México, la mediocridad de una
economía mafiosa
Entrevista con Edgardo Buscaglia*
Ariel
Ruiz Mondragón
El
funcionamiento del crimen organizado depende de un aspecto clave: la forma en
que los recursos que obtiene por sus actividades ilegales son introducidos en
la economía legal no sólo nacional sino mundial. Para hacerlo cuenta con
sofisticados mecanismos y procedimientos que hoy resulta necesario desactivar.
En
su libro Lavado de dinero y corrupción
política. El arte de la delincuencia organizada internacional (México,
Debate, 2015) Edgardo Buscaglia realiza un análisis de la trayectoria que sigue
el dinero sucio obtenido a través del narcotráfico, la corrupción política, los
fraudes fiscales, la piratería, el contrabando, la trata y desaparición forzada
de personas, así como las extorsiones y delitos cibernéticos, hasta ser
integrado a la economía formal. De ese estudio propone 20 políticas públicas
que han tenido éxito en varios países.
Conversamos
sobre esos temas con el autor, quien es doctor en Derecho y Economía y finalizó estudios de posdoctorado
en Jurisprudencia y Política Social en la Universidad de Illinois,
Urbana-Champaign y en la Universidad de California en Berkeley. Es presidente
del Instituto de Acción Ciudadana en México, director del International Law and
Economic Development Center, e investigador en Derecho y Economía en la
Universidad de Columbia. Ha colaborado en medios como The Financial Times, The New York Times, The Wall Street Journal y El
Mundo.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar
un libro como el suyo, tras Vacíos de
poder, del que incluso recupera algunos temas, y que vincula el lavado de
dinero con la seguridad humana?
Edgardo Buscaglia (EB):
Uno de los factores que me hizo escribir este libro —que está diseñado para ser
accesible a una persona con una formación general y que no tiene que ser
experta— es que a mí me alarma mucho ver que cuando se habla de lavado de
dinero se parte de la premisa de que el dinero sucio —el que después se lava
para que aparente ser legal y esconderlo— sólo proviene del narcotráfico y de
impuestos que no se pagan.
Eso
a mí me alarmaba porque yo observaba que, en la realidad, una gran parte de las
27 mil desapariciones forzadas que se producen en México por el tráfico de
migrantes, la trata de mujeres y de personas que simplemente han denunciado a
políticos con vinculaciones mafiosas, tienen una motivación económica: se hace
desaparecer a la gente porque hay un grupo mafioso que está ganando mucho
dinero sucio al cometer esos delitos.
Gran
parte del lavado de dinero mexicano sale y surge de la corrupción política
mexicana. Eso es algo que nadie había dicho antes, y yo veía que si no se
aclaraba este punto parecería que combatir el lavado de dinero es una acción
que debe ser secundaria en cualquier Estado. Había esta hipótesis, muchas veces
bienvenida por las mafias, de que si se combate el lavado de dinero se causa
una crisis económica, porque al haber tanto dinero sucio que va parar a
edificios, a construcción, los obreros no iban a tener trabajo, pero en
realidad no es así. Los países que sufren de economías criminales, como México
(catalogado como una de las tres principales economías ilícitas del mundo) son
a los que muchos inversores extranjeros no van porque tienen miedo de mezclar
su dinero limpio con el sucio.
Eso
primero; segundo, los grupos criminales que lavan dinero se basan mucho en la
informalidad, en que haya millones de mexicanos que venden piratería y contrabando,
y entonces la delincuencia organizada está muy contenta porque eso le permite
sobrevivir.
Cuando
combates el lavado de dinero y lo desmantelas, lo que tienes que hacer al mismo
tiempo es formalizar a esos millones de personas de la economía mexicana que
hoy están vendiendo piratería, quienes son empresarios en potencia, que tendrían
acceso a crédito, que generarían empleo y capacitarían a los jóvenes para
producir.
