La soberanía de los monopolios
Entrevista con Purificación
Carpinteyro*
Por Ariel Ruiz Mondragón
Desde hace muchos años especialistas
han diagnosticado un problema económico y político que ha sido un formidable
obstáculo para alcanzar un cabal desarrollo del país: la existencia de
monopolios en diversos sectores de la vida nacional. Pese a que en las
principales Constituciones que han regido en el país han sido prohibidos, su
permanencia hasta el día de hoy es incuestionable.
En la actualidad uno de los ámbitos
más importantes en los que podemos observar ese tipo de concentración de
recursos y de riqueza es en el de las telecomunicaciones, en el que en las
últimas décadas se han consolidado un par de empresas: Teléfonos de México
(Telmex) y Televisa. Ambas han desarrollado prácticas monopólicas que impiden
el surgimiento y desarrollo de otras opciones en el mercado, lo que impide la
competencia y daña, finalmente, al consumidor, además de que su influencia
política parece avasalladora. Sin embargo, el desarrollo tecnológico las ha
llevado a enfrentarse dentro de un marco jurídico, político e institucional que
genera incertidumbre y desconfianza, lo que ha generado en el sector lo que
algunos llaman “guerra”.
Uno de los personajes que ha podido
vivir y conocer desde diversas posiciones esa disputa es Purificación
Carpinteyro (Distrito Federal, 1961), quien en su reciente libro El fin de
los medios. Historia personal de la guerra en las telecomunicaciones
(México, Grijalbo, 2013) relata el desarrollo de los intensos conflictos que ha
habido en ese sector y pugna por unas leyes reglamentarias que sean acordes con
la reforma constitucional en la materia aprobada en junio de este año.
Sobre ese volumen conversamos con la
autora, quien es maestra en Leyes por la Harvard Law School. Ha desempeñado
cargos directivos en empresas como Grupo Iusacell, MCI Communications Latin
America, Embratel y Grupo Telefónica-Movistar; en el sector público fue
directora de Correos de México y subsecretaria de Comunicaciones y Transportes.
Actualmente es diputada federal por el Partido de la Revolución Democrática.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar hoy un libro como el suyo?
Como relata allí, desde hace algún tiempo tenía usted un contrato con Random
House, e incluso señala que hubo amagos por ello, como el de que usted debería
abandonar el país antes de la publicación.
Purificación Carpinteyro (PC): Creo que hoy la publicación y la venta de este libro es
fundamental. Como digo en el libro, tuve dos intentos anteriores para promover
la competencia en telecomunicaciones, en los que no me fue muy bien; la
conclusión en una fue que me tuve que ir del país, y otra, que estuve
perseguida por la justicia porque no me quise ir del país.
Pero en este tercer intento como
legisladora tuve la oportunidad de empujar, apoyar e incidir en la reforma
constitucional que fue aprobada el 11 de junio pasado y que transforma todo el
sector. Ahora se tienen que discutir las leyes secundarias porque, conforme a
la reforma constitucional, el Congreso tiene 180 días para expedirlas. Esto
significa que si se expidió el 11 de junio, estamos hablando de que a no más
tardar el 10 de diciembre se tienen que aprobar las leyes.
Por lo tanto, si de alguna manera la
población siente que este es un tema demasiado árido, muy técnico, creo que
este libro, a través precisamente de anécdotas personales, puede ir
esclareciendo temas que muchas veces nos suenan tan radicales como eso de
megahertz, kilohertz e interconexión, por ejemplo. Y es que detrás de todos
estos términos hay una serie de intrigas políticas que al final nos hacen
entender la trascendencia y el por qué de las cosas.
Creo que, como ciudadanos, hoy más
que nunca tenemos que estar alertas, atentos a estas leyes secundarias porque
si la reforma constitucional en telecomunicaciones se traduce en leyes
secundarias que, a final de cuentas, lo que harían es descafeinar y diluir el
poder, entonces sería un fracaso, pero no para mí sino para México, que
perdería la oportunidad de transformar un sector que es fundamental, que es el
cimiento de lo que puede ser un nuevo México que todos queremos.
