lunes, marzo 17, 2014

La soberanía de los monopolios. Entrevista con Purificación Carpinteyro



La soberanía de los monopolios
Entrevista con Purificación Carpinteyro*
Por Ariel Ruiz Mondragón
Desde hace muchos años especialistas han diagnosticado un problema económico y político que ha sido un formidable obstáculo para alcanzar un cabal desarrollo del país: la existencia de monopolios en diversos sectores de la vida nacional. Pese a que en las principales Constituciones que han regido en el país han sido prohibidos, su permanencia hasta el día de hoy es incuestionable.
En la actualidad uno de los ámbitos más importantes en los que podemos observar ese tipo de concentración de recursos y de riqueza es en el de las telecomunicaciones, en el que en las últimas décadas se han consolidado un par de empresas: Teléfonos de México (Telmex) y Televisa. Ambas han desarrollado prácticas monopólicas que impiden el surgimiento y desarrollo de otras opciones en el mercado, lo que impide la competencia y daña, finalmente, al consumidor, además de que su influencia política parece avasalladora. Sin embargo, el desarrollo tecnológico las ha llevado a enfrentarse dentro de un marco jurídico, político e institucional que genera incertidumbre y desconfianza, lo que ha generado en el sector lo que algunos llaman “guerra”.
Uno de los personajes que ha podido vivir y conocer desde diversas posiciones esa disputa es Purificación Carpinteyro (Distrito Federal, 1961), quien en su reciente libro El fin de los medios. Historia personal de la guerra en las telecomunicaciones (México, Grijalbo, 2013) relata el desarrollo de los intensos conflictos que ha habido en ese sector y pugna por unas leyes reglamentarias que sean acordes con la reforma constitucional en la materia aprobada en junio de este año.
Sobre ese volumen conversamos con la autora, quien es maestra en Leyes por la Harvard Law School. Ha desempeñado cargos directivos en empresas como Grupo Iusacell, MCI Communications Latin America, Embratel y Grupo Telefónica-Movistar; en el sector público fue directora de Correos de México y subsecretaria de Comunicaciones y Transportes. Actualmente es diputada federal por el Partido de la Revolución Democrática.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar hoy un libro como el suyo? Como relata allí, desde hace algún tiempo tenía usted un contrato con Random House, e incluso señala que hubo amagos por ello, como el de que usted debería abandonar el país antes de la publicación.
Purificación Carpinteyro (PC): Creo que hoy la publicación y la venta de este libro es fundamental. Como digo en el libro, tuve dos intentos anteriores para promover la competencia en telecomunicaciones, en los que no me fue muy bien; la conclusión en una fue que me tuve que ir del país, y otra, que estuve perseguida por la justicia porque no me quise ir del país.
Pero en este tercer intento como legisladora tuve la oportunidad de empujar, apoyar e incidir en la reforma constitucional que fue aprobada el 11 de junio pasado y que transforma todo el sector. Ahora se tienen que discutir las leyes secundarias porque, conforme a la reforma constitucional, el Congreso tiene 180 días para expedirlas. Esto significa que si se expidió el 11 de junio, estamos hablando de que a no más tardar el 10 de diciembre se tienen que aprobar las leyes.
Por lo tanto, si de alguna manera la población siente que este es un tema demasiado árido, muy técnico, creo que este libro, a través precisamente de anécdotas personales, puede ir esclareciendo temas que muchas veces nos suenan tan radicales como eso de megahertz, kilohertz e interconexión, por ejemplo. Y es que detrás de todos estos términos hay una serie de intrigas políticas que al final nos hacen entender la trascendencia y el por qué de las cosas.
Creo que, como ciudadanos, hoy más que nunca tenemos que estar alertas, atentos a estas leyes secundarias porque si la reforma constitucional en telecomunicaciones se traduce en leyes secundarias que, a final de cuentas, lo que harían es descafeinar y diluir el poder, entonces sería un fracaso, pero no para mí sino para México, que perdería la oportunidad de transformar un sector que es fundamental, que es el cimiento de lo que puede ser un nuevo México que todos queremos.
Entonces, entender qué es lo que está siendo discutido es fundamental, y creo que este libro va señalando estos terminajos que a nadie le gustan y que, de alguna manera, se convierten en protagonistas de los pleitos, de todas las intrigas y la política que hay detrás de ellos.

