La profundidad
del humor
Entrevista con
Guillermo Espinosa Estrada*
Por Ariel Ruiz
Mondragón
El
humor y una de sus principales vertientes, la comicidad, han
registrado diversas concepciones y formas de practicarse a través de
todas las épocas, las que han quedado registradas cuando menos desde
los tiempos bíblicos y hasta la época de las sitcoms
norteamericanas y de las redes sociales.
Una
buena reflexión en la que se mezclan la historia, la literatura y el
humor es el conjunto de ensayos que Guillermo Espinosa Estrada
(Puebla, 1978) nos presenta en el libro La
sonrisa de la desilusión (México,
Tumbona Ediciones, 2012), en el que a través de su álter ego,
William Thornway, nos presenta una concepción moderna del humor y la
risa que está muy vinculada con sus contrapartes: la tristeza y el
llanto.
Replicante
conversó con el autor, quien es doctor en Lengua y Literatura
Hispánica por la Universidad de Boston; ha sido profesor en las
universidades de las Américas e Iberoamericana, ambas en Puebla, así
como en el Departamento de Estudios Humanísticos del Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Ha colaborado en
revistas como Luvina,
Letras Libres,
Casa del Tiempo
y Tierra Adentro,
entre otras.
Ariel
Ruiz (AR): ¿Por qué publicar hoy un
libro sobre lo cómico, sobre la risa, sobre el humor?
Guillermo
Espinosa Estrada (GEE): Es una buena
pregunta; de hecho, un par de reporteros me han preguntado que en un
país como el nuestro, con tantos problemas, qué significa reír.
Creo que en un contexto como el nuestro, reír termina por ser una
evasión muy sana, y en ese sentido sería interesante leerlo desde
ahí.
En
Estados Unidos los ratings
de las sitcoms
(comedias de situación) siempre suben cuando hay crisis económicas
y desempleo; las series de drama, por ejemplo Los Soprano, son las
más importantes cuando la economía está bastante solida. Entonces,
creo que la comedia es una forma muy sana de evasión, y en el caso
particular de mi libro siento que, desde mi perspectiva como autor,
es un poco ahistórico, bastante alejado de la realidad. Es un poco
solipsista hablar de la risa y de cosas que hacen reír, y creo que
peca de cierto narcisismo o incluso miopía ante un mundo que se cae
a pedazos a nuestro alrededor; el narrador decide no voltear a ver
eso y mejor ver una película, un cuadro que lo aleje, de alguna
manera, de lo que lo circunda.
AR:
Eso es interesante, porque hay interpretaciones que nos das de
quienes piensan que la risa es subversiva, y que rompe con los
poderes establecidos, por ejemplo Darío Fo o, pienso yo, Umberto Eco
en El nombre de la rosa;
pero también hay otra vertiente que considera conservadora la
comicidad, y que es un poco lo que tú dices: evasión de la
realidad. ¿Cuál de las dos vetas prefieres: la subversiva o la
conservadora?
GEE:
Lo que dices es muy cierto: hay posturas que dependen de la ideología
de cada individuo y que tienden a posicionarse en un lugar del
espectro político. Yo, como académico y como alguien que esta
interesado en estudiar la risa, trato de alejarme de eso y ver que
las dos posturas son tanto correctas como equivocadas. Cuando estaba
haciendo mi tesis de doctorado, descubrí que Tres
tristes tigres, novela de Guillermo
Cabrera Infante bastante cómica, para Ángel Rama era la primera
gran manifestación literaria de la Cuba castrista, ya que rompía
con el lenguaje monótono de la dictadura de Fulgencio Batista; pero
para Emir Rodríguez Monegal, quien era su enemigo y que daba clases
en Yale, completamente de derechas, era la primera manifestación de
una dictadura de izquierda y cómo el lenguaje tratada de subvertir
esa dictadura. El mismo libro le servía a los dos críticos como un
ejemplo de cómo el humor era subversivo, pero manifestaba posturas
completamente opuestas.
Entonces,
creo que eso se debe a que en el humor y en la comedia hay mucha
ironía, y ésta es inasible: es decir algo pero que significa lo
contrario, y todo depende de cómo lo vamos a tomar. Yo creo que está
mal considerada la comedia como algo subversivo, porque muchísimos
géneros son profundamente conservadores: la comedia, por ejemplo,
tiende a restablecer el statu quo,
su final feliz lo hace. Pero, por otro lado, sí puede ser
subversiva; por ejemplo, en el libro hay un chiste sencillamente
impublicable o es imposible de decir debido a lo soez que es por su
escatología.