Esa
informalidad que hoy sostiene a la delincuencia organizada debería ser la
formalidad que catapulte a México a un nivel de crecimiento anual del 9 o 10
por ciento, como China, y que no la que hoy mantiene al país sumido, con esta
economía mafiosa, en un 2 por ciento.
Con
el lavado de dinero, que ha sobrevivido en este país por tantos años, ¿qué
tenemos? Una economía con más del 50 por ciento del producto interno bruto dedicado
a la informalidad y la miseria, que crece en un 2 por ciento, lo que es una
mediocridad espantosa en el mejor periodo demográfico de la historia de este
país, con un desempleo latente cada vez mayor, con un millón más de pobres
durante la administración de Enrique Peña Nieto. En todos los órdenes se ha
fracasado.
Esa
es la economía de lavado de dinero que el cártel de Sinaloa y los políticos
mafiosos pretenden prolongar. Yo no veo ninguna consecuencia positiva de esta economía,
sino todo lo contrario: veo a millones de personas hundidas en la informalidad,
pobreza y un crecimiento económico paupérrimo que es el hazmerreír de las
economías de la OCDE.
La
economía mexicana debería estar creciendo al menos como la de India: 7, 8 o 9
por ciento. Esta es la mediocridad que tenemos en esta economía de lavado de
dinero, mucho del cual es el producto de crímenes de lesa humanidad, como la
compra-venta de seres humanos y las desapariciones forzadas. En este país estamos
pagando con sangre y lágrimas el lavado de dinero, que no es como en Francia o
en Alemania, que surge mayormente de la evasión tributaria, de la piratería,
del contrabando; no, acá surge de desapariciones forzadas.
México
es uno de los principales centros mundiales de la trata de personas, según
medios de difusión internacionales como CNN. El tema es que hoy estamos ante
una situación en donde hay 21 millones de personas anualmente sumidas en la
compra-venta y la esclavitud.
Hoy
México forma parte de las economías de la esclavitud, junto con Nigeria, países
de Medio Oriente y Pakistán. Estamos en un club de países con impunidad,
esclavitud y un desempeño económico trágico. Yo no sé qué hay que preservar,
porque combatir al lavado de dinero y la mafia es el único sentido que le queda
a México. Los únicos que quieren preservar este sistema son los mafiosos que se
han enriquecido a través de él.
AR: Un asunto central que señala en
el libro es el traslado de dinero sucio que va de los países con instituciones
débiles hacia los que sí ofrecen seguridad jurídica: el 67 por ciento del
lavado de dinero va a dar a los países centrales. ¿El lavado de dinero y la
corrupción política son funcionales al capitalismo global, al modelo
neoliberal? Lo digo porque también usted destaca que esos recursos generan
burbujas, como en el sector inmobiliario.
EB:
Yo no asimilaría el lavado de dinero a ninguna ideología, ni liberal ni
putinesca en Rusia, por ejemplo. Creo que el mafioso, como cualquier otro ser
humano, busca seguridad jurídica para su capital, busca mandar a sus hijos a
escuelas suizas, se compra castillos en Francia, centros comerciales en
Alemania, porque allí hay un sistema que protege su propiedad privada. Yo mismo
quiero tener mis cuentas bancarias en esos países, no en Nigeria.
El
punto es que el mafioso busca el Estado de derecho. Yo no llamaría a la de
Alemania “economía neoliberal” y, sin embargo, allí tienes una gran
concentración de lavado que se integra: comienza en la Ciudad de México, pero
termina allá luego de pasar por muchos países para ocultar el origen de ese
dinero sucio.
Yo
no creo que eso obedezca a ninguna ideología; va a parar a Estados Unidos un 20
por ciento del lavado de dinero mundial, pero se integra allí en forma de caballerizas,
centros comerciales… Incluso hubo casos paradigmáticos, como el del banco HSBC,
que reconoció los “errores” que cometió al permitir que se lavaran más de 7 mil
millones de dólares a través de sus sucursales en Sinaloa y hacia diferentes
países del mundo. Allí tienes un caso donde claramente se observa que se
necesitan dos para bailar tango, no es México bailando solo.
