Los
gruperos en la guerra del narco
Entrevista
con Edmundo Pérez*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
Sin
duda, la violencia generada en México por las bandas criminales y la
“guerra” que les declaró el pasado gobierno federal ha afectado
los más diversos ámbitos de la vida social del país. Por supuesto,
el de la música no podía quedar exento de las devastadoras
consecuencias de la ola criminal.
Justamente
sobre los crímenes de los que los músicos llamados gruperos han
sido víctimas trata el libro de Edmundo Pérez, Que me entierren
con narcocorridos. Las historias de los gruperos asesinados
(México, Grijalbo, 2012), en el que el autor describe medio centenar
de asesinatos, secuestros y atentados cometidos contra ese gremio
desde 1992 hasta 2012.
Replicante
conversó con Pérez (Distrito Federal, 1968), quien es reportero de
espectáculos desde hace 26 años; ha colaborado en periódicos como
El Nacional, El Universal, El Gráfico,
Excélsior, Reforma y Basta!, así como en las
revistas TVyNovelas, TV y Más, TV Pasillo y TV
Notas. Actualmente escribe el programa de televisión La
historia detrás del mito, de TV Azteca.
Ariel
Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un libro como el tuyo?
Edmundo
Pérez (EP): Una de las principales razones -y que menciona
Ricardo Ravelo en el prólogo- es no caer en la desmemoria. En el
2006 una de las ejecuciones que impactó a México fue la de Valentín
Elizalde; un año después ocurrió la de Sergio Gómez, vocalista de
K-Paz de la Sierra, y desde entonces todo mundo los ubica cada vez
que se habla del asesinato de algún grupero.
En
realidad ya son bastantes los que han sido ejecutados desde 2006 y
hasta 2012; yo en este libro recojo casos de gruperos que han sido
asesinados. De muchos de ellos ni siquiera han trascendido las
noticias de sus muertes, y se han quedado en notas locales de medios
de los estados donde han ocurrido, y han pasado desapercibidos.
Entonces
una de las ideas principales de hacer este libro fue, precisamente,
capturar a todos estos personajes que son tal vez desconocidos en el
ambiente grupero pero que, de alguna manera, contribuyeron en su
momento a darle sabor y música al ambiente.
Eso
es lo que motivó hacer este libro, que recoge las historias de 50 de
los cantantes no digamos directamente ejecutados por el narco, sino
que han tenido alguna línea de investigación o alguna relación,
directa o indirecta, con el crimen organizado, con el narcotráfico.
Este
libro reúne las historias de los cantantes ejecutados, pero
solamente cómo ocurrió el homicidio, cuáles fueron las líneas de
investigación que se siguieron en su momento, qué se ha sabido
hasta este momento, y un poco de la historia del cantante grupero o
conjunto musical en lo artístico.
Este
libro de ninguna manera presenta quiénes han sido los autores de la
ejecución ni quiénes pudieran ser, porque eso ni siquiera la
policía lo sabe.
Entonces
no es un libro acusatorio ni mucho menos; es solamente una
compilación de historias para que se sepa quiénes fueron esos
cantantes y cómo fueron ejecutados.
AR:
No sólo encontramos asesinatos, sino también secuestros y otros
delitos...
EP:
Sí; cuando empecé este libro en alguna ocasión me preguntaban si
todos los gruperos están relacionados con el narcotráfico; a mí me
sorprende que en las investigaciones que hice, el 97 o 98 por ciento
de las ejecuciones han sido accidentales o por otros motivos. Dos o
tres personajes de los que cito en el libro tenían alguna relación
directa con el crimen organizado, con el narcotráfico; los demás
estuvieron en el momento equivocado: fueron motivo de confusiones,
ejecutados por pleitos de otra índole, pero de alguna manera muchos
de ellos fueron asesinados con saña o con el tiro de gracia, lo que
es un sello característico del crimen organizado.
Pero
realmente son ejecuciones que tal vez no tuvieron nada que ver con el
narcotráfico, pero fueron asesinados con ese sello.
Hay
muchos gruperos que cuando se les pregunta si tienen relación
directa con el narcotráfico o con personajes del crimen, dicen que
no tienen ninguna, o que asisten a sus fiestas porque son contratados
y ellos no saben ni a dónde van a ir a cantar.
