Rascarle la panza al tigre: la casa
blanca
Entrevista con Daniel Lizárraga,
Rafael Cabrera y Sebastián Barragán*
Ariel
Ruiz Mondragón
El
domingo 9 de noviembre de 2014, en Aristegui Noticias y otros medios de
comunicación, fue publicado un reportaje titulado “La casa blanca de Enrique
Peña Nieto”, en el que se dio a conocer que Grupo Higa —consorcio que había
ganado contratos para realizar diversas obras públicas durante el periodo en
que ese político fue gobernador del Estado de México y que tenía otros con el
gobierno federal— “construyó una residencia en Lomas de Chapultepec a gusto del
presidente Peña Nieto y su esposa, y en la que planean vivir cuando concluya su
sexenio, como confesó Angélica Rivera a la revista ¡Hola!”, según informó aquel trabajo periodístico.
Ese
reportaje condujo a una investigación por parte de la Secretaría de la Función
Pública (que determinó que no hubo conflicto de interés), a que Rivera
cancelara el contrato de compraventa del inmueble y a que el Presidente de la
República pidiera perdón y aceptara que cometió una equivocación, a lo que añadió:
“No obstante que me conduje
conforme a ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura
presidencial y dañó la confianza en el gobierno”.
Unos meses después de aquella publicación se generó un
conflicto entre MVS y Carmen Aristegui, que culminó con la salida de ella y
buena parte de su equipo de la emisión de radio que conducía.
Quienes realizaron aquella investigación periodística
fueron Daniel Lizárraga, Rafael Cabrera, Sebastián Barragán e Irving Huerta,
quienes eran parte de la Unidad de Investigaciones Especiales de Noticias MVS,
y quienes también salieron de esta empresa. Con los tres primeros sostuvimos
una conversación a propósito de la aparición de su libro La casa blanca de Peña Nieto (Grijalbo, 2015), en el que, además de
presentar aquel reportaje, hacen un relato de la forma en que se desarrolló su
investigación, su publicación y sus consecuencias.
Con su reportaje los periodistas han obtenido varios
premios: el Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2015,
en la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación; el Nacional
de Periodismo y el Gabriel García Márquez.
Ariel Ruiz (AR): Tras la
publicación hace más de un año de su reportaje, ¿por qué sacarlo en libro? Por
supuesto, tiene agregados como el prólogo, la historia de su elaboración, sus
consecuencias y el añadido del caso de Luis Videgaray.
Daniel Lizárraga (DL):
Había que sacarlo por razones profesionales y personales, porque queremos
difundir de mejor manera lo que teníamos. El formato web que usamos para el
reportaje no te permite poner toda la información que hubiéramos querido, y el
libro te da más libertad, por cuestiones de espacio, para desplegar de mejor
manera una historia. Entonces había que contar el reportaje como una gran
historia, que fue lo que hicimos.
Además,
originalmente se quedaron muchas cosas afuera que nos hubiera gustado tocar y
que tampoco nos dio tiempo de hacerlas porque salimos de la radio, y aunque
hubiéramos seguido éste es un formato diferente. Ese me parece un punto donde
se concentran lo personal y lo profesional, porque además la web y el radio comparten
que son un poco efímeros, y el libro es otra cosa.
También
creíamos que por la importancia del tema habría que dejar constancia de lo que
sucedió y de los hechos que nosotros logramos sacar a la luz pública.
Rafael Cabrera (RC):
También al final del libro se menciona que hay un blog disponible donde la
gente puede consultar toda la documentación que respalda nuestra investigación,
no es que nos crean de manera ciega. Es algo que ya hicimos con el reportaje
original.
Salvador Barragán (SB):
Es casablancadepeñanieto.worldpress.com. Se puede ver independientemente del
libro, pero la persona que lea el blog y que lea el libro se va a llevar una
visión completa de toda la historia.
Es
un libro que hicimos con mucho tiempo, que creemos que es sólido, igual que la
primera investigación. Invitamos a que la gente lo lea, lo discuta, que por
redes sociales nos comparta sus puntos de vista. Esto, como todo, es una
discusión, y seguimos abiertos al diálogo sobre la casa blanca.
