miércoles, marzo 16, 2016

El liberalismo, la oportunidad perdida. Entrevista con Macario Schettino


El liberalismo, la oportunidad perdida
Entrevista con Macario Schettino*
Ariel Ruiz Mondragón
Debido a diversos factores, en las últimas dos centurias se ha registrado un crecimiento económico extraordinario, como no se había visto antes en la historia. Una serie de cambios y conjunción de factores hicieron que la humanidad generara más riqueza que nunca antes.
“La razón por la cual hoy vivimos mejor que en épocas anteriores es que en los últimos 200 años hemos producido una cantidad espectacular de riqueza, es decir de bienestar”, afirma Macario Schettino en su libro más reciente, El fin de la confusión (México, Paidós, 2014), en el que destaca el decisivo papel del liberalismo político y económico en tal prosperidad, a la vez que fustiga las vías y utopías que se han querido presentar como opciones a él.
Sobre el contenido de esa obra Este País conversó con Schettino, quien es ingeniero químico y de sistemas por el ITESM, maestro en Economía por el CIDE y doctor en Administración en el programa ITESM-Universidad de Texas en Austin, además de candidato a doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana. Ha sido profesor en El Colegio de México y en el ITESM. Autor de una veintena de libros, ha colaborado en periódicos como El Financiero y El Universal, además de que es comentarista en Canal 11, Televisa y MVS.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir un libro como el suyo?, ¿qué relación tiene con su libro Cien años de confusión. México en el siglo XX, publicado hace siete años?
Macario Schettino (MS): Los que nos dedicamos a estudiar realmente no podemos vivir mucho tiempo sin escribir. Es parte de lo que uno sabe hacer. No me di cuenta de que había pasado tanto tiempo de que había escrito el anterior libro. Cuando me di cuenta tuve que dejar algunas actividades para dedicarme a escribir porque no lo había hecho, y creo que es importante tratar de contribuir a la discusión de temas públicos cuando uno cree que tiene algo interesante que decir. Ese es el origen del libro.

AR: En el libro escribe que con el crecimiento económico en los últimos 200 años hemos llegado a vivir mejor que en cualquier otra época, lo cual no quiere decir que estemos en un mundo feliz. Usted hace un repaso de las explicaciones que se habían dado de ello a partir de factores como la inversión, la educación y la tecnología, las que considera insuficientes. ¿Por qué ese crecimiento de los últimos dos siglos no ha sido explicado satisfactoriamente?
MS: Lo primero que es importante recordar es que en la historia de la humanidad el crecimiento económico no es algo frecuente: no había ocurrido prácticamente nunca de la forma en que ha ocurrido en estos últimos 200 años. Fue una sorpresa para todos: justo cuando empezaba el crecimiento es cuando Malthus escribió su famoso ensayo sobre la población, en donde dice que si hay mayor crecimiento poblacional nos vamos a morir todos porque no va a haber comida. Pero no fue así, sino al revés: lo que ha ocurrido en estos últimos 200 años es que la población se ha multiplicado por siete, y la riqueza de cada una de las personas, en promedio, se ha multiplicado por 14. Es decir, hemos multiplicado 90 o 100 veces la riqueza de la humanidad en ese periodo. Ese crecimiento es espectacular comparado con cualquier otra época anterior.
Pero como esto ha sido solamente en estos 200 años ha sido difícil de explicar, aunque ha habido muchos intentos por hacerlo. El primero que lo intentó fue Adam Smith, y después Carlos Marx escribió sus interpretaciones. Cuando ellos escribieron la información era muy escasa: Smith lo hizo antes de que empezara el crecimiento acelerado, y Marx cuando se estaban viendo los primeros efectos, que fueron muy negativos, y que es sobre lo que escribió. Para cuando él hizo sus últimos libros ya el crecimiento estaba teniendo efectos muy positivos, pero él ya no los vio porque así ocurre con los seres humanos: se acostumbra uno a lo que uno cree y ya no se fija uno en la realidad.