La
realidad es que cuando detienen en una redada a Édgar Valdez
Villarreal, La Barbie, y la procuraduría le toma declaración,
dice que sí existen relaciones de amistad entre los gruperos, y que
estos saben exactamente qué van a hacer y a dónde van a tocar.
Ahora,
el delito no es que el grupero vaya a una fiesta y toque, o que el
grupero tenga una amistad con un narcotraficante, sino que se
inmiscuya en el tráfico o en actividades delictivas...
AR:
Que en el libro sí se abordan dos o tres casos de estos...
EP:
Sí; es el caso, por ejemplo, de Ramón Ayala, a quien detuvieron en
una fiesta la que estaba La Barbie, quien en esa ocasión se
fugó.
AR:
Aquella fiesta de Arturo Beltrán Leyva en Morelos...
EP:
Sí, y allí detuvieron a Ayala, y en lo que se hizo la investigación
fue sujeto a ella...
AR:
Estuvo arraigado...
EP:
Sí, exactamente. Pero lo importante es lo que dice Valdez
Villarreal: “Sí tienen relación con nosotros, conocen a dónde
van a tocar”; pero Ayala dice que no, que él iba a tocar y no
sabía nada.
Entonces
nos dejan siempre con una duda sobre si tienen o no relación. Pero
allí están las teorías y las tesis que relacionan siempre al
grupero con el crimen organizado.
AR:
Sí, ese testimonio que mencionas de La Barbie es muy
interesante porque plantea muy bien el dilema en el que estarían los
intérpretes: ellos mantienen relaciones cercanas con casi todos los
cantantes gruperos, y añade: “Regularmente se les mata cuando
muestran preferencia por un bando contrario o no quieren ir a cantar
en sus fiestas”.
Otro
caso es el de los Tucanes de Tijuana, que manifiestan que negar un
saludo en un concierto también pone en riesgo su vida.
Tú
que retratas muchos casos locales, ¿qué espacio de libertad tienen
los gruperos para deslindarse o negarse a entrar en una relación con
alguna banda criminal?
EP:
Es muy difícil; a diferencia de hace algunos años, ahora ya es más
complicado no tener una relación tan estrecha con el capo, porque
hay grupos que, al inicio de sus carreras, el capo les financiaba sus
discos, les compraba sus vestuarios y les ayudaba en la promoción de
sus carreras, y entonces a la larga hay una exigencia de un
agradecimiento hacia el capo.
Entonces
es difícil que el grupero se niegue, aunque existe la posibilidad.
En el caso de Valentín Elizalde, una de las líneas de investigación
que se han manejado es que él no quiso presentarse en la fiesta de
un grupo delictivo, y en respuesta fue ejecutado. Otra teoría es que
él cantaba una canción que exaltaba al cártel de Sinaloa cuando el
del Golfo era su enemigo, y entonces lo asesinaron como queriendo
darle un golpe a la banda rival: “Mato a tu cantante y sé que te
va a doler”.
Son
líneas de investigación que no se pueden, hasta cierto punto,
aclarar. A todas estas ejecuciones que están en el libro se les ha
dado carpetazo en su momento, y no se han continuado las
investigaciones, por lo que nunca vamos a saber quién mató a quién
y si el músico tenía relación o no con el capo.
AR:
En el libro haces otra anotación muy interesante: en esta guerra no
nada más contra el narco sino entre bandas rivales, parece que hay
grupos musicales que representan a algunas de éstas. Entre otros
casos mencionas que se ha relacionado a Valentín Elizalde con el
cártel de Sinaloa, e incluso reproduces una letra de Los Elegidos de
Tijuana en la que hacen una defensa de los Arellano Félix. En ese
sentido ¿qué papel tiene la música en esa lucha?
EP:
Hace muchos años que se hacían corridos a la Revolución y sus
gestas; esto después se fue transformando, y ahora algunos de los
compositores ya son requeridos por los cárteles o directamente
lugartenientes para que escriban corridos alusivos al jefe de alguna
mafia a cambio de cinco mil o 20 mil dólares. Se les paga a los
compositores para que escriban y exalten las virtudes y el poderío
de de los capos. Este tipo de canciones, ya interpretadas por un
grupero, ya con el adorno de la música, es como un reto, como una
afrenta hacia otro grupo porque lo dice la misma letra, y eso hace
que la otra banda se moleste, y venga ya la réplica en otros
corridos y, a veces, con balas.