AR: En el libro denuncia los amagos y las persecuciones de las que ha sido objeto en el marco de la guerra en las telecomunicaciones. ¿Cómo vincula su experiencia personal con las disputas en el sector?
PC: Lo de la persecución, al igual que mi exilio, son cuestiones que me permiten, precisamente a través de mi historia personal, detallar cuáles son las entretelas, el por qué de todas estas batallas en telecomunicaciones y en radiodifusión. Son realmente historias anecdóticas que son divertidas y hasta dolorosas, pero nos hacen ver lo tremendo de nuestra justicia y del autoritarismo de los políticos y de las empresas.

AR: El relato que hace también es muy interesante porque se ve su trayectoria en las telecomunicaciones desde tres perspectivas: desde el sector privado en Grupo Iusacell, después como funcionaria pública en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y, finalmente, como legisladora. ¿Qué matices ha tenido su lucha en cada uno de esos ámbitos?
PC: Cuando estaba en el sector privado sentí que yo podía tener injerencia y generar un cambio a través de las pocas acciones con que se cuenta desde la ciudadanía, presentando, por ejemplo, denuncias por prácticas monopólicas contra Telmex y Telcel; hacer, como presidenta de la sección 10 de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones e Informática, foros abiertos a la prensa para que todas estas cuestiones que generalmente se discuten “en lo oscurito” para que nadie sepa, se pudieran debatir abiertamente y todo el mundo estuviera atento a qué era lo que estaba sucediendo, lo que derivó en mi exilio.
En ese caso pues evidentemente yo me sentía con esa capacidad de incidir; yo creo que todos tenemos esta necesidad de decir que no solamente estamos aquí, en el mundo para nacer, crecer, reproducirnos y morir, sino también para hacer alguna contribución a la sociedad a la que pertenecemos.
Por esa necesidad pude pensar, cuando yo estaba en el sector privado, que estaba consiguiendo algo a través de la demanda de transparencia que derivó en mi exilio, la que vi concretizada cuando entré al sector público; es decir, cuando estuve como directora general de Correos vi que sí es posible. Todo el mundo que llega al gobierno dice: “Bueno, es que la verdad en el gobierno no se puede hacer esto, ni tampoco lo otro”...

AR: Por allí hay un señalamiento que le hizo Fernando Gómez Mont: “Así no se hace la política”...
PC: Exactamente. Y la verdad lo que yo puedo decir es: no es cierto, las cosas se pueden hacer desde el gobierno.
Esa fue la enorme frustración que derivó en una depresión que casi me ganaba porque me di cuenta de que era posible transformar al país, que lo único que se necesita es la voluntad. El darme cuenta de que desde el poder sí se puede tener poder para hacer las cosas, fue lo que me incitó, entonces, a buscar tenerlo ahora como legisladora.
Si no lo pude hacer desde el sector privado ni como funcionaria pública, lo tenía que tratar de hacer como legisladora, lo que derivó en una reforma constitucional que sienta las bases de un cambio, y que hoy se tienen que hacer nuevas leyes que pueden transformar.
Allí está la posibilidad de incidir en la transformación de nuestro país: en dotar a todos los mexicanos —no nada más a aquellos privilegiados que, como yo, hemos tenido la oportunidad de estudiar, desarrollarnos y trabajar fuera de México— de las nuevas tecnologías; de dejar que quienes más lo necesitan, aquellos que se encuentran marginados sea por su condición socioeconómica o por su ubicación geográfica, tengan acceso a estas herramientas que hacen que no sea necesario trasladarse, que no se tengan que hacer colas en los bancos, en las escuelas, que no se tenga que estar esperando a que haya una preparatoria o una universidad cercana, sino que podamos hacer todo eso desde un aparato, una computadora, un dispositivo. Esas son las herramientas del futuro.
Eso para mí es la concreción de aquello por lo que he luchado durante más de 20 años, y claro, mi lucha no termina porque ahora faltan las leyes secundarias, y allí está el diablo en los detalles.
Para que algo funcione en esa materia se necesitan, primero, los cimientos y las estructuras dentro de la Constitución que lo hagan obligatorio; segundo, las leyes secundarias que digan cómo eso se va a llevar a cabo, y, tercero, una autoridad que sea capaz de velar porque eso se cumpla. Ese es el trinomio que se necesita, sobre todo ante poderes tan grandes como los que yo describo en el libro. Es necesario que aquellas tres variables de la ecuación estén allí.
Ya tenemos una reforma constitucional y también al que va a ejecutar; pero está en los legisladores determinar esas leyes y hacer que la autoridad no se pueda vender a los poderes fácticos.

