Las confusiones de Iguala
Entrevista con Esteban Illades*
Ariel
Ruiz Mondragón
La
desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos,
de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, sigue siendo
una dolorosa marca indeleble en la conciencia del país. A un año de distancia
de los hechos, el paradero de la mayoría de los desaparecidos, la aclaración
puntual de lo sucedido aquella noche y el ejercicio de la justicia siguen
todavía pendientes.
Hoy
continúan las confusiones, lagunas y contradicciones sobre la verdad de
aquellos acontecimientos, que en buena medida expresan las del país en su
conjunto. Por ello son necesarios trabajos que busquen, aun con todas sus
limitaciones, armar un relato coherente que nos permita conocer y comprender
cómo y por qué sucedieron tan deplorables hechos.
Uno
de los más completos esfuerzos periodísticos iniciales en esa dirección es La noche más triste. La desaparición de los
43 estudiantes de Ayotzinapa (México, Grijalbo, 2015), libro de Esteban Illades,
con quien Replicante conversó sobre diversos aspectos del asunto.
Illades
(Ciudad de México, 1986) es maestro en Periodismo por la Universidad de
Columbia en Nueva York. Editor de Nexos,
ha colaborado en medios como El Nuevo
Herald, de Miami, Milenio Diario,
Chilango, Reforma, El Economista, El Universal y Al Jazeera, entre otros.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar
hoy un libro como el suyo, una reconstrucción de “una de las calamidades más
grandes de los últimos años”, como usted la llama?
Esteban Illades (EI):
Justo hace un año fue la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, y creo
que es algo que va a definir una generación y, cuando menos, el sexenio de
Enrique Peña Nieto.
Antes
de la desaparición de los 43 estudiantes todo el discurso era sobre las
reformas estructurales y el avance del país, y se había dejado de hablar de la
violencia. Pero vino Tlatlaya un par de meses antes, y después la desaparición
de los 43 estudiantes. Posteriormente tuvimos más casos, como Tanhuato y
Ostula, por ejemplo. Todo esto nos recuerda algo importante: que la violencia
sigue presente en este país.
En
el caso concreto de los estudiantes de Ayotzinapa, a mí lo que me interesó en
los primeros días después de su desaparición fue tratar de entender que algo
así pudiera suceder.
Entonces,
investigando para el primer reportaje que hice y que se llamó “El polvorín que
nadie olió”, que se publicó en Nexos,
lo que encontré fue que en Iguala había muchas causas, muchas advertencias que
nadie volteó a ver, empezando por José Luis Abarca, el entonces presidente
municipal de Iguala. Al ver eso nos fuimos dando cuenta de que hubo muchos
focos rojos que no se atendieron y que después, lamentablemente, se juntaron
para dar pie a la desaparición de los 43 estudiantes y la muerte de seis personas
la noche del 26 de septiembre de 2014.
Este
es un libro que, si bien busca explicar qué sucedió esa noche, es un trabajo
inconcluso porque le faltan muchas respuestas que tendremos que seguir buscando.
A mí lo que me interesa es dar un contexto de cómo pudieron desaparecer 43
estudiantes en una ciudad tan poblada; es decir, explicar todas las causas que
hay detrás: narcotráfico, pobreza, educación, la historia de Guerrero y de
Iguala.
AR: ¿Cuáles fueron los principales
problemas que tuvo para realizar su investigación?
EI:
Sintetizar toda la información, y más que nada poder corroborarla, porque
teníamos muchísima no corroborable de distintos lados. Teníamos las
declaraciones, los testimonios de los estudiantes, de testigos y después de los
detenidos, y por lo menos en la parte de qué sucedió en Iguala esa noche pues
sí había muchas contradicciones y muchas cosas que no se podían probar.
Entonces
lo que yo hice para este libro fue tratar de encontrar coincidencias en las
distintas declaraciones y testimonios para poder dar, más o menos y a grandes
rasgos, una línea del tiempo de lo que sucedió esa noche. El problema más
grande allí fue que lo único que tenemos hasta ahora —y esa es una de las
grandes quejas que se han hecho sobre la investigación de la Procuraduría
General de la República (PGR)— son declaraciones de detenidos, y en México,
lamentablemente, muchas veces estos son obligados a declarar con torturas.
