“Me gustaría ser el Wama Puente”
Entrevista con Trino*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
En
el inicio de la carrera como monero de José Trinidad Camacho (quien ha
alcanzado mayor celebridad bajo la denominación de Trino) hubo un momento
clave: cuando, en 1972, envío un dibujo al cómic futbolero Pirulete, el cual fue publicado. Allí estuvo la semilla de su
exitosa carrera como monero.
Futbolero
desde pequeño, atlista de pura cepa, fue marcado por la idolatría que hasta la
fecha guarda por un arquero de los años setenta: Rafael Wama Puente. Hoy, en ocasión de la Copa Mundial de la FIFA 2014, el
monero ha publicado un libro para desahogar su humor balompédico: El Mundial de Trino (México, Tusquets,
2014), un volumen para todos los que quieren y aman el futbol.
Sobre
este libro, y muy oportunamente, Etcétera
platicó con Trino (Guadalajara, 1961), monero de época que estudió Ciencias de
la Comunicación en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de
Occidente. Famoso por formar dupla con Jis al engendrar el personaje del Santos
(no confundir con ningún equipo panbolero), ha colaborado en medios tan
distintos como La
Jornada y Reforma, y ha hecho
también radio, televisión y cine. En su palmarés figuran los premios Nacional
de Periodismo (2000) y José Pagés Llergo (2006).
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué hacer hoy
un libro como este, después de que en otros volúmenes te has dedicado a temas
tan serios como la Constitución, el fin del mundo y la familia, por ejemplo?
T: Es
obvio: porque viene un Mundial y porque me encanta el futbol. Entonces yo creo
que era un libro que debía yo desde hace cuatro años. Pero, hoy más que nunca, suena
que este Mundial va a estar mejor, porque va a ser en Brasil, y los mundiales
en América (excepto el de Estados Unidos) me gustan más que los europeos en
cuanto a cómo se juega.
En
realidad yo espero que veamos grandes encuentros y que se logre algo
maravilloso con México a pesar de las pocas esperanzas que tenemos.
AR: Tu carrera de monero tiene que
ver mucho con el futbol: casi al final del libro viene un apunte autobiográfico
sobre tu primera publicación en una revista, en Pirulete, con tu devoción al Wama
Puente. En este sentido ¿qué le debes al futbol?
T: Después
de esto de Pirulete, que fue de
chavito y que me publicaron por azar en 1972, yo empecé a hacer mi carrera de
monero, aunque me empezaron pagando muy mal, acuareleando cartones en El Occidental de Guadalajara por Héctor
Huerta, hoy comentarista de ESPN. Él fue quien me dijo: “Hazte unos cartones de
deportes”, y allí empecé a chambear como caricaturista ya que me pagaran una
cantidad considerable diaria: 15 pesos a la semana, que era nada.
Le
debo mucho al futbol por eso, porque me encanta y creo que en él hay mucha tela
de donde cortar.
AR: ¿Por qué era tu ídolo el Wama Puente, quien hoy es comentarista?¿Lo
conoces?
T:
No lo conozco en persona, para nada, pero él era mi ídolo porque era portero y
me encantaba verlo jugar: cómo era de bravo, bronquero, buen arquero. Su
carrera fue truncada a partir de una lesión en una rodilla y de una mala
operación en Argentina que hizo que se retirara muy pronto porque los porteros
pueden durar más.
Pero
es eso, mi ídolo de chavito. Todos tenemos un ídolo; ahorita mi hijo de seis
años dice que él es Messi, y no creo que lo llegue a conocer nunca. Pero el Wama Puente es de esos ídolos que dices:
“Yo no sé si me convenga conocerlo o quedarme con esa idea mágica de alguien a
quien sigo admirando como comentarista”, porque no nada más fue buen portero
sino también un buen comentarista de futbol.
AR: Me llamó mucho la atención esa devoción
tuya, porque recuerdo a Puente en el América y en el Atlante, y tú eres de
raigambre rojinegra.
T: Sí,
claro, su carrera la hizo en el Atlante, y su llegada al América fue después, e
incluso ya no era tan titular porque estaba Paco Castrejón, quien le quitaba
mucho la titularidad. Pero es que cuando tienes ídolos los tienes en el equipo
que estén. Para mí Héctor Brambila, del Atlas, también era otro gran arquero, y
tenía fama de ser un poco pacheco. A él lo vi, en un partido Atlas contra
Santos, hacer una parada mejor que la de Gordon Banks en el Inglaterra-Brasil
en el Mundial de México 70. Pero el Wama
tenía más ingredientes: sus sudaderas estaban chingonas, el pelo largo, estaba
mamey (parecía Tarzán). Entonces uno como chavito dice: “No mames, este güey
está cabrón, y además es bueno para los madrazos”.
