Cuando el futbol levantó la cabeza
de Argentina
Entrevista con Andrés Burgo*
Ariel
Ruiz Mondragón
En
1982 el litigio entre Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña por la
soberanía de las Islas Malvinas llegó a su punto más alto: a inicios de abril
las fuerzas argentinas desembarcaron en ellas y los británicos las recuperaron
a sangre y fuego en un conflicto que duró dos meses y que costó cientos de
vidas, la mayoría de ellas de jóvenes del país sudamericano. Las heridas
abiertas por la guerra quedaron allí.
Apenas
cuatro años después, durante la Copa Mundial de Futbol realizada en México, en
los cuartos de final se enfrentarían Argentina e Inglaterra, partido que entre
no pocos despertó la pasión hasta el punto del morbo. Parecía una oportunidad
de revancha histórica. Al final, el resultado de aquel choque del 22 de junio
de 1986 en el estado Azteca fue una victoria épica de los argentinos merced a
dos anotaciones geniales de su estrella, Diego Armando Maradona, jugadas conocidas
como La mano de Dios y El gol del siglo.
Aquel
día “es el paraíso del futbol argentino. Hubo cientos, miles de tardes y noches
con más goles y con mayor belleza colectiva, pero ninguna con esa carga
simbólica. Ese partido es un aleph del futbol que lo tuvo todo, y todo lo que
tuvo nos favoreció. El macho alfa de los goles y el más ilegítimo, la
deificación de un futbolista en un puñado de minutos, el trasfondo de las
llagas de una guerra todavía abiertas, y el contexto deportivo perfecto: los
cuartos de final de una Copa del Mundo”.
Quien
escribe lo anterior es el periodista argentino Andrés Burgo (1975) en su libro El partido. Argentina-Inglaterra 1986
(México, Tusquets, 2016), volumen en el que relata a detalle lo ocurrido antes,
durante y después de aquel legendario encuentro que adquirió dimensiones de
epopeya por el contexto político y social.
Sobre
ese volumen conversamos con el autor, quien es periodista especializado en
deportes. Ha cubierto juegos olímpicos y diversos campeonatos internacionales
de futbol, como mundiales y Copa América. Ha sido coautor de otro par de libros
dedicados a Maradona, además del volumen titulado Ser de River en las buenas y en las malas. Ha trabajado en TyC
Sports y Vorterix, además de que ha colaborado en medios como El Expreso, Clarín, El Gráfico y El País, entre otros.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir
un libro acerca de un partido de futbol ocurrido hace 30 años, del que usted
escribe que quizá fue el único milagro del siglo XX, pero del que también Jorge
Valdano dijo que fue un partido mal jugado, el peor que jugó Argentina en el Mundial
de 1986?
Andrés Burgo (AB):
Está la cuestión de que soy, ante todo, periodista, y escribir un libro es una
de las obras más nobles que puede hacer un periodista. También está la
relevancia del tema elegido, ya que es el gran partido de la historia del
futbol argentino, y calculo que es uno de los cinco grandes partidos de la
historia del futbol mundial.
Es
cierto que hay pocos libros sobre partidos: en Colombia hay uno sobre el 5-0 de
Colombia sobre Argentina, otro sobre el Chile-Unión Soviética de las
eliminatorias para el Mundial de 1974, cuando los soviéticos no se presentaron
en medio del golpe de Estado de Pinochet. Hay también un libro en Perú sobre
una tragedia ocurrida en un partido Perú-Argentina, el día que hubo más muertos
en un estadio de futbol.
Yo
me preguntaba por qué no había un libro sobre este partido. A veces las ideas
más sencillas terminan siendo buenas, y hace tres años empecé a pensar en hacer
un libro sobre el Mundial de México en 1986. Era como volver un poco a mi
infancia, porque entonces tenía yo 11 años, lo que era una cuestión muy noble
para mí, porque es una cuestión como de que quería volver a mi infancia.
