Cuando la realidad se vuelve falsa
Entrevista con Esteban Illades*
Ariel
Ruiz Mondragón
Pese
a que la desinformación es una práctica de larga data, en el siglo XXI ha
tomado un cariz cada vez más alarmante debido a la velocidad con la que se
propaga merced a las nuevas tecnologías, a su perversa utilización política y a
las grandes ganancias económicas que brinda.
Las
noticias falsas han ido ocupando un lugar cada vez más relevante no sólo en
hechos políticos de gran importancia, como la elección de Donald Trump como
presidente de Estados Unidos o el brexit, sino también en otros
ámbitos tan delicados como la ciencia.
Una
revisión del estallido de ese tipo de mentiras ampliamente difundidas es la que
hace Esteban Illades en su libro Fake News.
La nueva realidad (Grijalbo, 2018), en el que presenta desde algunos
importantes antecedentes de la desinformación a nivel internacional hasta casos
muy actuales en México.
El
autor dice en su libro: “Fake News.
Una expresión a la que tendremos que acostumbrarnos. Una expresión que nos dice
que la realidad, en el siglo XXI, se está volviendo falsa”.
Sobre
el libro charlamos con Illades (Ciudad de México, 1986), quien es maestro en
Periodismo por la Universidad de Columbia en Nueva York. Editor de Nexos, ha colaborado en medios como El Nuevo Herald, de Miami, Milenio Diario, Chilango, Reforma, El Economista, El Universal y Al Jazeera, entre otros.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué un libro
acerca de cómo se ha dado este boom
de la desinformación, especialmente desde 2015? Afirma en una parte de él que
“la realidad se está volviendo falsa”.
Esteban Illades (EI):
La idea surgió en 2016, cuando yo estaba cubriendo la campaña republicana a la
Presidencia, con Donald Trump como candidato. Al escuchar lo que él decía y al ver
cómo reaccionaba la gente, me di cuenta de que teníamos un nuevo fenómeno: a las
personas que iban a votar por él realmente no le importaban los hechos ni los
datos ni la verdad. Eran sus creencias primero, y lo demás después.
Ese
fenómeno permeó la elección de Estados Unidos y ganó Trump. Allí me di cuenta
de que eso podría pasar en cualquier parte del mundo y de que estábamos
viviendo una nueva etapa.
Empecé
con eso en mente, y luego, al pensar en la elección mexicana de 2018, se me
hizo buena idea tratar de explicar cómo había funcionado la desinformación allá
y si podía funcionar aquí también.
Este
libro lo escribí el año pasado, y hemos visto cómo en estos meses de campaña
nos están inundando de noticias falsas y el efecto que están teniendo en las elecciones.
AR: Comienza el libro recordando la
transmisión de La
guerra de los mundos
hecha por Orson Welles, y de allí extrae una lección: “Siempre habrá quien
acepte las cosas sin preguntar sobre su veracidad”. ¿Cuál es el caldo de
cultivo en el que han florecido las noticias falsas?
EI:
Siempre las hemos tenido, desde los romanos, y también hablo de Napoleón, del
siglo XX y de que en México vimos muchísimas. Pero lo que ha cambiado ahora es
que ahora se diseminan mucho más rápido porque tenemos el internet y las redes
sociales, que son un vehículo de acceso a la mayor cantidad de información que
hayamos tenido en la historia, pero también a la mayor cantidad de desinformación.
Con
internet es más fácil que nos lleguen estas noticias falsas. Esto es muy
interesante porque antes uno abría el periódico y decía cuál quería leer y qué
canal de televisión deseaba ver. Ahora no: si tengo Facebook y Twitter, la
información y la desinformación me llegan directamente. Basta con que abra esas
redes sociales para que alguien me comparta una noticia y yo no la tenga que
buscar.
Internet
ha dado pie a que las noticias falsas se diseminen mucho más rápido.
AR: ¿En este boom cómo han intervenido los Estados? Por supuesto menciona el
caso de Rusia a partir de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014.
EI:
Rusia ha sido un caso muy claro porque su gobierno tiene un gran interés en
participar en una especie de operación de desinformación a nivel mundial. Esto
lo comprobó el gobierno de Estados Unidos: los rusos tenían interés en
intervenir en su campaña presidencial, y lo lograron. El efecto todavía está a
discusión para saber si pudieron influir y lograr que Trump fuera presidente,
pero sí participaron.