AR: Creo que en buena medida coinciden el desarrollo de las telecomunicaciones con el de la democratización del país. ¿Qué relación han tenido? Por un lado hay dos monopolios, Telmex y Televisa, que tuvieron que aceptar el pluripartidismo y un mayor protagonismo de la oposición, negociar con ésta y hasta armar su “telebancada”; pero también los actores políticos tuvieron que sujetarse a los intereses de las televisoras para obtener oportunidades de promoción.
PC: En el libro cuento que podríamos decir que hay dos sexenios en los que visiblemente se favoreció a Telmex o a Grupo Carso: primero el de Carlos Salinas de Gortari, cuando se dio la privatización —yo pongo algunos elementos que hacen cuestionar si la licitación para esa privatización fue justa—, y luego el de Ernesto Zedillo, quien simplemente se hace socio virtual de Carlos Slim; éste le ayudó a Zedillo a fortalecer a Televisa porque esta empresa era fundamental para que, efectivamente, pudiera darse la alternancia en el poder.
Como político Vicente Fox no hubiera llegado realmente a nada pues es un personaje chusco, como de telenovela, con sombrero, botas, dicharachero, etcétera. Sin embargo, por primera vez en la historia los medios le prestan atención a un candidato de oposición; casual y precisamente es el candidato del 2000, cuando Zedillo claramente ya tenía en mente que tenía que darse la alternancia.
Es en el capítulo “¿Y si la historia no fuera como la cuentan?” donde presento el pasaje de lo que pasó en 1988: cómo el PAN respaldó al PRI y a Salinas de Gortari, al que le dio su reconocimiento pero a cambio de que el PRI reconociera en las elecciones siguientes a Ernesto Ruffo como el primer gobernador del PAN. Después, en las elecciones de 1994, de repente apareció Diego Fernández de Cevallos, quien estaba despuntando y que parecía que podía ganar; sin embargo, se desapareció súbitamente después del debate que había ganado de manera contundente. Es allí donde uno se pone a pensar que lo que está claro es que hubo una negociación: Fernández de Cevallos no dejó ir la Presidencia de la República porque hubiera perdido, sino porque, probablemente, como le dijo Zedillo o quien haya sido el interlocutor, el país todavía no estaba preparado e iba a haber violencia; pero le prometió que en el 2000 el siguiente presidente no sería de la izquierda sino del PAN, que se quería poner la medalla de ser el primer partido de la oposición que había ganado primero una gubernatura y después la Presidencia de la República, con el honor de sacar al PRI del poder.
En todas esas negociaciones era fundamental tener a los medios masivos de comunicación, que son rectores de la conciencia. Entonces ¿qué hizo Zedillo? Se apoyó en Carlos Slim para apoyar a Televisa, que estaba en un momento financiero muy grave a consecuencia de la crisis de 1995, la que Zedillo mismo propició; creo que nunca esperó que la magnitud de la crisis fuera de ese tamaño. Recordarás que Bill Clinton fue el que le dio su apoyo, inclusive haciendo un bypass de las reglas del Congreso; pero en contrapartida Zedillo comprometió el país en muchos sentidos: va desde mi cuestionamiento a la legendaria isla Bermeja, que nos hubiera dado el control sobre todo el petróleo en el Golfo de México, hasta muchos otros acuerdos que hicieron que Estados Unidos se fortaleciera.
Además, la alternancia en el poder era parte de los pactos de Zedillo con Clinton, y fue lo que a final de cuentas se implementó a través del reforzamiento de Televisa en momentos de quiebra, para lo cual el entonces presidente utilizó a Carlos Slim; posteriormente usó a éste para reforzar a Emilio Azcárraga Jean como el sucesor de su padre en el control de Televisa, lo que logró a través del apoyo de Zedillo.
Entonces Televisa fue fundamental para la alternancia; pero una vez que ésta se dio, Fox pensó: “Yo quiero llevar mi presidencia más bien en base a índices de popularidad”, lo que no puede ser la aspiración de un Ejecutivo, sino más bien en base a qué puedo yo conseguir para hacer que nuestro país tenga efectivamente un porvenir, lo que era lo menos que le interesaba a Fox, pues se entregó y le dio a Televisa todo lo que quiso.
Hay algunos autores que han dicho que el sexenio de Calderón fue el de Televisa; no, ya había pasado, porque Fox le dio todo. Pongo la larga lista de cuestiones que eran esenciales y críticas para Televisa, por ejemplo las concesiones que vencían en 2002, 2003, 2004 y 2005; se las refrendaron hasta el 2021, pero no sólo eso sino que por cada canal que tenían les dieron otro canal digital adicional. Todo esto de a gratis.
Pero aparte de las concesiones, que era lo que tenía más preocupada a Televisa, Fox le dijo: “Oye, por cierto, tú ya vas a poder competir con Telmex, pero esta empresa no puede competir contigo”.
Esas son algunas muestras, porque podemos seguir hablando de todas las prebendas que están descritas en el libro que Fox les dio a las televisoras.
De esta manera, podríamos decir que hasta el año 2000 Televisa era el soldado del sistema, pero a partir de entonces el sistema fue el soldado de Televisa.