Así
que hubo distintos motivos que me llevaron a escribir este libro. Es cierto lo
que dice Valdano: fue un partido mal jugado, pero también es un partido que, a
medida que pasa el tiempo, se va agigantando en la memoria: es en el que, al
menos a ojos argentinos, Diego Armando Maradona se consagró como la versión
deportiva del Che Guevara, de Evita, de San Martín. Esto ocurrió el 21 de junio
de 1986. Es cierto que a Maradona y a la selección argentina aún les faltaba
ganar la final (que después lo hicieron), pero sin este partido de cuartos de
final lo otro no habría tenido la misma fuerza.
AR: ¿Cuáles fueron los principales
problemas que tuvo para hacer esta gran crónica? Por ejemplo, menciona que le
quisieron cobrar entrevistas Maradona, el árbitro y hasta Peter Shilton.
AB:
Hacer un libro es, básicamente, un rompecabezas inagotable. Hay una frase que
dice que el libro no se termina ni se abandona. La gran dificultad no creo que
sea esa que señalás sino las propias
limitaciones de uno mismo, el tiempo. El resto es sencillo; es cierto que no
pude tener el testimonio de Maradona y del árbitro, pero ellos hablaron hace 30
años, en el caso del primero un montón de veces y en del árbitro un par de
ocasiones. Yo conseguí la declaración oficial de la última charla que él tuvo
con un periodista francés.
Lo
más difícil de un libro es la parte de la escritura; es maravilloso investigar
y llegar a pequeñas historias, pero para escribirlas tuve la ayuda de una gran
maestra en la edición que es Laila Guerriero, que es la editora de la colección.
Fue maravilloso haber trabajado con ella.
Hubo
una parte difícil en la construcción del libro: cuando oyes una o varias
verdades. ¿A qué me refiero? A que muchos protagonistas hablaban de un único
hecho con diferentes versiones. Por ejemplo, a la camiseta que Argentina usó
ese día contra Inglaterra. Argentina jugaba con una camiseta blanca antialtura,
antiverano, para decirlo de alguna manera, con una especie de agujeritos (“panal
de abeja” le decían). Era un modelo que Bilardo había pedido para que la
camiseta no acumulara el sudor y se convirtiera en otro rival. El problema fue
que esa camiseta sólo era blanca, y Argentina la había usado contra Uruguay; la
otra era muy pesada porque no tenía esta previsión antialtura que sí tenía la
camiseta celeste y blanca. Pero tenían que jugar con una camiseta azul contra
Inglaterra, por lo que salieron unos enviados de la AFA (Asociación del Fútbol
Argentino) a comprar camisetas azules genéricas. Ninguno de ellos recuerda en
qué local las compraron porque pasaron por 4 o 5 locales para buscar este tipo
de chamarras; al día siguiente, a falta de un día para el partido, pegaron los
números y el escudo de una forma muy artesanal. Los dos empleados de la AFA que
fueron a buscar estas chamarras por distintos locales de ropa deportiva no
mencionan una versión de los jugadores; por ejemplo, Burruchaga cuenta que
Héctor Miguel Zelada, el tercer arquero del plantel y que jugaba y vivía en
México, tenía una casa deportiva, y fue a buscar esas chamarras. Yo hablé con
Zelada, y dice que sí es cierto, “yo les di esas chamarras, que salieron de mi
local de ropa deportiva”. Pero ninguna de las dos personas que fueron a buscar
las chamarras dicen que las hayan comprado en el local de Zelada. Así, hay
varias versiones sobre un mismo hecho.
Eso
era una complicación para escribir el libro porque las distintas versiones son
igual de felices y tautológicas, y no sé si exista una gran verdad sobre los
hechos. Creo que cada uno tiene su recuerdo de lo que realmente pasó.
AR: El suyo es un libro muy
detallado sobre aquel día. ¿Qué nos dicen esos detalles, algunos de los cuales nos
pueden parecer inocuos, del partido? Por ejemplo, desde la tan complicada
elaboración de la camiseta que usó aquel día Argentina, hasta el destino de los
balones usados en el partido.