AR: Como se cuenta en el libro, el
comienzo del reportaje fue cuando Rafael Cabrera acudió a un supermercado, vio la
revista ¡Hola! con las fotos de la
casa de Angélica Rivera y una entrevista con ella. ¿Qué le muestra a este país
esa ostentación?
RC:
Yo creo que el libro tiene muchas lecturas, pero es sobre la vanidad del poder.
Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera aparecían en todas las revistas del
corazón, desde su noviazgo hasta su boda, y ellos usaron estas portadas como un
instrumento de comunicación política. Creo que utilizar esos mismos elementos
que ellos usaban para su beneficio, y de algún modo revertirlos y cuestionarlos
fue, finalmente, jugar con las mismas reglas que ellos pusieron.
Salieron
en TV Notas, fueran a Hoy, podemos ver muchas cosas en
internet y asuntos así, pero en vez de criticarlos, de decirles frívolos, incultos
y lo que sea, creo que finalmente los periodistas tenemos que jugar con esas
mismas reglas para comprender y dar a conocer lo que hay detrás de eso.
Entonces
sí es una ostentación de la frivolidad, de algún modo, pero creo que el libro
demuestra que en lo frívolo también hay profundidad.
DL: Creo
que gran parte de las repercusiones tan fuertes que tuvo el reportaje fueron porque
entró por la misma vía que habían usado los estrategas de mercadotecnia del
gobierno para posicionar a la pareja. Uno de sus instrumentos mercadológicos para
posicionarlos con miras a la elección presidencial fue hacerlos la pareja
sensación del momento en las revistas del corazón. Nos guste o no, fue una
estrategia de marketing político. El
hecho de que el reportaje de la casa entrara por esa misma puerta parece que
fue un gancho que fue muy atractivo para poder contar la historia.
RC:
No es una historia frívola; tiene una superficie que lo es, pero cuando juntas
farándula, política y corrupción pues creo que la bomba se vuelve bastante
atractiva para el lector. Puede ser que el libro tiene una parte rosa, pero retoma
este elemento para fortalecer que detrás de esa apariencia frívola e insulsa
había un entramado político-empresarial que apuntaba totalmente a la corrupción.
AR: ¿Qué nos dice esta historia de
la relación entre los gobiernos, los empresarios y los medios?
DL:
Nos muestra un problema que se está manifestando en muchas partes de México y
en otros lugares del mundo: la crisis en los modelos de negocio del periodismo.
Hay empresas que utilizan o que tienen medios de comunicación para obtener
prebendas; es el caso de MVS, cuyo verdadero negocio son los restaurantes y
ahora va a ser el internet con la banda 2.5.
Me
parece que usar los noticieros para obtener este tipo de ganancias desemboca,
tarde o temprano, en que la vocación no es necesariamente informar sino que
detrás hay un negocio. Nos guste o no, el dueño piensa como empresario, y en
este momento lo que está tratando de hacer es salvar el negocio y no
necesariamente al periodismo. Allí es donde empiezan a hacer crisis. Es
interesante el capítulo 2 del libro porque allí, por un lado, están los
problemas para publicar por una abierta censura desde el gobierno federal a
través de MVS, y por otro la inquietud de los periodistas de sacar esto a como
dé lugar, lo cual finalmente conseguimos.
Es
decir, es una historia que empieza con una censura pero que termina saliendo
adelante por iniciativa de los propios periodistas. Eso refleja también la
inquietud que hay en México de poder sacar las cosas y, como se dice
vulgarmente, de no habernos tragado el sapo.
AR: ¿Cuáles fueron los principales
problemas que tuvieron para hacer este reportaje? En el libro se observan desde
cuestiones logísticas como el pago de copias, hasta presiones empresariales e
incluso de la Presidencia.
RC: En
cuanto al armado, yo creo que no fue tan complicado ir consiguiendo la
información. Hubo una parte inicial en la que conseguí la dirección de la casa:
la revista Quién había publicado una
foto de la fachada, con eso me guié y la encontré, pero eso en realidad no era difícil.
Fue
mucho picar piedra, de persistir; la paciencia sí es una cuestión en la que no
nos rendimos, afortunadamente, y supimos esperar el tiempo necesario.