Yo creo que el humor
es un buen termómetro de cierta visión del mundo; por ejemplo,
durante la Guerra Fría existía esta postura del humor como algo
subversivo o como algo conservador. Pero creo que en el siglo XXI,
por lo que he leído, el humor ahora es sinónimo de nihilismo y de
cierta indiferencia carente de valores: el que ríe es porque es
indiferente a la decadencia contemporánea.
Entonces, el humor
como que va marcando esas tendencias ideológicas en diferentes
momentos de la política y de la historia.
AR:
Como expresas, tuviste el proyecto de hacer lo que llamas “el libro
de la comicidad absoluta”. ¿Por qué hoy investigar la risa? ¿Cuál
es su importancia en el mundo de hoy? Yo lo pondría en dos planos:
el individual y el colectivo.
GEE:
En el colectivo, yo diría que hay que investigar la risa porque hoy
todo es chistoso: los políticos quieren hacernos reír, cómprate
una playera y tiene un eslogan ingenioso, todos queremos ser
chistosos en las redes sociales. Existe una frivolidad generalizada:
todos tenemos que ser un poco cómicos y está muy mal visto tomarnos
en serio. Esto a mí, como estudioso del humor, me afecta, me molesta
un poco porque creo que pocas cosas son más serias que el humor. Una
cosa es ser serio y otra ser aburrido; tal vez no debemos ser
aburridos, o no siempre, pero no siempre tenemos que ser chistosos,
frívolos y ligeros. Creo que por eso es importante restablecer el
significado original o más profundo de la palabra “humor”, la
cual no sé por qué es sinónimo de chistoso cuando no
necesariamente es así. El humor es una forma muy particular de reír,
que creo que esta más asociada al llanto que a la risa; entonces, yo
estoy preocupado como escritor por restablecer al vocablo “humorismo”
toda esa profundidad que tiene, y que siento que nuestra comicidad
contemporánea está siempre subvaluando.
En un aspecto muy
personal, yo escribí el libro tratando de encontrar las respuestas
de por qué me obsesiona tanto esto, de por qué pensarlo, y no sé
si llegue a ellas escribiéndolo. Pero creo que tiene mucho que ver
con la evasión de la realidad de la que hablábamos antes. Creo que
hablar de la comedia y del humor para mí es una forma de no pensar
en otras cosas que probablemente serían más dolorosas o más
interesantes con respecto a mi propia vida. Entonces trato de
divertirme o divergir mi mente en estas cosas cómicas para no pensar
en otras. Eso es, a un nivel muy personal, el origen de mi obsesión.
AR:
Sobre las redes sociales: una de las cosas que me gustó más del
libro es la crítica del optimismo, lo que llamas “felicidad a
ultranza”, y que yo prefiero denominar “buenaondismo
recalcitrante”. Pero ¿por qué esa crítica al optimismo y a la
felicidad, si, por ejemplo, la risa es un estado de felicidad muy
efímero pero muy gozoso?
GEE:
Yo creo que el ensayo sobre Norman Rockwell, que es donde critico el
optimismo y la felicidad a ultranza, en la escritura del libro tuvo
un lugar muy importante: yo quería que mi narrador tuviera un marco
narrativo donde le fuera muy mal y, eventualmente, asumiera su
desgracia o su patetismo con cierto optimismo al final. Entonces, era
importante esta diatriba en contra de lo que es ser feliz porque él
tenía esa necesidad de hallar de nuevo la felicidad.
Mas
la verdad es que es un texto un poco lejano a mi propia idea de la
vida como autor, porque sí soy una persona que busca o que está
convencido de que la felicidad es posible, aunque tal vez sí estoy
en contra de la felicidad programática de “piensa positivamente y
las cosas se te darán”. Pero creo que trato de ver la vida con los
ojos de una persona muy ingenua, algo de lo que mi narrador está
completamente distanciado o incluso en contra de ello. Pienso que es
de los ensayos en los que, yo como escritor, comulgo menos con mi
narrador personaje.
AR:
Ahora que mencionas la ingenuidad: hay muchas partes del libro en las
que hablas de la infancia, así como de cuando las personas pierden
su niñez, cuando las cosas que nos parecían muy cómicas de
pequeños, como adultos ya no nos resultan así. ¿A qué se debe
esta transformación?