AR:
Recoges varias declaraciones, entre otras la del propio Elizalde, en
las que gruperos defienden la radiodifusión de los narcocorridos.
Valentín dijo algo muy interesante: que son una “expresión
popular”. ¿Qué tanto lo son verdaderamente en tanto muchos de los
narcocorridos son pagados, como señalas?
EP:
Hablaba tal vez de expresión popular porque es un género que
trasciende más allá de una elite especial y se va siempre sobre las
masas populares. De alguna manera los corridos y los narcocorridos
presentan historias que no son ficción sino de la historia real, de
la violencia que se vive, y por eso es que retratan más bien un
capítulo de la historia que se está viviendo. A la gente de clase
popular le fascina mucho ese tipo de música, como vemos y sobre
todo, en los estados del norte, que es donde se crean las bandas
gruperas.
En
el centro del país es más complicado que surja una banda porque
aquí tenemos otras cosas en qué pensar, tenemos otros estilos de
música, no somos tan rurales, y allá sí, donde los niños crecen
escuchando la música de banda, la norteña, y con eso se van
formando una idea de lo que es la música. Ya grandes, cuando
empiezan a desviarse y se ligan a cárteles, pues siguen promoviendo
la misma música que han escuchado y que les va gustando, y cuando
tienen el poder ellos mismos la patrocinan.
Pero
en sí es una música que está ligada al genero rural y popular,
sobre todo en el norte.
AR:
Los casos que reportas están muy localizados en el norte; de los que
informas sólo hay uno o dos en Chiapas y Oaxaca. ¿Qué explicación
le das a este fenómeno?
EP:
Porque en el norte es donde más se ejerce ese tipo de género. En el
sur, en Oaxaca tenemos la Guelaguetza, la música más folclórica en
Yucatán, en Mérida la música quetzal, que son estilos más
regionales. En Tabasco, que fue donde mataron a otro grupero (El
Chepe de Sinaloa), su música no era tan de banda sino grupera en
el sentido de más baladista, más tranquila, y lo mataron
accidentalmente porque iban a matar a un compañero de él y lo
confundieron.
Entonces
hay una diferencia grande que se marca en el norte, sobre todo porque
allá son las rutas principales del trasiego de la droga: las bandas
están concentradas en Michoacán, Tamaulipas, etcétera.
AR:
Para seguir con lo que señalábamos antes: varios cantantes y grupos
musicales hacen una defensa del narcocorrido, cuyos principales
argumentos son dos: primero, la libertad de expresión, y segundo,
que manifiestan lo que realmente está pasando. Pero lo cierto es que
en los narcocorridos (muchos de ellos pagados, como aquí se ha
dicho) también hay una intención propagandística de las bandas
delictivas. Las libertades también tienen límites: ¿cuáles son
los que aquí se pueden establecer?
EP:
En parte la difusión masiva de las compañías disqueras es porque
los narcocorridos jalan mucho y son exitosos, hay ventas grandes.
Básicamente los temas tan violentos, que muchas veces son atribuidos
a los capos, es porque a estos les da cierto estatus de poder; cuando
pagan uno, les ha de gustar que hablen de ellos como seres mucho más
poderosos que los demás.
Entonces
sí es hasta cierto punto promoción para el capo que él mismo se
hace, además de alguna relación de amistad que exista con el
compositor, que le da una alabanza mayor de lo que pudiera ser
-aunque ya sabemos que los capos son muy peligrosos.
AR:
¿Cuáles son las principales formas de relación de los gruperos con
las bandas de narcotraficantes? Algunas parecen meramente laborales
(como podría ser el caso de Ramón Ayala), pero hay ejemplos en los
que presumes que hubo amistad y hasta complicidad (hay un par de
casos en los que los músicos incluso fueron a dar a la cárcel).
EP:
Pues básicamente creo que la cercanía entre el grupero y el narco
se da por el deslumbramiento que el capo genera en el cantante.
Muchas veces los intérpretes vienen de cunas humildes, y cuando se
encuentran con un capo que les da su amistad, los invita a su casa y
a tomar una copa, a invitarlos a sus fiestas, empiezan a ver que
posee fortunas y les gusta el glamour que existe en ese medio.
Allí se empieza a dar esa cercanía tan estrecha.
