Los Zodiaco: la injusticia como creación
mediática
Entrevista con Emmanuelle Steels*
Ariel
Ruiz Mondragón
Hace
poco más de 10 años, el 9 de diciembre de 2005, las televisoras nacionales más
importantes transmitieron en vivo la supuesta detención, en un rancho, de un
par de personas: un mexicano, Israel Vallarta, y una francesa, Florence Cassez,
presuntos secuestradores de tres personas, que en ese operativo fueron
supuestamente liberadas.
Aquellas
imágenes dieron origen a uno de los casos más escandalosos a que han dado lugar
los sistemas e instituciones de seguridad y justicia del país, en buena medida
por sus repercusiones internacionales. Una parte de esta historia concluyó con
la liberación de Cassez por el amparo que le otorgó la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN) en enero de 2013; sin embargo está pendiente otra
parte no menor: el proceso que enfrentan seis miembros de la familia Vallarta,
acusados de integrar la banda de secuestradores Los Zodiaco.
Al
respecto, en su libro El teatro del
engaño. Buscando a Los Zodiaco, la banda de secuestradores que nunca existió
(México, Grijalbo, 2015), la periodista belga Emmanuelle Steels escribe: “Los
Vallarta son los mexicanos en la sombra de Cassez. La justicia es incapaz de
procesarlos, juzgarlos, sentenciarlos. Diez años después, jueces y ministerios
públicos siguen pedaleando en el lodo de la presunta investigación policial,
paralizados por las consignas políticas. Poco importa, porque Israel y sus
familiares ya fueron condenados por el tribunal mediático”.**
Steels
(Bruselas, Bélgica, 1976) realizó una amplia investigación periodística en la
que pone severamente en entredicho ese viciado proceso, en el que, para
intentar sustentar las acusaciones, las autoridades mexicanas recurrieron lo
mismo a una escenificación para televisión que a la tortura. Así, sobre bases
muy endebles, fabricaron la culpabilidad de la banda de Los Zodiaco —cuya
existencia es muy dudosa, por decir lo menos, según muestra el libro—. En esa
perversa elaboración tuvieron un papel muy destacado los medios de
comunicación, periodistas y articulistas.
Sobre
ese libro conversamos con Steels, quien realizó estudios de filosofía y
periodismo. Es corresponsal para varios medios de Francia, Canadá, Bélgica y
Suiza, como Libération. En México ha
colaborado en publicaciones como Proceso y
Gatopardo.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir
y publicar un libro sobre un asunto tan polémico, tan abordado, tan discutido?
Emanuelle Steels (ES):
Por varias razones sencillas: primero, porque se trata de un caso mexicano aunque
siempre se le ha llamado “el caso de Florence Cassez, la secuestradora
francesa”; pero cuando se indaga un poco más en este expediente, se ve que no
es tal no solamente porque ella no es secuestradora sino porque ese caso abarca
mucho más.
Tiene
sentido hablar de los mexicanos que se vieron involucrados en ese caso porque
es excepcional desde muchos aspectos: en mi opinión resalta, principalmente, el
hecho de que ha sido un engaño nacional que ha perdurado durante 10 años, por
lo que la mayoría de la opinión pública sigue engañada por este montaje
mediático. Finalmente, aunque se sepa que fue un montaje, la mayoría de la
gente sigue pensando que lo que se vio en televisión era real, que eran
secuestradores sorprendidos in fraganti en su casa con los secuestrados.
Segundo,
porque es un caso que incluye la participación de los más altos funcionarios
del Estado en ese momento, lo cual creo que es muy importante. Y tercero,
porque no se ha hablado de los mexicanos: es toda una familia. Israel Vallarta es
un hombre bastante común, que no tiene ningún perfil criminal ni el tiempo ni
la motivación para cometer el tipo de crímenes de los que se le acusa, y mucho
menos todavía sus sobrinos, que son jóvenes muy tranquilos, de unos 30 años
cuando los detuvieron, que tienen familia, con trabajos formales.