Pero
México tiene que hacer sus deberes para que acá no ocurran crímenes de lesa
humanidad, porque, como dije, el lavado de dinero en Francia o en Alemania no
sale de 27 mil desaparecidos sino de delitos con menor impacto social (no digo
que no lo tengan, pero es menor). Las delincuencias organizadas alemana,
francesa o japonesa cometen delitos de menor impacto social y sacan su lana
sucia; pero en México, con estados débiles y mafiocratizados, la delincuencia
organizada hace desaparecer a miles de niñas —como en Tlaxcala— y de migrantes,
además de cometer crímenes de lesa humanidad porque tenemos un Estado fragmentado
y mafiocratizado.
Propongo
fortalecer los controles patrimoniales, judiciales y políticos para que México no
sea una ganga para cualquier grupo criminal del planeta, y para evitar las desapariciones
forzadas y el lavado de dinero que proviene de ellas, dinero que finalmente se
va a integrar a las economías de Alemania, Francia o España. Se pierde por
todos lados porque ni ese dinero se queda aquí.
Hace
años, cuando no había ni una delincuencia ni una economía tan globalizadas,
Rafael Caro Quintero mantenía mucho dinero en Guadalajara, y la gente lo veía;
hoy ya no es así: vivimos en un mundo globalizado, en el que el 70 por ciento
del dinero que generan estos grupos criminales va a parar a las Islas Caimán,
Europa y Asia. Entonces es el peor de los mundos: ni siquiera el producto del lavado
queda en México, lo que es otro argumento más en contra del dicho de que la
economía va a sufrir si combatimos el lavado. No hay nada que perder sino todo
por ganar si combates el lavado.
AR: Trata los procesos de
democratización que usted llama “fallidos”, y toma el caso de México, en el que
se perdieron los controles que había durante el autoritarismo. ¿Qué pasó con la
democratización, que parece haber aumentado la actividad de la delincuencia
organizada?
EB:
En su momento y creo que con buena voluntad, el entonces presidente Ernesto
Zedillo le dio a los partidos mucho dinero para que pudieran operar, dado que
quería establecer un equilibrio de capacidades entre ellos para competir en las
elecciones. Creo que la intención no fue mafiosa, pero los inundó de dinero
presidencial que terminó, a final de cuentas, corrompiendo al más honesto, porque
les dio a los políticos la capacidad de manejar y gastar miles de millones de
pesos sin darle cuentas a nadie. Esa cultura de la impunidad comenzó a
prevalecer desde el nacimiento mismo de lo que iba a ser la futura democracia
mexicana, que nunca fue.
Eso
generó lo que observas ahora: un descontrol patrimonial en el financiamiento de
campañas, lo que se está tratando de contener: el fiscal Santiago Nieto es uno
que intenta hacerlo, y ya ves cómo le va: lo comienzan a asediar, acusar,
amenazar, como le sucede a los fiscales honestos en un buen sistema político
mafioso.
Esa
situación hace que hoy el canal de entrada de la delincuencia organizada sea
principalmente a través del financiamiento de campañas electorales, lo que hace
que la democracia mexicana haya nacido muerta y nunca se haya realmente
traducido en una competencia electoral por el voto limpio del ciudadano. Hay un
estudio muy bueno de dos colegas míos en Berkeley, en donde argumentan que
entre el 20 y el 25 por ciento de los votos emitidos en este país están sujetos
a fraude. Ninguna democracia puede sobrevivir con esos indicadores.
Lamentablemente
estamos ante una situación en la que, si no se introducen estos controles
patrimoniales que yo señalo con las 20 medidas propuestas en este libro, nunca
vas a salir de este laberinto de candidatos mafiosos, no vas a poder tener un
sistema político que renazca con la posibilidad de transformarse en una
democracia.