Entonces, entender qué es lo que está
siendo discutido es fundamental, y creo que este libro va señalando estos
terminajos que a nadie le gustan y que, de alguna manera, se convierten en
protagonistas de los pleitos, de todas las intrigas y la política que hay
detrás de ellos.
AR: En el libro denuncia los amagos y las persecuciones de las que ha
sido objeto en el marco de la guerra en las telecomunicaciones. ¿Cómo vincula
su experiencia personal con las disputas en el sector?
PC: Lo de la
persecución, al igual que mi exilio, son cuestiones que me permiten,
precisamente a través de mi historia personal, detallar cuáles son las
entretelas, el por qué de todas estas batallas en telecomunicaciones y en
radiodifusión. Son realmente historias anecdóticas que son divertidas y hasta
dolorosas, pero nos hacen ver lo tremendo de nuestra justicia y del
autoritarismo de los políticos y de las empresas.
AR: El relato que hace también es muy interesante porque se ve su
trayectoria en las telecomunicaciones desde tres perspectivas: desde el sector
privado en Grupo Iusacell, después como funcionaria pública en la Secretaría de
Comunicaciones y Transportes y, finalmente, como legisladora. ¿Qué matices ha
tenido su lucha en cada uno de esos ámbitos?
PC: Cuando
estaba en el sector privado sentí que yo podía tener injerencia y generar un
cambio a través de las pocas acciones con que se cuenta desde la ciudadanía,
presentando, por ejemplo, denuncias por prácticas monopólicas contra Telmex y
Telcel; hacer, como presidenta de la sección 10 de la Cámara Nacional de la
Industria Electrónica, de Telecomunicaciones e Informática, foros abiertos a la
prensa para que todas estas cuestiones que generalmente se discuten “en lo
oscurito” para que nadie sepa, se pudieran debatir abiertamente y todo el mundo
estuviera atento a qué era lo que estaba sucediendo, lo que derivó en mi
exilio.
En ese caso pues evidentemente yo me
sentía con esa capacidad de incidir; yo creo que todos tenemos esta necesidad
de decir que no solamente estamos aquí, en el mundo para nacer, crecer,
reproducirnos y morir, sino también para hacer alguna contribución a la
sociedad a la que pertenecemos.
Por esa necesidad pude pensar, cuando
yo estaba en el sector privado, que estaba consiguiendo algo a través de la
demanda de transparencia que derivó en mi exilio, la que vi concretizada cuando
entré al sector público; es decir, cuando estuve como directora general de
Correos vi que sí es posible. Todo el mundo que llega al gobierno dice: “Bueno,
es que la verdad en el gobierno no se puede hacer esto, ni tampoco lo otro”...
AR: Por allí hay un señalamiento que le hizo Fernando Gómez Mont: “Así no
se hace la política”...
PC:
Exactamente. Y la verdad lo que yo puedo decir es: no es cierto, las cosas se
pueden hacer desde el gobierno.
Esa fue la enorme frustración que
derivó en una depresión que casi me ganaba porque me di cuenta de que era
posible transformar al país, que lo único que se necesita es la voluntad. El
darme cuenta de que desde el poder sí se puede tener poder para hacer las
cosas, fue lo que me incitó, entonces, a buscar tenerlo ahora como legisladora.
Si no lo pude hacer desde el sector
privado ni como funcionaria pública, lo tenía que tratar de hacer como
legisladora, lo que derivó en una reforma constitucional que sienta las bases
de un cambio, y que hoy se tienen que hacer nuevas leyes que pueden
transformar.
Allí está la posibilidad de incidir
en la transformación de nuestro país: en dotar a todos los mexicanos —no nada
más a aquellos privilegiados que, como yo, hemos tenido la oportunidad de
estudiar, desarrollarnos y trabajar fuera de México— de las nuevas tecnologías;
de dejar que quienes más lo necesitan, aquellos que se encuentran marginados
sea por su condición socioeconómica o por su ubicación geográfica, tengan
acceso a estas herramientas que hacen que no sea necesario trasladarse, que no
se tengan que hacer colas en los bancos, en las escuelas, que no se tenga que
estar esperando a que haya una preparatoria o una universidad cercana, sino que
podamos hacer todo eso desde un aparato, una computadora, un dispositivo. Esas
son las herramientas del futuro.