AR: En el libro está un documento que usted presentó a Felipe Calderón titulado “La revolución en las telecomunicaciones en 2010”. Allí uno de los puntos críticos que usted señala es la incertidumbre jurídica de las reglas aplicables en esta guerra de las telecomunicaciones. ¿Cómo ha paralizado esa situación al sector?, ¿cuáles son los principales aspectos que hay que cambiar?
PC: Podríamos decir que la Ley Federal de Telecomunicaciones y la Ley Federal de Radio y Televisión vigentes hasta la fecha -porque no se han promulgado las reformas en las leyes secundarias de la reciente reforma constitucional- sentaban buenas bases para poder, efectivamente, regular a los monopolistas, pero que simplemente no se han cumplido.
No se trata nada más de tener buenas leyes sino de que las autoridades estén dispuestas a hacerlas cumplir; pero las autoridades no han estado dispuestas porque le tienen miedo a Televisa y a Carlos Slim.
Vemos, por ejemplo, que han sido dos sexenios de apoyo a Telmex, y después dos sexenios (los dos del PAN) de apoyo total a Televisa. Ya Televisa es un suprapoder que los regula a ellos: ¿qué legislador se va a oponer o va a hacer algo en contra de esta empresa? Veamos inclusive los editoriales de los ejecutivos de Televisa: en uno que publicó Javier Tejado Dondé hace poco, dijo: “¿Quién va a querer dar entrevistas o transmitir entrevistas con las nuevas leyes?”. O sea, ya está diciendo “como aprueben esto, no los vamos a entrevistar” ¿Y cuál político no quiere salir en las pantallas?
Es decir, a final de cuentas Televisa tiene a los legisladores amedrentados y amenazados; y tiene, también, al Ejecutivo: “Oye, ¿cómo te vas a atrever? Imagínate lo que yo puedo publicar”.
Televisa se ha convertido en el Ejecutivo: allí está el caso de Felipe Calderón, para quien lo que decía Televisa simplemente era ley; no se podía poner en contra de Televisa. ¿Cómo se iban a atrever? Esto lo pongo claramente en mi libro: los gobernante simplemente agacharon la cabeza. Cada vez que yo decía “hay que hacer esto y esto”, decían: “No, pero hay elecciones”, “Oye, pero hay elecciones todos los años; entonces nunca se va a hacer”. Las reformas nunca se podían hacer porque en las elecciones no se podía tener en contra a la televisora; bajaban la cabeza y Televisa hacía lo que quería.
En el Poder Legislativo ocurría igual, y en el Judicial no cantan mal las rancheras, porque hemos visto cómo jueces, por ejemplo, le han dado amparos a Televisa, y llevan a juicios que no se completan.
Finalmente ¿quién es el verdadero poder en este país? Porque podemos decir que en la Constitución se dice que nosotros, el pueblo, somos soberanos, y que para nuestro autogobierno hemos determinado que hay un Poder Ejecutivo, que tiene que hacer que las leyes que expida el Legislativo se cumplan, y que en caso de que así no sea el Poder Judicial lo determine. Esa es la división de poderes en la que, teóricamente, tendría que estar operando nuestro país.
Pero cuando, a final de cuentas, estos tres poderes están subordinados al poder de una televisora, lo que tenemos es un golpe de Estado porque entonces el que verdaderamente gobierna México es esa empresa.