AB:
Con los pequeños detalles se cuentan las grandes historias. Yo sabía que no iba
a tener a Maradona, que es el gran protagonista de este partido, pero que iba a
contar con el testimonio del resto de los protagonistas. Maradona sería una
especie de Sol, y había que hacer una pintura de la galaxia que fue este
partido, por lo que había que rodearlo con el resto de los testimonios. Éstos
cuentan pequeñas historias de la grandeza de ese día.
AR: Me parece que un motor de esta
historia son los conflictos que había al interior de la selección argentina: desde
la confrontación entre Menotti y Bilardo, hasta aquellos rumores sobre la
enfermedad de Daniel Pasarella para que no estorbara el liderazgo de Maradona. ¿Esto
cohesionó al equipo?
AB:
Era una selección que llegó muy conflictuada a México. El rol de Maradona
todavía no era el de líder auténtico del plantel, porque había otro: Pasarella,
que era como el representante del extécnico de la selección, César Luis
Menotti. Maradona era el representante del nuevo técnico, Bilardo.
Pero
Maradona le fue ganando a Pasarella el liderazgo del plantel ya en México, por
supuesto con sus actuaciones dentro de la cancha, y también por una serie de
reuniones muy tensas que hubo. Entonces Pasarella entró en una espiral de
desgracias que lo marginaron del Mundial al punto de que en este partido contra
Inglaterra estaba en el sexto piso del hospital Español, entubado y tras haber perdido
seis kilos víctima de una diarrea por el “mal de Moctezuma”. Hubo quienes
acusaron al cuerpo técnico de haberle provocado adrede una intoxicación; pero la
explicación que dio el médico fue que Pasarella cometió un error al haber
tomado whisky con hielo de agua de grifo, de donde vino la intoxicación.
AR: ¿Cuál fue la intervención de
los políticos en este Mundial, y en este partido? Se vio claramente en el caso
de Argentina: antes del Mundial Raúl Alfonsín pedía la cabeza de Bilardo, y
cuando iba a ser el partido contra Inglaterra varios políticos en el Congreso
argentino llegaron a solicitar que su selección no se presentara a jugar.
AB:
En Argentina hubo senadores del Partido de la Transición —que era el partido
oficialista en ese momento— que pidieron en el Congreso que Argentina no jugara
ese partido, que la selección se volviera porque no se podía tener ningún tipo
de relación con Inglaterra. La guerra había terminado cuatro años antes.
Por
supuesto que creo que hubo algo de aprovechamiento de la oposición, pero
también es cierto que el propio gobierno dos años antes había hecho lo mismo:
el primer partido oficial entre clubes argentinos e ingleses fue un
Independiente-Liverpool, en 1984, dos años después de la guerra, y era la final
del mundo entre clubes. El presidente Raúl Alfonsín y su gobierno, a través de
la Secretaría de Deportes, estaba a favor de que Independiente no jugara ese
partido porque no había ningún tipo de relaciones con los ingleses, ni
deportivas. Finalmente los jugadores le pidieron personalmente al gobierno de
Alfonsín: “Queremos jugar ese partido, es una cuestión deportiva, no política
ni bélica”. Los dejaron jugar, y dos años después, cuando Argentina jugó contra
Inglaterra en el Mundial de México, pues como que al gobierno le convenía que
la selección jugara. El gobierno ya empezaba a entrar en la espiral de desgracias
que terminaría con su derrota electoral en el año siguiente. Pero entonces
diputados y senadores opositores pidieron que Argentina no jugara ese partido,
y presionaron en la semana previa al partido. Pero hubo telegramas de
excombatientes argentinos pidiendo a los jugadores un gran esfuerzo y que no
les fallaran en ese partido tan especial.
Cuentan
también que el ministro de Deportes de Inglaterra llamó a los jugadores para
decirles que, básicamente, no se metieran en problemas, que tuvieran un comportamiento
ejemplar, que era un partido muy sensible.