Eso para mí es la concreción de
aquello por lo que he luchado durante más de 20 años, y claro, mi lucha no
termina porque ahora faltan las leyes secundarias, y allí está el diablo en los
detalles.
Para que algo funcione en esa materia
se necesitan, primero, los cimientos y las estructuras dentro de la
Constitución que lo hagan obligatorio; segundo, las leyes secundarias que digan
cómo eso se va a llevar a cabo, y, tercero, una autoridad que sea capaz de
velar porque eso se cumpla. Ese es el trinomio que se necesita, sobre todo ante
poderes tan grandes como los que yo describo en el libro. Es necesario que
aquellas tres variables de la ecuación estén allí.
Ya tenemos una reforma constitucional
y también al que va a ejecutar; pero está en los legisladores determinar esas
leyes y hacer que la autoridad no se pueda vender a los poderes fácticos.
AR: Creo que en buena medida coinciden el desarrollo de las
telecomunicaciones con el de la democratización del país. ¿Qué relación han
tenido? Por un lado hay dos monopolios, Telmex y Televisa, que tuvieron que
aceptar el pluripartidismo y un mayor protagonismo de la oposición, negociar
con ésta y hasta armar su “telebancada”; pero también los actores políticos
tuvieron que sujetarse a los intereses de las televisoras para obtener
oportunidades de promoción.
PC: En el
libro cuento que podríamos decir que hay dos sexenios en los que visiblemente
se favoreció a Telmex o a Grupo Carso: primero el de Carlos Salinas de Gortari,
cuando se dio la privatización —yo pongo algunos elementos que hacen cuestionar
si la licitación para esa privatización fue justa—, y luego el de Ernesto
Zedillo, quien simplemente se hace socio virtual de Carlos Slim; éste le ayudó
a Zedillo a fortalecer a Televisa porque esta empresa era fundamental para que,
efectivamente, pudiera darse la alternancia en el poder.
Como político Vicente Fox no hubiera
llegado realmente a nada pues es un personaje chusco, como de telenovela, con
sombrero, botas, dicharachero, etcétera. Sin embargo, por primera vez en la
historia los medios le prestan atención a un candidato de oposición; casual y
precisamente es el candidato del 2000, cuando Zedillo claramente ya tenía en
mente que tenía que darse la alternancia.
Es en el capítulo “¿Y si la historia
no fuera como la cuentan?” donde presento el pasaje de lo que pasó en 1988:
cómo el PAN respaldó al PRI y a Salinas de Gortari, al que le dio su
reconocimiento pero a cambio de que el PRI reconociera en las elecciones
siguientes a Ernesto Ruffo como el primer gobernador del PAN. Después, en las
elecciones de 1994, de repente apareció Diego Fernández de Cevallos, quien
estaba despuntando y que parecía que podía ganar; sin embargo, se desapareció
súbitamente después del debate que había ganado de manera contundente. Es allí
donde uno se pone a pensar que lo que está claro es que hubo una negociación:
Fernández de Cevallos no dejó ir la Presidencia de la República porque hubiera
perdido, sino porque, probablemente, como le dijo Zedillo o quien haya sido el
interlocutor, el país todavía no estaba preparado e iba a haber violencia; pero
le prometió que en el 2000 el siguiente presidente no sería de la izquierda
sino del PAN, que se quería poner la medalla de ser el primer partido de la
oposición que había ganado primero una gubernatura y después la Presidencia de
la República, con el honor de sacar al PRI del poder.