Se
trata de seis hombres de una misma familia: Israel, dos de sus hermanos y sus
tres sobrinos, quienes han sido torturados y han vivido una auténtica pesadilla
en el sistema judicial mexicano sin obtener, hasta hoy, una sentencia. Esto lo
hace, desde diferentes puntos de vista, un caso excepcional: que esté
involucrada toda una familia para satisfacer, finalmente, una necesidad
política.
AR: Mencionó la tortura: además del
montaje televisivo, para sostener este proceso se recurrió a ella. Se presume
en el libro que incluso Ezequiel Elizalde, uno de los secuestrados, podría
haberla sufrido, y también está el caso de David Orozco, otro inculpado y que
fue utilizado para incriminar a los Vallarta, por ejemplo, quien finalmente
murió. Incluso llega usted a decir que en aquella transmisión televisiva donde,
de manera ficticia, se detuvo a Israel Vallarta y a Florence Cassez, la tortura
fue en vivo. ¿Qué ha ocurrido en este caso al respecto? Lo pienso también desde
la perspectiva de que, por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH) surgió para combatir la tortura.
ES:
La tortura es el ingrediente menospreciado de este caso. Ahora que México
prepara una ley integral sobre ella es un muy buen momento para analizarlo,
porque hasta hoy se sigue encubriendo la tortura y tratando de negarla.
Lo
primero que hay que mencionar es que es un caso excepcional porque es el único
caso de tortura en vivo en televisión que hay en México. Este punto las
autoridades no lo pueden negar: allí están las imágenes en internet (aunque las
están borrando regularmente), y son la prueba de que Israel Vallarta fue
torturado en televisión.
Hay
un tema muy importante que ya fue subrayado por la Suprema Corte en su decisión
de liberar a Cassez: la dilación en la puesta a disposición del Ministerio
Público. Así ocurrió en los tres eventos que conciernen a la familia Vallarta:
la detención de Israel en 2005; luego, en mayo de 2009, las de René, Juan
Carlos y Alejandro, y en abril de 2012 las de Mario y Sergio. Hubo también falsificación
de los reportes policiales para posponer la fecha de las detenciones, cuando
realmente la familia puede demostrar, con sus visitas a la CNDH, que las
detenciones fueron anteriores y que las autoridades retrasaron la hora para
disimular los eventos de tortura. Esto es muy importante en la preparación de
esta ley que se propone ahora.
Hay
que agregar la negación a Israel Vallarta, durante varios años, de la
realización del Protocolo de Estambul. Eso no ocurrió con sus hermanos, y trato
de diferenciarlos: es interesante porque la detención de mayo de 2009 fue muy violenta
y brutal, en un momento en el que claramente el caso estaba en un momento
diplomático de máxima tensión: Nicolás Sarkozy acababa de irse de México
pidiendo el traslado de Cassez a Francia. Apareció también el video de David Orozco,
quien inculpaba a los Vallarta y que también fue torturado.
Todos
esos elementos se dieron en una coyuntura interesante porque la Policía Federal
realizó esa detención sin identificarse y con órdenes de aprehensión que no
corresponden exactamente con las personas que finalmente fueron aprehendidas. Pero
allí la Procuraduría General de la República (PGR) reaccionó: Eduardo Medina
Mora ordenó una investigación interna sobre cómo se realizó esa detención, la
cual sigue ahora. Allí hubo un embrión de voluntad de la PGR de averiguar qué
había pasado con esa acción, que fue totalmente escandalosa.
En
este caso de 2009, y que es algo que me llama mucho la atención, la tortura ni
siquiera sirvió para sacar una confesión sino para utilizar a las personas para
que acusaran a otras. La obsesión de la Policía Federal por Cassez e Israel
Vallarta le llevo a decir a los torturados, “¿qué quieren qué les diga? Pero ya
dejen de torturarme”, y los policías les contestaban “dinos que la puta
francesa es una secuestradora”.
En
el caso de los hermanos y los sobrinos de Israel Vallarta sí se ha aceptado el
Protocolo de Estambul, y hay dictámenes de la PGR que acreditan la tortura,
pero han querido enterrarlos. Lo que ha pasado en el caso de los sobrinos es
que ahora están volviendo a llamar al perito que realizó el protocolo para que
cambie su dictamen y decir que se equivocó y que no hubo tortura, cinco años
después y sin volver a verlos.