Esta
es una herramienta muy importante que también vemos en otros países. Por
ejemplo, en Asia hay muchos casos en los que se intenta combatir las noticias
falsas, pero se le está dando ese nombre a información que contraviene los
intereses del gobierno.
Allí
vemos cómo la censura y la desinformación están jugando un papel muy importante:
si yo llamo “noticia falsa” a algo de inmediato lo descalifico. Los gobiernos
autoritarios lo están usando para reprimir a la oposición.
En
México estamos viendo a los candidatos difundir mucha información sin contexto
o desinformación para embarrar a los otros candidatos y hablar bien de sí
mismos (lo cual no es nuevo).
Entonces
claro que la desinformación se está usando en términos de Estado, de gobierno y
de partidos políticos con fines muy claros.
AR: ¿Hasta dónde ha llegado la
sofisticación de las noticias falsas?
EI:
Es un instrumento muy importante. Nos podemos dar cuenta de cómo se pueden
falsificar noticias y el poder que pueden tener; ya no sólo estamos hablando de
textos que aparenten ser de sitios verdaderos o de Photoshop, sino también de
que estamos llegando a un nivel de poder alterar un video. Esto es mucho más
difícil de detectar; por ejemplo, recientemente salió un video que publicó
BuzzFeed en Estados Unidos, en el cual sale Barack Obama haciendo declaraciones
controvertidas contra Trump. Pero si uno pone atención no es Obama quien habla:
se le puede editar el movimiento a la boca, conseguir a alguien que hable
parecido a él y así engañar a las personas.
Entonces
las noticias falsas son un instrumento muy potente para engañar a las personas
y para tener influencia política.
AR: Otra parte del libro está
dedicada a esta industria en Estados Unidos, con los caso de Alex Jones, Andrew
Breitbart y Steve Bannon, que son agentes privados. ¿Hay algún matiz de su
trabajo junto al desarrollado por los gobiernos?
EI:
Con la era de internet vino la democratización de los medios: todos tenemos
acceso de igual manera a internet, siempre y cuando tengamos alguna conexión. Allí
están en competencia desde los medios tradicionales como la BBC, hasta un
periódico mexicano. Internet es una plataforma que sirve muy bien para sitios
que prometen decir lo que no te dicen los medios tradicionales y tengan auge.
Están los sitios de teorías de conspiración de gente que no quiere creer en la
prensa tradicional porque siente que le están mintiendo, y encuentran estos
medios que les comunican cosas distintas y los empiezan a tomar como verdaderos.
¿Qué
paso en los casos de Jones y Breitbart? Les ayudó mucho la influencia que les
dio Trump primero como candidato y después como presidente. ¿Qué pasa cuando
éste tiene contacto directo con las personas a través de su cuenta de Twitter,
además de que él consume este tipo de información y de desinformación? Pues les
da un megáfono mucho más grande que le sirve para amplificar y para traer a la discusión
pública todas las teorías de conspiración.
AR: Otro fenómeno que examina es
cuando Rupert Murdoch abrió Fox News y se dio el auge del infotenimiento. ¿Cuál
es su aporte a la perversión del periodismo?
EI:
Conforme han pasado los años ha aumentado el interés de la gente por el
entretenimiento y por las noticias. Los medios de comunicación son entes privados
que viven no sólo de suscripciones sino de rating
y de publicidad, entre otras cosas. ¿Qué hacer para mantener eso cuando hay
muchísimos sitios y espacios que compiten por lo mismo? Pues publicar cosas más
escandalosas, que llamen más la atención, y entonces entra el infotenimiento,
que es la mezcla entre información y entretenimiento.
Fox
News es uno de los ejemplos más claros de esto. Así como puede presentar
seriamente noticias, las puede editorializar y mezclar con el entretenimiento,
y la línea ya no queda clara. Es una manera más fácil de digerir las noticias,
pero también no sólo de simplificar las cosas sino de distorsionarlas.
Claro
que el periodismo está perdiendo ciertos estándares a favor del
entretenimiento, y eso lo vemos en el caso de Fox News pero también de muchos diarios.