En todas esas negociaciones era
fundamental tener a los medios masivos de comunicación, que son rectores de la
conciencia. Entonces ¿qué hizo Zedillo? Se apoyó en Carlos Slim para apoyar a
Televisa, que estaba en un momento financiero muy grave a consecuencia de la
crisis de 1995, la que Zedillo mismo propició; creo que nunca esperó que la
magnitud de la crisis fuera de ese tamaño. Recordarás que Bill Clinton fue el
que le dio su apoyo, inclusive haciendo un bypass de las reglas del
Congreso; pero en contrapartida Zedillo comprometió el país en muchos sentidos:
va desde mi cuestionamiento a la legendaria isla Bermeja, que nos hubiera dado
el control sobre todo el petróleo en el Golfo de México, hasta muchos otros
acuerdos que hicieron que Estados Unidos se fortaleciera.
Además, la alternancia en el poder
era parte de los pactos de Zedillo con Clinton, y fue lo que a final de cuentas
se implementó a través del reforzamiento de Televisa en momentos de quiebra,
para lo cual el entonces presidente utilizó a Carlos Slim; posteriormente usó a
éste para reforzar a Emilio Azcárraga Jean como el sucesor de su padre en el
control de Televisa, lo que logró a través del apoyo de Zedillo.
Entonces Televisa fue fundamental
para la alternancia; pero una vez que ésta se dio, Fox pensó: “Yo quiero llevar
mi presidencia más bien en base a índices de popularidad”, lo que no puede ser
la aspiración de un Ejecutivo, sino más bien en base a qué puedo yo conseguir
para hacer que nuestro país tenga efectivamente un porvenir, lo que era lo
menos que le interesaba a Fox, pues se entregó y le dio a Televisa todo lo que
quiso.
Hay algunos autores que han dicho que
el sexenio de Calderón fue el de Televisa; no, ya había pasado, porque Fox le
dio todo. Pongo la larga lista de cuestiones que eran esenciales y críticas
para Televisa, por ejemplo las concesiones que vencían en 2002, 2003, 2004 y
2005; se las refrendaron hasta el 2021, pero no sólo eso sino que por cada
canal que tenían les dieron otro canal digital adicional. Todo esto de a
gratis.
Pero aparte de las concesiones, que
era lo que tenía más preocupada a Televisa, Fox le dijo: “Oye, por cierto, tú
ya vas a poder competir con Telmex, pero esta empresa no puede competir
contigo”.
Esas son algunas muestras, porque
podemos seguir hablando de todas las prebendas que están descritas en el libro
que Fox les dio a las televisoras.
De esta manera, podríamos decir que
hasta el año 2000 Televisa era el soldado del sistema, pero a partir de
entonces el sistema fue el soldado de Televisa.
AR: En el libro está un documento que usted presentó a Felipe Calderón
titulado “La revolución en las telecomunicaciones en 2010”. Allí uno de los
puntos críticos que usted señala es la incertidumbre jurídica de las reglas
aplicables en esta guerra de las telecomunicaciones. ¿Cómo ha paralizado esa
situación al sector?, ¿cuáles son los principales aspectos que hay que cambiar?
PC: Podríamos
decir que la Ley Federal de Telecomunicaciones y la Ley Federal de Radio y
Televisión vigentes hasta la fecha -porque no se han promulgado las reformas en
las leyes secundarias de la reciente reforma constitucional- sentaban buenas
bases para poder, efectivamente, regular a los monopolistas, pero que
simplemente no se han cumplido.
No se trata nada más de tener buenas
leyes sino de que las autoridades estén dispuestas a hacerlas cumplir; pero las
autoridades no han estado dispuestas porque le tienen miedo a Televisa y a
Carlos Slim.
Vemos, por ejemplo, que han sido dos
sexenios de apoyo a Telmex, y después dos sexenios (los dos del PAN) de apoyo
total a Televisa. Ya Televisa es un suprapoder que los regula a ellos: ¿qué
legislador se va a oponer o va a hacer algo en contra de esta empresa? Veamos
inclusive los editoriales de los ejecutivos de Televisa: en uno que publicó
Javier Tejado Dondé hace poco, dijo: “¿Quién va a querer dar entrevistas o
transmitir entrevistas con las nuevas leyes?”. O sea, ya está diciendo “como
aprueben esto, no los vamos a entrevistar” ¿Y cuál político no quiere salir en
las pantallas?