Hay
una voluntad oficial de que la tortura no salga a la luz, pero sí la ha habido y
está acreditada por todas las instancias. Le han querido quitar a los
inculpados el reconocimiento de su tortura, que era lo único que ellos habían
logrado.
AR: Otra parte importante es la de
las víctimas. Una buena parte del discurso de las autoridades y de muchos
articulistas sobre el caso de Los Zodiaco es que las víctimas, Ezequiel
Elizalde, Cristina Ríos y su hijo, los identificaban plenamente. ¿Qué ocurrió
con los testimonios de Elizalde y Ríos? En gran medida el libro está dedicado a
señalar las numerosísimas contradicciones y mentiras en que cayeron en sus
declaraciones.
ES:
Creo que las víctimas son, primeramente, víctimas del montaje. Es importante no
quitarles su estatuto de víctimas: efectivamente, sólo nos estamos equivocando de
culpables. Muy probablemente estas personas nunca fueron víctimas de la familia
Vallarta y tampoco es que estén mintiendo: una víctima de secuestro no sale con
la fantasía de mentir por puro gusto.
Considero
que las declaraciones de las víctimas son una muestra más del alcance diabólico
de este montaje, de la brutalidad de las autoridades, que están utilizando el
dolor, el drama que han vivido esta señora, su esposo y su hijo, y Ezequiel
Elizalde, muy probablemente también porque se ha puesto en duda si fueron
secuestrados o no. Yo creo que sí fueron secuestrados y que no debemos dudar de
su palabra en ese sentido; pero lo terrible es cómo los están utilizando las
autoridades y cómo les están impidiendo acceder a la justicia por, finalmente,
hacer este montaje.
Lo
que claramente se detecta en sus testimonios es que son inducidos, recuerdos
plantados. El caso del niño debería ser estudiado por especialistas, porque creo
que le han plantado recuerdos, que es un proceso que en investigación criminal
está reconocido por los sicólogos y los peritos: se puede hacer, y las
autoridades manejan muy bien ese tipo de técnicas.
Los
casos de las tres víctimas son diferentes; en lo referente a Ezequiel, no es
solamente la declaración de Israel Vallarta, quien dijo: “Reconozco la voz del
joven (Ezequiel) que estaba siendo torturado en la SIEDO (Subprocuraduría de
Investigación Especializada en Delincuencia Organizada) durante la noche del 8
al 9 de diciembre de 2005; la declaración que él hizo cuando lo estaban
torturando me la atribuyen a mí”. Después, las hojas en blanco que le hicieron firmar
a Israel probablemente son de algunas cosas que habría declarado Ezequiel sobre
su padre: que se dedicaba al secuestro, a las escuchas telefónicas y ese tipo
de cosas.
También
en el análisis de las imágenes del montaje se ve cómo una de las personas que
la Agencia Federal de Investigación (AFI) presentó como víctima estaba siendo
sometida: es Ezequiel, que cada vez que tenía que dar su testimonio a las
cámaras, llegaba un agente de la AFI, le ponía la mano en el cuello y lo
presionaba para que declarara, suponemos, en cierto sentido: acusando a
Vallarta y a Cassez. En ese sentido Ezequiel no tiene falla en su declaración:
inmediatamente, desde el primer minuto, los acusa a ellos. Pero está claro que
estaba siendo presionado.
