La historia desconocida de las
fotógrafas en México
Entrevista con José Antonio
Rodríguez
Por
Ariel Ruiz Mondragón
Pese
a muchas pruebas en contrario se piensa que en nuestro país el oficio de
fotógrafo ha sido casi monopolizado por los hombres, con algunas destacadas
excepciones. Sin embargo, al analizar más a fondo la historia de esa disciplina
en México se puede encontrar que no ha sido así en sus diversas facetas, que
van desde la fotografía de estudio hasta la artística.
Una
investigación que debe llevar a matizar, si no es que a corregir, esa idea tan
propagada, es la que se publicó bajo el título de Fotógrafas en México 1872-1960 (Madrid, Turner, 2012), libro en el
que José Antonio Rodríguez ha realizado un importante rescate de las mujeres
que han ejercido esa disciplina. En su relato —dividido en cuatro partes:
“Pioneras”, “Modernas”, “Vanguardistas” y “Humanistas”— traza las trayectorias,
vidas e imágenes de ellas.
Etcétera
conversó al respecto con el autor, quien es maestro en Historia del Arte y que
se ha especializado en la historia de la fotografía en México. Ha sido editor
de la revista Alquimia, publicación
del Sistema Nacional de Fototecas de México, y profesor en diversas
universidades. Autor de varios libros, ha colaborado en diversos medios
nacionales como La Jornada, Milenio Diario y Milenio Semanal,
Laberinto, El Financiero y El
Ángel de Reforma, e
internacionales como Extracámara (Caracas), Private
(Bolonia), Bom (Nueva York), Chinese Photography (Pekín) y Antropología,
boletín del INAH.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué hoy un
libro como el suyo?
José Antonio Rodríguez (JAR):
Creo que no se puede hablar de “la historia de la fotografía mexicana” en
singular, sino que se tiene que hablar en plural: “las historias”. ¿Por qué?
Porque tenemos muchas, por suerte; somos un país muy poderoso en la cultura
fotográfica, e incluso a nivel de regiones no es lo mismo el desarrollo de la
fotografía en la zona del sureste mexicano que en la parte de la meseta central,
ya que hay muchas condiciones climáticas que influyen en ella.
Entre
esas historias estaba mi interés por rescatar una que relatara la trayectoria de
las fotógrafas en México. Yo edito una revista de historia de la fotografía que
se llama Alquimia, y en el año 2000
hicimos un número monográfico con ese tema. Desde entonces seguí trabajando
sobre esta historia y fui recopilando información: si voy a Guadalajara, a
Mérida o a San Cristóbal de las Casa mis sitios preferidos son las bibliotecas
públicas y las hemerotecas estatales. En diversos viajes fui recopilando
material informativo.
Pero
una cosa es que tengas un proyecto entre manos, y otra es que se concrete
debido al dinero, las facilidades, los préstamos de obra, etcétera. Algunas
instancias sabían que yo estaba trabajando en esto y fue en 2010 cuando me
dijeron “va”. ¿Quién me dijo? El Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México;
Canopia, una institución española que edita el libro, así como Turner y Casa de
América, en Madrid. Llegaron y me dijeron: “Vamos a hacerlo”. ¿Por qué? Por
esta conjunción: digamos que los planetas se alinearon y hubo los apoyos
económicos para poder realizar el proyecto, porque había que viajar, continuar
y concretar una investigación, lo cual no es barato.
Hice
una serie de viajes de trabajo: tuve que ir a Estados Unidos, a San Cristóbal
de las Casas a conocer la obra de Gertrude Duby Blom, a Colima y a Guaymas a
buscar fotógrafas de las cuales localicé datos pero no fotografías.
Este
proyecto se dio primero como exposición en el Museo de Arte Moderno en mayo de
2011. Este libro tenía que haberse publicado en paralelo a la exposición en ese
entonces; yo entregué esta investigación en febrero de ese año, y te he de
decir que entre ese mes y agosto-septiembre, antes de que se imprimiera el
libro, fui nutriendo el diccionario, localizando más y más fotógrafas hasta que
llegó el momento en que la editorial me dijo “ya, esto se tiene que publicar”.
Y bueno, hay un momento en que hay que parar.
Con
este libro quise hacer una historia que no se conocía y poner en el mapa
cultural el trabajo de muy diversas fotógrafas.