En
cuanto a documentos, creo que una parte importante que teníamos que resolver es
que nos confirmaran que sí estaban resguardando la casa: yo ya había visto al
Estado Mayor Presidencial (EMP), teníamos referencias, los mapas, todo. Pero
necesitábamos una prueba de ello, y lo que se nos ocurrió fue lanzar una
pregunta vía Infomex: ¿nos pueden decir por qué están allí? Básicamente fue una
afirmación. En la respuesta nos dijeron: “Estamos allí porque es la casa del
Presidente y la tenemos que vigilar”. Con esa respuesta del EMP es cuando ya los
tenemos: habían picado el anzuelo.
En
el armado creo que estuvimos muy coordinados, y fue muy interesante hacer toda
la planeación de la narrativa multimedia, que no fuera un textazo, un tabique aburrido, sino que tuviera la dinámica de ver
los documentos, el video, que pudieras escuchar los audios. Queríamos darle
toda la información al lector en un afán de que, si exigimos transparencia, hay
que dársela al lector. Y en un tema tan delicado eso no puede ser un acto de
fe: “Porque lo decimos nosotros, créannos”. No, sino que allí estaban todos los
documentos para que la gente los pudiera ver, revisar y que llegara a las
mismas conclusiones que nosotros. Esa fue una parte muy interesante de explorar
esa dinámica del periodismo web. Ya después vino el armado del video, y fue muy
afortunado el de YouTube: fue el que tuvo la repercusión más interesante, más
que la nota misma, pero por la misma dinámica de ese medio.
Hubo
que sortear todo: a MVS, por lo que teníamos que hacerlo a escondidas (lo
narramos en el libro), nos íbamos a un estudio de producción, teníamos una
clave secreta para el reportaje, no hablábamos nada de eso en las oficinas,
etcétera. Era realmente estúpido trabajar así porque se supone que era nuestro
lugar de trabajo, pero éramos el enemigo en casa. Era absurdo.
En
cuanto al libro, pues fue como reiniciar la historia, como reescribir sobre el
reportaje tal cual; sí fue como desarmarlo todo y empezar de nuevo. Si ustedes
lo ven, es lo mismo en esencia, pero sí tiene otro armado, tiene más elementos,
datos inéditos, y todo lo demás que se tuvo que escribir.
DL:
Es que hay decisiones que incluso pasan por lo personal, por lo ético, lo
profesional; cuando estamos en la disyuntiva de sacarlo o no sacarlo, en
determinado momento dijimos que íbamos a buscar la forma de publicarlo, independientemente
de la censura de la empresa. Pero también nos pesaba en algún momento en el
ánimo pues no solamente éramos nosotros sino que había una redacción de 15 o 20
personas, y que si tarde o temprano nos iban a correr (como sucedió), pues
aquellos se iba a ir entre las patas sin deberla ni temerla. Si nos iban a
correr, nos iban a correr a todos.
Aun
así creo que prevaleció el asunto de que estábamos ante un hecho que, más allá
de la censura, era un asunto de interés público. Entonces tuvimos que buscar la
manera de que saliera y después veríamos qué pasaba. Le dimos prioridad a que
esto se supiera de la mejor manera posible.
AR: Me llamó la atención también la
participación de organismos internacionales, como el Centro Internacional de
Periodistas (ICFJ, por su sigla en inglés), así como la observación de
experiencias internacionales en investigaciones especiales. ¿Cuáles les
ayudaron más para armar este caso?
DL:
Pues todas las que pudimos. El asunto es que el periodismo de investigación en
México se hace más por esfuerzos personales que por empeños institucionales.
Cada uno de nosotros ha tratado, en la medida de lo posible, de aprender lo que
podamos, y para eso creo que, en buena medida, hay que poner los ojos en el
extranjero.
Entonces
primero está el aprendizaje que cada uno de nosotros ha tenido en lo personal,
y por otro lado, pues una mano importante (fueron varias) fue el hecho de que
Rafael lograra entrar en un taller para desarrollar el plan en el proyecto de
Connectas, que a su vez está asociado con el ICFJ, y eso le dio una dimensión
diferente porque era un proyecto cobijado por el máximo organismo de
periodistas que hay a nivel mundial. Eso le daba mucha fuerza en cuanto a la
publicación y en cuanto al coacheo
inicial que él tuvo con Daniel Santoro. Eso fue muy importante.