Si entras en las redes sociales en México, verás que muchos de los periódicos
nacionales en lugar de poner noticias colocan material todo el tiempo para que
des clic: fotos de personas famosas sin ropa, notas escandalosas sin valor
informativo pero que llaman la atención por el puro morbo o valor de
entretenimiento.
AR: Afirma también que la
desinformación es un negocio, y pone el ejemplo de Macedonia y la fabricación
de mentiras. ¿Cómo funciona en este aspecto?
EI:
La noticias falsas son un gran negocio porque les tienes que meter muy poco
dinero. Para hacer un sitio falso lo único que se necesita es contratar un
servidor para montar una página, lo que puede costar unos mil pesos; se aprende
a programar, lo que se puede hacer en tutoriales de YouTube, y con esa pequeña
inversión puedes generar un sitio, robarte los logotipos de otros y hacerte
pasar por ellos. Con eso puedes empezar a diseminar desinformación.
Si
al sitio se le ponen anuncios como los de Google, eso genera, por cada clic en
la página, un ingreso. Una de las noticias escandalosas más leídas en Estados
Unidos durante la campaña presidencial pasada fue la de que el Papa decía que
si él fuera estadounidense votaría por Trump. A la gente que la difundió le
generó cientos de miles de dólares por la cantidad de clics que obtuvo.
En
México también es negocio pero por otro motivo: así como en la campaña de 2012
vimos a los bots en las redes
sociales, los sitios de noticias falsas son contratados por candidatos para
generar desinformación. Mediante el dinero que se les da a esos políticos para
sus campañas , los pagos pueden ser de cientos de miles de pesos para difundir
mentiras vinculadas con las campañas políticas.
AR: En el libro está el caso de
Pedro Ferriz de Con, que en 2012 difundió una encuesta atribuida a The New York Times que era falsa. Pese
al desmentido sobre esa nota, ni lo quitó ni lo aclaró. Hay personas que, pese
que se les demuestra que una noticia es falsa, la defienden. ¿Por qué ocurre
esto?
EI:
Se han hecho varios estudios al respecto, y lo que es interesante es que muchas
veces la gente tiene lo que se llama “sesgo de confirmación”; es decir, piensa
algo y lo que hace es buscar información o desinformación que confirme lo que
ya piensa. En lugar de primero ir a la información y de allí extraer alguna
conclusión, ésta la hace a priori, por lo que ya sólo va a buscar el material
que confirme lo que cree.
Eso
nos pasa mucho con amigos y con personas conocidas que muchas veces comparten
noticias a sabiendas de que son falsas, porque confirman lo que piensan.
Lo
que hacen estos sesgos es no sólo dañar el diálogo entre personas sino fomentar
la desinformación.
AR: Otro fenómeno extraordinario es
el de Reddit, un sitio que permite a cualquiera poner noticias falsas. ¿Cuál es
la importancia de este fenómeno?
EI:
En Reddit lo que impera es la mentalidad de masas; ese sitio se define como la
primera página de internet, es decir, la más importante. Cualquiera puede tener
acceso a ella y difundir lo que quiera. Muchas veces pasa que la gente se
acerca, forma grupos y comparten información que a ellos les parece cierta aunque
no lo sea, o comparten desinformación.
Cuando
hay algún tiroteo masivo en Estados Unidos, nunca falla que en Reddit empieza a
circular una foto de la supuesta persona que lo hizo, su identidad o perfil de
Facebook, y ponen: “Esta persona murió. Se llama tal”. Pero cada vez es la
misma foto, y allí empiezan las teorías de la conspiración, con sobrevivientes
y muertos.
AR: Uno de los capítulos más
importante es el dedicado a la ciencia. ¿Cómo han afectado las noticias falsas
este ámbito?
EI:
Es muy interesante porque siempre pensamos que en la ciencia los datos son
duros, que se trata de una verdad al menos que sea refutada con otra verdad
científica y que a ella se llega mediante un consenso entre científicos, lo que
muchas veces ya no se pone en disputa.