AR: ¿Cuáles fueron los principales
obstáculos que enfrentó para realizar su investigación?
JAR:
Toda investigación implica una serie de pasos que no son fáciles y que tienes
que ir haciendo para lograr algo. Hay mucha fotógrafas cuyas obras se encuentran
con las familias, y localizar a las hijas o a las nietas de aquellas fotógrafas
fue una de las cuestiones que fueron difíciles. Te he de decir que, por
ejemplo, andábamos tras May Mirin y el libro ya estaba diseñado cuando el
coleccionista de su obra nos llamó y nos dijo: “Aquí están estas fotos y yo les
puedo dar toda su información”. Entonces la entrada de Mirin la metimos en una
foto cuando ya estaba diseñado el libro y al otro día entraba a la imprenta;
les dije “aguántenme tantito, consigo la foto y la información”.
Creo
que de no haber sido por muchas familias este libro hubiera sido raquítico; pero
también los archivos públicos me ayudaron mucho: el acervo del Museo de Arte
Moderno es uno de los más ricos del Instituto Nacional de Bellas Artes en
fotografía, la Fundación Televisa que tiene joyas en su colección, y varias
fundaciones más, como la de Mariana Yampolsky y la de Gertrude Duby Blom en San
Cristóbal de las Casas fueron esenciales para poder reunir esta historia porque
no únicamente se puede contar con la información del dato histórico sino que necesitas
también las imágenes.
Eso
y conseguir derechos fueron de los pasos un tanto difíciles que teníamos que
dar, sobre todo en universidades estadunidenses, en las que el trámite es complicado.
En el libro está Rosa Harvan, cuyas imágenes están en una universidad de
Pensilvania; yo conocía al director del área de Arte de esa institución, quien
me había invitado hace mucho tiempo a conocer a Harvan. Yo quería, en algún
momento, traerla a México, que se conociera aquí, pero los trámites no los puedes
hacer a título personal sino de institución a institución, y son muy difíciles
porque los tienes que hacer en inglés, realizar el pago del seguro, etcétera.
Entonces eso se tiene que hacer en equipo, con instituciones y con familias.
Allí
está la cuestión de hacer ese tipo de historias: puedes haber construido,
digamos, una información, pero falta lo otro, que es sustancial.
AR: ¿Cuáles fueron los principales
motivos que tuvieron las mujeres que estudió para dedicarse a la fotografía?
Por lo que pude ver que en varios casos se debió a sus esposos, a viajes, a
cierto tipo de estudios.
JAR:
Esta investigación echa abajo un cierto conocimiento de que la fotografía es
oficio de los varones; creo que se dio en paralelo y de manera muy fuerte el
oficio femenino en la disciplina. Creo que, ciertamente, una cosa importante es
que la fotografía llegó a México en diciembre de 1839 —apenas a dos meses y
días de haberse presentado en París—, pero entre ese año y 1872, que es donde
arranco, no localicé a ninguna fotógrafa. Esto puede deberse a condiciones
sociales, políticas, incluso territoriales porque el equipo fotográfico era muy
pesado, porque los caminos en México por entonces eran muy difíciles, y no es
casual que ese año, que es en el que murió Benito Juárez, iniciara la República
Restaurada y se diera en la Ciudad de México la Escuela de Artes y Oficios, y
que de allí surgieran las primeras fotógrafas.
Eso
fue en 1872, y a partir de ese año se volvió muy fuerte la presencia de las
fotógrafas en México.
AR: Algo interesante es que no
encontré en su libro ningún tipo de reclamo de género, de las mujeres se hayan
dedicado a fotografiar mujeres.
JAR:
Hay matices: yo no hago ni escribo esta historia con un planteamiento de
género. En general, no creo que haya diferencias entre la mirada masculina y la
femenina, aunque el otro día me entrevistaron por radio y me dijeron “es que no
has tenido la regla”. En general pienso así, pero hay particularidades porque a
las personas las determina mucho su historia, su medio social. Entonces no es
una historia de género.
Hay
otros matices muy interesantes: por ejemplo, la mirada femenina no vio el
cuerpo desnudo masculino durante casi toda su historia. Fue hasta finales del
siglo XX, en los años ochenta y noventa, cuando ya nuestras fotógrafas empiezan
a mirarlo. Solamente lo hicieron dos de ellas: Lola Álvarez Bravo y hay una
fotografía de Tina Modotti, quien tomó el torso desnudo de Julio Antonio Mella.