GEE:
Creo que tiene que ver con esta ingenuidad en la mirada que
paulatinamente se va haciendo irrecuperable, y se convierte en una
especie de paraíso perdido que no podemos rescatar. Ese ensayo sobre
la comedia del pastelazo tiene la hipótesis de que sólo teniendo un
hijo tal vez podamos recuperar esta risa.
Probablemente
aquellas cosas nos dejan de hacer reír porque uno va dándose cuenta
—o eso fue lo que descubrí haciendo ese ensayo: me gusta hacerme
una pregunta para la cual no tengo respuesta y escribir para
encontrarla— de la gravedad de lo que encierran. Cuando terminé el
ensayo fue cuando escribí un párrafo que dice: “Es que la comedia
del pastelazo en realidad no es tan chistosa”. Abundan mucho los
golpes y las humillaciones, y al niño puede hacerle reír porque
probablemente no ha experimentado eso; pero después de un par de
golpes y de humillaciones, ya no nos podemos reír tanto de los Tres
chiflados o de Chaplin —aunque éste es tan humorista que siempre
te va a hacer sonreír porque pierde y te vas a reír. Pero si lo
piensas dos veces, lo que le pasa es horrible, y si a ti ya te pasó
algo parecido, pues ya es trágico.
Entonces, yo creo
que tiene que ver con eso: entre más experiencia de vida tengas, más
te va a costar reírte con un señor que se resbala; hay que ser muy
insensible para después reírse de eso.
AR:
Mencionas ejemplos históricos, especialmente algunos casos de la
Biblia, como “El libro de Jonás” y las notas de Ibsen, por
ejemplo. Pero también estableces que hay una comicidad moderna a
partir de Cervantes. ¿Cuáles son, a muy grandes rasgos, las
diferencias entre el humor premoderno y el moderno?
GEE:
Como varios escritores han señalado, el humor es la risa que surge
ante la adversidad, o, más bien, esta sonrisa de resignación que
surge ante la adversidad, y está plasmada mejor que nada en la
tradición hispánica en El Quijote,
y entre los anglosajones en Shakespeare; ambos son autores tan
contemporáneos que murieron el mismo día.
Entonces el hecho es
muy datable: es una sensación que nace a principios del siglo XVII.
Creo que la diferencia de ese humor con el premoderno —que fue, por
ejemplo, el de la comedia clásica de Aristófanes, Plauto, etcétera—
se debe a cierta delicadeza. Bioy Casares lo designa como “buena
educación”; él dice que el humor es una forma de la buena
educación porque es no molestar a tu interlocutor con tus penas, y
es una forma de sobrellevarlas amablemente sin parecer demasiado
trágico o patético. Él, que es uno de los grandes exponentes del
humor, lo entiende así: ante lo terrible, hay que comportarnos con
cierta dignidad.
Lo que pasó en la
comedia premoderna es mucho más brusco, rudo, grosero en un sentido
de grotesco, de situaciones mucho más bochornosas o una forma de
reír menos delicada. La comedia clásica no tiene remilgos: toma un
personaje y lo va a golpear hasta el cansancio. Entre eso y
Cervantes, yo creo que hay una gran dosis de misericordia: éste
puede golpear mucho a su Quijote, pero hay un momento en donde no
puede más porque se va a sentir identificado con el personaje, y va
a compadecerse de él. Es allí donde aparecen los momentos más
hermosos del libro, que consisten en comprender al personaje más que
en burlarse de él. En la comedia clásica hay poca comprensión; hay
más sorna y castigo que empatía.
Entonces, creo que
la empatía y la misericordia son aspectos de este parteaguas entre
esas dos formas de reír que yo menciono en el libro, y que muchos
otros autores también distinguen.
AR:
Una de las cosas que más me atrajo del libro es que no te limitaste
a hacer escarnio burlesco de la literatura sino también de la
música. Hay un par de textos dedicado a músicos: a Mastropiero y a
Grieg, además de que haces referencia a la comedia musical. A partir
de ellos, ¿cuál es la relación entre la música y la comicidad?
GEE:
En el índice tentativo del libro yo sabía que, por ejemplo, tenía
que escribir algo sobre la comedia musical, la comedia romántica y
las comedias de situación norteamericanas. Como que tenía géneros
muy claros, y cuando no tenía el género sabía que debía tener un
ensayo sobre la parodia, pero no sabía qué obra o qué fenómeno
cultural me iba a servir. Eventualmente, en la escritura resultó que
Mastropiero era el gran paródico y que era perfecto para escribir un
ensayo sobre la parodia. Creo que una vez se menciona la palabra,
pero todo lo que hace Mastropiero, o todo lo que yo hago que haga, es
porque también es una forma de manipular los datos que Les Luthiers
me dan, porque muchas de las obras que menciono no existen y ellos
las inventaron para su propio personaje. Entonces, era perfecto para
hablar de la parodia, y que es esta copia grotesca, un poco burlesca,
que termina siendo el mejor homenaje del original. Entonces yo por
eso escogí a Mastropiero.