La
democracia mexicana nació muerta por el mismo dinero sucio y por la misma lana
limpia que entraba mezclada, y para gastarse discrecionalmente, sin controles
de ningún tipo. Tiene que haber controles ciudadanos, legislativos, judiciales
y del Ejecutivo sobre los financiamientos de campañas electorales, que hoy
brillan por su ausencia. El único control que más o menos le tratan de imponer
al financiamiento es el de la Fiscalía Especializada para la Atención de
Delitos Electorales, cuyo presupuesto está diseñado premeditadamente para que
no pueda operar: le dan tan poco dinero que ningún despliegue que pueda
realizar el fiscal puede tener efectividad.
En
eso consiste el pacto de impunidad que, en su momento, Carlos Navarrete admitió
al aire con Carmen Aristegui: cuando ella le preguntó si Buscaglia tenía razón,
él dijo: “Bueno, hay un pacto de impunidad”; pero aclaró: “No está escrito”.
Menos mal.
AR: Hay un señalamiento que me
parece dramático: se entró en una guerra contra las mafias, pero con policías y
militares que les sirven justamente a éstas. Además, hay políticos cuyas
campañas son patrocinadas por esas mismas mafias. En ese escenario, ¿cómo
emprender el combate al lavado de dinero?
EB:
Las medidas para combatir estos cánceres están muy señaladas en obras que han
escrito colombianos, italianos, argentinos y brasileños, quienes han visto cómo
sus países han comenzado a salir de este problema porque han tomado estas
medidas que yo recomiendo en mi libro, que están inspiradas en las experiencias
de otros países. Son políticas públicas que se han implementado y que han dado
resultados totales o parciales.
Esos
países tuvieron dos tipos de catalizadores que forzaron a las clases políticas
mafiosas a purgarse cuando estaban entre la espada y la pared y no tenían otra
alternativa. Una de ellas fue que en países como Brasil y Argentina se
constituyeron movimientos de la sociedad civil apoyados internacionalmente. Así
ocurrió con el tema de los desaparecidos con las Madres de la Plaza de Mayo:
fueron puntas de lanza (metafóricamente hablando) que paralizaban al país y le
causaban gran costo a las élites de estos países, que las odiaban y las
consideraban subversivas. Así, tarde o temprano la presión internacional comenzó
a emitir un mensaje claro de que la cosa no iba a más.
El
caso de Carmen Aristegui es un mensaje al sistema mafioso mexicano: le fue
otorgada la máxima condecoración al mérito civil que existe en el Estado alemán,
es algo que se les da a los héroes. Éste le está diciendo, muy
diplomáticamente, al Estado mexicano: “Esta persona que tú has asediado, has
discriminado, a la que no dejas trabajar y le cercenas la libertad de
expresión, es considerada una heroína del Estado alemán”. Fue lo mismo en
Colombia: los líderes sociales colombianos fueron condecorados en Francia.
Lamentablemente,
para que ese proceso comience en nuestro trágico mundo tienen que perderse miles
de vidas.
Las
grandes experiencias de la humanidad y del progreso social, lamentablemente, se
construyen sobre los cadáveres de las víctimas. A uno le duele mucho la
historia de la humanidad porque esto ha sucedido innumerables veces en muchos
países, pero así se construye; mientras la élite mexicana no comprenda este
proceso, mientras gente como Enrique Krauze y todos estos héroes de la élite
mexicana no comiencen a comprender lo que se les viene, van a seguir formando
parte del problema y no de la solución.
Tienen
que comenzar a comprender que se les va a venir un tsunami, de cual yo formo
parte, y que va a permitir que en México se apliquen las mismas acciones y
políticas públicas que se aplicaron en otros países para comenzar a salir del
problema. Ningún país pasa del infierno al paraíso de la noche a la mañana,
pasan décadas; pero Colombia está marchando hacia algo mejor, con presidentes
que proponen paz y no guerra, con grupos criminales que ya no se enfrentan de
igual a igual con el Estado, con muchos infiernos por delante pero se avanza.