AR: El primer informe de los hechos
lo dio la Fiscalía General de Guerrero, luego vino la “verdad histórica” de la
PGR y al final, hasta ahora, el informe del Grupo Interdisciplinario de
Expertos Independientes (GIEI). ¿Cuáles son las grandes divergencias que hay
entre estas tres versiones? Se habla desde la hora en que los estudiantes
llegaron a Iguala y el caso del quinto camión, por ejemplo.
EI:
Tenemos tres investigaciones: la de la Fiscalía de Guerrero, que estuvo
trabajando 10 días hasta que la PGR atrajo el caso, y paralelamente el GIEI hizo
una investigación sobre las investigaciones. Los expertos revisaron todos los
pasos que llevaron tanto la procuraduría de Guerrero como la General, e
hicieron su propia investigación siguiendo esas pistas para llegar a sus
hipótesis.
Creo
que lo que nadie discute en este caso es si llegaron 100 estudiantes a Iguala
sino otros asuntos. Al principio se decía que habían ido a sabotear el informe
de María de los Ángeles Pineda, pero ya quedó claro que iban por autobuses.
Las
grandes divergencias en esa primera etapa son sobre qué sucedió, dónde murieron
estos estudiantes: el GIEI dice que las investigaciones que hicieron las
procuradurías de Guerrero y la General están mal hechas. Por ejemplo, está el caso
de dos estudiantes que murieron esa noche, de los que no se sabe bien a bien a
qué hora murieron porque la PGR encimó dos escenas del crimen, y hay evidencias
de las que no se sabe si corresponden a una escena del crimen o a otra.
Después
de eso la divergencia más grande es que la PGR asegura, a partir de las
detenciones de miembros de Guerreros Unidos, que los estudiantes fueron
llevados al basurero del municipio de Cocula, los mataron y sus cuerpos fueron
quemados. La Comisión Interamericana, en la conferencia de prensa que dio hace
cuatro semanas, dice que científicamente es imposible que eso haya podido
suceder. Aquí tenemos la mayor divergencia: para la PGR los estudiantes fueron
asesinados y los cuerpos fueron quemados en el basurero de Cocula, mientras que
el grupo de expertos dice que eso no es posible.
AR: Un asunto interesante al inicio
de su libro es el recuento de enfrentamientos entre distintas bandas delictivas
que actúan incluso a nivel nacional, como Los Zetas y los cárteles del Golfo y
Sinaloa. Llega usted hasta la detención y muerte de varios miembros de los
Beltrán Leyva. ¿Los hechos de Iguala se dieron a partir de la fragmentación y
enfrentamientos de estos grupos del narcotráfico?
EI:
Creo que, sin duda, esa es la principal causa de todo esto. Si hablamos de que
en Guerrero hay 22 cárteles distintos, y que a partir de la caída de los
Beltrán Leyva por muertes y detenciones, tenemos que los cárteles que estaban
bajo sus órdenes, como los Guerreros Unidos y los Rojos, empezaron a pelear por
el control del estado.
En
Acapulco otros cárteles se dividieron y empezaron a pelear también; pero Iguala
es la puerta de entrada a la zona de cultivo de amapola en Guerrero: allí se
cultiva el 45 por ciento de la amapola del país. Es una plaza muy lucrativa
porque la amapola se vuelve a trabajar, se vuelve lo que se llama la goma, que posteriormente son opiáceos
y después se vuelve ya sea morfina (en términos legales) o heroína (en términos
ilegales).
Si
ahora uno ve las estadísticas, en Estados Unidos esa es la droga cuyo consumo
más ha aumentado en los últimos años. Estamos hablando de que al nivel más
básico eso es un negocio de cientos de miles de dólares, y a nivel más amplio
estamos hablando de miles de millones de dólares. Por eso, mientras siga
aumentando el consumo en Estados Unidos vamos a seguir teniendo a grupos
criminales que se va a pelear el control de esa planta.
