domingo, julio 17, 2016

El libro, un anhelo humano de supervivencia. Entrevista con Fernando Báez


El libro, un anhelo humano de supervivencia
Entrevista con Fernando Báez*
Ariel Ruiz Mondragón
El libro ha sido uno de los grandes inventos de la humanidad: se trata de “una tecnología de la memoria cuyo contenido cultural puede ser leído, oído o palpado debido a su presentación impresa o electrónica en forma compaginada”, nos dice el investigador venezolano Fernando Báez en su obra Los primeros libros de la humanidad. El mundo antes de la imprenta y el libro electrónico (México, Océano, 2015).
Con anterioridad el autor había publicado Historia universal de la destrucción de libros; en contraste, ahora relata cómo diversas culturas, desde los sumerios hasta la Edad Media, fueron plasmando su memoria en forma de libros, en soportes que van desde la piedra hasta el papel.
Sobre ese voluminoso y ambicioso volumen Etcétera conversó de manera electrónica con Báez, quien ha sido asesor de la Unesco y ha ganado diversos premios, como el Internacional de Ensayo Vintila Horia por Historia universal de la destrucción de libros —obra traducida a 17 idiomas—, el Nacional del Ministerio de Cultura 2006 y el Nacional a mejor libro extranjero de Brasil. Es considerado una autoridad en el ámbito del patrimonio histórico, las bibliotecas y la censura.

Ariel Ruiz (AR): Me parece que después de su Nueva historia universal de la destrucción de libros ahora emprende un relato similar, pero sobre la construcción de los libros. ¿Por qué escribir hoy un libro como el suyo? Lo digo también porque lo hace en pleno auge de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, en tiempos en que “toda memoria es una herejía”, como usted dice.
Fernando Báez (FB): Es un momento crucial en la historia del libro en esta fase de metamorfosis electrónica. Concluí una pentalogía (Historia de la antigua biblioteca de Alejandría, Historia universal de la destrucción de libros, La destrucción cultural de Iraq, El saqueo cultural de América Latina, Las maravillas perdidas del mundo), y era inevitable recuperar el camino de regreso al origen del tema del libro, porque es una herramienta de la memoria que ha cambiado mientras nos cambia.
Libro y memoria son dos aspectos de una investigación en la que se enlazan núcleos de la indagación que me anima: la pasión por entender cómo la identidad y el olvido nos determinan como especie. Entre millones de especies en la Tierra, somos la única que elabora libros para transmitir y repensar el legado ficcional o histórico. Otras especies simplemente transmiten su aprendizaje con su ADN. Cierto, hoy los biólogos estiman que existen actualmente 1.5 millones de especies descubiertas y que esto representa apenas el uno por ciento que logró salvarse de la extinción total desde los comienzos de la vida en el planeta hace 4 mil 400 millones de años aproximadamente. Entonces es imposible que no se vea el libro como un monumento que representa nuestro anhelo de supervivencia.

AR: Su libro abarca cinco mil años, para cuya elaboración utilizó una vasta bibliografía e incluso realizó diversos viajes. ¿Cuáles fueron los principales problemas que tuvo para hacer esta amplia historia?
FB: El acceso a archivos en algunos países subsaharianos es complejo, y en otros, como Eritrea, es imposible. Del resto, me encanta viajar y creo que cualquier obstáculo es aprendizaje cuando se tiene la disposición correcta. Desde que comencé el camino literario supe que era una vía a contramano, donde los mejores aliados son la soledad, el rigor y un ánimo fuerte para confrontar.

AR: Usted concibe al libro como “una tecnología de la memoria cuyo contenido cultural puede ser leído, oído o palpado debido a su presentación impresa o electrónica en forma compaginada”. ¿Cómo forjó esta definición?
FB: Tengo que decir que mi punto de partida viene de un extraño libro, nunca traducido al castellano, titulado The Beginnings of Libraries, de Ernst Richardson, quien formuló una idea del libro como una tecnología y no como un objeto definido exclusivamente por el formato. Richardson fue quien me hizo conocer el fragmento de Beroso sobre esa idea de que la primera ciudad del mundo se llamó Pantabiblion porque tenía todos los libros, según los mitos sobre el diluvio en Medio Oriente. Hoy es un autor injustamente olvidado, pero me sucedió igual con Fernand Drujon y Cornelius Walford, pioneros en el estudio de la destrucción de libros. El libro, en esencia, no está muriendo con el libro electrónico, está mutando, y esto es fantástico. El problema es el control tecnológico que subyace bajo la discusión de la edición en la actualidad, el control corporativo, que crea latifundios que no se preocupan por la lectura en sí sino por el consumo y la hegemonía cultural.