AR: Sobre lo anterior, hay que mencionar que uno de los ejes que atraviesa el libro es el de la soberanía. ¿Cómo recuperarla y ejercerla en el escenario que usted describe?
PC: La humanidad está atravesando por una de sus grandes transformaciones; la equiparo con el descubrimiento de cómo controlar el fuego en el mito de Prometeo, pero en este caso el fuego como conocimiento, como información. Hoy internet está transformando al mundo: es el producto milagro: ¿tenemos problemas de salud, de educación, de trámites en el gobierno? ¿También de comunicación con compradores y vendedores, y para desarrollar mi empresa porque no tengo un canal de distribución? Internet los resuelve. Pregunto: ¿que no resuelve internet?
Si efectivamente dotamos de esta herramienta mágica, de este fuego de Prometeo que es milagroso (si lo queremos ver así) a quienes más lo necesitan, estamos haciéndoles posible que dejen una vida que no tiene esperanza, para ahora tener una nueva oportunidad de llegar a pertenecer a una clase media nutrida y poderosa que efectivamente conforme una ciudadanía educada, que cuestione, que no sea manipulada, que nos haga verdaderamente soberanos.
Soberano se equipara a un rey, a un monarca, a un emperador; hoy viene de la capacidad de ser nosotros mismos soberanos de nuestro destino: yo decido qué es lo que quiero para mí y para mi país; esto cada uno de nosotros tiene que hacerlo. Esa soberanía sólo la podemos alcanzar en la medida en que efectivamente ganemos esa mayoría de edad con la información y el conocimiento. Eso lo vamos a obtener a través de internet y con los nuevos medios de comunicación. Dejemos las sillas que tenemos enfrente de las televisoras para ponernos a actuar; hagamos que cada uno de nosotros seamos mejores no por saber más sino por ignorar menos.