AR: Dice que incluso no lo quería ver…
MS: No lo quiso ver porque tenía los datos pero no los quiso usar porque se le venía abajo su explicación y quiso mantenerla.
Durante el siglo XX hubo diversas explicaciones, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces llevamos muy poco tiempo de estudiar estos fenómenos y por eso todavía no se entienden por completo, pero tengo la interpretación de que el crecimiento económico tiene su origen en dos factores: el primero es un Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos, que es lo que de otra manera se llama democracia liberal, y, segundo, una forma de pensar en la que se celebra la riqueza productiva y se desprecia la riqueza por privilegios. Los dos son creaciones de los últimos años, que permiten este crecimiento espectacular de los últimos 200 años y la existencia de la democracia.
Otro asunto muy importante es que, fuera de los últimos 200 años, la democracia nunca existió (si acaso, el pedacito de Atenas, y eso que es para los cuentos). La verdad es que no hay democracia salvo en las dos últimas centurias, que es cuando hay crecimiento.
Los dos aspectos se empezaron a originar hacia 1500. Europa tardó 300 años en crear las bases del crecimiento y la democracia.
Nosotros queremos que eso ocurra de un día para otro, y como no nos sale nos enojamos y empezamos a inventar cosas. De eso se trata el libro: de explicar cómo hemos ido buscando alternativas y todas han resultado mucho peores, desde el comunismo hasta el crecimiento agotador de América Latina. Todo ha sido un fracaso.

AR: ¿Esa insuficiencia para explicar el crecimiento dio origen tanto al pensamiento antiliberal —que va desde el romanticismo hasta Naomi Klein, como usted señala— como a las utopías fracasadas que usted señala: el comunismo, las economías mixtas y quizá hasta la tercera vía?
MS: Creo que sí. Como no se entiende al principio de dónde viene el crecimiento ni el funcionamiento de la democracia, la reacción social es complicada. Algo que es muy importante comprender es que a los seres humanos la incertidumbre nos da miedo, y tanto el crecimiento como la democracia exigen incertidumbre. Es decir, el crecimiento ocurre cuando uno toma riesgos, a uno le puede ir bien o mal. Una persona que pone una empresa, un changarrito, pues si le va bien se hace rico; pero si le va mal va a perder todo. Ese riesgo no cualquiera lo toma, la mayor parte de los seres humanos tiene miedo. Si este es tan grande que nadie quiere tomar riesgos, no se genera riqueza. Ese es un poco el problema de América Latina: no hay muchos emprendedores.
Lo mismo ocurre en términos de la democracia: no resuelve problemas sino que es un procedimiento para discutirlos, en el que todo mundo tiene la misma fuerza para opinar. Esto genera mucha incertidumbre, y la gente prefiere algo más claro, que es lo que nos dan las alternativas utópicas: alguien que nos dice “yo te voy a llevar directo a que todos sean felices”. Pues órale, vamos todos para allá. Eso son las religiones, pero también en los últimos 200 años ha habido religiones laicas como el comunismo y varias opciones socialistas, que no son buenas ideas.

AR: Una idea clave del libro es la de igualdad. ¿En qué se distingue su concepto del tradicional de la izquierda?
MS: A mí me parece que todos los seres humanos somos distintos, pero la idea de que somos iguales nos ayuda a resolver muchos problemas. Entonces, creo que esta invención que hacemos de considerarnos todos iguales es importantísima. Debemos considerarnos todos iguales en términos de la aplicación de la ley, de la elección de los gobernantes y del enfrentamiento en el mercado. Qué ocurra después de eso ya no lo podemos resolver.
La izquierda, en general, siempre ha pensado en términos de igualdad al final; es decir, debemos ser iguales en términos del ingreso que tenemos. No veo por qué: debemos ser iguales en términos de cómo entremos al mercado, y el cómo salimos será resultado de distintas cosas: hay personas con más habilidades, con más conocimientos, que yo creo que pueden producir y ganar más, pues tendrían derecho a lo que producen.

AR: Me llama la atención la idea de que la gente pueda generar riqueza y a la vez apropiársela…
MS: Eso fue revolucionario, y no ocurrió en el mundo antes del siglo XVI. Cuando alguien empezaba a generar riqueza por la razón que fuera, los que tenían el poder se la quitaban porque de alguna manera era un adversario, porque la riqueza económica, el poder político y el poder religioso no tenían diferencia entre sí. Entonces, si alguien obtenía uno de los tres podía quedarse con los otros. Entonces Iglesia y Estado se dedicaban a destruir a quien generaba riqueza.
El gran cambio es la aparición de las ciudades en Europa, sobre todo hacia los siglos XII y XIII, cuando empezaron a construirse espacios que lograron deshacerse de la Iglesia y del poder del Emperador o del Rey para darle poder a quienes estaban allá adentro. Quienes estaban adentro y quienes iban a obtener este poder político son los que generaban la riqueza: artesanos, pequeños productores e incluso artistas (Miguel Ángel es uno de los primeros multimillonarios por su creatividad).
Esta capacidad de creación fue la que abrió el espacio para que después se empezara a reconocer que quien genera riqueza es alguien valioso para la sociedad. Antes no era así; por ejemplo, en España, en el siglo XVII, el Siglo de Oro, fue el de los hidalgos, los que tenían nobleza en la sangre y por lo mismo no trabajaban porque era algo que dañaba, ofendía. Así no se puede hacer nada. ¿Por qué en España el siglo XVII es el de la decadencia? Pues porque nadie trabajaba porque era malo en términos de honor.

