, no podrán por sí solas crear una
filosofía y una ética”. De lo que has observado, ¿cuáles son los principales
desafío éticos de la humanidad ante los avances científicos?
PE: Uno es, sin duda, la propiedad intelectual y
el conocimiento en manos privadas, sobre todo en temas de genética, que es lo
que hemos hablado. Yo creo que este es uno de los dilemas éticos más
importantes.
Todo el asunto de la manipulación genética, la clonación
y la selección de embriones también es un gran tema, no por lo que se puede
hacer ahora, sino por lo que se podrá hacer en un futuro. Yo creo que en las
posibilidades de manipular genéticamente los óvulos fecundados no debemos tener
mucho miedo, pero sí hay temas de bioética en lo que es la modificación
genética importante.
Otro gran tema a nivel humano es la relación
con la naturaleza, en el que englobas cambio climático, pobreza y protección de
la biodiversidad.
La cuestión de las enfermedades olvidadas y de
cómo la industria farmacéutica prioriza sus investigaciones también es un tema;
pero esto ya no es tanto ciencia y sí más economía.
Si me pides tres temas, yo te diría los
anteriores; pero también están, claro, los de experimentación animal, del
machismo y la propia ética respecto a los engaños científicos. Está el caso del
famoso psicólogo holandés Diederik Stapel, de quien se ha descubierto
recientemente que se lo ha inventado todo en sus “investigaciones” desde hace
no sé cuántos años. Entonces, la propia ética de las publicaciones científicas
y el quehacer de los científicos, aunque es algo más interno, debería preocuparnos.
AR:
Otro asunto muy interesante y que creo que es uno de los capítulos más inquietantes,
es el de la neurociencia y la microbiología. ¿Qué efectos puede tener la
neurociencia, la microbiología sobre el Derecho? Pienso, por ejemplo, sobre lo
que escribes sobre el libre albedrío, de capacidad de decisión.
PE: Un caso concreto es el de los sicópatas. Escribí
sobre un abogado que defendía a un asesino afirmando: “No es libre, él no lo ha
hecho voluntariamente. Es un sicópata; entonces, no es culpable porque tiene
una enfermedad cerebral que le ha hecho actuar de esa forma”. Además, llevó a
un neurocientífico a declarar y a decir: “Es verdad que esta persona tiene
limitada su capacidad de sentir empatía por los demás. Entonces, no es tan
libre”. Esto lo utilizaba el abogado en el juicio como defensa; entonces,
aspectos como este pueden llegar a afectar los temas de responsabilidad.
Pero yo creo que la neurociencia no está tan
desarrollada todavía como para garantizar lo anterior. También se ha hablado,
por ejemplo, de detectores de mentiras, pero que no están suficientemente
desarrollados.
Pienso que este ejemplo de los psicópatas es
muy claro de cómo los desarrollos de la neurociencia pueden afectar al Derecho.
AR:
¿Cuáles son los campos que te parecen más promisorios para el desarrollo
científico?
PE: Considero que la biomedicina, la biología
molecular y la genética. Hay una cosa que digo en el libro: dentro de 20 años va
a haber un montón de personas viviendo más de 100 años. La ciencia, la medicina
está aumentando nuestra esperanza de vida y está haciendo que envejezcamos de mucho
mejor manera. Yo creo que es muy promisorio.
Todo lo que se está trabajando en temas de
energías alternativas, como la solar y los biocombustibles, va a funcionar en
el futuro. No sabemos qué tan rápido; la gente dice “la solar nunca”. Pero no,
la solar va a ser eficiente, se va a encontrar la manera. Creo que las energías
alternativas se van a imponer en un espacio de tiempo.
Los otros aspectos de neurociencia y cosmología
no sé si vayan a tener tanto impacto, aunque a nivel intelectual y filosófico,
sí. Dentro de equis años se va a descubrir un planeta exosolar con vida, y esto
va a tener un impacto filosófico enorme; es decir, no estamos solos en el
Universo, pero esto va a ser un impacto filosófico, no va a ser un impacto en
la vida cotidiana de las personas: no les va a hacer que envejezcan más rápido,
por ejemplo.
Yo siempre distingo las dos vertientes
anteriores, y me encantan los dos, porque muestran el poder de la ciencia para transformar
el mundo y el poder transformar nuestro conocimiento.
AR: Para
concluir: casi al final del libro hablas de la idea del fin de la pobreza, en
cuya realización la ciencia sería un actor central. Pero la ciencia de hoy ¿no
ha servido, de alguna manera, para aumentar la desigualdad? ¿Se ha usado la
ciencia para aumentar la brecha entre ricos y pobres, y no para solucionarla
pobreza?
PE: Sí; pero analicemos esto. Creo que las
diferencias han crecido, pero porque el desarrollo del Primer Mundo ha sido
mucho más rápido que el del Tercer Mundo; pero esto no quiere decir que éste no
se haya desarrollado, no está peor ahora que hace 50 años.
Cuando yo planteo el fin de la pobreza a lo
Jeffrey Sachs es desde un punto de vista optimista, no sé si muy realista; pero
es porque la ciencia, de alguna forma, es optimista y te marca hacia dónde
quieres ir, y lo que te está diciendo es: no es imposible.
Sachs te plantea: “Yo sé cómo potabilizar el
agua de todos estos poblados de África, tengo ingenieros que saben hacerlo; yo
sé cómo sacar alimentos de aquí; yo sé cómo hacer llegar medicamentos
antimalaria”. Es cuestión de decisión política, y de invertir en ciencia y en
ingeniería para solucionar este problema, y analizar la pobreza como un
problema a solucionar científicamente.
Lo que pasa es que aquí hay muchas
interferencias culturales, políticas y económicas. Pero lo que la ciencia te
dice es: no es imposible. Entonces, por eso yo, no sé si siendo muy realista o
no, lo planteo como un objetivo para el que la visión científica del mundo
puede contribuir muchísimo.
*Entrevista publicada en Replicante, enero de 2012.
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