El sexo, una maraña verdaderamente
fabulosa
Entrevista con Jis*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
Uno
de los moneros que más y mejor ha incursionado en terrenos tan densos y
prohibidos como los del sexo y la escatología ha sido, sin lugar a dudas, José
Ignacio Solórzano (Guadalajara, 1963), mejor conocido como Jis.
El
caricaturista jalisciense ha reunido en un solo volumen, Sexo. A eso sabe la reina (Sexto Piso, 2014) varias de las
aventuras dibujísticas que ha emprendido so pretexto del sexo. Así, en este
volumen nos muestra no sólo su faceta humorística-erótica desplegada en “Otro
día”, por ejemplo, sino también dibujos con otras pretensiones estéticas.
Sobre
las implicaciones de ese volumen Etcétera
conversó con Jis, quien estudió Ciencias de la Comunicación en el Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Después se dedicó a la
caricatura, en donde ha hecho tándem con Trino para publicar tiras que han
alcanzado celebridad, como El Santos, pero también ha seguido, paralelamente,
una carrera solista. Ha publicado al menos 10 libros, y actualmente colabora en
Milenio Diario.
AR: ¿Por qué publicar hoy un libro sobre
un tema tan controvertido y tan antiguo como el sexo?
JIS:
Para empezar, no sé qué tan controvertido siga siendo el tema. A la mejor ya
suena hasta trasnochado, como que ya hasta en los anuncios de cereal salen
escenas porno. Entonces, a lo mejor ya estoy medio bordando sobre un cliché. Pero
el hecho es que es un tema que a mí me ha interesado mucho casi desde que
empecé a dibujar, y como que ya era casi obvio que tenía que hacer una
compilación de trabajos eróticos. En el libro hay material desde los años ochenta
hasta ahora.
Aparte,
el libro tiene otra cosa muy atractiva: el equipo que se armó. Yo quedé
encantado, porque por un lado está diseñado por un tipo que yo admiro muchísimo,
que es Alejandro Magallanes, artista y diseñador. Llevaba yo rato admirándolo
mucho y pensando: “¿Será posible que quiera hacerlo?”. Y sí se armó. Entonces
estoy celebrando todavía ese hecho.
Y
luego el prólogo, hecho por uno de los mejores artistas contemporáneos
mexicanos: Abraham Cruzvillegas, que, además, tiene pasado de caricaturista ya
que en sus inicios fue monero.
Entonces
como que todo eso hizo una conjunción poca madre.
AR: Buena parte de tu obra ha
estado dedicada al humor, como se ve en una parte del libro. Pero en él creo
que también muestras otras preocupaciones estéticas. ¿Cómo definirías esta otra
forma que también expresa el libro?
Jis:
Aparecen allí otras cosas que yo hago, que normalmente no tienen cabida en el
tipo de espacios en los que yo trabajo, en las revistas o periódicos, porque en
estos más bien hago el formato más humorístico. Pero en el libro vienen tanto
mis trabajos de humor de ese estilo, y también cosas como más libres, por así
decirlo, quizá más relacionadas con otro tipo de interés artístico. Hay unas
cosas que son puro dibujo, y hay unos dibujos tirándole a más realistas, mientras
que otros son muy desbrayados y hasta sicodélicos. Vienen varios fragmentos que
se ve que son sacados de mis diarios personales.
Entonces
creo que el espectro abarca varios registros: desde una cuestión funky hasta una cosa más ya dibujística
y erótica.
Ya
hablando del erotismo, creo que hay material que sí podría ser propiamente de un
erotismo sugerido, fino, velado, pero hay otras partes donde sí es más de rompe
y rasga. Sí hay partes bastante obscenas: salen allí unos mameyes muy sabrosos,
por ejemplo.
AR: En la introducción, Abraham
Cruzvillegas señala que, especialmente viniendo de Guadalajara, tu trabajo
puede ser visto en perspectiva como un acto político, de conciencia radical,
transparente, lúdico, auténtico. ¿Cómo ves esta lectura política de tu trabajo?
Tú siempre te has mantenido al margen de la política.
JIS:
Es de las áreas con las que yo he tenido mucho conflicto, una relación algo
confusa, conflictiva. En México la caricatura está, en muchos sentidos, muy
orientada hacia la acción política, pero mis intereses han sido otros, por lo
que muchas veces he tenido que aclarar o defender mi posición de estar fuera
del comentario o de la protesta política.