Entonces
creo que esa es una de las causas, porque si uno también ve las estadísticas y
los reportes de los días anteriores a la desaparición de los estudiantes, se
encuentra con que tanto Guerreros Unidos como Rojos se habían enfrentado en los
municipios cercanos, en Tepecuacuilco, por ejemplo, y había habido varias
decenas de muertos justo porque se estaban peleando el control de la
distribución de la droga.
AR: Hace también una sucinta
historia de las normales rurales, e incluso hay una descripción del peso que
tenía la de Ayotzinapa en la región. En ese sentido, ¿considera que la
desaparición de los normalistas haya tenido un matiz de represión contra los
movimientos sociales?
EI:
Guerrero tradicionalmente ha tenido movimiento sociales muy fuertes desde hace
más de medio siglo, y los estudiantiles en particular han sido muy fuertes. Las
16 normales rurales, tras su desincorporación del sistema federal, dependen del
gobierno del estado donde se encuentren. En Guerrero la Normal de Ayotzinapa
tenía muchos desencuentros con el gobierno, en particular con Ángel Aguirre.
Desde 2011, en las manifestaciones a las afueras de Chilpancingo fueron asesinados
dos estudiantes por las policías estatal y municipal; pero también uno de los
estudiantes aventó un coctel molotov contra una gasolinería y murió un empleado
de ésta. Hubo grandes enfrentamientos.
En
Guerrero muchas veces se toleraba, por ejemplo, que los estudiantes se llevaran
los autobuses. Existe una relación entre el gobierno y la Normal como de
tolerancia, pero también de negociación, aunque a la vez ninguno se quiere. La Normal
Rural, en los últimos años, ha tenido bajas importantes en su presupuesto: los
estudiantes viven con entre 17 y 30 pesos al día, que es menos de la mitad de
un salario mínimo. Ellos también obtienen dinero a través de la toma de casetas
y del boteo, por ejemplo.
Sin
duda, los normalistas estaban en la mente de José Luis Abarca, porque habían
ido a Iguala a exigir solución a ciertas demandas. Entonces el gobierno los
ubicaba de forma perfecta; en las declaraciones de los detenidos se habla
despectivamente de los estudiantes, a los que llaman “los ayotzinapos”.
Se
hablaba mucho de los ayotzinapos la noche del 26 de septiembre; si uno ve las
declaraciones de los detenidos, decían: “Ya llegaron los ayotzinapos, son
cien”. Lo dicen El Terco Rodríguez y Marco
Antonio Ríos Berber, por ejemplo. Lo que falta por aclarar es que también
decían que los ayotzinapos estaban infiltrados por los Rojos.
AR: Es una declaración de Sidronio
Casarrubias, uno de los jefes de los Guerreros Unidos…
EI:
Ríos Berber también lo dice. Pero falta esa parte crucial: hasta ahora no he
encontrado ninguna evidencia que diga que los estudiantes eran miembros de los
Rojos.
Lo
que me llama la atención es que varios de los detenidos les hagan esa acusación.
A mí me gustaría saberlo realmente; voy a seguir investigando porque existe esa
idea dentro de los Guerreros Unidos de que los estudiantes tenían algún vínculo
con el crimen organizado. Pero tradicionalmente se habla de que la Normal Rural,
por ejemplo, tiene más bien vínculos con otro tipo de grupos armados, como la
guerrilla, como el EPR y el ERPI.
AR: En el libro también recuerda
varios episodios violentos de la política guerrerense, desde el gobernador Raúl
Caballero Aburto, pasando por la guerra
sucia, el caso Radilla, hasta Aguas Blancas, por ejemplo. ¿Esta violencia
política cómo se engarza con la del narcotráfico en el caso de Iguala?