El
primer testimonio de Cristina es muy interesante: cuando le presentaron a
Israel Vallarta y a Cassez en la cámara de Gesell dijo: “Yo no conozco la voz
de estas personas; nunca las he visto, no relaciono su voz ni su físico con mis
secuestradores. Si bien es cierto que nunca los había visto, a estas personas
las reconozco porque las he visto esta mañana en el rancho Las Chinitas”, lo
cual es cierto porque estuvieron en el montaje, eso nadie lo puede negar. Y añadió:
“Estoy enterada, por boca de los agentes de la AFI, que ellos son parte de la
banda que me secuestró”. Allí se ve cómo está inducido su testimonio en el
sentido de que no viene de sus propios recuerdos ni de su propia experiencia
sino que, como ella misma lo dice, los agentes le dijeron quiénes eran los
secuestradores. Lo que hizo ella en ese momento es repetir lo que la propia AFI
le dijo, y todo eso demuestra cómo los testimonios de las víctimas son una
consecuencia directa de este montaje de las autoridades. Por eso yo digo que
las primeras víctimas de este montaje no sólo fueron Cassez y Vallarta sino
también las propias víctimas que fueron exhibidas en televisión.
AR: Otro asunto interesante es la
intervención de Isabel Miranda de Wallace prácticamente desde el principio del
caso, quien llegó a fungir como una suerte de representante de prensa de las
víctimas. ¿Cuál ha sido su papel en este caso?
ES:
Un papel mixto. Fue un caso que surgió a los pocos meses de la desaparición de
su hijo, y es el primero externo al suyo en el que ella se involucró como
defensora de las víctimas.
Digo
que es mixto porque su cercanía con Genaro García Luna, con Eduardo Margolis —que
no es el cerebro del montaje pero es la persona que está en el centro y tiene
una conexión con todos los actores del caso— y su presencia demostrada en la
SIEDO en las fechas clave del caso, la sitúan como un personaje que se presenta
como defensora o asistente de las víctimas, y a la vez como un enlace entre
autoridades y víctimas. No es que ella esté del lado puramente de las víctimas
sino que está coordinando el mensaje oficial con ellas. En ese sentido yo creo
que ella es parte del montaje porque siempre lo ha validado. Creo que ella
misma estaría de acuerdo en lo que estoy diciendo: ha dicho “sí, hubo una
recreación en televisión, pero eso no afecta la investigación”. Bueno, la
investigación proviene enteramente del montaje: todos los elementos que han
sido exhibidos como pruebas son parte del decorado del montaje, como las armas,
las credenciales de elector, las víctimas, los vehículos, absolutamente todo.
Entonces no se puede hablar de una investigación, por lo que, entonces, hay que
hacer como Isabel Miranda de Wallace: validar el montaje. Lo que sabemos por
boca de las víctimas es que estaban bajo su protección, pero de alguna forma
también bajo su autoridad.
Me
dijo Raúl Ramírez Chávez —el esposo de Cristina Ríos y papá de Christian— que
ellos hablaban con los medios que les decía Isabel Miranda de Wallace, que
estaban a su disposición, y ella les decía con quién tenían que hablar y con
quién no. Allí Isabel Miranda se manifiesta, más que como protectora de las
víctimas, como representante de las autoridades.
AR: Un capítulo del libro aborda la
versión de Eduardo Margolis, un empresario dedicado a los autos blindados y a
cuestiones de seguridad. Como dice usted, es la persona que conocía con
anterioridad a víctimas, a victimarios, a policías, es el centro de este
asunto. ¿Qué ocurrió con él en este caso?
ES:
Es un personaje inevitable: el caso no se puede analizar sin pasar por él: ya
sea a través de las autoridades, de los detenidos o de las víctimas. Él es el
personaje clave que tiene contacto con todos ellos y los une en esta historia.
A
Margolis lo sitúo en el origen del caso, pero no en el montaje mediático
propiamente, porque creo que no tuvo ningún papel en él. Cuando tuve
oportunidad de platicar con el empresario condenó el montaje.
Él
fue socio del hermano de Florence Cassez, Sébastien; ha tenido una amistad con
Israel Vallarta y tuvo contactos con las víctimas. Nos dijo, cuando lo
entrevisté con otros corresponsales, que él iba tras la banda de los Vallarta
porque estaba convencido de que eran secuestradores. Pienso que esto es parte
de su discurso para legitimar su intervención en este caso.