AR: ¿Cuál fue la relevancia
política que tuvo este encuentro? Podemos ir de un contexto con la guerra de
las Malvinas hasta cuando Maradona, cuando empezó a fallar deportivamente,
rescató la historia de que habían honrado a los jóvenes argentinos caídos en ese
conflicto.
AB:
Políticamente no creo que haya tenido relevancia. Este partido fue visto como
una revancha poética por las Malvinas, y es la frase que podemos decir.
Repercusiones políticas después del partido yo creo que no hubo; eran épocas en
que en Argentina no había Embajada inglesa, y en el Reino Unido no había
Embajada argentina. Para reconstruir las relaciones entre los dos países, para
empezar una situación no sé si de amistad pero sí de kilómetro cero, sería
mejor referirnos a 1990, cuando la selección de rugby de Inglaterra vino a
Argentina a jugar unos partidos contra los Pumas (la selección argentina de
rugby). A partir de allí empezaron los vínculos políticos y diplomáticos.
Pero
yo no sé si este partido tuvo una relevancia política, aunque sí la tuvo social
y deportiva.
AR: A partir de esta experiencia,
¿cómo se puede trazar la diferencia entre política y deporte? Usted rescata una
declaración de Valdano, quien dijo que era un partido ideal para que se confundieran
los imbéciles, que las Malvinas son argentinas era tan cierto como que los
militares los habían embarcado en una guerra absurda. También recupera una
declaración de Maradona en la que él se reclama ciudadano y hace una distinción
con la guerra. ¿Cuál es la separación entre la política y el deporte que, a
grandes rasgos, trazaban Valdano y Maradona?
AB:
La verdad es que era un mundo ideal donde nada más había que hacer un partido
de futbol, pero era en un marco social: la guerra recientemente había
terminado, y había sido absurda pero causó muchas muertes precisamente del lado
argentino, y la gente estaba muy sensibilizada. Como que a los jugadores
argentinos les quedó un inspirado papel de “vengadores” (así, entre comillas).
El
propio Valdano, después del partido, y en referencia al gol con la mano, dijo:
“Es cierto que el gol fue con la mano, pero también es cierto que los ingleses
habían metido un montón de manos en la guerra”.
La
guerra fue como un ruido sordo, como un efecto contaminante que tuvo el partido
durante toda la previa y que ayuda después a la épica del partido. La verdad es
que el partido en sí fue muy limpio, quizá de los más limpios que tuvo
Argentina en el Mundial; los dos equipos se portaron muy bien, pero es
innegable que, especialmente en 1986, un Argentina-Inglaterra no era lo mismo
que un Argentina-Etiopía o un Argentina-España. Había una cuestión
contaminante, de la cual los jugadores trataron de aislarse antes del partido,
pero era imposible. Hubo un titular de un diario muy bueno que decía que el de
las Malvinas era como todos los fantasmas: no existen pero están allí.
AR: En varias partes del libro se
aborda la reacción de los ingleses, a la que usted llama de “dulce
resignación”, de “grandes en la derrota”, sin ocupar el papel de víctimas de
conspiraciones. Al final del libro se puede leer que ellos sacaron varios libros
en los que sus jugadores demuestran, en general, bastante admiración por los
argentinos, especialmente por Maradona. ¿Por qué fue esta reacción tan
caballerosa de los ingleses?
AB:
A mí me gustó reivindicar la reacción de los ingleses. La verdad es que un gol
con la mano para mí no dice mucho de quién lo hace porque casi todos que tienen
la posibilidad de hacer un gol con la mano lo van a hacer; es una cuestión casi
instintiva, no es una cuestión premeditada, no es que saliese a hacer trampa.
Cierto que Maradona hizo el gol con la mano, pero también hay muchos ingleses recuerdan
que Inglaterra ganó un Mundial con un gol que no fue. No hay ninguna diferencia
entre hacer un gol con la mano y un gol dudoso.