Desde
luego en MVS estaban muy pendientes de lo que estaba pasando, aunque no sabían
con exactitud qué estaba sucediendo, pero algo intuían.
También
seguimos el ejemplo internacional de publicar simultáneamente en varios medios;
el hecho de que nunca se hubiera hecho en México no quiere decir que no
sucediera en otras partes del mundo. El Presidente, en algún momento, dijo algo
así como que hacerlo era como un intento desestabilizador, lo cual me parece
que es una visión bastante chata, por lo menos de quienes lo asesoran en
materia de comunicación. No le explicaron que estas salidas en bloque son una
práctica que tiene ya años y que se viene desarrollando en otras partes del
mundo, y que no se había hecho en México. Pero eso no significa que nos hayamos
puesto de acuerdo para tirar al Presidente. No es eso.
RC:
La verdad creo que desde el inicio fue una historia muy afortunada por el coacheo de Connectas y del ICFJ, por poder
llevarlo a la Unidad de Investigaciones del noticiario de Carmen Aristegui,
trabajar directamente con Daniel y los compañeros; después se sumó todo el
equipo de producción. Entonces yo creo que la grandeza del reportaje está en lo
que aportó toda la gente. Todos tuvimos un papel, cada quien dio algo y siempre
fue aportar para que creciera y creo que es un esfuerzo colectivo. Hubo
muchísima gente detrás que creía en el proyecto, y que puso en riesgo su
estabilidad laboral y patrimonial por el periodismo.
Creo
que esa parte es muy de agradecerse.
AR: En la parte final del libro,
donde hablan de Virgilio Andrade, ustedes dicen muy claramente que muestran
hechos, no los califican; que no acusan sino documentan. ¿Qué posibilidades
abre este tipo de periodismo muy descriptivo? En el medio periodístico mexicano
a diario hay muchas declaraciones y acusaciones.
SB:
Si algo me ha dejado de aprendizaje este reportaje es que el público está
esperando que haya más trabajos de este tipo, porque si de algo está cansado es
de las declaraciones y de los dichos que no se comprueban, de las filtraciones
que nunca se sabe a quién benefician. Creo que hay un público que lee noticias
y que está entrenado para saber qué información es de calidad y cuál no.
En
ese sentido creo que los periodistas tienen un gran campo de acción porque hay
una necesidad de información, de buscar qué están haciendo los poderosos, los
empresarios, y en ese sentido el periodismo sí tiene un campo de acción importante.
RC:
Es muy interesante que ahora el término “periodismo de investigación” está más
en el habla de la gente. No nos vamos a colgar la medallita, pero creo que este
trabajo sí fue como un impulso de decir “por allí tiene que ser”. Está padre
que la gente esté más preocupada en la documentación, en la rendición de
cuentas, en la transparencia, etcétera. Todo eso creo que es un buen fruto de
este trabajo.
DL:
Creo que lo que tratamos de hacer, en la medida de nuestras posibilidades, es
llevar este tema a los estándares más altos del periodismo internacional porque
daba para eso, tomando en cuenta lo que se está marcando a ese nivel a través,
fundamentalmente, del ICFJ, de la Fundación García Márquez (de la que yo he
sido alumno durante muchos años) y de la Conferencia Latinoamericana de
Periodismo de Investigación. En México hay algunos que han abierto brecha y no
se les ha reconocido mucho, como Ignacio Rodríguez Reyna, que alguna vez fue
director de una revista de Milenio y
de El Universal.
Pero
insisto: esto ha sido más por esfuerzos personales que nos han enseñado hacia
dónde ver, cómo mirar y cómo hacer las cosas mejor.
AR: Para divulgar el reportaje hubo
dos decisiones importantes: no sacarlo en MVS sino en la página de Aristegui
Noticias, y por otra parte, convocar a varios medios a que lo publicaran. ¿Cómo
fue la selección de estos medios?