Realmente
es delicado hablar de Margolis, pero él mismo se ha presentado en las
audiencias negando su intervención en el caso. Es interesante porque en un
primer momento, cuando lo entrevistamos, nos dijo no haber tenido nada que ver
con esa detención, “no soy la mano negra ni nada”. Cuando Florence fue liberada
ella dijo que tuvo una conversación telefónica con Margolis en la que él
reconoció que había señalado a los Vallarta, pero que no sabía que la iban a
detener a ella con Israel —lo cual se me hace poco creíble pero, efectivamente,
él reconoce su implicación y su intervención en la detención inicial.
Margolis
es un personaje que tiene un reconocimiento en su comunidad en Polanco. Es una
persona que es percibida como un benefactor, él mismo habla de su enfermedad y de
cómo ha vencido a la muerte. Tiene su leyenda y es un personaje muy carismático,
muy convincente en sus planteamientos.
Tiene
un carácter fuerte, y sus amigos nos decían que es un vengador maquiavélico.
Reconoce que puede tener arrebatos de rabia, y a medias reconoció que había
amenazado a la familia de Sébastien Cassez: “No, no los amenacé; o, bueno, sí,
pero no tanto”.
Es
un personaje que, a pesar de tener ese temperamento, es reconocido por su
comunidad como un hombre que actúa desde el corazón, no como un personaje
corrupto buscando el interés sino la defensa de su comunidad.
AR: El libro es una dura refutación
de las pruebas ofrecidas por las autoridades. Ciro Gómez Leyva publicó un
artículo en el que decía que podía llamar “secuestradora” a Florence Cassez
porque diversas instancias judiciales la habían condenado. Al respecto ¿qué
pasó con todos estos jueces?, ¿cómo valoraron tantos elementos contradictorios
e inverosímiles, por qué desecharon diversos peritajes a favor de los inculpados?
¿Qué nos dice esto del sistema de justicia mexicano?
ES:
Podemos analizar a detalle lo que cada uno de estos jueces dice, pero vamos a
volver al punto inicial siempre: que ellos actuaron, seguramente, bajo
consigna. Finalmente son las propias autoridades que orquestaron el montaje las
que se aseguraron de que se tomaran en cuenta únicamente las pruebas que
proceden de él y que las condenas fueran en consecuencia.
La
jueza Olga Sánchez Contreras, del Juzgado Quinto, que en primera instancia condenó
a Cassez a 96 años de prisión, es la misma que liberó a los agentes de la AFI
implicados en el video en el que se torturaba a algunos miembros de Los Zetas
en Guerrero. Entonces ella ya había contribuido antes a salvar la imagen de la
AFI.
Mi
convicción realmente es que hay un factor fundamental: los jueces no conocen el
expediente porque no pueden condenar basados en él. Entonces los periodistas de
investigación, los miembros de ONG y abogados que se han acercado a ese
expediente y lo han leído, no han encontrado las famosas pruebas de la
culpabilidad ni de Israel Vallarta ni de Florence Cassez.
Además
hay que considerar las declaraciones de las víctimas, porque cuando hablamos de
ellas la gente dice: “Sí, pero los reconocieron”. ¿Cuándo? Hay que ver cuándo
lo hicieron: cuando se destapó el montaje, cuando tenían que reconocerlo o cuando
a las autoridades les convenía que lo hicieran.
AR: En el libro se relata que en
varias audiencias Ezequiel Elizalde estuvo junto a los hermanos de Israel,
parte de sus supuestos secuestradores, y no los “reconoció” sino hasta varios
años después…
ES:
Exactamente, todos los hermanos estaban allí; es más, dos de los hermanos de
Israel, cuando éste desapareció, se sentaron frente a la SIEDO en el Monumento
a la Revolución. ¡Los dos supuestos jefes de la banda, René y Mario! ¡Pero qué
idiotas de secuestradores, que van a entregarse así a la SIEDO! ¡Hay que ser
totalmente imbécil para hacerlo! Eso es un detalle. Pero los capturaron años
después, cuando les convenía a las autoridades.