Pensemos,
por ejemplo, en el calentamiento global: 97 o 98 por ciento de los científicos
que lo estudian están de acuerdo en que los seres humanos tienen influencia
directa en él. Pero con la llegada de Trump eso ha entrado en disputa: él no
cree en el calentamiento global y, con las personas que ha contratado para su
gabinete, tiene una plataforma muy grande para intentar desmentir aquella información
por más que sea cierta. Ese mensaje, a la larga, acaba por permear. Si el
gobierno dice que eso es falso, muchas veces puedes creerle.
El
caso de las vacunas es más interesante, y tiene que ver con la cuestión de
autoridad. Todo viene de un estudio, que se desacreditó posteriormente, aparecido
en una revista británica muy famosa y reputada, The Lancet. Este trabajo vinculó la vacuna del sarampión con un
tipo de autismo, y cuando se publicó fue retomado por los medios de
comunicación. Entonces comenzaron a bajar los índices de vacunación no sólo en
el Reino Unido sino a nivel mundial.
Hasta
ahora tenemos muchos grupos de personas antivacunas en Estados Unidos y en
Europa, por ejemplo, y en México también empezamos a verlos, aunque pequeños.
Esto acaba afectando ya no digamos cuestiones políticas, sino más importantes:
la ciencia y la salud de las personas. Si uno empieza a creer que las vacunas
causan autismo, ¿qué pasa? Baja la tasa de vacunación, y empezamos a ver cómo enfermedades
que ya se tenían erradicadas, como el sarampión, llegan a casos extremos.
En
Estados Unidos, enfermedades que estaban erradicadas, como la polio, regresan y
de una manera más fuerte. Así, herramientas que teníamos a disposición para
erradicarlas ya no se utilizan porque la creencia de la gente está ahora por
encima de los hechos científicos.
AR: ¿Cuál ha sido el papel de
Facebook, Twitter e incluso Google en la diseminación de noticias falsas?
EI:
Uno muy importante, para mal: estas tres compañías no se asumen como medios de
comunicación sino como redes sociales, cuando claramente son plataformas para
comunicar. Facebook tiene más de 2 mil millones de usuarios en un planeta de 7
mil millones; en México es la principal red social: de las personas que tienen
internet, el 90 por ciento está en ella.
Esas
empresas claramente han tenido un papel en la diseminación de las noticias
falsas, pero no lo han asumido. Cuando se descubrió que había interferencia
rusa en la elección de Estados Unidos y que gran parte de su desinformación había
pasado a través de Facebook, ésta primero dijo que era risible el hecho de que
se le acusara; pero en 2018 Mark Zuckerberg, su fundador y principal
accionista, tuvo que ir a testificar ante el Congreso estadounidense sobre el
papel de Facebook en esos hechos.
Claro
que esas compañías intervienen de manera muy importante para diseminar desinformación.
Lo que se me hace crucial es que se han tardado en asumir ese papel y también
en encontrar una solución. Al día de hoy no la han encontrado.
En
México Facebook está trabajando muy de cerca con la autoridad electoral y con
Verificado 2018, pero a fin de cuentas aún no encuentra la bala de plata para
eliminar la desinformación en sus redes.
AR: En el caso mexicano dice que
durante muchos años Televisa estuvo muy unida al régimen y difundió noticias
falsas de manera cotidiana, lo que de alguna manera ha tenido su espejo en
medios como Proceso, que
también han puesto información apócrifa y, en el mejor de los casos, la quitan
sin explicación. ¿Cómo han funcionado las noticias falsas ahora en México?
EI:
México es interesante porque los sitios de noticias falsas surgen en oposición
a los medios tradicionales, igual que en Estados Unidos; pero aquí tienen un
gran auge justo porque dicen las cosas opuestas a esos medios.
En
México existe la creencia alrededor de Televisa de que en el siglo XX el medio
era el régimen. Eso es lo que se piensa en general, y es cierto. En ese sentido
esa empresa fue la principal manera del régimen para comunicar su mensaje. La
gente ha descalificado desde entonces a Televisa.
Cuando
surgió una alternativa que es exactamente la contraria, muchas personas la
toman como cierta porque dice lo que los otros medios no. Así, en un inicio los
sitios de noticias falsas en México empezaron sobre todo con un mensaje
antiTelevisa y antigobierno. Era muy marcado cómo esas eran las esferas en las
que estaban operando, de hablar del gobierno y de los medios de comunicación
tradicionales como algo malo y tratar de contrarrestarlos.