DL:
La selección venía por los espacios que, desde nuestra perspectiva, contaban
con compatibilidad editorial y con la suficiente libertad también. Obviamente
no podíamos ir con algún medio del que nosotros creyéramos que pudiera haber
notificado al gobierno; necesitábamos mantener la secrecía sobre la
investigación en la medida de nuestras posibilidades. Estamos seguros de que el
gobierno sabía que iba a salir el trabajo, pero de lo que estoy también cierto
es que no sabían el calado, la profundidad de lo que teníamos, y eso jugó a
nuestro favor. Esto lo conservamos hasta el momento mismo en que se publicó.
RC:
Es lo que te decía: que fue un reportaje afortunado por estas alianzas, todo el
superequipo de medios internacionales que tuvimos y de las que no podíamos
pedir más (era lo máximo que podíamos tener) y también los nacionales. También
por esa parte fue muy afortunado el texto, porque cuando nos quedamos sin la
potencia de la radio era como pedir ayuda para replicar, y logramos romper de
ese modo el silencio que se hubiera dado si hubiéramos salido solos. Pero
cuando lo empezaron a replicar otros medios nacionales, después llegaron de Estados
Unidos y posteriormente de los demás países. Esa parte fue muy afortunada para
el destino del reportaje.
AR: Daniel: en el libro se recuerda
un caso de censura previo sobre ti, en tiempos de El Universal, en la época de Vicente Fox. ¿Qué experiencias has
tenido de esto? ¿Esas situaciones han cambiado con el regreso del PRI a la
Presidencia? Ha habido un proceso de democratización en el país, sin duda.
DL:
Yo creo que es igual cuando tocas una fibra sensible de cualquier gobierno. Es
decir, esto le pasa al periodismo de investigación en cualquier régimen. Puedes
escucharlo tanto con la gente de izquierda, casos graves como los de Evo
Morales y Hugo Chávez, como nos pasa a nosotros. Me parece que es una de las
consecuencias que tiene el periodismo de investigación cuando acierta a dar en
el blanco a asuntos que molestan y que el poder quiere tener bajo control.
Entonces
a veces hay que ser muy conscientes de que si te pones a hacer este tipo de
periodismo no importa quién esté en el gobierno, y el día que le toques el
cajón prohibido van a responder así. Eso es una experiencia internacional.
Lo
segundo es, por la misma experiencia que tú mencionas y que plasmo en el libro,
en El Universal yo me quedé muy
frustrado en aquella ocasión porque lo que trascendió más hacia la opinión
pública fue el golpe de censura y no la información. La gente nos preguntaba “¿qué
cosa fue la que te censuraron?”. Lo que prevalecía era la historia de la
censura más que la carne de la censura.
Entonces
lo que tratamos de hacer tras esa experiencia es buscar la manera en que se
supiera lo que no querían que se supiera; es decir, poner por delante la
información, y después platicamos de la censura. Así, al principio, si ustedes
se fijan, todo lo hicimos por mantener y posicionar el tema, que era el punto.
Me parece que, más allá de un asunto de nuestro equipo, de lo que logramos
conseguir, era nuestra obligación hacerlo porque era un asunto de alto interés
público. Luego entonces, teníamos la responsabilidad profesional de sacarlo.
AR: En el volumen se cuentan
presiones de la Presidencia, de los Vargas, etcétera. ¿En algún momento se
sintieron en un riesgo mayor que el de la censura al hacer este trabajo?
RC:
No, yo personalmente no. Sería mentir y frivolizar un tema delicado. Pero no:
creo que nadie sufrió amenazas o agresiones, nada de eso. Sí hubo un alto grado
de estrés en el equipo porque sabíamos que estábamos en una posición bastante
delicada. Cuando salió el reportaje y vimos que todo seguía y que salió bien,
que la Presidencia lo tuvo que admitir y todas sus consecuencias, pues nos sentíamos
de algún modo seguros. Dijimos “¡ya!”, e incluso había la apreciación de que si
llegábamos a diciembre seguiríamos en el programa de radio.