EI:
Estamos hablando de Caballero Aburto, militar retirado que a mitad de los
cincuenta y a principios de los sesenta fue gobernador, cuyas fuerzas abrieron
fuego contra manifestantes en Chilpancingo. También está el caso de Rosendo
Radilla, el primer caso declarado por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos como desaparición forzada en México. También tuvimos Aguas Blancas en
1995, así como los llamados “vuelos de la muerte”, en los cuales personas vivas
eran subidas a aviones y eran aventados al vacío. Estos se iniciaron en
Guerrero y después, lamentablemente, se exportaron a Argentina.
Entonces
tenemos una historia realmente de tragedia en Guerrero, de antagonismo muy
grande entre el gobierno y la población, en particular en este caso con los
militares. Por eso en gran parte allí surge la guerrilla: primero Lucio Cabañas
con el Partido de los Pobres, y después Genaro Vázquez.
Todo
esto hace que, sin duda, Guerrero sea un estado muy difícil de manejar, con
muchos conflictos. Ahora, con el crecimiento del narcotráfico a partir de la
producción de heroína, esto hace que tengas muchos factores que hacen que 43
estudiantes puedan desaparecer a mitad de Iguala. Y no sólo ellos, sino mucha
gente más, lo cual es un dato horrible.
Iguala
está muy por encima de la media nacional no sólo en homicidios sino también en
desapariciones, al igual que Cocula, Chilpancingo y Acapulco (las últimas son
dos de las tres ciudades más violentas de México).
AR: Otro asunto clave: el papel del
Ejército en la zona. Ya habló de la guerra
sucia, pero después hubo episodios muy raros: por ejemplo, la donación que
la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) hizo de un predio en Iguala, en
el que Abarca terminó por hacer un centro comercial. Y también: ¿cómo fue allí la
guerra contra el narco?
EI:
Ese es un tema muy interesante: José Luis Abarca, que era uno de los hombres
más ricos de Iguala, unos años antes de todo esto, cuando todavía no era
presidente municipal, negoció a través del gobierno con la Sedena, y ésta le
donó un terreno para construir un centro comercial, Galerías Tamarindos, que es
el más grande de Iguala. Abarca no pagó un solo peso por recibir este terreno, y
después invirtió aproximadamente 22 millones y el resto lo consiguió a través
de préstamos y de otros inversionistas. Así hizo un centro comercial de 300
millones de pesos que se levantó en un suelo que originalmente era de la
Sedena.
En
cuanto a la guerra contra el narcotráfico, es muy interesante: si ves los
decomisos que se hicieron de drogas el año pasado en Guerrero e incluso a nivel
nacional, hablamos de toneladas de cocaína y de mariguana, pero de heroína (que
es lo más productivo) sólo se decomisó un kilo.
Entonces,
cuando hablamos de que hay una producción muy grande en Guerrero y que es un
negocio muy lucrativo, uno se tiene que preguntar cómo es posible que sólo se haya
decomisado un kilo de heroína en México en 2014.
Creo
que también allí hay una clave para explicar por qué pudo suceder la
desaparición de 43 estudiantes: porque es un negocio sumamente lucrativo, en el
que muchas partes se están beneficiando.
AR: Es evidente que Abarca tenía
apoyos y padrinos locales y estatales, pero ¿a nivel federal cuál era su peso?
Porque está el asunto mencionado del predio de la Sedena o que ya había sido
previamente denunciado ante la PGR por dos asesinatos, lo cual no fue
investigado a profundidad.
EI:
Abarca, antes de ser presidente municipal, nunca había participado en la
política. Él era empresario y de repente fue elegido candidato por el PRD; pero
había negociado antes con el PRI y con el PAN. Es decir, no tenía preferencia
política con tal de llegar a la presidencia municipal.
Cuando
el PRD decidió lanzarlo, algunas voces internas comentaban que no era el
candidato mejor posicionado, y que de hecho su esposa tenía vínculos con el
narcotráfico. Sin embargo, eso no se tomó en cuenta y fue elegido presidente
municipal, mientras que su esposa fue nombrada presidenta del DIF. A los pocos
días de haber sido elegido, Justino Carvajal Salgado (sobrino de Félix Salgado
Macedonio), uno de sus competidores, apareció muerto en circunstancias
sospechosas.