Para
mí hacer un gol o festejar un gol ilícito no habla mucho de nadie porque la
gente lo hace. Para mí fue reivindicar cómo los ingleses metabolizaron la
injusticia, porque cuatro años más adelante los argentinos, ante un error de un
árbitro mexicano, hablamos de “mano negra”, de que había un complot y nos
entregamos al victimismo.
Los
ingleses, la verdad, asumieron que había sido una injusticia, pero que formaba
parte del futbol. Salvo un par de jugadores, que continuaron enojados con
Maradona no por la mano sino porque no se disculpó, el resto metabolizó muy
bien la derrota y la injusticia. Para mí eso es para destacar.
AR: Vamos sobre la carga simbólica,
que es múltiple y muy diversa; al respecto me gustó mucho el testimonio de
Héctor Rebasti, este jugador de futbol que tuvo que ir a la guerra de las
Malvinas. A partir de ese y otros testimonios que usted haya conocido, ¿qué les
dijo este partido a los hijos de esa guerra?
AB:
Es muy peligroso hablar de lo que puede significar un partido de futbol cuando
hay excombatientes relacionados, y no hay nadie más involucrado que un
excombatiente que vio morir a sus compañeros, alguien que por el resto de su
vida va a seguir pensando en esa guerra. Y esa persona dice “ese partido fue
oxígeno, fue como un volver a vivir, fue como demostrar que los argentinos le
podíamos ganar a los ingleses; fue volver a levantar la cabeza, fue sacarse un
peso de encima, sacarse una culpa”, todo eso es lo que dice Rebasti,
exfutbolista, excombatiente de Malvinas.
La
verdad, qué otra cosa podemos decir que aceptarlo y entender que el futbol,
entre muchas cosas, por supuesto no es algo trascendente, pero sí es un
vehículo para empezar a entender otro tipo de asuntos, y en este caso fue un
vehículo para sacarse un peso de encima, al menos para algunos de los
excombatientes. Para mí, en ese sentido, allí está la grandeza de este partido,
el que, como hace 30 años y en cierta forma, lo seguimos jugando.
AR: También fue importante el papel
de los medios en aquel partido. Usted reproduce algunas cabezas de periódicos
argentinos e ingleses. Tendieron a exacerbar el nacionalismo y el conflicto, me
parece. Después de su revisión hemerográfica, ¿qué nos dice al respecto?
AB:
Hubo un tratamiento grave, pero hubo diarios que lo trataron con seriedad. El diario
Crónica, de Argentina, toda esa
semana habló de piratas, de recuperar las Malvinas a goles. Entonces hubo una
cuestión de patrioterismo alrededor de este partido en parte de la prensa.
Pero
también nos podemos referir a un diario serio como El País, de Madrid, que aquel día tituló: “Argentina-Inglaterra
juegan la versión deportiva de las Malvinas”. Evidentemente los diarios tampoco
podían o querían tapar lo que todo el mundo estaba hablando.
AR: Usted llama a aquel partido
“milagro”, la ascensión de Maradona como un genio a la altura de Pelé con
aquellos goles contra Inglaterra. Pero, 30 años después, ¿qué le dice hoy
aquella gesta a Argentina?
AB:
Son dos jugadas que se siguen reivindicando cada vez más, pero también pueden
convertirse en una especie de yunque en el sentido de que muchos argentinos le
piden a Messi que haga este tipo de jugadas. A veces quedarse preso en el
pasado es un problema porque te perdés
de lo que está ocurriendo ahora. Puede ser que este partido, de manera
involuntaria, esté también apoyando esa cuestión de enamorarse del pasado, lo
cual no deja de ser ficticio porque en el pasado también hubo problemas como
ahora. Pero, volviendo a tu pregunta, claramente esos goles, a medida que pasa
el tiempo son más mitificados y se engrandecen con el paso del tiempo en el
recuerdo de los argentinos.
*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 191, octubre de 2016.
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