Es decir, a final de cuentas Televisa
tiene a los legisladores amedrentados y amenazados; y tiene, también, al
Ejecutivo: “Oye, ¿cómo te vas a atrever? Imagínate lo que yo puedo publicar”.
Televisa se ha convertido en el
Ejecutivo: allí está el caso de Felipe Calderón, para quien lo que decía
Televisa simplemente era ley; no se podía poner en contra de Televisa. ¿Cómo se
iban a atrever? Esto lo pongo claramente en mi libro: los gobernante
simplemente agacharon la cabeza. Cada vez que yo decía “hay que hacer esto y
esto”, decían: “No, pero hay elecciones”, “Oye, pero hay elecciones todos los
años; entonces nunca se va a hacer”. Las reformas nunca se podían hacer porque
en las elecciones no se podía tener en contra a la televisora; bajaban la
cabeza y Televisa hacía lo que quería.
En el Poder Legislativo ocurría
igual, y en el Judicial no cantan mal las rancheras, porque hemos visto cómo
jueces, por ejemplo, le han dado amparos a Televisa, y llevan a juicios que no
se completan.
Finalmente ¿quién es el verdadero poder
en este país? Porque podemos decir que en la Constitución se dice que nosotros,
el pueblo, somos soberanos, y que para nuestro autogobierno hemos determinado
que hay un Poder Ejecutivo, que tiene que hacer que las leyes que expida el
Legislativo se cumplan, y que en caso de que así no sea el Poder Judicial lo
determine. Esa es la división de poderes en la que, teóricamente, tendría que
estar operando nuestro país.
Pero cuando, a final de cuentas,
estos tres poderes están subordinados al poder de una televisora, lo que
tenemos es un golpe de Estado porque entonces el que verdaderamente gobierna
México es esa empresa.
AR: Sobre lo anterior, hay que mencionar que uno de los ejes que
atraviesa el libro es el de la soberanía. ¿Cómo recuperarla y ejercerla en el
escenario que usted describe?
PC: La
humanidad está atravesando por una de sus grandes transformaciones; la equiparo
con el descubrimiento de cómo controlar el fuego en el mito de Prometeo, pero
en este caso el fuego como conocimiento, como información. Hoy internet está
transformando al mundo: es el producto milagro: ¿tenemos problemas de salud, de
educación, de trámites en el gobierno? ¿También de comunicación con compradores
y vendedores, y para desarrollar mi empresa porque no tengo un canal de distribución?
Internet los resuelve. Pregunto: ¿que no resuelve internet?
Si efectivamente dotamos de esta
herramienta mágica, de este fuego de Prometeo que es milagroso (si lo queremos
ver así) a quienes más lo necesitan, estamos haciéndoles posible que dejen una
vida que no tiene esperanza, para ahora tener una nueva oportunidad de llegar a
pertenecer a una clase media nutrida y poderosa que efectivamente conforme una
ciudadanía educada, que cuestione, que no sea manipulada, que nos haga
verdaderamente soberanos.
Soberano se equipara a un rey, a un
monarca, a un emperador; hoy viene de la capacidad de ser nosotros mismos
soberanos de nuestro destino: yo decido qué es lo que quiero para mí y para mi
país; esto cada uno de nosotros tiene que hacerlo. Esa soberanía sólo la
podemos alcanzar en la medida en que efectivamente ganemos esa mayoría de edad
con la información y el conocimiento. Eso lo vamos a obtener a través de
internet y con los nuevos medios de comunicación. Dejemos las sillas que
tenemos enfrente de las televisoras para ponernos a actuar; hagamos que cada
uno de nosotros seamos mejores no por saber más sino por ignorar menos.
AR: En el libro usted hace un repaso histórico: desde la Constitución de
Cádiz de 1812 hasta la actualidad ha habido ordenamientos antimonopolios que
rigen en nuestro país. ¿Por qué han fracasado?