Ahora
ya hay algunos gruperos que han contado que, efectivamente, cuando
están en ese círculo de amistad les han dicho que si quieren
participar en los negocios del capo; algunos sí le entran, y otros
por el temor se van. Los que le entran son algunos de estos casos que
vemos cuando ha habido redadas de la policía y encuentran a los
cantantes en verbenas o en comidas, y tras las investigaciones se
encuentra que ya se dedicaban al tráfico de drogas, en una relación
más directa con el narcotráfico, y que utilizaban a veces los
conciertos para distribuir la droga. Esos son cantantes que ya tienen
una relación laboral más estrecha con el narcotráfico.
AR:
Entre lo que desprendo de tu libro es que hay un muy alto grado de
impunidad: no se han investigado muchísimos de los casos que
presentas. Sólo hay dos o tres en los que las autoridades llegaron a
detener a los asesinos o secuestradores que han atentado contra los
músicos.
EP:
La impunidad se da en estos casos porque viene desde las altas
esferas. Hemos tenido en estas historias de los gruperos casos de
cantantes que fueron secuestrados en retenes de la policía, y que en
realidad resultan ser policías que están en complicidad con las
bandas. Entonces desde allí viene esa situación de corrupción.
No
se continúa una investigación precisamente por eso: porque las
autoridades están coludidas con los capos y no van a continuar esas
indagatorias. Desde la muerte de Valentín Elizalde y hasta el 2012,
que es el sexenio de Felipe Calderón, ha habido 60 mil ejecuciones
en todo el país; de ellas, no creo que vayan a sacar el expediente
de Valentín Elizalde o de Sergio Vega, El Chaka, para
dedicarles cinco o seis meses cuando diariamente hay muchas
ejecuciones. Entonces se va haciendo una pila de expedientes que allí
se van a quedar.
En
el caso de Valentín Elizalde se detuvo hace tiempo a un
lugarteniente al que le decían El Hummer, y en el caso de
Sergio Gómez se detuvo a un personaje al que le llaman La Minsa.
En cada caso las procuradurías dieron a conocer escuetamente que
ellos habían sido los asesinos, y hasta allí se quedó. No nos
dicen por qué los acusaron o si realmente hubo una investigación,
nada. No creo que haya elementos que los impliquen directamente sobre
esos crímenes; los detuvieron por otras cosas, y de allí surgieron
sus nombres, y no directamente de que ellos hayan sido, sino que
tenían relación con los cárteles que dominaban esas zonas y,
presumiblemente, ellos debieron haber sido los responsables.
Esas
son las investigaciones que hacen las procuradurías y que nos dejan
en ascuas, porque no sabemos realmente si son o no los asesinos.
AR:
Tús has trabajado en varios medios. En esa dirección, hay otro tema
que me interesó de la lectura de tu libro: cómo ha cubierto la
prensa muchos de los casos que abordas. Se ven reclamos muy claros y
puntuales a los medios de dos protagonistas, Joan Sebastian y Mario
Quintero, éste miembro de los Tucanes de Tijuana; ellos han
reclamado que se difunden versiones que no son ciertas. ¿Cómo
observas las coberturas que los medios han brindado a los casos que
mencionas?
EP:
Lo que pasa es que desde hace un par de décadas el ámbito del
espectáculo se ha convertido en un mundo de escándalos y de
amarillismo. Cuando una nota surge de algún evento o incidente, se
busca ya no tanto darle credibilidad a esa información sino publicar
un encabezado que atraiga, que genere ventas para la revista o los
periódicos, que traiga rating a un programa de televisión.
Muchas
de las notas inventadas se han publicado en revista como TVyNovelas
y TV Notas, que generan polémica y ventas, pero que después
resulta que no son tan ciertas.
El
caso de Joan Sebastian: cuando a un narcotraficante conocido como El
Jarocho lo detienen por otro asunto en Morelos, dice que los
aviones de Colombia llegaban al aeropuerto de Cuernavaca, bajaban la
droga y la transportaban a diversos lugares, entre ellos el rancho de
Joan Sebastian conocido como Juliantla. En cuanto se nombra al
cantante, que es un personaje público, inmediatamente la primera
nota que sacan los medios de comunicación es: “Joan Sebastian,
relacionado con el narcotráfico”. No se toman el tiempo de
preguntarle al personaje o de hacer una investigación antes de dar
la noticia, porque ya se sabe que el que pega primero, pega dos
veces.