AR: ¿Cómo se han vinculado las formas de fabricación y de concepción de los libros con la dominación que han ejercido diversos pueblos en la historia?
FB: Quien domina la tecnología se impone: esa es la lección histórica que nos dejan milenios de uso de materiales como la arcilla, el papiro, el pergamino, la madera, el papel y hoy el uso de fibra óptica y componentes electrónicos. Grecia, para imponerse como civilización, tuvo que comprar miles de papiros a los egipcios hasta que finalmente Alejandro Magno los conquistó y sus sucesores siguieron esa ruta del papiro hasta que se les ocurrió crear la más grande biblioteca griega del momento en Alejandría. La segunda mejor biblioteca griega no estuvo en la península griega sino en el Asia Menor, en Pérgamo.

AR: ¿Cuáles fueron las formas de relacionar el libro con los dioses en este amplio periodo?
FB: El libro, al igual que la palabra, fueron considerados sagrados y tienen en común factores religiosos identitarios: el libro es sagrado para musulmanes, cristianos e hindúes. En China, los libros iniciales estuvieron ligados a la adivinación y el poder. Para los egipcios las bibliotecas eran “farmacias del alma” porque los papiros contenían revelaciones, datos médicos y astronómicos. Personalmente me impresionó conseguir historias como la de la Geniza de El Cairo, un lugar donde conservan todos los restos de sus textos sagrados porque sería infame o blasfemo arrojar a la basura cualquier página o un ejemplar dañado. En un lugar fascinante llamado Jabal-E-Noor-Ul-Koran guardan todos los restos de cualquier ejemplar dañado de El Corán y hasta han elaborado una edición con partes de otras más antiguas. Algo como leer La Divina Comedia en una edición hecha con otras ediciones de distintos momentos de la historia de Italia. Se trata de una devoción emocionante.

AR: En el principio los libros documentaron datos económicos, administrativos, hechos cotidianos. ¿Cómo sirvieron como factores identitarios y cómo se pasó a la ficción?
FB: Tenemos que pensar en los datos que tenemos: el libro fue inventado de forma autónoma por al menos cuatro civilizaciones en tres continentes: en África, con los egipcios; en Asia fue obra de los chinos, y en América el libro fue creado por aztecas y mayas. Esa invención fue producto de necesidades comunes de organización dentro del esquema de instituciones muy complejas que requerían vinculación teológica-mitológica. No hay identidad sin memoria y quien maneja la memoria maneja la identidad.
La ficción hay que estudiarla, al igual que la literatura religiosa, en el sentido de las respuestas que ofrece a factores ligados a la evolución, la adaptación, el poder, como lo ha hecho Steven Pinker.

AR: ¿Qué transformación social trajo el oficio de los libros? ¿A qué clase o estamento social han pertenecido los constructores del libro, desde los escribas sumerios hasta los copistas de la Edad Media?
FB: Fue un cambio profundo, una revolución. Leer o no leer: ese es el dilema que nos marca en la ampliación de nuestras posibilidades como ciudadanos. Los escribas sumerios eran castas vinculadas con el poder y lo mismo sucedió con los copistas, pero es obvio que el poder de la edición otorgó condiciones de legitimación social increíbles dentro de los grupos urbanos que condicionaron la Edad Media, y por eso le dedicó un espacio minucioso a esa etapa dentro de mi obra.
Gracias a los escribas pudieron salvarse los pensamientos griego, árabe, romano y de otras culturas fascinantes. Fue como la consagración de un orden académico que permitió la expansión de las universidades a partir de las pecias, por lo que no hay que olvidar a las universidades porque los alumnos (etimológicamente “sin luz”) buscaban quienes les explicasen los textos principales, y esa labor exigía copias muy fidedignas.

AR: Hay una idea antigua que ha reaparecido en la era digital: la posibilidad de reescribir un texto. Al respecto da el ejemplo del Libro de los muertos, que era considerado un texto en plena evolución. ¿Por qué se perdió esa tradición con la fijación del texto en un libro?
FB: Eso tiene mucha influencia de la canonización de un copia fiel, hecho que sucedió con los hebreos, los cristianos, los hindúes, los musulmanes con la tradición de Mahoma —que inicialmente se repartían en hojas de palmera—, mientras que entre los griegos fue una decisión oficial ofrecer una copia de Homero en la era de Pisístrato porque era una obra que respondía a un ideal formativo.
La tradición de un texto reescrito de forma interminable, sin embargo, se ha retomado hoy en internet: vemos que lo que llamábamos Enciclopedia Británica es una combinación de videos, sonidos, textos, hiperenlaces, comentarios del autor y de los lectores, notas añadidas, o la Wikipedia, que es un proyecto fantástico. Hoy en día el canon ha cambiado y las corporaciones son las que legitiman o no un texto, lo cual es un fenómeno preocupante.

