domingo, marzo 01, 2009
Nexos y el debate de la vida pública mexicana. Entrevista con Héctor Aguilar Camín
Nexos y el debate de la vida pública mexicana
Entrevista con Héctor Aguilar Camín*
Ariel Ruiz Mondragón
Tras el golpe al Excélsior de Julio Scherer en julio de 1976, quienes formaban parte de las actividades de ese diario fundaron nuevas publicaciones que se constituyeron en expresiones críticas de la realidad del país. Entre ellas se encontrarían no solamente ediciones de carácter periodístico, sino también de talante literario y académico.
En ese sentido, indudablemente una de las revistas político-culturales más importantes del país lo es Nexos. Fundada en 1978 por un importante grupo de intelectuales –fundamentalmente identificados con la izquierda-, ha sido un referente esencial del debate nacional durante ya tres décadas, lo que a veces la ha llevado a ser, ella misma, un elemento de discusión.
A principios de este año la revista ha registrado su cuarto cambio de dirección: la ha retomado Héctor Aguilar Camín -quien ya antes la había encabezado-, con quien conversamos acerca de la trayectoria de la publicación y de sus planes futuros.
Aguilar Camín, doctor en Historia por El Colegio de México, recibió recientemente el doctorado Honoris causa de la Universidad Veracruzana. Colaborador en periódicos como unomásuno, La Jornada (del que fue subdirector) y Milenio diario, recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1986. Es autor de más de 11 libros, en los que ha se cuentan novelas y cuentos, además de historia y de política mexicanas. Además fue conductor del programa de televisión Zona abierta, que fue transmitido por Canal 2.
Ariel Ruiz (AR): A grandes rasgos, ¿cuáles son los grandes cambios que ha registrado Nexos desde que es fundada en 1978?
Héctor Aguilar Camín (HAC): Veo bastantes líneas de continuidad, pero no tengo claros los grandes cambios. Tiene cambios de dirección: Enrique Florescano la dirige de 1978 a 1982, yo de 1983 a 1995, Luis Miguel Aguilar de 1995 a 2003, y José Woldenberg de 2003 a 2008.
Creo que la revista de Florescano fue una revista más académica, intelectual, con un componente muy importante de reflexión científica, mucho más orientada hacia el mundo de la academia. La revista que yo hice fue mucho más orientada hacia la discusión política y también literaria. Pienso que la de Luis Miguel –quien la hacía con Rafael Pérez Gay- fue quizás la revista más refinada que hemos hecho: un gran refinamiento intelectual, temático, de diseño, aunque con poca fuerza en el debate público. Era una revista llena de tesoros, de grandes autores, de grandes textos.
Luego, considero que la revista que hizo José Woldenberg estuvo mucho más orientada hacia el tema de la agenda de la política pública, de los problemas fundamentales de la vida institucional de México; fue una revista más reflexiva, más equilibrada, más mesurada, teniendo también una inserción importante del ámbito literario y cultural.
La que queremos hacer ahora Héctor de Mauleón, César Blanco, Kathya Millares, yo y el comité editorial es una revista que conserve lo mejor de todas ellas, y que tenga un énfasis muy claro de periodismo de alto registro, y de un toque literario que se sienta en toda la revista.
AR: También hubo cambios que Nexos promovió en el periodismo mexicano, al alimón con unomásuno en sus inicios, ¿cuál es su contribución?
HAC: Creo que lo que Nexos trajo realmente nuevo al periodismo mexicano fue la atención a lo que tenían que decir del día con día político, personas que no venían del periodismo ni de la política, sino que habían ido formándose en la academia, en los claustros intelectuales, en la vida literaria del país, pero que no habían hecho (salvo excepciones) de manera sistemática la crítica de la vida pública.