Después,
tras una serie de discusiones que se encuentran en los registros públicos de
Iguala, Abarca y Arturo Hernández Cardona, opositor y líder de una organización
social, pelearon. A los pocos días éste apareció muerto en una zanja. Hay
testimonios de que el propio Abarca fue quien le disparó para asesinarlo.
También
tenemos que María de los Ángeles Pineda, pocos días antes de la desaparición de
los estudiantes, había participado en la elección interna del PRD y había sido
elegida consejera estatal, con lo que los Abarca iban a tener influencia a
nivel estatal. Además Abarca, según se dijo en medios locales, se estaba
preparando para ser diputado federal en la siguiente elección.
Sí
existían investigaciones, había averiguaciones previas abiertas en Guerrero: Iñaki
Blanco, quien entonces era el procurador de Guerrero, dijo que sí contactó a la
Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada
(SEIDO) y le avisó de aquellos asuntos. La SEIDO tomó nota pero, por alguna
razón que desconocemos hasta ahora, nunca se actuó contra los Abarca.
No
fue sino hasta que desaparecieron los 43 estudiantes que la PGR emitió una
orden de aprehensión por los dos homicidios anteriores. Eso es muy importante:
fue hasta meses después de que detuvieron a los Abarca que consiguieron para
José Luis una orden de aprehensión por la desaparición de los estudiantes; pero
su esposa, hasta hoy, está consignada sólo por ser parte del crimen organizado
pero no por las desapariciones.
AR: Recuerda en el libro que antes
de los hechos de Iguala hubo una reunión de varias escuelas, y Ayotzinapa se
comprometió a conseguir 25 camiones para la marcha del dos de octubre en la
Ciudad de México. ¿Por qué desde el 26 de septiembre sus estudiantes emprendieron
esa tarea?
EI:
Habían empezado antes, pero no habían conseguido esa cantidad porque, después de
todo, retener autobuses lo hacían seguido pero no era cosa fácil: a final de
cuentas estaban cometiendo un delito al llevarse autobuses comerciales a su
escuela, y usarlos hasta por varias semanas. Las compañías de autobuses dicen
que se trata de robo y de secuestro porque se llevan los autobuses con todo y
chofer; los estudiantes dicen que no es tal cosa sino una retención.
Los
estudiantes de Ayotzinapa normalmente hacen esas cosas; si uno va por su
escuela siempre puede encontrar autobuses en las canchas de futbol que están
atrás.
En
esta ocasión en particular ellos los estaban buscando porque iban a venir, con
otras normales y como hacen cada año, a las manifestaciones del dos de octubre.
Estaban consiguiendo autobuses, pero, a diferencia de años anteriores, se
encontraron con que en las ciudades más cercanas a Tixtla y a Ayotzinapa había
operativos federales. Entonces era mucho más difícil conseguir autobuses.
La
siguiente ciudad grande es Iguala: fueron a los cruceros que están alrededor de
esa ciudad, los que van a Cuernavaca, a Huitzuco, a Chilpancingo, y allí es donde
consiguieron varios autobuses esa noche.
Sin
embargo, allí un grupo de estudiantes, alrededor de 15, se subieron a un
autobús y el chofer les dijo que sí se podían llevar el autobús. Pero cuando
llegaron a la terminal de Iguala los dejó encerrados en el vehículo; allí fue donde
empezó la tragedia de los 43 estudiantes.
AR: Sobre los autobuses: la
Fiscalía de Guerrero y el GIEI sí reportaron el quinto autobús, no así la PGR.
En su libro tampoco encontré mencionado este camión Estrella Roja. ¿Qué pasó
con este autobús?