Entonces
es básicamente tenerlo como una especie de superhéroe.
AR: ¿Por qué te hiciste atlista?
¿Cuál es tu experiencia como fanático del Atlas cuando es un equipo que tiene
60 años sin ser campeón?
T: No
es que esté peleada una cosa con otra, pero realmente mi papá nos hizo del
Atlas desde que éramos chavitos. Pero luego te vas dando cuenta de que existen
jugadores que tienen un imán: también Enrique Borja era un jugador que yo
admiraba, así como también a Manuel Manzo en el Atlético Español y luego en los
pumas, e igual a Cabinho. Es decir, no porque le vayas a un equipo no puedes
ver a los demás jugadores y decir “lo admiro”.
Cuando
jugaba el Wama Puente contra el Atlas
decía: “Ay, cómo le vamos a meter un gol a este cabrón”. Pero eso es lo chido
de tener ídolos: no ves ni su religión ni nada, en eso uno se vuelve muy open. No importa, no porque Cristiano
Ronaldo está en el Real Madrid me caga él por sí mismo y no considero que
Ronaldo sea mal jugador, al contrario, es buenísimo. Entonces hay que saber ver
eso y no importa lo demás.
El
Atlas es una religión; no es un equipo que yo haya visto campeón alguna vez en
la vida, y creo que no lo veré, pero voy a seguirle yendo aunque gane.
AR: En varias partes del libro haces
referencia a la sabiduría balompédica de Ángel Fernández. ¿Qué recuerdas de ese
gran narrador?
T: Cuando
yo veía el futbol él era el narrador oficial. Me acuerdo de miles de anécdotas
de Ángel Fernández; él ahorita estaría aquí sentado diciéndote: “¡Conozco ese
libro, este también, me eché aquel, ese te lo puedo recitar!”.
Estaban
muy preparados él, Fernando Marcos, Fernando Luengas, la vieja guardia, a la
que sigo idolatrando, tanto como desprecio tanto a tantos comentaristas de
tercera que ahora existen en la televisión.
Para
mí, hoy el mejor comentarista de la televisión es uno que se llama Mute, que
está en el control de la televisión. Ése es el mejor de todos, porque cuando
empieza Martinolli con Luis García y Jorge Campos, uta, ponle mute para que
venga al rescate.
Ángel
Fernández tenía esa parte lúdica, divertida, traviesa, con humor, que no tienen
estos güeyes. Sigue siendo uno de mis grandes pilares del futbol.
AR: ¿En él estabas pensando cuando
hiciste la caricatura en la que se ve a un narrador con su esposa a comprar a Zara
y va relatando la visita?
T: Claro,
porque eso me lo platicó una vez Juan Villoro; me dijo: “Yo estaba
entrevistando a Ángel Fernández sobre ciertas cosas para Los once de la tribu, y no dejaba de decir como si fuera narrando
un partido de futbol. Llegó su hija a saludarlo, y dijo: ‘Aquí viene la bella Margarita
cruzando la media cancha’, y ella viniendo a la mesa’”.
Yo
dije: “Voy a hacer un ejemplo de eso, llevando a su esposa a comprar ropa pero
narrando todo el tiempo, y ‘aquí está el traca-traca, se armó en el área’”.
Básicamente
es hacerte de una idea de un grande que se echa de menos en el futbol.
AR: Otra inquietud que me despierta
el libro es cómo han cambiado el juego las nuevas tecnologías. En el libro
vemos redes sociales, Plantas contra Zombis, etcétera. ¿Cuáles son las más
importantes que hallas?
T: Creo
que eso es básico. El Chivas-Atlas lo comencé a ver en la televisión y cuando
metió el gol De Nigris le apagué porque dije: “No quiero seguir viendo esta
chingadera porque me pongo muy mal”. Pero mi teléfono estaba “bzzzz, bzzzz”, y
lo veía y decía: “¡Las Chivas le metieron gol a tu equipo!”, y luego otro
mensaje “¡Gol del Atlas!”. Si esto no existiera, las redes sociales, las apps y
más, no nos enteraríamos de ciertas cosas que antes era más difícil saber.