De
allí se derivaron todas las situaciones de escándalo de un
personaje, aunque él aportó en algún momento sus pruebas para
deslindarse de la acusación. Ocurrió después la muerte de su
primer hijo en un pleito, e inmediatamente se le relacionó otra vez
con el narcotráfico; se hacen suspicacias sin que se investigue
propiamente de qué se trata. Así ocurrió también con su otro hijo
cuando fue asesinado, de lo que dijeron que fue una venganza del
narco.
A
pesar de que Joan explicó y ha abierto las puertas de su casa y de
su rancho, los periodistas insisten en crear un mito sobre un
personaje y hacerlo permanente; así, aunque se les diga la verdad,
aunque las historias se esclarezcan, ellos se aferran al mito y
siguen con que es narcotraficante. Y así lo van a dejar, aunque Joan
Sebastian haya hecho una conferencia y haya aclarado que no es
cierto.
Los
periodistas van a seguir diciendo: “Él es así, será así y se va
a morir siendo un narcotraficante”, aunque no lo sea.
En
el caso de los gruperos, a la mejor alguno no tuvo nada que ver con
el narcotráfico, y porque fue ejecutado de alguna forma, tal vez
hasta accidental por alguien que se equivocó, ya se le quedó ese
membrete.
AR:
Hay otros ejemplos en donde indicas que un homicidio pudo haber sido
por razones pasionales, como el de Zayda...
EP:
Frecuentemente, cuando los cantantes están en los conciertos y en
los bailes, a sus fans les gusta sacarse la foto con ellos. Algunas
veces esas imágenes causan molestia para las parejas sentimentales
de las fans, y algunos se dedican al narcotráfico.
Hay
algunos músicos que sí han mantenido relaciones con algunas
jóvenes, y resulta que ellas son pareja de algún capo. Entonces
viene una advertencia y también el pago de consecuencias por andar
en líos de faldas.
En
el caso de Sergio Gómez, él fue levantado aparentemente por un
retén de la policía, y cuando encontraron su cuerpo tenía quemados
sus genitales, lo que nos indica que a lo mejor fue una venganza por
andarse metiendo con la mujer de algún capo; la tortura también es
una señal de una banda.
Entonces
hay indicios, pero no tenemos claro cuáles fueron las verdaderas
causas que llevaron a la muerte de estos personajes porque los
expedientes están cerrados, y así se quedarán.
AR:
Después de toda esta ola de ataques a músicos, ¿qué medidas han
tomado los gruperos para su seguridad? Antes Ramón Ayala decía que
no se iban a poner a investigar quién los contrata, por ejemplo.
EP:
En el aspecto de seguridad, la mayoría sigue trabajando, no pueden
dejar de hacerlo; siguen asistiendo a fiestas que en algún momento
no se sabe si son de gentes extrañas o si son normales. Sobre todo.
lo que muchos han hecho es no asistir a fiestas privadas; la mayoría
va a palenques, a bailes masivos, porque saben que son en lugares
públicos. Muy pocos asisten a esos bailes privados.
En
el aspecto de la seguridad, antiguamente a muchas bandas les gustaba
usar sus grandes camiones y ponerles un letrerote con el nombre de la
agrupación; ahora, como de esa forma son muy fáciles de ubicar, ya
incluso usan camionetas particulares sin ningún logotipo, y a veces
los músicos se trasladan cada quien por su lado y se reúnen en el
evento, porque así es más complicado que sean identificados.
Es
difícil para ellos dejar de actuar, aunque algunos han recibido
amenazas (como Espinoza Paz recientemente) y porque en las plazas en
donde cantan ya también se les cobra derecho de piso. Hay algunos
que no lo han aceptado y han preferido ausentarse, no ir a esos
lugares.
AR:
Para terminar: a propósito del asesinato de El Shaka,
señalas que esto es un ejemplo de la violencia desmedida que se ha
ejercido contra los músicos gruperos, “una violencia que sólo ha
sido el resultado de los errores que en materia de seguridad nacional
ha tenido el gobierno federal”.
EP:
La estrategia de meter más policías lo único que genera es un
choque de poderes: “Si le metes dos mil policías, entonces yo me
voy a echar a más gente y voy a poner retenes para que veas que yo
puedo más”.
Eso
no es una estrategia porque desde hace años ya se vio que no sirve,
porque no ha bajado para nada la delincuencia, sigue aumentando. Y si
no sirve esa estrategia, habría que cambiarla.
*Entrevista
publicada en Replicante, junio de 2013.
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