Creo
que estos magistrados no han tenido la oportunidad realmente de estudiar este
expediente, o les han señalado qué es lo que tenían que tomar en cuenta. Y es
cierto que algunas de las declaraciones de las víctimas pueden parecer
convincentes; yo misma he tenido muchas dudas al inicio de la investigación,
con la convicción de que al inicio Israel Vallarta era culpable. Pero había que
ir a los detalles del expediente, ver las imágenes del montaje y saber que había
sido torturado para saber lo que había pasado.
En
las audiencias había material suficiente, pero los jueces no asistían a ellas;
entonces no vieron todos los testimonios aportados, que demostraban que no
podía haber gente secuestrada en esa cabaña de la casa de Israel Vallarta, ni
tampoco el entorno criminal que rodeaba a la familia de Ezequiel —esto último fue
bien expuesto en las audiencias con los testimonios de los responsables del
Cuerpo Especializado en Investigaciones para Situaciones de Alto Riesgo, que
depende de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México.
Finalmente,
los testimonios de las víctimas son la única prueba en la que se basan las
diferentes y sucesivas sentencias de Cassez hasta el rechazo de su solicitud de
amparo antes de llegar a la SCJN. Así se hace investigación criminal en México:
torturando y sacando confesiones, o exclusivamente con testimonios de víctimas.
No hay más.
AR: ¿Y las pruebas científicas y
peritajes?
ES:
Todas están a favor de Israel Vallarta, pero las eliminaron. Las armas que
supuestamente encontraron en su casa él nunca las tocó sino que provienen de
las bodegas de la Policía Federal; el perito en balística no lo dice así pero estima
que fueron guardadas durante muchos años y que no han servido. Entonces ¿cómo
fueron utilizadas por secuestradores?
Creo
que es una cuestión de selección de las pruebas y basándose únicamente en los
testimonios inducidos de las víctimas. Allí la labor del juez sería, más bien,
constatar que estos testimonios proceden de un montaje. Es inexplicable: si ni
siquiera fueron detenidos en el rancho sino en la carretera, ¿quién estaba en
el lugar con las víctimas?, ¿éstas se encontraban solas?
Lo
que hicieron los jueces es validar siempre las conclusiones del Ministerio
Público en el sentido de que había delincuencia organizada (aunque fueran
solamente dos personas, lo cual también es inexplicable).
La
opinión de Ciro Gómez Leyva fue negar que la SCJN fuera la instancia superior
en el sistema judicial y que anuló todo lo que fue el proceso anterior. No fue
que declarara a Cassez inocente pero cuando menos le hizo recuperar su
presunción de inocencia. Hay que mencionar que el proyecto que fue aprobado por
la Suprema Corte no fue el de la ministra Olga Sánchez Cordero, que se basó en
la violación de los derechos consulares, etcétera, sino el del ministro Arturo
Zaldívar, quien sí reconoció el efecto corruptor del montaje en toda la
investigación, lo que demuestra que vio y entendió muy bien el expediente, al
contrario de los anteriores jueces.
Eso
es muy importante: Cassez recuperó totalmente su presunción de inocencia sin
que quedaran pruebas válidas en contra de ella porque no se ordenó una
reposición del procedimiento.
Hay
mucho malentendido sobre este caso: muchos intelectuales han adoptado una
postura más o menos parecida a la de Gómez Leyva y de otros columnistas famosos
que decían: “Efectivamente, es un montaje, pero hay que reponer el
procedimiento y que ella sea juzgada y sentenciada otra vez, no por la SCJN sino
por una instancia inferior”. Esto me hace pensar que las personas que opinaban
eso no conocen el expediente porque todo éste proviene del montaje; entonces no
puedes llegar y ordenar una reposición del procedimiento. Dicen “hay que anular
las pruebas que proceden del montaje”; pero es que, señores, todas proceden de
él. ¿Con qué van a llegar al tribunal colegiado, al juzgado unitario?, ¿con un
expediente vacío y para decir “senténcienla otra vez”? ¿Pero por cuáles
delitos?
Sé
que las tres primeras instancias se basaron exclusivamente en los testimonios
de las víctimas, lo cual es realmente problemático.