Luego está el
ensayo sobre Grieg. La verdad es que lo que pasa con la música es
que es un lenguaje que depende mucho de nuestras emociones y de
nuestra subjetividad; entonces, yo creo que de esta pieza muchas
personas van a decir que no tiene nada que ver con la risa, que no es
chistosa o que es más trágica que cómica; pero yo sabía que ahí
estaba esa mezcla de lo alegre y de lo triste. Mientras lo escuchaba,
sabía que se relacionaba con lo tragicómico, y entonces ya me
inventé toda una historia donde hay un supuesto matrimonio, un
supuesto divorcio y una boda, y que es la forma de enmarcar esta
pieza en el contexto del libro.
AR:
Dices que Mastropiero copia palabra por palabra.
GEE:
Que es una copia de Pierre Menard, al que yo usé como un molde en el
que luego metí todo lo de Mastropiero.
AR:
Pero a raíz del último escándalo de Sealtiel Alatriste y sus
plagios, me pareció formidable encontrar en tu libro una parte donde
dices que “la mímesis se convierte en mímesis al cuadrado”, y
parece que también te lo piratearon o que es una muy grande
coincidencia.
Por otra parte, me
da la impresión de que la comedia como género, el humor y la risa
son aspectos muy volátiles del ser humano; hablas, por ejemplo, de
la evanescencia, de la evasión de las realidades, e incluso de que
el comediante es el que vaga por el mundo. Entonces ¿la comicidad es
un asunto ligero y volátil?
GEE:
Sin duda; es algo muy inasible, muy
volátil, muy difícil de encapsular. Los grandes teóricos sobre la
risa y el humor, como Bergson, Freud, Schopenhauer e incluso Kant,
tienden a cometer errores garrafales en los que suelen ser sus peores
libros. Los de Freud y Bergson con pésimos, aunque este último
tiene muchísima popularidad. Esto se debe a que la estrategia del
filósofo, que es hallar conclusiones muy sólidas, suele fracasar
cuando se trata del humor porque éste cambia con el tiempo. Ya hay
que ser realmente un erudito para reírse con Aristófanes, aunque
éste probablemente aún nos haga reír. Pero hay un libro de chistes
del siglo III después de Cristo y que menciono en el libro, que se
llama El Filogelos;
bueno, pues un inglés lo puso en un bar de stand
up como parte de un juego; nadie se rió
con sus chistes sino se rieron de su fracaso. Entonces, todos estos
intentos por encontrar ese secreto, esa esencia de la comicidad
suelen fracasar, porque también un buen chiste hoy aquí, no lo es
mañana en Estados Unidos; por ejemplo, el de las Torres Gemelas con
el que el humorista Gottfried empezaba una rutina en Nueva York, por
el que fue completamente abucheado. Bueno, no era un pésimo chiste
pero sí un pésimo lugar para decirlo.
Hay
algo que también tiene mucho que ver con lo subjetivo: hay gente que
no se ríe con El Quijote
y no se va a reír nunca con Shakespeare, y está bien; también hay
personas, como yo, que nos reímos de todo. Entonces, es muy
subjetivo y por eso se entiende que todos los sistemas para entender
a la comicidad terminen fracasando. Creo que eso justificó, al
inicio de la escritura, una aproximación tan subjetiva, de inventar
un personaje con mi nombre o muy parecido a mí, que se acercara de
una forma subjetiva a lo que lo hacía reír a él, y que es como una
forma de cubrirme las espaldas. Si eso no te hace reír a ti, bueno
es porque tú te ríes de otras cosas.
AR:
Hay un proyecto inacabado, que es la biblioteca Scriptorum
Comicorum, que reuniría todo el humor,
que comenzó en diciembre de 1994. ¿Por qué concluyó esa idea tuya
de llegar al libro de la comicidad absoluta, en el que se juntarían
todos los libros de la risa?