Ahora
ya no es así: las noticias falsas la están pegando a todo mundo. Es curioso: la
mayoría de los que ahora se ha detectado son sitios en contra de Andrés Manuel
López Obrador. En un principio era al revés: había más sitios proLópez Obrador,
y ahora hay más contra ese candidato. Las noticias falsas que más se comparten
en Facebook son sobre todo relacionadas con él. Una que me llamó mucho la
atención, que tuvo decenas de miles de compartidos, era la de que la esposa de
López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, era nieta de un supuesto criminal de
guerra nazi. Ya estamos hablando de cuestiones más fuertes, de asociar a ese
político con el nazismo, con tal de descalificarlo.
AR: ¿Qué te parecen los esfuerzos
mexicanos por intentar controlar este fenómeno? Destacaría algunos: a nivel
Latinoamérica está el grupo de Facebook Esta noticia es falsa, el acuerdo del
INE con Facebook, una iniciativa de Etcétera y recientemente Verificado 2018,
entre otros.
EI:
Es curioso: los esfuerzos para enfrentar las noticias falsas en México han
salido, por una parte, de la sociedad civil, ya que hay personas que están
haciendo trincheras aunque no tengan muchos seguidores. También han surgido de la
organización de los medios de comunicación.
Destacó
los esfuerzos de Etcétera, que tiene
mucho tiempo de hacer periodismo crítico y de hablar sobre los medios de
comunicación, que es algo que no se hace mucho en México.
Sin
duda destacaría el caso de Verificado 2018, que es una iniciativa que viene de
Al Jazeera y que funciona aquí a través de Animal Político, vinculada con otros
60 medios de comunicación y con Facebook para tratar de luchar contra las
noticias falsas. Es un gran esfuerzo el que están haciendo para tratar de desmentir
noticias falsas, sobre todo las que tienen muchísimos compartidos.
Es
un buen esfuerzo, pero no puede recaer sólo en ellos sino también en los demás
medios de comunicación, que deben explicarnos, darnos contextos, hacer su
trabajo. Pero también debemos estar los ciudadanos, que tenemos que ser críticos
y fijarnos en lo que consumimos y compartimos.
AR: Hay experiencias
internacionales que han pretendido reglamentar redes sociales y las noticias
falsas, e incluso se ha caído en la censura. ¿Qué ha ocurrido al respecto?
EI:
Ha habido muchísimos enfoques; en Brasil, Malasia y Singapur, por ejemplo, se
busca encarcelar a las personas que difundan noticias falsas, lo cual se puede
utilizar para censurar y para cuestiones políticas, porque en algunos casos la
verdad y la falsedad son ambiguas: no podemos saber a ciencia cierta si algo
que se está diciendo es cierto o falso.
Entonces
en un régimen autoritario alguien puede usar tales restricciones para acallar a
los disidentes, como lo hemos visto en Asia, y que se encarcele a personas que
sean críticas de alguna compañía o del gobierno mismo.
En
Alemania también es muy dura la legislación: si se comprueba que una noticia es
falsa, el sitio que la presenta tiene 24 horas para remover la liga; de lo
contrario, será sancionado severamente.
A
mí me parece que esto raya en la censura, y yo no estoy de acuerdo con ella. Me
gustan más otros modelos, como el de Italia, que es más una cuestión de
política pública. En las clases de primaria, por ejemplo, a los niños se les está
educando en medios de comunicación: se les enseña a leer periódicos y portales,
a revisar fuentes, a ver cómo se construye la noticia, cómo funciona la
comunicación política. Con ese enfoque, que es a mucho más largo plazo, habrá
unos ciudadanos críticos, más interesados en los medios de comunicación y con
mejores habilidades para poder entender qué es cierto y qué es falso.
Yo
estoy de acuerdo con este modelo, porque me parece el menos dañino y que puede
tener mejores efectos a largo plazo.
A
corto plazo, los medios de comunicación deben poner más atención en lo que están
haciendo, y como ciudadanos en lo que consumimos y compartimos.
*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 210, mayo de 2018.
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