A partir de Nexos (no por la revista, pero a partir de esa época) empezó a ser muy frecuente lo que hoy es moneda de todos los días: que prácticamente no haya un intelectual, un académico de prestigio o un científico con algún reconocimiento, que no tenga una participación como observador crítico de la vida pública. No hay más que ver las planas de los periódicos. Creo que Nexos fue un disparador de ese proceso.
AR: También fue una revista que acompañó la transición mexicana a la democracia. En este sentido, ¿cuál fue la influencia que, en su opinión, tuvo la revista en el proceso democratizador de nuestro país?
HAC: De muchas maneras. La revista tuvo, en realidad, su preocupación originaria en la desigualdad, y es sobre ella que se montan después los temas de la democracia y de la transparencia electoral. Es un continuo surtidor de ideas, de polémicas, de debates en torno a dos cuestiones centrales: la política económica del país, el origen de sus crisis y cómo enfrentarlas, y el problema de la transición democrática de México.
Llegó a tener una influencia muy importante como revista, y también por el hecho de que muchos de sus autores transitan a la vida pública y se vuelven funcionarios, y como tales adquieren, entonces, un poco la capacidad de poner en práctica sus ideas. Es el caso paradigmático y ejemplar de José Woldenberg, quien después de haber sido un excelente observador y crítico de la realidad electoral del país, acabó volviéndose un experto a través de su preocupación académica y periodística, y se volvió finalmente un funcionario en al ámbito electoral por muchos años. Yo creo que dejó, en su actuación personal, un legado extraordinario de eficacia, sobriedad, compromiso institucional, calidad intelectual. Es, quizá, el personaje que mejor encarnó esta doble vertiente de los colaboradores de Nexos, que eran intelectuales, académicos, y que al mismo tiempo tenían hambre de participación política, de administración pública y de gobierno.
También, por ejemplo, Enrique Florescano fue director de la revista, primero, y después hizo una carrera muy ilustre en el ámbito de la administración pública, de la cultura: fue director del INAH mucho tiempo, y después ha coordinado muchas áreas del CONACULTA, con una enorme cantidad de publicaciones. Siempre, en todas las cosas que ha hecho, ha estado en esas dos cosas: el intelectual, el historiador prolífico, lleno de iniciativas editoriales con una bibliografía propia impresionante, y a la vez el hacedor, el funcionario que en el ámbito de la cultura quiere promover, abrir, generar nuevas cosas.
AR: Usted es uno de los intelectuales más notorios que han acompañado la transición democrática del país. ¿Qué cambios ha producido el proceso democratizador en el ámbito intelectual?
HAC: Creo que el tema electoral y de la transición política ocupó demasiado tiempo, de manera fructífera pero al fin demasiado, en nuestras cabezas y nuestros escritos. Queda claro ahora que se nos quedaron muchas cosas afuera, y que la transformación electoral y democrática del país no basta para hacerlo un país justo, equitativo, eficiente.
Ahora está quedando atrás la agenda de la transición democrática, y empiezan a aparecer otros temas igualmente fundamentales: los del diseño institucional, de los poderes fácticos, de la inseguridad, del crecimiento del crimen organizado, y el tema de la modernidad en el sentido de cómo se compara el país con el proceso global de modernización.
Entonces, tengo la impresión de que hemos avanzado mucho y al mismo tiempo muy poco, que el país ha perdido muchas oportunidades. Tengo la autocrítica de que quizá no hemos sido suficientemente inteligentes para plantear a tiempo los problemas y mirarlos con claridad. Siento que estamos todavía muy nublados por todo el horizonte nacionalista revolucionario y por toda la pedagogía nacionalista del PRI, y eso nos ha impedido ver con claridad problemas como el del petróleo, el papel del Estado, el papel de la empresa, el papel de la ley, y hay tenemos la cabeza tomada por muchos tabús. Toleramos la ilegalidad porque nos parece que hay cierta justicia en la causas de gente que viola la ley; nos parece que PEMEX es el bastión de nuestra dignidad nacional (a mi me parece más bien una empresa digna de ser pasada a la báscula a ver qué se está llevando).