AR: Usted dice que pone a Marx de cabeza: las ideas son las que determinan el funcionamiento de una sociedad. Pero ¿cómo se generan estas ideas?
MS: No hay ningún factor que determine a todos los demás; todo se va moviendo más o menos junto. Pero las que inician la dinámica son las ideas porque hay mucho que no hacemos simplemente porque no se nos ocurre. La gran diferencia entre nosotros y los demás animales es que a nosotros se nos ocurren ideas y las podemos convertir en realidades.
Son las ideas las que generan los espacios productivos y de creación, y creo que van antes que la parte económica.
Considero que la idea marxista ha sido muy dañina para entender la sociedad porque, aunque ya desapareció el comunismo en el mundo, Marx sigue siendo muy fuerte en la academia, y la mayor parte de los historiadores siguen pensando en términos marxistas. Entonces siempre andan buscando una explicación económica a los fenómenos sociales, y la acaban inventando porque en muchas ocasiones no existe. Hacen interpretaciones que, a mi juicio, no funcionan.
Pienso que hay que deshacerse de Marx también. Fue un gran pensador del siglo XIX, pero incluso en su tiempo lo que él pronosticaba se demostró falso. Después, ha sido demostrado que todo lo demás que él propuso no funciona. Entonces lo que yo no entiendo es que, si ya está demostrado que no sirve, ¿por qué le siguen haciendo caso? Inexplicable para mí.

AR: En los dos últimos siglos se ha generado una gran riqueza, un avance del crecimiento, del capitalismo. Pero a la vez usted encuentra una gran desigualdad entre los países más ricos y los países promedio con los más pobres: en los primeros la riqueza se ha multiplicado de 75 a 100 veces, mientras que los países pobres se mantienen prácticamente igual…
MS: Los países más pobres casi no han incrementado su ingreso. La razón es muy sencilla: antes de 1800, por poner una fecha, no se generaba riqueza. Entonces todo mundo tenía poco. Cuando alguien comenzó a generar riqueza se empezó a separar de los demás; así, mientras los demás no estén generando riqueza, la diferencia va a ser más grande. Eso es lo que está pasando: los países que generan riqueza son cada vez más ricos, y los que no la generan se quedan exactamente donde estaban. Parecen más pobres, pero no son más pobres: están igual, pero cada vez más lejos de los ricos.
La solución es que todos generen riqueza, y para crearla nada más se necesita lo que decía antes: Estado fuerte, limitado por la ley y responsable ante los ciudadanos, y el reconocimiento social a la producción de riqueza. Si no se hace esto, no funciona.
América Latina es un buen ejemplo: aquí la gente celebra a los ricos, pero no importa si hicieron su riqueza produciendo, estafando o por privilegios. Ese es el problema que tenemos., y por eso este es el continente más desigual del mundo —África es un continente pobre pero no tan desigual como nosotros.
¿Por qué nosotros somos tan desiguales? Porque los privilegios que tenían ciertos grupos los mantuvieron durante la Independencia —según yo, ellos la hicieron para mantener sus privilegios, y creo que lo puedo documentar bien—. Ellos son los que ganan durante el periodo de la primera globalización, son los que capturan la generación de riqueza. Todo mundo dice: “Es que Estados Unidos o Inglaterra nos explotaban”; no, las que nos explotan son las elites internas, que venden los recursos naturales y el trabajo de los latinoamericanos a los países ricos, que le pagan a las elites, y éstas no le pagan a los otros.
Entonces las explotadoras son estas elites, que son familias enteras que uno puede identificar. En México es menos notorio que en otros países de América Latina, pero en todos tenemos familias que mantienen riquezas exageradas desde los siglos XVII, XVIII y XIX, y la siguen teniendo hoy. Y las mantienen no porque sean creativas o productivas, sino porque tienen privilegios. Eso es lo que hay que acabar.