Creo
que el futbol ha cambiado y va a cambiar porque los árbitros van a usar la
tecnología para saber si hay un fuera de lugar, si fue o no fue gol, si
Maradona usó su mano o fue la de Dios. Pero, además, pienso que esa es la
esencia del futbol: no depender de la tecnología sino del error humano. Por eso
los árbitros son lo que son: odiadísimos, pero lo que se odia de ellos no es
que sea el árbitro sino lo que odiamos es la condición, que todos tenemos, de
equivocarnos, y cómo en una equivocación se pueden dividir la opiniones. Si es
a tu favor, el árbitro es justo, y si es en contra, es un pendejo. Tú ves la
jugada y dices: “Órale, sí está muy claro que fue penal”, pero la vuelves a ver
y dices “no fue”. De todos modos el que le va a un equipo quiere justificar que
el árbitro es justo cuando es beneficiado. Eso es lo padre.
Las
redes sociales vienen a ayudar un poco también a que en el estadio tengan la
información de primera mano de las cosas que no se ven en el partido.
AR: Hay otra cosa interesante que
señalas en las partes dedicadas al público: dices que las barras sólo gritan y
cantan violencia. Te preguntas: “¿Dónde quedó el ‘chiquitibum bombita’, el ‘esquimbomborigorigorihey’?”.
Es un “antaño ñoño”, dices. ¿No te gustaría volver a él?
T:
Claro, yo no quisiera llevar a mi hijo al estadio a ver un clásico si no hay
seguridad de que no va a pasar lo que ocurrió en el estadio Jalisco el otro día**.
Realmente le están dando en la madre a los partidos y a la cuestión familiar.
Si ves los partidos de España, en el estadio, en el Camp Nou y en el Bernabéu,
las familias acuden a los partidos. Aquí eso se está perdiendo, en primer lugar
por la mediocridad de los partidos, y en segundo porque están pasando estas
cosas, no nada más en el estadio sino como ocurrió en el estadio del Santos,
donde afuera hubo una balacera en pleno partido.
Es
decir, las cosas extracancha están matando un poco la afición. No me molestaría
que regresaran las porras de “esquimbombori” y del “chiquitibum bombita” porque
pues es para apoyar al equipo. Lo otro son gritos ofensivos de personas que no
están viendo el partido; lo que quieren, realmente, es una válvula de escape
para el resentimiento social.
Lo
que vimos el otro día no tiene nada que ver con el futbol, es un resentimiento
social porque la gente está mal, está jodida. Siempre hemos visto la represión
policiaca contra los chavos, y estás en contra de esos cabrones policías; ahora
que lo ves al revés pues no voy a defender a los que les pegaron a los policías,
que también son seres humanos, cabrón. De las dos maneras estoy en contra.
AR: Otra aspecto del libro es la
atención que das a los asuntos sicológicos del futbol. ¿Cuál es el papel de la
psicología en el juego?
T:
Últimamente se utiliza que las selecciones nacionales lleven al Mundial a un
motivador, psicólogo o terapeuta, y yo creo que es una parte importante. Pienso
que esto ya no pasa tanto en México en la selección, porque ya tenemos muchos
jugadores en Europa, acostumbrados a la presión, pero antes nos hacíamos
chiquitos. Es importante esa parte porque, para mí, la psicología sigue siendo
un valor agregado a cualquiera de las disciplinas: si eres golfista, a tener un
poco de concentración, e igual si eres jugador de americano o de beisbol.
Yo
pienso que tanto Cristiano Ronaldo como Messi tienen a su lado un asesor
psicológico. Tienen tanta lana, tantas cosas que quisieran tener los demás
chavos… Si ves a los Jonathan y Giovanni, que se la pasan queriéndose coger a
Belinda y a artistas de moda, o pasársela pedos como Marco Fabián, pues como
que estos cabrones necesitarían ir con un sicólogo, para centrarlos y decir: “Brother, tienes los recursos
futbolísticos, no te pierdas en pendejadas”.
AR: ¿Cuál es la vigencia que tienen
ciertos estereotipos que están bien retratados en tu libro, como la mujer que
odia el futbol y la del árbitro vendido?
T:
Son tipos válidos aún hoy, porque tanto el árbitro puede tener presiones por la
mafia rusa (y eso no nada más es con los árbitros sino también con los
jugadores), como puede haber partidos arreglados, eso es muy factible. También
está el hecho de que hay no sólo amas de casa sino hombres a los que no les
gusta el futbol para nada, es lo que menos les interesa, no les llama la
atención ni tienen pasión por él.
Siguen
vigentes porque finalmente hay una gran parte del mundo, como es Estados Unidos,
en donde apenas está permeando el futbol soccer, y no les gusta porque hay
empates; los gringos tiene que morir o ganar, como sea: se pueden ir a 18 extrainnings, y siguen y siguen.