GEE:
Bueno, ese proyecto es una broma desde el inicio, que nunca sucedió
aunque siempre he querido llevarlo a cabo. Por eso me fascina la onda
digital, ya que aunque sea digitalmente podríamos tener ese acervo
de todo lo que es chistoso. Yo lo que quería era crear este libro
utópico, y que la metáfora —que tendría que ser subterránea al
ensayo— es que ese libro sería la garantía de que existe la
comicidad absoluta, de que hay un lugar o un texto en el que todo eso
puede ser compendiable y ahí esta lo chistoso. Pero esa certeza, esa
garantía de absoluto tendría que verse cuestionada cuando el
narrador se enamora, y eso hace que su visión o que sus lecturas le
muestren que todo lo que es chistoso pierde el sentido si no está
acompañado de lo triste. Entonces, como que es un proyecto muy ideal
y de alguien muy obsesionado con el tema, pero que tendría que
descubrir, sólo tras una experiencia o un desencanto amoroso, que la
risa sólo tiene sentido cuando se contrasta con su contraparte que
es el llanto.
Yo creo que por eso
fracasaría el proyecto: porque es algo que solamente alguien muy
joven y muy ingenuo podría llevar a cabo; pero alguien con cierta
cantidad de fracasos tendría que darse cuenta de que esa sólo es
una mitad del mundo, que es como el día, pero que éste no es nada
sin la noche. El narrador tendría que descubrir ese juego de
contrastes.
AR:
También hablas mucho de la religión, especialmente de la católica,
del apocalipsis. En este sentido, ¿cómo ha moldeado la religión
católica nuestra concepción de la comicidad?
GEE:
Creo que de una forma decisiva. Lo que nos distancia de la comedia
clásica es la Iglesia católica. Como te digo, todavía nos podemos
reír de Aristófanes, pero no de toda su obra porque hay unas cosas
que ya nos quedan muy lejanas.
Creo
que la Iglesia católica, con toda su complejidad, ha tenido momentos
muy cómicos. Hay un gran libro que toda la gente que está
interesada en este tema conoce de memoria: el de Batjín sobre el
carnaval medieval, y que sirve para entender la obra de Francois
Rabelais. Allí se aprecia cómo en la Baja Edad Media la Iglesia
católica se daba muchas licencias para hacer reír a sus feligreses,
como el sábado de gloria, el carnaval, las gárgolas, y cómo todo
lo que era ridículo y grotesco era parte de Dios. Luego la Iglesia
se fue aburguesando y todo aquello empezó a ser marginado y tachado
como “restos de paganismo”, por lo que hubo que eliminarlos. Pero
esto es bastante moderno aunque esté sucediendo en el siglo XV y que
ya esté lejísimos de nosotros; pero hubo quince siglos donde todo
aquello era permitido. Entonces, la Iglesia católica siempre tiene
ese resabio de paganismo o de carnaval medieval que le es inherente.
Por otro lado, creo
que lo que permite que Cervantes haga una nueva forma de reír es
precisamente lo que te comentaba hace rato: esa misericordia y esa
compasión que no puede concebirse en Occidente sin el Nuevo
Testamento, que es como la idea de ver algo triste y compadecerte
antes de hacer escarnio de ello. Hay un buen chiste que menciono en
el libro: los legionarios de Roma ponen en la cruz de Jesús: “Aquí
está el Rey de los Judíos”, y por eso le ponen una corona de
espinas. Es una forma muy premoderna de reír, pero alguien moderno
no puede reír ante eso, aunque sea un buen chiste; y no es porque
sea el hijo de Dios sino porque ese mismo libro, ese testamento
nuevo, sencillamente expone otros valores que tienen que ver con la
risa moderna, que es la quijotesca, triste o compasiva.
AR:
Para terminar: tú hablas de la comedia romántica, de la comedia
musical, de las sitcoms,
en las cuales finalmente el amor está de trasfondo. ¿Cómo se
vinculan en la modernidad la idea del amor con la del humor,
entendiendo éste como comicidad?
GEE:
Creo que son muy profundas. Como que todos los textos de amor
efectivo son de desamor, y el desamor y la desilusión son la mejor
materia para hablar del humor. Cuando empecé a escribir el libro
hubo un momento en que dije: “Yo quiero escribir un libro de
ensayos de amor”. Luego fue natural que la historia de amor fuera
de amor fracasado, y creo que esa es la mejor excusa para reflexionar
sobre la pérdida (incluso de los padres) o sobre la desilusión, que
son temas que se prestan mucho para poder hablar del humorismo. La
pérdida del ser amado es la mejor excusa para abordar el tema del
humor, desde mi perspectiva. Entonces yo creo que por eso aparece en
varias ocasiones y con varios géneros.
*Entrevista
publicada en Replicante,
agosto de 2012.
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