AR: En el libro también plantea un
problema que es fundamental: el papel que los medios desempeñaron en toda esta
historia. Dice lo siguiente: “No se habló nunca de la vertiente criminal de la
actuación de los medios de comunicación en ese funesto día”. Después aquello,
por ejemplo, lo quisieron justificar Pablo Reinah y Carlos Loret de Mola, quienes
alegaron que no sabían del montaje y que por ello eran las primeras víctimas
del hecho, como se detalla en el libro. También recuerda títulos de artículos
como “La princesa criminal” y “Yo la llamo secuestradora”, entre otros.
Menciona usted un debate que al respecto se tiene que dar sobre este uso
criminal de los medios. ¿Cómo inicia usted esta discusión?
ES:
Creo que en este debate hay que ir más allá del tema de las personalidades; se
ha manejado mucho que Loret de Mola, que Reinah, que los periodistas estrella,
que en algún momento quisieron acaparar protagonismo en este caso, aunque sea
para defenderse…
AR: Sí, pero en el libro también se
habla, por ejemplo, del periodista de La
Crónica de Hoy, para el que las autoridades sembraban “pruebas” y él las
retomaba (lo que después él mismo reconoció), de la reportera de El Norte que le hizo una rara entrevista
a Cristina Ríos…
ES:
Él es un periodista que hizo una labor de análisis crítico de su propio trabajo;
para mí él es un periodista que ha tenido la valentía de decir “yo he sido
manipulado y no lo voy a seguir siendo”. Ese tema también nos devuelve a la
manipulación por parte de las autoridades. No tengo ninguna duda de que la
propia Televisa haya sido víctima de las autoridades y haya sido manipulada.
Es
importante cuando Reinah y Loret de Mola dicen “no sabíamos”. Eso no me es
suficiente: ¿qué es lo que sabías y qué es lo que no sabías? Estoy dispuesta a
creer que hay cosas que no sabían, pero había otras que sí. Lo que sí sabían es
que estaban presentando escenas como ocurriendo en vivo cuando no era así. ¿Qué
Florence Cassez e Israel Vallarta no eran secuestradores? No lo sabían, ¿qué
habían sido detenidos en otro lugar? Estoy dispuesta a creer que tampoco lo
sabían, y puedo creer que las autoridades sí los engañaron hasta este punto.
Me
parece que ellos se deben a la sociedad y le deben decir “esto sí lo sabíamos,
esto no”. Hasta que no lo digan será puro bla, bla, bla.
Lo
que interesa es hacer un debate y un juicio colectivos de por qué y cómo los medios
de comunicación validamos un montaje, por qué años después incluso una
periodista escribe un artículo llamado “La princesa criminal” sin tener ningún
dato objetivo y basándose sólo en una leyenda sembrada por los propios agentes
de la AFI, que tenían todo el interés de defender su montaje.
Después
hubo una labor muy crítica de los medios, atacando y preguntando a las
autoridades por qué hicieron ese montaje porque va a comprometer el caso. Hay
que volver a leer las palabras de José Luis Santiago Vasconcelos en esa época:
“No hay ningún problema: este caso no se va a caer por el montaje o por las
violaciones a los derechos”.
Bueno,
años después vimos que eso no era cierto sino que el caso se cayó por eso. Las
propias autoridades nos están impidiendo conocer la verdad. ¿Por qué hubo un
debate tan fuerte y por qué estamos peleando por el caso de Los Zodiaco? Por
culpa de ellas. Con los que debemos estar peleados es con estas autoridades que
hacen montajes, y como medios de comunicación hacer un juicio colectivo: montajes,
no. Cuando lo haya no les vamos a creer, no vamos a validarlos y no vamos a
repetir que la francesa es una bruja, una princesa criminal, una secuestradora.
Eso
debe ser muy firme y claro porque la prensa, los medios de comunicación tienen
un deber con la sociedad y no con el poder. Su deber, su profesionalismo se
debe a que deben responder de lo que publican a la sociedad, no al poder. No
pueden engañar a la sociedad y dañar a las víctimas validando este montaje.