Así, creo que estamos todavía con muchas telarañas, y quizá en esta nueva etapa de Nexos sería bueno hacer una lista de los tabús que hay que atacar sin misericordia; la vamos a hacer, a ver cuántos enemigos nos conseguimos.
AR: De la historia de Nexos, y en esta nueva etapa, ¿cuál ha sido la definición político-ideológica de la publicación?
HAC: Siempre he pensado en la órbita de la socialdemocracia. Si tuviera que definir el tipo de orientación que me gusta para mí y para una revista cono Nexos, es una que dijo Manuel Azaña cuando le dijeron que se definiera, si era socialista o liberal, y dijo: “Yo soy socialista a fuer de liberal”.
Creo en las garantías colectivas que otorga el socialismo, porque creo que es la única manera en la que todo mundo puede llegar a disfrutar de las libertades fundamentales que constituyen la esencia de lo que queremos de un ciudadano: que sea libre en todos los ordenes, su libertad física, su libertad mental, su libertad religiosa, así como en su libertad económica y su libertad social, que son las más difíciles porque están llenas de restricciones. El liberalismo puro probablemente no puede garantizar estas dos últimas libertades, la social y la económica; necesita un componente socialista o socializador. Entonces, para que se cumpla el ideal liberal hace falta un piso socialista.
AR: Viendo el primer número de la flamante dirección, creo que están haciendo una revista con otro perfil de lector; creo que buscan atraer también otro público, como también se deja ver en la versión en línea: el joven.¿Cuál es el perfil del lector que ustedes imaginaron para esta nueva etapa de la revista?
HAC: No sé si estábamos pensando en un lector, sino más bien en la calidad de lo que estábamos haciendo. Teníamos, por ejemplo, un grupo en cine que era, naturalmente, de jóvenes que tenían sus propios intereses, y allí no había ni siquiera que plantearse a qué lector queríamos llegar.
Cuando yo empecé a pensar en esto, me acordé de una cosa que remonta al año de 1978. Cuando Enrique Florescano fundó la revista, yo era el secretario de redacción. Al año siguiente entró a ser parte de la redacción Rafael Pérez Gay. Florescano tenía entonces 41 años, yo tenía 32, Pérez Gay 21, y el decano del Consejo Editorial, que era Pablo González Casanova, tenía 63. Me gustaría una revista que pudiera hablarles a todas esas generaciones; me gustaría tener en la revista colaboradores de todas esas edades. Eso haría que de un modo natural les habláramos, cuando menos en partes de la revista, a todas esas edades.
AR: ¿Cuáles son los principales desafíos de Nexos hacia el futuro?
HAC: Creo que el principal desafío es la calidad de los contenidos. Si nosotros seguimos por donde empezamos –este es un número de gran calidad-, mejoramos y crecemos en términos de calidad, lo demás va a venir solo, en el sentido de que vamos a ser muy aceptables para los anunciantes y para los lectores.
Pondría el desafío número uno en la calidad de la revista; pienso que eso significa hacer cada sección como hecha a mano, con una intensidad y con una búsqueda de calidad microscópica, detalle por detalle. Parece que si podemos lograr eso, los lectores lo van a sentir, lo van a ver, y los anunciantes también lo harán.
Entonces, con una revista que está conectada con los lectores es muy fácil acercarse a los anunciantes en busca de recursos.
AR: Uno de los frentes por donde más se ha cuestionado a Nexos es el de sus relaciones con el poder político. ¿Cuál ha sido la relación de Nexos con el gobierno, y ahora con los gobiernos?
HAC: Es una relación bastante magnificada por los periódicos, que es en estos momentos inexistente; no hay ninguna relación con los gobiernos más allá de los tratos que se puedan tener de invitar a alguien a colaborar, o buscar un patrocinio publicitario. La verdad, así fue durante mucho tiempo en la revista.