AR: Quiero ir a esta diferencia entre los países pobres y los ricos. Usted señala que dentro de los propios países ricos hay muchas diferencias. Entonces, a grandes rasgos, ¿cuál es la relación entre crecimiento y desigualdad?
MS: Es clara: hay momentos de crecimiento en los cuales la desigualdad se va achicando, y hay otros en que crece. Estos son cuando tenemos un cambio muy significativo en la forma de producir o, como le decimos normalmente, un cambio tecnológico. Cuando hay un gran cambio tecnológico lo que va a ocurrir es que la productividad de la economía en su conjunto se reduce y se amplía la diferencia entre ricos y pobres.
Recientemente el señor Picketty se volvió muy famoso con un libro sobre la desigualdad…

AR: Lo menciona por allí…
MS: Lo menciono en ocasiones porque yo creo que está equivocado. Yo hice una reseña que está en mi página de internet, y creo que está equivocado porque el origen de la desigualdad no es el rendimiento del capital, como él dice, sino la capacidad creativa de los distintos grupos que, en un momento de cambio tecnológico, se vuelve mucho más importante.
El ejemplo más claro es lo que Marx vio cuando escribió su Manifiesto del Partido Comunista y sus primeros textos hacia 1844. Lo que él estaba viendo es el efecto del cambio tecnológico, es decir, la caída de productividad y la ampliación de la desigualdad. Observó que la gente vivía peor, y entonces dijo “está mal”. Su interpretación es errónea, pero lo vio.
Ahora tenemos el mismo fenómeno cuando Picketty dice “es que hay mayor desigualdad”. Sí, es cierto: hay mayor desigualdad, pero esta es producto de este cambio tecnológico. Hoy tenemos la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación que están haciendo que produzcamos distinto. Esto no se ha entendido muy bien; le dedico un capítulo hacia el final para tratar de explicar hacia dónde nos estamos moviendo en el mundo: estamos utilizando una forma productiva distinta que ya no necesita las ocho horas de trabajo diario de las personas, y ya no hay empleos porque no se necesitan. Se necesita producir de una forma distinta.
Entonces, como ya no tiene uno que trabajar tanto tiempo, la parte más interesante de los últimos 100 años es el incremento del tiempo libre: la gente tiene muchísimo. Todo el mundo dice que trabaja mucho, no es cierto: ¿qué hace una persona en su tiempo libre? Nada más dos cosas: entretenerse o comunicarse. Durante los últimos 30 años quienes se dedican al entretenimiento y la comunicación han ganado lo que han querido, y así va a pasar en los siguientes 20 años al menos. Pongo el ejemplo de los deportistas, porque me puse a buscar los datos (son públicos) de cuánto ganan los beisbolistas en las Grandes Ligas, y fui viendo cómo va creciendo el ingreso promedio de los beisbolistas. Es una cosa espectacular: está multiplicado por 75 su ingreso en términos comparativos con el ingreso promedio de un estadounidense en los últimos 40 años. No hay nadie que haya tenido un crecimiento de ese tamaño.
Si usted va a ver cuáles son los empresarios más ricos de los que están en la lista de Forbes, una cantidad no menor se dedica al entretenimiento, a cuestiones que tienen que ver con las comunicaciones, desde tecnologías hasta los medios de comunicación, porque están generando una cantidad de riqueza brutal.
Eso es lo que está haciendo la diferencia. No es un rendimiento del capital mucho mayor que antes; a lo mejor hay un poquito más de rendimiento del capital por la misma razón: el cambio tecnológico exige más capital y menos mano de obra, pero el mayor efecto es tecnológico.