Esto
quiere decir que durante muchos años no tuvimos una historia del erotismo
femenino hacia el cuerpo masculino.
Otro
matiz se dio con María Amparo Hernández, quien fue una fotógrafa que publicó
mucho en revistas como México al día
y Todo. ¿Qué es lo que fotografió?
Siempre desnudo femenino, pero con un cierto matiz de erotismo masculino.
Entonces estamos hablando de particularidades, no de género.
Tenemos
que hablar de estos matices, de todo lo que sucedió con cada una de estas
fotógrafas.
AR: Recuperó a muchas fotógrafas
extranjeras que vinieron al país, de las cuales algunas se quedaron…
JAR:
Yo tampoco hago distingos entre nacionales y extranjeras; creo que si de vinieron
muchas de otros países lo que hicieron forma parte de la cultura fotográfica
mexicana. Pero aquí hay otros matices: por ejemplo, Tina Modotti aquí se hizo
fotógrafa y aquí dejó de serlo. Si tú la ves en un libro de Estados Unidos la
asumen como una fotógrafa estadounidense, y también como italiana. Pero aquí se
hizo fotógrafa con Edward Weston, y aquí dejó la disciplina; hizo dos o tres
fotografías en Berlín y la abandonó. Entonces ¿de dónde es esta fotógrafa? Yo
creo que es mexicana, aunque podría haber mucha discusión al respecto.
Te
voy a hablar de este caso: Josefina Niggli es muy famosa en la literatura
chicana y, en general, en Estados Unidos. Ella nació en Monterrey y a los 15
años, por la revolución, se fue a vivir a San Antonio; se la llevaron sus
padres porque aquí estaban muy duras las cosas. Se desarrolló allá como
novelista, como mujer de teatro y como guionista en Hollywood. Fue una
escritora completa. No sé si existan las casualidades, yo creo que no: en
septiembre de 2010, yo estaba queriendo consultar algo de ella, sabía que había
una novela y que se había editado en Monterrey, y me decían que era muy buena.
De pronto me enteré, por medio de un amigo que Josefina Niggli tenía una
exposición de fotografía en San Antonio. “Pero ella es novelista, mujer de
teatro”, dije, y me dijo: “Yo la vi”. Fue un hallazgo; me contactó con el
coleccionista. Este, meses antes, tampoco conocía la faceta de ella como
fotógrafa. Él había ido a dar una conferencia (es su biógrafo) a una
universidad, y allí alguien se le acercó y le dijo: “Donde murió Josefina Niggli
hay muchas fotografías de ella”. Él decidió que, en vez de regresarse a su casa
en San Antonio, decidió irse a ese pueblo y compró las fotografías de ella, quien
se las había regalado a un amigo, e hizo una exposición en San Antonio en 2010.
Fue allí donde me enteré; por supuesto, fui en diciembre a conocerla y le pedí
al coleccionista si me podría prestar fotografías para este proyecto, y me dijo
que desde luego. Y por primera vez conocimos a Niggli como fotógrafa.
Entonces
sucedió una cosa muy curiosa y sintomática: yo descubrí algo que no sabía hasta
hacer este libro y la exposición: si vemos la figura, por ejemplo, de dos
pioneras como Alice Dixon Le Plongeon y Caecilie Seler, observamos que ellas
fueron escritoras, arqueólogas, etnólogas, exploradoras, viajeras, y por si
hiciera falta, fotógrafas. Entonces ¿las podemos denominar fotógrafas? Si yo
estuviera con un arqueólogo me diría “Seler es arqueóloga”, y yo le respondería
“Bueno, sí, pero también fotógrafa”; si estuviera con un literato me diría que
también era escritora, y yo le respondería lo mismo.
A
muchas la fotografía les sirvió como vehículo para desarrollarse en otras
áreas; entonces yo las considero, a muchas de ellas, más que fotógrafas,
intelectuales, entre ellas a Josefina Niggli, quien además escribió sobre
fotografía e hizo unas grandes obras que por primera vez se ven en México.
*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 161, abril de 2014.
1 comentario:
¿ qué hay de las fotógrafas que se colocaron delante de la lente e hicieron de su cuerpo un territorio de exploración?
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