Entonces,
cuando alguien sí le alcanza a ver el sentido político que pudieran tener mis
cosas, me da gusto porque me alivia un poco de la culpa de no estar
participando en la vida política.
Quizá
sí una parte política de lo que hago ha sido tratar de ejercer de una manera lo
más efectiva posible la libertad de expresión.
AR: Quiero ir sobre algunos temas
que encuentro en el libro. Sin duda el sexo es una actividad muy intensa, pero
en varios de tus dibujos encuentro personajes que están durmiendo, en reposo.
¿Por qué?
JIS:
Es que para mí el sexo es un asunto muy curioso, fundamental de la vida humana
y animal en general. Pero en los humanos se combinó, además, con muchas otras cosas
además de lo puramente genital o instintivo, y entonces se convirtió en una
maraña verdaderamente fabulosa. Allí están reunidas muchas de las aspiraciones,
frustraciones, luchas y políticas humanas: es un acto, un fenómeno en el que se
anudan muchas de nuestras broncas y, quizá, también de nuestros atisbos de
gloria.
Entonces
no sé qué tan balanceado o no esté eso en el libro. Veo el sexo como muchas
cosas diferentes: por un lado es, efectivamente, un motivo de celebración y
goce, pero por otro es también una fuente de frustraciones, de deseos
insatisfechos, de rutinas y de malogros con los que estamos conviviendo a diario.
Entonces como que en ese sentido el sexo puede ser una cosa muy completa que
nos muestra una gama muy grande de posibilidades humanas.
AR: En la sección dedicada a “Otro
día” se ve también la dificultad para llegar al sexo ya que se interponen
varios asuntos: desde el orgullo hasta la televisión, el desentendimiento...
JIS:
Lo mencioné desde que lo presenté en la FIL de Guadalajara, pero creo que es
pertinente que siga quedando claro: es que, por una parte, me da gusto haber
tenido y estar teniendo una vida sexual, pero, por otro y para ser sincero,
creo que mucho del espíritu del libro es la visión finalmente puñetera de un nerd, que está totalmente basado en mi
realidad. Qué tan fuerte debe ser la energía sexual que, a pesar de todas mis
trabas, mis timideces, mis incapacidades de ligue, he logrado tener una vida
sexual.
Pero
el hecho es que gran parte de los cartones que aparecen allí tienen que ver con
voyeurismo, con fetichismo, con vislumbres de cosas que me gustaría hacer y que
no hago. Entonces, digamos que tiene mucho de eyaculación masturbatoria.
AR: Cierto, buena parte del libro expresa
un mundo líquido. ¿Qué tal con estos juegos con los jugos?
JIS:
Eso se me hace muy sabroso para un artista en general y para un monero en
particular: esa parte tan esperpéntica que tiene la vida sexual, que está llena
de secreciones, de fluidos, de cuerpos untándose, de cosas que cuelgan, se
paran, escupen… Es decir, es un verdadero carnaval orgánico que ni mandado a
hacer para un monero.
AR: Otros cartones interesantes son
los de los cuerpos podridos y el de la pareja que hace el amor mientras en la
tele ve a un perro muerto. ¿Cuál es el papel de la muerte en tu libro?
JIS:
En muchos de esos que mencionas y en otros que puedo tratar de recordar sí,
efectivamente, hay una parte mórbida que se cruza, y muchas veces no estoy tan
seguro de a qué me estoy refiriendo. Pero supongo que sí, que efectivamente son
aspectos muy relacionados: el chisguetazo más poderoso de vida con el que
contamos está muy unido a nuestro miedo a nuestra decadencia y a la muerte.
AR: Sobre tu proceso creativo: en
uno de tus cartones aparece un personaje tomándose el miembro, y dice la
leyenda que lo acompaña: “Apretarse la verga para pensar”. ¿Recurres a esa
receta?
JIS:
Muchas veces el dibujar puede ser una especie de estado paralelo en el que nos
logramos entretener tanto que ya no estamos. Sí, en ese sentido se puede convertir
en algo bastante espiritual, en el que estamos haciendo elucubraciones, juegos
de fantasía. Pero en muchas otras ocasiones el cuerpo está allí recordándonos
su presencia, y muchas veces puede ser por el puro cansancio, la flojera o un
bloqueo momentáneo cuando el cuerpo reacciona raro.