Otra cosa es que fue muy visible mi relación personal con el presidente Salinas, y entonces como que todo eso cubrió a la revista, como si ésta reflejara aquella relación. Yo, para el número del aniversario 30, revisé la revista de esas épocas con mucho cuidado, y la encontré absolutamente plural y tan amplia en sus registros como había sido antes. Yo no vi en el contenido efectivo de esas revistas nada de lo que algunos en la prensa decían, los que lo hacían en parte porque querían golpear a Salinas, y en cierto modo me criticaban a mi para hacerlo. La verdad, creo que la revista realmente existente estuvo muy lejos de lo que la imagen que aquellos de la prensa construyeron.
Tampoco me parece que haya demasiados cambios ahora. Nunca pensé ni actué, desde luego, en una revista puesta al servicio de ningún interés político; bastaría para demostrarlo que nunca he tenido un cargo público en mi vida. Muy torpe tendría que ser para haber puesto algo al servicio de un poder político sin haberme beneficiado de eso.
Bueno, es parte de la querella literaria, así como de la disputa política y cultural, lo que uno tiene que tomar así. Como decía el presidente De la Madrid cuando venían las críticas a sus hijos en las inminencias de la elección: “Son frutas podridas de la estación”.
Es imposible sustraerse a ello, pero está lejos de la realidad.
AR: Hemos hablado mucho de cambios, pero, ¿cuáles considera usted que sen las grandes continuidades, las permanencias del proyecto de la revista Nexos?
HAC: Nosotros queremos seguir siendo la revista política, cultural y literaria decana de México. Queremos seguir siendo parte del debate de la vida pública; queremos ser una parte inteligente, rigurosa, equilibrada, pero también intensa y crítica de la realidad de nuestro país y de la realidad que atañe a nuestro país y de la realidad de mundo.
En ese sentido, Nexos fue desde el principio pensada como una revista crítica para discutir y promover los cambios de la sociedad mexicana, una revista crítica para el cambio. Estamos en lo mismo, en eso no hemos cambiado nada.
*Una versión más breve de esta entrevista apareció publicada en Milenio semanal, núm. 599, 9 de febrero de 2009. Reproducida con autorización de la directora.
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1 comentario:
Dejé de leer la entrevista al llegar al elogio irreflexivo que hace el entrevistado del chico Carabias.
Es como una esquizofrenia, esa manía de evadir la realidad real que desde siempre ha caracterizado a nuestra casta intelectual. Así se condujeron siempre, como estrato, los cultitos vernáculos con respecto al priato atroz. Y así durante la failure transición seudo democrática de México. Lo menos que puedo glosar a las desmesuras de Aguilar sobre Alí Baba Woldenberg es que no deja de resultar paradójico ese optimismo onanista que poco ayuda a comprender la triste situación del país real. ¿cómo puede estar tan mal el colectivo de los mexicanos con tan excelsos -según Aguilar- intelectuales y guías?
Pero no. No es lo que recuerdo, para nada. Recuerdo que Zedillo encargó al esposo de su secretaria hacerse cargo del IFE ideado para garantizar la sobrevivencia a fortiori del PRI en el post priato. Recuerdo que en acatamiento a la instrucción presidencial, Woldenberg encabezó -al grito de "¡la democracia cuesta!", tesis que nadie cuestionó dicho sea de paso- el asalto de los académicos sobre el erario público en contubernio con los animalillos de la partidocracia subsidiada...
PD El IFE de hoy es el mismo de antes, sólo que ya más crecidito de uñas y estómago, e involucionado en ética pública. Ahí está Arturo Sánchez, para confirmar dicha continuidad. ¿Qué más cabría decir? Que Aguilar vive en otro México. No en el mejor México, el que crece rozagante lejos de las malas influencias de nuestras élites intelectual y política, allende el Bravo; sino en el de los privilegiados del gobierno delincuencial que nos heredó el priato y cobra estupendamente por diseñar "explicaciones" a modo de lo que fuimos y somos. ¿O no?
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