Luego
vemos que las autoridades se sienten cómodas con este montaje porque ya nadie
en los medios se los cuestiona y hacen otros montajes, como hemos visto
recientemente. Esta especie de validación colectiva del montaje lo banaliza, lo
autoriza, y las autoridades se sienten en la más absoluta impunidad para hacer
los que le convienen, como en el caso de Ayotzinapa, que quieren cerrar con la
historia del basurero de Cocula. La historia se repite porque no ha habido
resistencia, para la cual están habilitados los medios de comunicación.
AR: Su libro es una investigación
dura y una denuncia contundente. ¿Al realizarla en algún momento se sintió en
riesgo?
ES:
No, en absoluto. De verdad, yo no soy el tema aquí, no estoy en peligro. Mi
temor es que luego hagan un montaje para criminalizarme (risas).
AR: Por último: entre los
personajes y las situaciones que relata en su libro, ¿dónde encuentra esperanza
de que puedan cambiar la seguridad, la justicia y los derechos humanos en
México?
ES:
La SCJN ha dado una gran señal de esperanza en el camino a seguir con el proyecto
de liberación de Florence Cassez, les guste o no a algunos como Ciro Gómez Leyva,
quien prefiere prescindir de la opinión de la Corte. Ésta ha trazado una raya, como
lo ha hecho en muchos otros casos, que no se puede pasar violando derechos
consulares, con dilación en la puesta a disposición, con montajes ni con testimonios
inducidos. Todas las líneas rojas que aparecen en el proyecto del ministro
Zaldívar son muy importantes porque van a definir la tendencia y el modo de
actuación de las autoridades y cómo se tiene que realizar una investigación
criminal.
La
debilidad de este proyecto es que no abordó el tema de la tortura porque
Florence Cassez no la denunció. Pero aparece en muchas otras resoluciones de la
SCJN: por ejemplo, en la liberación de Israel Arzate, quien había sido acusado por
la masacre de Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, quien fue liberado por
haber sido torturado. También liberó a Alfonso Martín del Campo Dodd, acusado
de ser asesino de su hermana, y que también fue un caso de tortura.
Entonces
para mí la luz de esperanza son la SCJN y la sociedad que ha demostrado, en
casos como el de Ayotzinapa, que ya no va a aceptar más montajes, más
fabricación de culpables basada en confesiones obtenidas con tortura. La
sociedad también da una luz de esperanza manifestándose contra autoridades que
quieren abusar de su confianza y quieren dar carpetazo a algunos temas. Allí la
sociedad dijo: “Vayamos al fondo del asunto: queremos saber dónde están estos
estudiantes y quién es realmente el responsable”. Eso es una gran esperanza.
En
el caso de Los Zodiaco, debemos recordar que son seis miembros de una familia que
han sido torturados y que no tienen sentencia; también que uno de los testigos
que fue utilizado en este caso, David Orozco, fue torturado —como lo demuestra el
Protocolo de Estambul— y murió muy probablemente, según su familia, a
consecuencia de ello. Entonces en ese caso ya hay un muerto con fines de
montaje político.
Así,
fueron utilizados mexicanos para forzar la culpabilidad de una francesa porque
había un conflicto diplomático, que fue realmente lo que se hizo. La sociedad
mexicana debería estar indignada por estos hechos; si supiera todo el alcance
de este montaje se indignaría mucho.
*Una versión más corta de esta entrevista
fue publicada en Etcétera, núm. 184,
marzo de 2016.
**El
25 de febrero de 2016, después de la realización de esta entrevista y de siete años de reclusión en el penal de máxima
seguridad de Nayarit, acusados de pertenecer a la
supuesta banda de secuestradores Los Zodiaco, los hermanos Juan Carlos y Alejandro Cortez Vallarta fueron absueltos de
los delitos de delincuencia organizada y secuestro. El Primer Tribunal Unitario del
Vigésimo Cuarto Distrito sólo mantuvo la condena de cinco años en prisión por
portación de armas de uso exclusivo del Ejército.
Al haber estado más de siete años en prisión, los hermanos Cortez Vallarta abandonaron la cárcel pues ya habían purgado
la condena.
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