AR: De los materiales que han sido soporte de la escritura, ¿cuáles son los que mejor se conservan?
FB: De acuerdo con las condiciones ambientales. En Oxyrrinco se encontraron miles de papiros usados como materiales de momificación que resultaron contener obras de grandes clásicos. Richard Janko, un admirado erudito, estudió los textos de Filodemo de Gadara conservados irónicamente quemados: su capa superior se fundió y el texto se lee con rayos X como si fuera de fondo negro con letras en blanco.
Con las tablillas de Ebla ocurrió algo curioso: un incendio preservó las tablillas porque la arcilla se endurece con el calor.
Hoy las bibliotecas del mundo entero, sin presupuesto, padecen que miles de libros en papel de los siglos XVII al XIX lentamente se están destruyendo.
Sin duda, una tablilla de arcilla que tiene cinco milenios podría tener mayor duración que un iPad, parte de una generación de dispositivos cuya obsolescencia programada implica el control de las vías de distribución de los libros. 

AR: ¿Cómo se desarrolló la lectura? ¿Quiénes aprendían a leer? Por ejemplo, entre los egipcios muy pocos podían leer los papiros, y así ocurrió en muchas otras época.
FB: Recomiendo releer esa maravilla que es la Historia de la lectura, de Alberto Manguel, un gran maestro. Yo me he dedicado en Los primeros libros de la humanidad a entender más bien cómo se producían los libros, por qué fueron inventados, cuáles son los mitos fundacionales, y ciertamente el acceso a los libros ha cambiado. Las primeras bibliotecas no eran centros abiertos al público sino más bien templos. Incluso la biblioteca de Alejandría, que constaba de dos partes, se basaba en el museo a una deidad considerada pagana por los cristianos que lo destruyeron.

AR: En la parte dedicada a los griegos, usted anota: “Todos los libros hasta el siglo XXI han ocupado mucho espacio”. ¿Esto ha sido un obstáculo para la difusión del libro?
FB: Hoy es posible almacenar todo lo que se ha escrito en la historia humana en 50 petabytes, una cifra que dice mucho en la era del zetabyte que vivimos, en un planeta donde aumenta la digitalización. Ahora bien: ¿qué sucedería en una ciberguerra que corte los cables submarinos y anule los sistemas de infraestructura eléctrica a nivel global? No hay capacidad ni reservas energéticas eléctricas suficientes para la superpoblación que hay en 2015 y la que tendremos en 2050. Un ataque terrorista con software parecido al de Stuxnet que se aplicó contra Irán podría aniquilar bibliotecas digitales enteras.
La gente confía porque tiene respaldos, pero ignora que esos respaldos contienen códigos que pueden ser alterados de forma permanente. El tema del espacio con los libros impresos es real: yo tuve que regalar la mitad de mi biblioteca a la Biblioteca Nacional de Egipto y regalaré el resto a la Biblioteca Nacional de Bagdad porque no tenía espacio para tantos volúmenes.

AR: ¿Cómo se relacionaron los libros con el desarrollo de la academia? Dice usted que incluso antes de las universidades en la Edad Media hubo centros avanzados de estudios budistas “cuyo soporte de formación eran los libros”.
FB: Pensemos que en Tombuctú funcionó la primera universidad del mundo, la de Sankore o Sankore Masjid, con 25 mil estudiantes. Pero no es un asunto que uno vea mucho en la bibliografía occidental. Tampoco será común que la gente conozca muy bien que en India existieron centros universitarios en Taxila, Nalanda, Ballabhi, Vikramshila, Odantpuri y Jagdalla, donde el budismo era la plataforma epistemológica para iniciar a los jóvenes. Baste decir que en Nalanda hubo mil profesores y 10 mil alumnos que compartían lecturas de los budismos mahayana y theravada. Es mágico eso.

AR: En algunos episodios de esta historia aparecen las mujeres; por ejemplo, destaca un texto del Japón del siglo X. ¿Cómo usaron las mujeres el libro en esta historia?
FB: Japón tiene un papel mítico en la historia del libro, y revolucionó la vida de las mujeres que eran víctimas —como en cierta forma sigue siendo ahora—del machismo cultural. Hubo una rebelión literaria estupenda y el manuscrito de la era Heian conocido como El diario de una vida efímera nos pone frente a la primera novela autobiográfica japonesa con las confesiones de una dama de la corte en el siglo X. Se trataba de libertad y dignidad, una sensibilidad que rompía con los tabúes de su tiempo.

AR: Usted recuerda que en 1492 Jean Trithemius escribió “la apología más polémica, absurda e interesante en toda la historia del libro”. Argumentaba a favor del antiguo manuscrito y denunciaba el libro impreso, que “como papel que es, desaparecerá rápidamente”. ¿Qué nos puede decir aquella disputa de la que en la actualidad se vive entre los formatos impreso y electrónico del libro?
FB: El abad Trithemius, defensor del manuscrito y enemigo del libro impreso, curiosamente fue el padre de la criptografía que hoy protege los datos en internet. A mí me apasiona casi con fanatismo la criptografia. Y, sin duda, estamos en un punto donde el libro impreso no desaparece, pero se fortalece el libro electrónico y la búsqueda de dispositivos más económicos que reduzcan la brecha tecnológica que existe.


*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 182, enero de 2016.

1 comentario:

t.rex dijo...

en latín alumnus era un antiguo participio pasivo del verbo alere, que significaba ‘alimentar’, no "sin luz".