Ocurre
muchas veces, como en las mañanas, cuando nos acabamos de levantar y no sabemos
por qué traemos el pito parado. De la misma manera muchas veces estoy dibujando
y no entiendo por qué tengo el miembro erecto en ese momento. Esto es cuando
estoy dibujando de temas X, pero me ha sucedido que en varios de los momentos
de estar haciendo algún dibujo erótico pues sí me excito.
AR: Otra constante en tus dibujos
es la de gente que aparece fotografiándose. ¿Te llama la atención el exhibicionismo?
JIS:
Es que hay mucho tanto de búsqueda de los exhibicionistas como de voyeuristas
en la aproximación que a veces uno tiene respecto a este lado del deseo sexual.
De manera muy concreta, además, en muchos momentos de mi desarrollo a mí me ha
gustado mucho tomar fotos tanto de mis parejas como de amigas que aceptan
modelarme. No soy ningún fotógrafo profesional pero muchas veces me gusta mucho
tener un elemento así, de la claridad de una fotografía, para poder estar allí,
haciendo dibujos basados en las fotos. Pero aunque no haga los dibujos, el puro
hecho de tener las fotos se me hace fabuloso.
AR: En el libro hay varios dibujos
de tus amigas. ¿Ellas cómo lo han tomado?
JIS:
Quiero pensar que cuando ya pasa el tiempo lo ven con cariño, como un buen
recuerdo o que incluso creen que estoy eligiendo algunas imágenes buenas. Pero
a veces sí he tenido momentos escabrosos cuando lo que hago está muy cercano,
cuando en alguna exposición tenía yo la imprudencia de poner en alguna pared
algunas de estas fotos, donde se alcanzaba a distinguir de qué mujeres se
trataba. Sí me llegaron a reclamar y quizá con razón.
En
ese sentido no soy un desvergonzado total. Trato de ser como que entre que sí y
entre que no, que no se vean con tal claridad las cosas.
AR: También hay un cartón muy
interesante dedicado a los periodistas: en una conferencia de prensa al personaje
central le preguntan desde su primera experiencia erótica hasta si cree en
Dios. En este sentido, ¿cómo te ha ido con los chicos de la prensa?
JIS:
A la mejor no es cosa de que el periodista venga malintencionado. Me doy cuenta
de que el tema en sí me causa un poco más de pudor, y me doy cuenta de lo
contradictorios que somos: por un lado hay exhibicionismo, que es un momento en
el que se da la expresión creativa, cuando se ponen las cosas de uno, las
aficiones, las calenturas, los deseos y las confesiones. Esto es porque está
uno solo con su arte y parece muy fácil estar soltando todo eso. Pero luego, a
la hora de la hora, cuando eso se compila, se hace libro y uno lo publica, cuando
tiene uno que presentarse personalmente en una sala con gente, entonces dice:
“No manches, esto no era tan público tampoco”. O sea, hay una parte en que el
sexo sigue siendo, finalmente, una cosa muy íntima.
Allí
es donde me doy cuenta de que la situación para mí se hace como de corto
circuito. Como que allí es donde no he logrado resolver de manera cabal este
punto en el que, por un lado me estoy queriendo exhibir y, por el otro, no
quiero abrir mucho la puerta porque me estoy masturbando. No termino de ubicar
dónde ponerme.
AR: Hay otro cartón interesante en
el que hablas de los censores en estos temas, y dices que finalmente hay
algo provechoso de la censura…
JIS:
Como en tantas cosas. Qué bueno que ligaste estas preguntas porque, como me he
ido dando cuenta, el asunto está lleno de cosas contradictorias, como ocurre
con miles de asuntos humanos. Pero el sexual está lleno como de ideas
encontradas, y una idea parece contradecir a la otra pero están conviviendo. Y
la censura es una de esas, en la que, por un lado, está aquello contra lo que
estamos peleando en esta búsqueda de la libertad, pero, por el otro, está el
halo de prohibido del tema gracias a la censura, lo que le da un ingrediente
erótico extra, de calentura. Toda esta cosa de la culpa, en este caso muy
relacionado con la educación católica, como que le da un ingrediente muy
calenturiento al asunto.