PC: El
problema, que no es ajeno a otros países pero que ha sido mucho más grave en
México, es el hecho de que existe una relación simbiótica entre el poder
económico y el político: los políticos dependen del primero para acceder al
poder, y en retribución le dan más prebendas, lo que, además, los hacer ser
parte del poder económico.
En México tenemos, evidentemente, una
oligarquía: 50 familias que acumulan más de mil millones de dólares en sus
haberes, mientras que 54 millones de mexicanos se encuentran en la pobreza.
Esta concentración de la riqueza se da precisamente a través de estas
colusiones entre los factores políticos y los económicos, que se van reforzando
unos a otros.
Si realmente queremos un país justo,
con igualdad y con equidad, tenemos que crear una clase media poderosa, para lo
cual debemos generar la posibilidad de que haya competencia, de que los
pequeños empresarios puedan competir: que el nixtamalero que se dedica a producir
harina de maíz pueda competir en Chihuahua contra Maseca sin que ésta lo
derribe haciendo, por ejemplo, dumping.
Debemos permitir que esos nuevos
empresarios puedan competir y no sufran prácticas monopólicas, y también
debemos evitar que para poder impedir éstas se lleven juicios que duran de 10 o
15 años, pues ¿cuánto dura una empresa pequeña en esa situación? Ni seis meses.
Tenemos que darles la oportunidad y debemos impedir que estos grandes
concentradores de poder tengan esas armas; debemos generar los incentivos (en
este caso penalidades y efectividad en la aplicación de la ley) de tal manera
que el costo sea tan elevado que no se atrevan a intentarlo, porque hoy su
costo es “ay, no te preocupes: nos llevamos el juicio a 10 años, y en ese periodo
el rey, el burro o yo, cualquiera de los tres nos morimos”.
Entonces aquí lo importante es hacer
esta legislación secundaria que haga efectivo, ahora sí, el artículo 28
constitucional, que expresamente dice: “En México quedan prohibidos los
monopolios”, y que dice: “Las autoridades perseguirán con eficacia cualquier
acumulación en unas cuantas manos”.
AR: Termino: usted expresa una buena opinión del Pacto por México, al que
atribuye “elevadas miras”, y afirma que en ese acuerdo el problema de las
telecomunicaciones ha sido enfocado con una visión de altura. Ello habría
contribuido a empujar las reformas constitucionales en materia de
telecomunicaciones.
En ese sentido, en su libro usted hace un imaginario comunicado de prensa
que le propuso al entonces presidente Felipe Calderón, que constaba de ocho
puntos, que iban desde las garantías de sana competencia en las
telecomunicaciones hasta el otorgamiento de canales de televisión abierta a
instituciones educativas y culturales.
Hoy, con el Pacto por México, con la reforma constitucional en la materia
y en el contexto en que estamos, ¿qué tan lejos estamos de hacer realidad su
planteamiento de “La revolución de las telecomunicaciones en 2010”?
PC: Todo lo
que se planteó en ese plan de acción que entonces el Ejecutivo pudo haber
llevado a cabo, está en la reforma constitucional: la creación de una cadena
pública de televisión que sea realmente ciudadana; la formación de una red de
internet que vaya a todos los lugares y cubra todas las localidades; que se abra
a la competencia el sector de las telecomunicaciones, específicamente para
crearle competencia a Teléfonos de México a través de esta red de redes; el que
haya nuevas licitaciones de cadenas de televisión para que haya competencia;
que Telecomm y Correos puedan actuar en conjunto para servir como, por ejemplo,
puntos de presencia para que cualquiera en las oficinas pueda acceder a
internet y no necesite tener que pagar, o tener un celular y pagar precios
estratosféricos por acceder a internet, todo eso está planteado.
Si usted ve la reforma y la compara
con ese comunicado de prensa en el que yo pongo lo que debería ser la
revolución de las telecomunicaciones, verá que se parecen. Y no fue
coincidencia.
*Entrevista publicada en Replicante,
diciembre de 2013.
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