AR: Sobre el caso de Latinoamérica: el libro es una clarísima defensa del liberalismo en sus vertientes económica y política. ¿Qué pasó en América Latina, donde hay una fuerte tradición antiliberal? Usted menciona, por ejemplo, que Carlos Salinas de Gortari hablaba del liberalismo social, fundamentado en Jesús Reyes Heroles. Es decir, también ha habido cierta tradición liberal…
MS: El liberalismo en América Latina casi siempre ha sido derrotado; es decir, se utiliza como referencia histórica pero ha sido el perdedor. Por ejemplo, la Independencia de México no la hacen los liberales, Hidalgo y Morelos, sino el conservador Iturbide. La Independencia en América del Sur se asocia con Simón Bolívar, que se supone liberal, pero, primero, ni lo era tanto, y, segundo, él no ganó la Independencia: la creó y de inmediato fue capturado por los grupos poderosos, y de cualquier manera el resultado de la Independencia fue capturado por estos.
No vuelve a haber liberalismo en América Latina sino hasta fines del siglo XIX, con nuestra guerra de Reforma, Juárez y demás. El gran liberal de México es Porfirio Díaz, quien, efectivamente fue muy exitoso: el mejor momento de México en comparación con el resto del mundo es durante el Porfiriato. Pero la Revolución se vino encima y desde entonces Díaz es un enemigo, lo cual debería ser obvio: que la Revolución Mexicana no es liberal sino antiliberal, y esa es la razón por la cual durante el siglo XX México es un fracaso (de eso trató mi libro anterior).
Al final pongo la historia de los últimos 25 o 30 años en México, que no tenemos escrita. Decidí explicar esa historia según yo la percibo, porque a la hora de juntar toda la información se da uno cuenta de qué tamaño es la transformación que ha sufrido México durante estos años. Es muy impresionante: Salinas hizo, efectivamente, reformas liberales pero nada más en la economía porque no quería perder el control político. El resultado es la crisis de 1994 y 1995, y la democracia, que al final ganamos, a partir de 1997.
Ahora tenemos una segunda etapa de reformas muy profundas que liberalizan ya definitivamente la economía mexicana, y tenemos otra vez la reacción, en buena medida originada en este intento de impedir el liberalismo en México, que es lo que estamos viviendo el día de hoy. ¿Cómo va a acabar? No tengo idea.
Yo espero que el liberalismo gane porque eso permitiría que México se convierta en un país exitoso. Todos los países exitosos del mundo son liberales, tienen libre mercado y libre competencia política. El único caso que no tiene competencia política, creo yo, es Singapur. Pero fuera de este, los demás países ricos tienen competencia política y económica prácticamente absolutas.

AR: ¿Cuáles han sido las oportunidades perdidas de México y de América Latina en el panorama del crecimiento mundial?
MS: Perdimos tres oportunidades grandes durante el siglo XX: la primera fue la Primera Guerra Mundial, que ocurrió muy concentrada en Europa, y que fue un momento de gran crecimiento para quien le vendía a Europa. Nosotros ya casi no le vendimos porque estábamos en la Revolución. Le vendimos algo de henequén, pero ya no se aprovechó ese momento de crecimiento.
En la Segunda Guerra Mundial tampoco pudimos aprovechar mucho el crecimiento porque no estábamos en condiciones de vender mucho. Después de esa guerra, que son los 25 años de mayor crecimiento económico sin inflación en la historia, América Latina decidió encerrarse. Esa decisión, la creación de la Cepal y sus ideas de que había que cerrarse para garantizar el desarrollo fueron una tragedia. Entonces se hicieron ricos muchos países, pero nosotros no, nos quedamos como estábamos y algunos empeoraron, como fue el caso de Argentina, que se vino abajo por completo por andar inventando alternativas que supuestamente son mejores que el liberalismo.
El liberalismo tiene el problema de que garantiza incertidumbre, y a los seres humanos no les gusta la incertidumbre. A cambio de ésta, la posibilidad de desarrollar riqueza y democracia es mucho mayor que cualquier otro método. Pero los seres humanos no quieren arriesgarse: prefieren algo seguro, y lo seguro es el comunismo, el crecimiento agotador, el totalitarismo, que dan como resultado tragedias brutales. No ha habido hambrunas nunca en un país democrático, todas han ocurrido siempre en países autoritarios.

AR: Usted ubica en México, en el terreno de las ideas y de las políticas, el gran problema en el nacionalismo revolucionario, especialmente en el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Usted llega a mencionar que en aquella época no era una mala idea. ¿Por qué no lo era y terminó por si serla?
MS: Yo creo que es una mala idea siempre; lo que ocurrió es que en 1935 no era fácil darse cuenta de que era una mala idea. ¿Por qué? Porque no teníamos las explicaciones del crecimiento, que ya comentamos hace un momento, porque en ese momento estaba Estados Unidos, que era el gran país capitalista, en una gran depresión, y nadie sabía si eso iba a funcionar o no. En esos momentos nadie sabía si la Unión Soviética era un éxito económico o no, no había información clara.
Entonces, la información que tenían los mexicanos, el general Cárdenas o cualquier ser humano en 1935 no permitía saber con certeza si el capitalismo liberal era la mejor salida. Por eso las apuestas al comunismo o al crecimiento agotador fueron tantas. Lo que ocurrió es que para finales de los sesenta ya era claro que eso era un fracaso.
Entonces yo no culpo a Cárdenas por el tipo de modelo económico que construyó; era un mal modelo, pero, insisto, él no podía saberlo, con certeza al menos. Pero para finales de los sesenta sí ya era claro que eso no funcionaba y, en lugar de corregir, lo que hicimos en México fue endeudarnos a partir de 1965, para fingir que esto funcionaba. Ese fingimiento fue tan exitoso que al día de hoy la gente sigue pensando que en ese momento vivíamos bien, y de hecho hay muchos que dicen “hemos vivido mal los últimos 30 años; antes estábamos mejor”. Eso es absolutamente falso: antes estábamos peor todavía y nos estábamos endeudando.
Entonces creo está más o menos claro que por allí no es.