Italia: dos terceras partes del Parlamento han sido procesadas por vínculos con
mafias, con una sociedad civil que no permitió que el Estado se transformara en
un prostíbulo de mafias, como el mexicano. Eso ha ocasionado un movimiento
social que después ha perdido fuerza pero que sigue actuando, por lo que mucho
de lo que se decomisa en Italia en cuanto a propiedades, fábricas, tierras, se
reasigna a cooperativas agrarias de la sociedad civil para el tratamiento de
víctimas, para la capacitación de jóvenes. Entonces Italia ha marchado.
Nigeria:
el presidente Buhari ha comenzado a procesar a gobernadores y a legisladores
del más alto nivel. Brasil, aún más que Nigeria, ha encarcelado a miembros del
gabinete. Tenemos ejemplos por doquier para poder comenzar a transitar por el
camino de la seguridad humana.
En
el fondo lo que tenemos como objetivo es que el mayor desmantelamiento de redes
criminales de políticos y de empresarios “legales” conduzca a que mucha
inversión que hoy va a compensaciones salariales obscenas para ministros de la
Corte, para senadores y diputados, así como de licitaciones públicas mafiosas,
todo se convierta en acceso a la salud, a la educación, al agua, a la justicia,
que en el fondo es lo que hace seguras a las personas como seres humanos.
AR: Para analizar la infiltración
de la delincuencia en los Estados usted propone un enfoque microinstitucional;
destaca cinco niveles de infiltración que va desde la aislada, individual,
hasta la colocación de delincuentes en grandes posiciones de poder. ¿Cuál es la
situación de México al respecto?
EB:
No se combate la corrupción en ningún nivel; en el mejor de los casos, agarran
a un policía recibiendo algún dinerito, 200 pesos o un poco más, y quizá a ese
pobre tipo lo procesen pero porque no forma parte de una red criminal de poder.
Pero no observas en este momento experiencias importantes de combate a la
corrupción.
Aduanas
ha mejorado en alguna medida en su atención al público, pero hay áreas que son
capturadas por los grandes grupos criminales mexicanos y extranjeros, que siguen
operando con total impunidad, como ocurre en Colima, Lázaro Cárdenas, Veracruz
y otros puertos que siguen siendo grandes feudos de bandas criminales. Para
detenerlos se necesita capturar a gran parte del sistema.
Tenemos
un gran problema por delante, pero también tenemos las soluciones para
enfrentarlo; pero sin la presión social e internacional de Estados no vamos a
salir de él así porque así: el club de los impunes nunca se autopurga.
AR: De algunas experiencias que
usted relata, como las de HSBC, Libertad Reserve y Siemens, para perseguir el
lavado de dinero se requiere un gran trabajo de cooperación internacional. ¿Hoy
cuál es el estado de la cooperación internacional?
EB:
La parte operativa funciona bien en lo que se refiere a capturar a operadores
de bajo nivel que cruzan fronteras, como ocurre con Estados Unidos y México; pero
es muy mala en cuanto a desmantelar las redes patrimoniales que hacen posible que
esos tipos crucen las fronteras y laven sus capitales del lado norteamericano.
Allí vemos muy poca cooperación.
Observamos
cooperación cuando se le quiere imponer disciplina a una líder sindical
política como Elba Esther Gordillo, y entonces se le aplica un castigo que,
lejos de ser judicial, es muy digitado. Pero nos gustaría ver que existan
investigaciones que abarquen a todos los partidos, que estas personas y líderes
sindicales que expliquen poco de dónde sacaron su dinero, cómo compraron casas
en el exterior y cómo viven sus hijos en el extranjero. De esta cooperación,
que debe focalizarse en la élite mexicana, no vemos nada o muy poco.