AR: ¿Cómo te ha ido con la censura
en estos temas?
JIS:
Para lo que hemos publicado Trino y yo en El Santos y lo que he publicado yo
personalmente en Siglo XXI, Público y Milenio, me ha ido muchísimo mejor hasta de lo que un monero
pudiera esperar, sobre todo publicando en medios tan masivos. Realmente en este
sentido no tengo queja; hasta de repente me entra la preocupación porque se me
hace que ni ven los cartones porque ¿cómo los dejaron salir?
En
Estados Unidos hay muchísimo material muy erótico o muy sexual, pero moviéndose
en los circuitos más underground.
Pero en un periódico de circulación masiva es prácticamente impensable que un
cartón de estos aparezca.
Entonces
son una especie de huecos en la censura que hay en México, pero son una
maravilla para aprovecharlos. Digamos que estaba el balón por allí y supimos
aprovechar la jugada,
Curiosamente,
donde recientemente sufrí censura ha sido en Facebook, en varios momentos. Yo
dije: “Si en el periódico me están dejando sacar porquerillero y medio, pues
aquí voy a seguir igual”. Entonces comencé a sacar material muy obsceno al
principio, pero alguien me ha da haber denunciado y me llegó sanción: estuve
varios días suspendido, lo cual me dolió mucho porque soy muy facebookero.
Ciertamente bajé el tono. Pero es una parte hasta interesante de la censura:
que te adaptas y sigues haciendo tus cosas.
AR: Otro aspecto interesante que vi
en el cuadernillo que acompaña al libro es una idea muy sugerente sobre el
origen del órgano sexual masculino, que en un principio habría sido femenino. Dices:
“La primera verga fue mujer. La verga madre”. ¿De
dónde surgió esta idea tan original?
JIS:
La verdad no tengo idea. Es de esas veces en que con una pachequez obscena, que
además venga con esa palabra tan exquisita como es “verga”, se puede cocinar un
cartón sabroso.
No
sé, supongo que esa idea pudiera, en algún momento, rebotar en el sentido
finalmente de la indefinición de los géneros hablando de la creación
primordial.
AR: Sobre los géneros: me llamó la
atención que en tus dibujos predomina la heterosexualidad. ¿Por qué?
JIS:
En ese sentido, no soy un estudioso serio de la sexualidad, no soy un
antropólogo que esté yendo a recabar información. En ese sentido soy un
autobiógrafo, por lo que entonces hablo de mi aproximación a la sexualidad.
Básicamente todo esto es una especie de diario personal. Obviamente, se me hace
que los homosexuales deben estar viviendo maravillas iguales, pero no es lo que
a mí me tocó. Entonces, hablo de cómo me fue en la feria a mí.
AR: En tu obra ¿cómo se vinculan el
humor y el sexo?
JIS:
No sé exactamente cómo responder adecuadamente. Lo que pasa es que el sexo es
un tema muy llamativo que tiene esta aura un poco de rebeldía, de desplante
libertario. Cuando uno empieza a expresarse y a hacer monos, siempre está por
allí esa tentación de que es una zona donde hay que animarse y meterse a mamar
la borrega. Esto tiene un lado un poquito adolescente de brincarse una barda,
pero es ciertamente un ingrediente muy importante de lo que es el humor en
general.
Hay
una parte en que se trata de jugar con los límites, que es una de las partes
del humor. ¿Ya nos dijeron que hasta aquí es la rayita? Ah, no, pues yo me voy
a colar un poco más. Y un tema que ni mandado a hacer para eso es el sexo: “No,
pues aquí nomás se vale que se vean las chichis”, “¡Ah, no mames, ya dibujé la
cola! Perdón”.
Entonces
eso es muy llamativo para un humorista, esa posibilidad de la travesura.
El
problema, creo yo, es que se convierte muy fácilmente en un recurso para hacer
gracia sin demasiado esfuerzo creativo. Entonces hay que tener muy en cuenta
esto, yo creo.
Entonces,
por un lado es un tema muy sabroso, pero, por otro, puede caer en esa especie
de truco barato.
*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 173, abril de 2015.
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