Todo
iba bien en realidad: a inicios del año estábamos trabajando, era un gran
momento para el programa de radio, y de repente vino este conflicto absurdo que
inventó MVS. Allí fue cuando lo supimos: nos la cobraron. Obviamente, si esto era
de inmediato a la publicación del reportaje iba a ser muy evidente; se
esperaron y buscaron cualquier pretexto, uno totalmente estúpido. Pudo haber
sido eso u otra cosa. Pudimos haber durado una semana o algo así, pero en
realidad ya estaban sobre nosotros; nada más estaban viendo cuándo.
AR: Virgilio Andrade, en sus
investigaciones como secretario de la Función Pública, no hizo siquiera mención
a su trabajo; llegó a la conclusión de que en el asunto de la casa blanca no se
podía hacer nada. ¿Tienen algo de frustración al respecto?, ¿qué efectos tuvo,
según ustedes, el reportaje?
SB:
Sobre los aspectos legales que no se pueden concretar no sentimos frustración
porque no depende de nosotros; lo que dependía de nosotros era entregar un
trabajo profesional, bien cimentado y que se compartiera con la sociedad. Ya si
el marco legal no da para eso, si las instituciones mexicanas en realidad no
están hechas para investigar un posible caso de corrupción o de conflicto de
interés de la Presidencia, es otra cosa.
Nosotros
intentamos no sentirnos frustrados por eso, y más bien vemos que hay algunos
aspectos positivos: se discute sin tecnicismos el tema de la corrupción, hay
algunos avances en las leyes y, sobre todo, existe una especie de renacimiento
del periodismo que vigila a los políticos.
DL:
Si los lectores nos hacen el favor de leer el libro van a poder enterarse de
algo que nos retrasó la publicación, que fue el informe oficial. Hacemos todo
un trabajo de desmontar la versión oficial, el trabajo de Virgilio Andrade. Era
importante que lo hiciéramos porque nos encontramos con que el reportaje no
aparece en las más de 60 mil fojas. Ni una sola mención.
No
es porque nos interese que nos mencionen, por un afán protagónico absurdo, sino
que eso tiene una razón de fondo, y es que nosotros planteamos el nacimiento
del conflicto de interés desde cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México.
Entonces se trataba de tomar el reportaje desde el origen, pero el diseño de la
investigación fue que al Presidente sólo lo iban a indagar a partir de que
había asumido este cargo. ¿Cómo hacen para investigarse a sí mismos? Yo digo
que son como los perros cuando tratan de morderse la cola, que están dando
vueltas. Agarraron una nota de un periódico, de la senadora Laura Rojas
pidiendo que al Presidente se le investigue por conflicto de interés. A partir
de esa nota se investigó al Presidente, y es allí donde justifican la
delimitación espacio-temporal de la investigación. Claro, es como correr con
los ojos cerrados, cuando el origen del problema era otra cosa, como lo pueden
ver en el libro.
AR: En términos tanto positivos
como negativos, ¿cuáles han sido las consecuencias personales, profesionales e
incluso gremiales de practicar este periodismo?
DL:
Yo he visto una gran solidaridad, en general, de los compañeros, de todos los
reporteros no sólo de México sino, especialmente, de Latinoamérica. Eso a mí me
ha gustado mucho; creo que nos hemos sentido bastante cobijados por el gremio.
Eso sí nos da satisfacción como grupo y a nivel personal, pero también es una
responsabilidad porque nos hemos puesto la vara demasiado alta, y entonces hay
que seguir brincando a ese nivel. Lo malo de ser profesionales convertirte en
atleta de alto rendimiento es que tienes que mantener los tiempos (risas).
Entonces
yo lo veo en ese sentido: me da mucho gusto pero también lo asumo como una
responsabilidad. Obtener los premios García Márquez, Connectas del ICJF y
Nacional de Periodismo yo lo siento como una responsabilidad.
RC:
Más que un apapacho, un premio es una responsabilidad. Estamos agradecidos
totalmente después de tanta cosa fea que nos pasó; fue como un abrazo de la
vida y que también hay cosas buenas.