EI:
La verdad yo no pude confirmarlo porque tenía muchos datos encontrados sobre ese
autobús. La PGR decía que sí había existido, pero que había sido dañado y destruido
por los propios estudiantes; el chofer decía que no, que sí habían salido, que
había sido la Policía Federal la que los había detenido y bajado del autobús, y
que les había dicho que escaparan. El chofer dijo que se habían llevado el
autobús a Cuautla, pero en una siguiente declaración dijo que no era cierto,
que había dejado el autobús allí.
Entonces
era muy difícil saber si ese autobús existía o no. Hablando con otros
compañeros periodistas teníamos la misma duda: unos hablaban sólo de tres
autobuses, y finalmente resulta que fueron cinco.
A
través de la investigación del GIEI queda la duda de si ese autobús es
importante o no. Los expertos adelantan la hipótesis de que los autobuses en
Guerrero se usan para transportar la droga a Estados Unidos, sobre lo que
actualmente hay una investigación en Chicago.
Tendrá
que ser investigado por qué las autoridades federales no le dieron importancia
a este autobús, y si es posible que alguno de los cinco autobuses tuviera droga
adentro. Pero es muy curioso que todos los estudiantes de ese autobús se hayan
salvado y que hayan sido estudiantes de otros camiones los que desaparecieron.
Entonces
pues tal vez se pudiera decir que en alguno de los cinco autobuses iba la droga
y no se sabía en cuál de todos. Igualmente sigue siendo válida la hipótesis de
que tal vez los confundieron porque los Guerreros Unidos pensaban que de estos
100 estudiantes algunos estaban infiltrados por el narcotráfico.
AR: Es muy interesante el caso del
quinto autobús porque querría decir que sí intervinieron los federales en
aquella noche.
EI:
Sí. Hablamos de cosas de las que tenía idea en mi investigación, como que había
por lo menos militares en la zona. Pero ya con la investigación que hizo la
Comisión Interamericana tenemos confirmado, finalmente, que sí, que por lo
menos por omisión sí se sabía qué estaba sucediendo allí, que había comunicación
entre el famoso C4 (Centro Estatal de Control, Comando, Comunicaciones y
Cómputo) y la central de cámaras que está afuera de Iguala, en la que se transmite
información en tiempo real.
Teníamos
información de que sí estaba transmitiendo información hasta cierto punto, pero
hubo un horario en el que dejó de transmitirse información. Pero sabemos que
esa noche en Iguala había policías federales y estatales, y que había gente del
Ejército patrullando en distintas zonas. Ninguno parece haber intervenido
directamente, pero la pregunta es, sobre todo después de la nueva investigación
que señala que la Policía Federal sí vio cuerpos en las calles, ¿por qué no
intervino o avisó viendo que había muertos en Iguala?
AR: Y como señala en el libro,
había presencia federal cercana, por los operativos en Chilpancingo, por
ejemplo…
EI:
Exacto. En Iguala no había operativo porque seguía siendo una ciudad sin mando único;
entonces allí la que controlaba todo era la policía municipal, la que decidía
cuándo debían entrar los demás operativos, ya sea del Ejército, la Marina e
incluso la Policía Federal. Pero cuando los federales vieron que había múltiples
reportes de balaceras y de muertos en la ciudad, pues sí por lo menos tenían que
informar a sus superiores de lo que estaba sucediendo.
AR: Otro factor importante: los
policías ministeriales. Como se observa en tu relato, fueron los que llegaron
el día 27 por la mañana a poner un poco de orden y a rescatar a los
sobrevivientes. ¿Qué pasó con los policías ministeriales?
EI:
Parece que los ministeriales son los que pusieron orden; los estatales que se
mencionan en el relato de la noche del 26 no eran ministeriales. Entonces hubo
también un conflicto a nivel estatal: los ministeriales parece que sí ayudaron
a los estudiantes, mientras que el resto de la policía estatal estaba viendo
cómo los desaparecían y no hacían nada al respecto.
Entonces
sí hay un problema muy grande en Guerrero, pero ya ni siquiera a nivel de la
policía municipal sino estatal, y ni se hable a nivel federal.