En
esos casos, si la autoridad mexicana no colabora, en ese sentido ls autoridades
del exterior poco pueden hacer porque no obtienen evidencia y, por lo tanto, no
puede haber una causa por lavado de dinero.
AR: Usted destaca una medida no de
carácter penal sino civil: la extinción de dominio. ¿Qué beneficios puede
traer?
EB:
Tengo entendido que en México se han promovido y delineado leyes de extinción
de dominio que han sido aprobadas, pero las causales de extinción son muy
limitadas, mucho menores que las colombianas o las norteamericanas. Entonces
aquí no se extingue el dominio sobre una propiedad solamente porque no puedas
explicar el origen legal, y eso le quita agilidad a la ley. Se le trata de
vincular siempre a la causa penal, con lo cual obviamente se sigue vinculando
el patrimonio a un hecho delictivo, lo que hace que también se tenga que probar
éste para extinguir el dominio sobre esa propiedad.
Le
falta agilidad a la ley mexicana, y sospecho que esto se debe a que fue
diseñada para que no se implemente, lamentablemente.
AR: Para atacar el problema del
lavado menciona algunas medidas del Grupo de Acción Financiera Internacional,
relata experiencias exitosas como las de los jueces italianos Falcone y
Borsellino, y al final de su libro propone 20 medidas. ¿Cuáles son las más importantes
y urgentes que hoy se tienen que establecer en México?
EB:
Hay varias, pero comencemos por la social: la capacidad de las organizaciones
de la sociedad civil de auditar a sus municipios, a las campañas políticas,
como una atribución por ley, que no existe en México. Ese tsunami de auditorías
sociales no digitadas por ningún jefe de gobierno no existe en México; en
Brasil desde 1989 se aplica constantemente, y es una gran medida que previene que
el lavado de dinero provenga de la corrupción política, que es su mayor fuente
en México.
La
auditoría social es algo técnico: hay que entrenar a quienes elija, por
ejemplo, una asamblea ciudadana de una colonia, para que comience a auditar las
cuentas, independientemente del gobernante, sin que éste digite quiénes van a
ser los contralores. Hoy la Ley de Participación Ciudadana del DF le da
atribuciones al delegado para que él elija a los contralores, lo cual ya genera
una simulación de control.
La
otra, muy importante, es que existe el órgano de inteligencia financiera
federal, pero el sector financiero es sólo un pedazo de la economía mexicana, y
alguien tiene que monitorear el otro sector, el no financiero. Para esto se
necesitan unidades de investigación patrimonial no financiera en cada estado de
la República, trabajando en red para que los registros de la propiedad permitan
el acceso a cruces de información, y que ésta se encuentre automáticamente a
disposición de fiscales para empujar líneas de investigación patrimonial. Después
ese material se podrá traducir en una sentencia judicial motivada basada en esos
insumos probatorios.
Esa
coordinación que acabo de describir no existe en México, y es un elemento
clave.
La
tercera es la creación de una fiscalía y de una policía supraestatal, como
Europol, que coordina a las policías europeas. Necesitamos una policía
latinoamericana, regional, que coordine a las policías de los países; también una
fiscalía regional que coordine a las fiscalías de los países para que, por un
lado, exista la presión internacional y que no dependa de embajadores dando
condecoraciones, sino que exista presión por parte de fiscalías que estén por
encima de los Estados.
Entonces
México tiene que encarar la construcción de fiscalías supraestatales que
conjuguen los esfuerzos de Centroamérica, Colombia y Brasil, y que a partir de
allí comencemos a desmantelar redes empresariales criminales del siglo XXI que
se ubican en 20 países, y no con las instituciones del siglo XVIII que tenemos.
*Entrevista publicada en Metapolítica, año 20, núm. 95,
octubre-diciembre de 2016.
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