AR: También me pareció muy interesante que en su libro usted no menciona la palabra “desarrollo”, que muchos economistas vinculan como crecimiento con bienestar social. ¿Por qué esta ausencia?
MS: El desarrollo es un concepto que se inventa después de la Segunda Guerra Mundial para tratar de decir que el capitalismo no es suficiente y que se necesita algo distinto. Es un concepto creado para darle fundamento a estas alternativas que son un fracaso.
En consecuencia es un mal término. Desarrollo puede significar mil cosas extrañas, pero ninguna de esas sirve para nada. Cuando uno ve los datos se da cuenta de que todos los países que ofrecieron desarrollo han resultado un fracaso.
Los que no ofrecieron desarrollo son a los que les va bien. Entonces desarrollo es un término que hay que borrar de nuestra mente, y hay que concentrarnos en el crecimiento y en la democracia.

AR: En el diagnóstico de los problemas pendientes del país destaca los de la seguridad y el Estado de derecho, que están muy vinculados. ¿Qué ha pasado con la democratización en estos dos ámbitos?
MS: No puede haber democracia sin Estado de derecho: es imposible. Pero un régimen autoritario no necesita la ley. Entonces, México vivió un régimen autoritario todo el siglo XX: no necesitaba la ley, no se usaba, y ahora la necesitamos y no la tenemos. Nadie está acostumbrado a ella. Todos los mexicanos sabemos que no hay que cumplir la ley y nadie la cumple. Eso no funciona.
Entonces, si queremos democracia hay que construir el Estado de derecho, y esto es algo que tarda. Llevamos 17 años con democracia, y no se le puede pedir a nadie que en ese tiempo construya una cultura diferente.
Creo que hemos avanzado mucho: tenemos una Suprema Corte autónoma, mejores leyes, está en proceso el cambio del Poder Judicial. Considero que vamos a ser exitosos, pero el proceso no va a tardar un año ni tres semanas sino un rato.
Entonces hay dos problemas clave: la corrupción y la aplicación de la ley. Son un poco distintas y no exactamente lo mismo, pero los dos tenemos que resolverlos. A final de cuentas todo tiene que ver con limitar al poder político y construir reglas que todo mundo cumpla. Vamos a tardar en hacerlo, pero creo que vamos a poder.

AR: Creo que todavía hay muchos reflejos antiliberales en México. ¿Cómo sortear los problemas que plantean desde el multiculturalismo hasta el crony capitalism, el capitalismo de compadrazgo? ¿Cómo impulsar hoy la agenda liberal?
MS: En principio, escribiendo estos libros. Yo creo que hay que dar un debate en las ideas, que no se ha dado suficientemente bien en México. Las personas que piensan en términos de estas ideas multiculturales, comunitaristas son muchas. Tienen mucho acceso a medios mis colegas que piensan y escriben en esos términos. Otros más piensan en términos del Estado rector de la economía, como se pensó en México durante mucho tiempo, y que están escribiendo a diario.
Yo creo que necesitamos más liberales escribiendo cuál es la otra posibilidad, y además sobre qué pasa en el resto del mundo porque los mexicanos nos vemos el ombligo todo el tiempo y no nos damos cuenta de ello. Creo que toda la evidencia muestra que el único camino a la riqueza y a la democracia es la libertad en términos económicos y en términos políticos. Eso es lo que necesitamos construir.
Lo demás son inventos que van a generar muchas tragedias, y ya tuvimos suficientes en México.



*Una versión más corta de esta entrevista fue publicada en Este País, núm. 294, octubre de 2015.

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