También
está una declaración que a mí me parece increíble y que pocos recuerdan: el
procurados Jesús Murillo Karam, cuando en una conferencia de prensa le
preguntaron por qué no intervino el Ejército esa noche, dijo que hubiera sido
peor. Uno se queda pensando qué idea se tiene en México de las fuerzas armadas
si el propio procurador general de la República dijo que hubiera sido peor que
los militares hubieran participado.
AR: Algo que me parece importante:
¿por qué creyeron los Guerreros Unidos que los estudiantes eran Rojos? Una
banda rival de narcotraficante no iba a llegar a atacarlos con piedras, por
ejemplo.
EI:
La hipótesis que se desprende de las declaraciones de los Guerreros Unidos es
que este grupo de estudiantes venía infiltrado. Pero eso es muy raro, porque
ellos mismos dicen que no les encontraron ningún arma sino piedras, palos y, si
acaso, capuchas. Pero dicen que venían infiltrados.
Existe
la teoría de que Gildardo López Astudillo es quien los confundió porque los
Rojos habían matado a su padre unos días antes. Más aún: sí había habido un
aumento de la violencia en las semanas anteriores a la desaparición de los
estudiantes justo porque los Rojos estaban intentando tomar el control del
lugar, y también eso dio pie a la confusión.
Sin
embargo, no he encontrado ninguna información que vincule a los estudiantes con
los Rojos. Eso también es contradictorio, porque a los estudiantes siempre se
les ha acusado de tener relaciones con el EPR y el ERPI, pero tradicionalmente
la guerrilla en Guerrero no tiene ninguna relación con el narcotráfico, son
estructuras separadas. Entonces sería muy extraño encontrar ahora una
organización a la que se le acusa de estar vinculada con una guerrilla y
también con el narcotráfico.
Tenemos
todas esas confusiones. Entonces tal vez los Guerreros Unidos pensaron que sí
venían por ellos. El otro día estaba leyendo algunas partes de mis notas y uno
de los primeros detenidos, un chavo al que le dicen El Lucas, dijo que los Guerreros no querían ningún desmadre en la
plaza; por ello, al ver venir un grupo de 100 estudiantes esa noche, con tal de
que todo estuviera tranquilo ellos eran capaces de desaparecerlos. Esto da una
idea de cómo se manejan las estructuras de poder en Iguala: que un cártel, si
no le gusta lo que está pasando, es capaz de entrar, coordinar a toda la
policía y desaparecer un grupo tan grande de estudiantes.
AR: ¿En qué punto nos encontramos
hoy de la investigación? Creo que su libro está enfocado a encontrar el hilo,
la línea del tiempo, los hechos como ocurrieron. Pero vemos que hay asuntos que,
imaginamos, podría resolver la ciencia y que hoy más bien están a discusión,
como la identificación de los restos en Innsbruck y la posibilidad de calcinar
los cuerpos en el basurero de Cocula.
EI:
Pues a un año tenemos mucha más información pero mucha menos certidumbre.
Tenemos que ahora, en toda esta discusión y a partir de la información de la
Comisión Interamericana, pues tenemos que está todo tan confuso que hasta la
ciencia está siendo discutida.
Mencionas
bien a la Universidad de Innsbruck, la cual fue recomendada por los peritos
argentinos. Innsbruck ha hecho un análisis de 16 piezas que eligieron los forenses
argentinos, de las cuales dos dieron positivo en distintos exámenes con la
identidad de dos normalistas: Alexander Mora y Jhosivani Guerrero.
Pero
tenemos un punto en el que pienso que no se va a poder avanzar: cuando la PGR,
un mes después de la desaparición de los estudiantes, a través del testimonio
de un detenido llegó al río San Juan, a las afueras de Cocula, y encontró las
bolsas con restos, no estaban allí los peritos argentinos, quienes llegaron
media hora o 45 minutos después. Estos se encontraron con unas bolsas que no
saben de dónde salieron, extendidas en unas mesas. Los peritos siguen diciendo
que ellos no estuvieron presentes cuando aparecieron las bolsas, entonces ellos
no pudieron cerciorarse de que las bolsas efectivamente hayan salido del río.