En
cuanto al periodismo, creo que hay muchos esfuerzos muy importantes en México,
hay muy buenos reporteros. A mí lo que me parece interesante es que la mayoría
de los reporteros que están tratando de hacer cosas distintas, un poco más
profundas, lo están haciendo desde el free
lanceo. Como que sí hay una parte generacional de periodistas que están
rehuyendo a los medios con la idea de que es poco constructivo el sistema de
medios y tratan de hacer su trabajo desde la independencia, con todo lo bueno y
lo malo que tiene esto (la verdad, económicamente es difícil, duro en cuanto a
sustentabilidad). Pero sí veo que hay esa intención, y creo que sí hay más
gente como queriendo hacer investigación. Sí fue como un impulso de recordar
que el periodismo de investigación también existe.
DL:
Creo que hay una generación de jóvenes que están empujando para que se haga eso
en México, y me gusta que tengan el impulso y que pongan la mirada fuera,
porque realmente donde aprendemos es allí.
AR: Ahora vayamos al lado negativo:
por ejemplo, citan el caso de Salvador García Soto, quien escribió que el
reportaje fue producto de una filtración de Marcelo Ebrard.
DL:
Yo creo que es de esperar que el poder dé coletazos, como los ha dado en todo
el mundo; se los ha dado a quienes considero mis maestros, como Mónica González
en Chile, Gustavo Gorriti en Perú y Daniel Santoro en Argentina. Lo que nos
dicen ellos es: ¿qué esperaban? Si van y le rascan la panza al tigre, ¿qué
esperan que les pase? Entonces es madurar como periodistas y entender que eso
te puede pasar.
Lo
importante de esto es estar seguro de lo que hiciste, y en ese sentido tienes
que aguantar; tienes que estar, tanto en lo personal como en lo familiar,
pensando en que esto va a tener un costo, que en este caso fue el empleo, con
todo lo que eso implica, porque a quienes vivimos de esto sin cobrar por fuera,
sin pedirle dinero al gobierno (como tantos periodistas lo hacen en este país),
pues sí nos pega y nos mueve la vida. Entonces hay todo un reacomodo que cada
uno tiene que ir procesando por sí mismo.
RC:
Siempre va a haber críticas negativas. Estuvo lo de este señor de El Universal, e incluso había gente que
decía que básicamente Connectas y el ICJF nos habían hecho la investigación,
pero no llegan a entender cómo están los mecanismos que ahora se utilizan. El
periodismo de investigación no es nada más de que algo se me ocurra y que uno
no pueda solo; necesitas ayuda y existen estos organismos que, afortunadamente,
te ayudan, te impulsan, te guían, te financian de algún modo no para que le
pegues a un gobierno sino para que hagas periodismo. Ellos no se meten en la
parte editorial, que es, básicamente, responsabilidad de cada uno.
Entonces
siempre hay críticas negativas, pese a que el reportaje es tan sólido y tiene
todas las pruebas; aun así, al final de cuentas venían andanadas en contra.
Pasamos lo de García Soto, lo del despido…
DL:
Los ataques personales también…
RC:
… y el reportaje siguió vivo. La solidez lo hizo mantenerse vivo, firme, y aquí
estamos.
DL:
Pensamos mucho en incluir o no finalmente el asunto de ese columnista; con la
decisión de la editorial lo incluimos como nota del autor. Pero a final de
cuentas creo que la reflexión que hemos hecho es que para el poder es mucho más
fácil acusar una filtración que reconocer un error. Es decir: alguien allí
cometió un error muy grave, que fue permitir que Angélica Rivera hiciera esa
entrevista en la casa, con las obras de arte, amueblándole y arreglándole la
casa exprofeso, y que no cuidaran lo que iba a decir, dejando que el arquitecto
de la casa dijera lo que dijo.
Entonces
me parece que allí hay un error gravísimo de comunicación institucional; insisto,
es más fácil decir “alguien se los pasó” a reconocer un mérito periodístico.
¿Por qué? Porque reconocerlo es asumir que ellos cometieron un error.
RC:
Es más fácil la conspiración política: como siempre, pensar que todo se limita
a Andrés Manuel o a que fue Ebrard, que es la solución simplista. No sé si haya
sido un error; la verdad es que creo que están tan empoderados que no les
importaba y decían “aquí no van a investigar”. De algún modo quizá no sea un
error porque se sentían muy seguros.