AR: En el libro usted hace un repaso histórico: desde la Constitución de Cádiz de 1812 hasta la actualidad ha habido ordenamientos antimonopolios que rigen en nuestro país. ¿Por qué han fracasado?
PC: El problema, que no es ajeno a otros países pero que ha sido mucho más grave en México, es el hecho de que existe una relación simbiótica entre el poder económico y el político: los políticos dependen del primero para acceder al poder, y en retribución le dan más prebendas, lo que, además, los hacer ser parte del poder económico.
En México tenemos, evidentemente, una oligarquía: 50 familias que acumulan más de mil millones de dólares en sus haberes, mientras que 54 millones de mexicanos se encuentran en la pobreza. Esta concentración de la riqueza se da precisamente a través de estas colusiones entre los factores políticos y los económicos, que se van reforzando unos a otros.
Si realmente queremos un país justo, con igualdad y con equidad, tenemos que crear una clase media poderosa, para lo cual debemos generar la posibilidad de que haya competencia, de que los pequeños empresarios puedan competir: que el nixtamalero que se dedica a producir harina de maíz pueda competir en Chihuahua contra Maseca sin que ésta lo derribe haciendo, por ejemplo, dumping.
Debemos permitir que esos nuevos empresarios puedan competir y no sufran prácticas monopólicas, y también debemos evitar que para poder impedir éstas se lleven juicios que duran de 10 o 15 años, pues ¿cuánto dura una empresa pequeña en esa situación? Ni seis meses. Tenemos que darles la oportunidad y debemos impedir que estos grandes concentradores de poder tengan esas armas; debemos generar los incentivos (en este caso penalidades y efectividad en la aplicación de la ley) de tal manera que el costo sea tan elevado que no se atrevan a intentarlo, porque hoy su costo es “ay, no te preocupes: nos llevamos el juicio a 10 años, y en ese periodo el rey, el burro o yo, cualquiera de los tres nos morimos”.
Entonces aquí lo importante es hacer esta legislación secundaria que haga efectivo, ahora sí, el artículo 28 constitucional, que expresamente dice: “En México quedan prohibidos los monopolios”, y que dice: “Las autoridades perseguirán con eficacia cualquier acumulación en unas cuantas manos”.

AR: Termino: usted expresa una buena opinión del Pacto por México, al que atribuye “elevadas miras”, y afirma que en ese acuerdo el problema de las telecomunicaciones ha sido enfocado con una visión de altura. Ello habría contribuido a empujar las reformas constitucionales en materia de telecomunicaciones.
En ese sentido, en su libro usted hace un imaginario comunicado de prensa que le propuso al entonces presidente Felipe Calderón, que constaba de ocho puntos, que iban desde las garantías de sana competencia en las telecomunicaciones hasta el otorgamiento de canales de televisión abierta a instituciones educativas y culturales.
Hoy, con el Pacto por México, con la reforma constitucional en la materia y en el contexto en que estamos, ¿qué tan lejos estamos de hacer realidad su planteamiento de “La revolución de las telecomunicaciones en 2010”?
PC: Todo lo que se planteó en ese plan de acción que entonces el Ejecutivo pudo haber llevado a cabo, está en la reforma constitucional: la creación de una cadena pública de televisión que sea realmente ciudadana; la formación de una red de internet que vaya a todos los lugares y cubra todas las localidades; que se abra a la competencia el sector de las telecomunicaciones, específicamente para crearle competencia a Teléfonos de México a través de esta red de redes; el que haya nuevas licitaciones de cadenas de televisión para que haya competencia; que Telecomm y Correos puedan actuar en conjunto para servir como, por ejemplo, puntos de presencia para que cualquiera en las oficinas pueda acceder a internet y no necesite tener que pagar, o tener un celular y pagar precios estratosféricos por acceder a internet, todo eso está planteado.
Si usted ve la reforma y la compara con ese comunicado de prensa en el que yo pongo lo que debería ser la revolución de las telecomunicaciones, verá que se parecen. Y no fue coincidencia.

*Entrevista publicada en Replicante, diciembre de 2013.

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