Además
hay algo que dice muy puntualmente el grupo de peritos argentinos: no hay
evidencia física que vincule el basurero con las bolsas encontradas en el río.
Lo único que hay son declaraciones de detenidos; en México, lamentablemente, en
la procuración de justicia se sigue pensando que con obtener la declaración de
alguien es suficiente. Pero no, se necesita mucha evidencia física.
Entonces
mientras no existan evidencias va a quedar la gran incógnita de dónde salieron
esos huesos.
Algo
que sí es innegable es que el ADN de los huesos de Alexander Mora, corresponde
en un 99.99 por ciento al de su familia; esto se hizo con un estudio de ADN
nuclear que es muy certero. El de Jhosivani Guerrero fue realizado con un
estudio que se llama ADN mitocondrial, que es más experimental y que no arroja
tal certidumbre. Sin embargo, si uno habla con algún científico, sobre todo
experto en genética forense, dirá que es un experimento exitoso porque para
ellos sí da certidumbre.
Entonces
sabemos que los huesos de dos de los 43 normalistas fueron calcinados. ¿Qué
pasó con los otros 41? Quién sabe, pero también tenemos, a partir de esto, la
incredulidad natural de los padres, que es completamente explicable. Una madre
decía, hace unas semanas, que para ella incluso ya se podía haber llegado al
extremo de que hubieran mutilado al joven, que le hubieran quitado un fragmento
de hueso y lo hubieran quemado, pero que podría seguir vivo.
Todo
esto nos lleva a que, a un año de la desaparición de los estudiantes, pues
todavía no sepamos bien a bien qué pasó. Hay muchísima incredulidad en la
ciencia, en los peritajes, está la discusión entre José Luis Torero y John
DeHaan. La ciencia no nos está dando las respuestas que necesitamos.
Además,
en México estos asuntos tradicionalmente tienden a politizarse, y entonces
mucha gente ya tiene una opinión política formada, lo cual nos lleva a
desencuentros entre la gente que cree completamente en lo que dice la PGR, la
gente que no cree absolutamente en nada y los que estamos en medio tratando de
entender qué es lo que realmente pudo haber sucedido esa noche.
AR: ¿En cuál de los actores de este
drama encuentra alguna esperanza de que se haga justicia y de que cambien los factores,
desde sociales hasta institucionales, que provocaron esta tragedia?
EI:
Pues en el libro no la encuentro pero la sigo teniendo. La verdad, dentro de
todo yo quiero creer que en el futuro, por lo menos a partir del informe del
GIEI, en México nos podamos poner a discutir sobre cómo se lleva la procuración
de justicia en el país, cómo se investigan estos casos y, por otro lado, los
problemas estructurales que tenemos: la pobreza en Guerrero, la falta de
educación y de servicios básicos, lo cual obliga a los habitantes ya sea a irse
a Estados Unidos como indocumentados, a entrar al narcotráfico o, en el caso de
los estudiantes, a volverse profesores rurales.
Yo
creo que esto nos debe abrir los ojos para que tengamos una discusión nacional
sobre qué estamos haciendo sobre esos problemas, con el narcotráfico, y a
partir de eso sentarnos todos y decir qué queremos con este país, a dónde lo queremos
llevar.
Realmente
yo, a un año de la desaparición de los estudiantes, no veo ningún cambio: en
Guerrero veo que aumenta la violencia, en Iguala siguen desapareciendo personas
y sigue habiendo una gran cantidad de homicidios.
Entonces
no veo ningún cambio y, lamentablemente, por cómo está la situación, no
descarto que pueda suceder otra vez algo tan terrible como la desaparición de
43 estudiantes, aunque sea en otro municipio, con otras personas. El riesgo
sigue allí porque en México no hemos caído en cuenta de que, a un año, las
condiciones siguen iguales que como estaban en la noche del 26 de septiembre de
2014.
*Entrevista publicada en Replicante, septiembre de 2015.
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