Pienso
yo que los estereotipos siguen vigentes y van a seguir un rato porque así es la
tendencia del futbol: el árbitro puede seguir marcando mal porque no se apoya
en la tecnología, y va a seguir siendo un estereotipo muy explotado.
AR: Donde si ha habido cambios
notables es en la apariencia de los futbolistas, como bien lo describes desde
los futbolistas clásicos hasta los metrosexuales. ¿Cómo se ha transformado el
futbol en esta faceta?
T: El
jugador se ha vuelto modelode revista. Cristiano Ronaldo puede, en un momento
dado, modelar calzones, ponerse la loción de moda y tener el corte indicado;
David Beckham presume sus tatuajes, su forma de vestir y todos los chavitos
quieren tener un arete como el suyo, etcétera.
Se
acabó esa idea del jugador con amor por la camiseta; ahorita es el amor al
dinero, a la marca. ¿Quién te patrocina? Nike, Adidas. Ahora es eso, pero
espero que volvamos a la raíz de lo que era el jugador. En primer lugar, que le
quiten al uniforme tantas marcas, porque ahora ya parecen parches de una ropa
raída o un coche de carreras.
AR: Hay una caricatura que me gustó
mucho, que es la del expendio del agua de riñón afuera del estadio.
T: Es
que realmente es de lo que me acuerdo en el estadio Jalisco cuando yo iba: nos
sentábamos siempre lejos de la zonas B y C, que eran las de arriba, porque mi
papá decía: “Aguas con la lluvia de agua de riñón”. La ventaja de tener un
palco era maravillosa, pero no te creas, hasta allí te la aventaban. Cuando desde
tu palco celebrabas un gol de Cruz Azul, y era un partido de las Chivas,
decían: “El cabrón tiene palco; ha de ser un atlista”, y te aventaban cosas.
Me
aprovecho de eso para hacer humor, como eso de que sería un negociazo vender
agua de riñón para aventar.
AR: Ya casi para concluir: manejas
una cantidad de personajes muy vasta, desde los recogebalones hasta el jugador
metrosexual, entrenadores, árbitros, público, de todo hay. Cuando menos
idealmente, ¿con cuál te identificas más?
T:
Si volviera a nacer me gustaría ser el Wama
Puente, el portero, el que tenía la capacidad de agarrarse a moquetazos y tener
la reacción en la portería de esa manera.
Sería
él; sí, fácil.
AR: Presentas una gran variedad de
equipos: hay desde monaguillos, chavos del Ocho, Servicio Secreto británico,
cirqueros, escuderos, crash test dummies,
hipsters, etcétera. ¿En cuál de esos equipos te gustaría jugar?
T: En
el de los segundones, donde están Robin, Sancho Panza, Kato (el del Avispón
Verde). Es el de los que juegan bien y casi no se notan, que son cumplidores.
Son como los buenos árbitros: no se notan, no hacen aspavientos; no como el
Chiquidrácula sino como Pierluigi Collina, el árbitro italiano, que casi pasa
desapercibido en el partido: marca, no hace aspavientos y la tarjeta la saca
cuando la debe sacar. Creo que esa sería la esencia de un jugador.
Esto
va en contra del Wama Puente, que era
un jugador que brilla, pero de los segundos me gusta que hagan su trabajo
profesional pero que no se nota, como Puyol, jugador del Barcelona, que es de
esos que sudan la gota gorda, y como Toño de la Torre en su momento: corría
toda la cancha, y nunca era espectacular pero cumplía. Son los que hacen su
tarea.
AR: De los jugadores que
actualmente están en la liga mexicana y a nivel internacional, ¿cómo cuáles te
gustaría ser?
T:
De los mexicanos, el Chicharito, o
más bien Vela, para no ser tan pendejo y decir: “Sí voy al Mundial, ¿pa’qué me
hago güey?”. A nivel internacional Cristiano Ronaldo, nomás por la vieja que
trae.
*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 163, junio de 2014.
**
El 22 de marzo de este año, durante el partido Atlas-Guadalajara, en las
tribunas del estadio Jalisco hubo un violento enfrentamiento entre una turba de
aficionados de las Chivas y unos cuantos policías. Al menos cuatro de estos
tuvieron que ser hospitalizados, ocho miembros de la porra consignados, el
recinto clausurado, el director de la Policía municipal destituido. Además se
promovió una reforma legal para crear el delito de violencia en el deporte,
para castigar a quienes generen violencia en los estadios y sus inmediaciones.
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