Viaje
por el universo cuántico
Entrevista
con Sonia Fernández-Vidal*
Ariel Ruiz Mondragón
En
no pocas ocasiones los grandes avances científicos y tecnológicos registrados
en las últimas décadas parecen no sólo asuntos lejanos sino francamente
ininteligibles para el gran público. Por su importancia para la sociedad es
necesario procurar difundirlos de la manera más amplia posible, tarea que
implica conocimiento, creatividad e imaginación.
Un
esfuerzo de ese tipo es el que emprende Sonia Fernández-Vidal (Barcelona, 1978)
en su libro La puerta de los tres
cerrojos (México, Océano, La Galera, 2013), novela en la que el personaje
principal, Niko, un adolescente, realiza un inesperado e insólito viaje por el
universo cuántico en el que recibe múltiples sorpresas e incluso debe sortear
amenazas acompañado y guiado por sus amigos que habitan en esa otra realidad.
Acerca
de ese volumen charlamos con la autora, quien es doctora en Información y Óptica
Cuántica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha trabajado en el Centro
Europeo de Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) en Suiza, en
el Laboratorio Nacional de Los Álamos (LANL) en Estados Unidos, y en el
Instituto de Ciencias Fotónicas en Barcelona, entre otras instituciones.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir y publicar un
libro como el suyo?
Sonia Fernández Vidal (SFV): Lo que quise compartir al escribir este libro son
mi fascinación y pasión por la ciencia, en este caso por la física cuántica.
Hacía ya un
tiempo que realizaba conferencias de iniciación a la física cuántica para
público no científico. Una de esas charlas la organizó un muy buen amigo y
reconocido escritor, Francesc Miralles. Él fue el que me animó a plasmar en un
libro todo aquello que contaba en mis charlas, ya que de ese modo podría llegar
a mucha más gente.
Fue entonces
cuando nació la idea de este libro. En aquel momento no pensaba destinarlo sólo
a los niños sino a los adultos, pues cuando daba mis charlas me di cuenta de que
la mayoría de estos creía que la física cuántica era algo muy complicado e
imposible de comprender. Aunque tuviesen un poquito de interés les daba miedo
leer libros de divulgación científica por si les resultaba demasiado
complicado.
Quise romper
con esa idea y decidí acercar la física cuántica desde la fantasía, la magia,
desde la visión del niño que todos llevamos dentro.
Por lo
anterior quiero invitarlos a adentrarse, junto a Niko, Quiona, Eldwen y todos
sus amigos (los personajes de la novela), a este fascinante mundo cuántico. Que
disfrutéis y os dejéis maravillar por nuestro fantástico universo.
AR: Este texto de divulgación científica no es tan
común, ya que se trata de una novela que incluso en algunas partes adopta la
forma de thriller. ¿Por qué escogió este género para difundir la física
cuántica?
SFV: La literatura es un vehículo fantástico para la divulgación
científica: nos permite, mediante la fantasía y la palabra, llegar no sólo a la
parte racional de nuestros cerebros sino a la parte donde reside la
creatividad, la imaginación, la fantasía y también a los corazones de quien nos
lee.
La literatura,
los cuentos no deberían ser el único vehículo a utilizar para acercar la
ciencia a todo el mundo. Si realmente queremos llegar cada vez a más gente,
tenemos que aprender a “hablar” en otros idiomas: danza, teatro, arte, música…
Decía un
proverbio chino: “Cuéntame algo y lo olvidaré; muéstramelo y lo recordaré. Sin
embargo, involúcrame en ello y entonces, de verdad, lo comprenderé”.
AR: ¿Cuáles son los principales desafíos para
divulgar la física cuántica entre niños y jóvenes?
SFV: El principal reto al que nos enfrentamos es el de hacer la ciencia
más cercana, extraerla de la torre de marfil, es decir, de los círculos en los
que se realiza y se “consume” la ciencia, para aproximarla a las niños, jóvenes
y a toda la sociedad.
Una de las
ventajas que creo que tiene la ciencia es que interesa mucho más de lo que nos
imaginamos, sobre todo si acertamos a compartirla desde el ángulo correcto, si
demostramos que es posible divertirse mientras aprendemos, si mostramos a los
niños y no tan niños lo fascinante que es nuestro universo.
Lo que
pretende esta novela es despertar la curiosidad por comprender cómo funciona
nuestro universo y sobre todo seguir aprendiendo y disfrutar del proceso.
Pienso que conseguir prender la llama de esta curiosidad es el principio del
camino.
AR: También hay una parte del libro en la que se
menciona que los niños “sacrifican sus sueños llenos de magia y color para
hacer lo que los mayores llaman 'madurar'”. ¿La infancia facilita la
comprensión de estos temas?
SFV: Nuestro sistema educativo se ha centrado en trabajar nuestra mente
desde el punto de vista más racional y estructurado. Creo que eso es bueno, siempre
y cuando también, y de modo equilibrado, sigamos desarrollando nuestra
imaginación, fantasía y creatividad, aspectos de nuestra inteligencia a los que
en ocasiones no le hemos dado la suficiente importancia.
Enseñamos a
nuestros niños a no salirse de las normas, a colorear dentro de los redondeles;
olvidamos animarles a salirse de la norma, a crear y experimentar por sí
mismos.
Como dijo en
una ocasión el director del instituto del cerebro de Milán en una conferencia:
“Genio se nace; a imbécil se llega”. Una persona de las que estaba en el público
levantó la mano y preguntó: “Profesor ¿y que hay en medio?”, a lo que él
contestó: “El sistema educativo”.
No debemos
olvidar que la misión de la educación es desarrollar el talento.
AR: Es interesante la forma en que mezcla en su
relato elementos científicos, deportivos, míticos, místicos e incluso del
espectáculo. ¿Qué posibilidades le abrió esta amalgama?
SFV: La física cuántica nos describe un mundo totalmente antiintuitivo. De
repente el universo ya no es ordenado y predecible, sino que las cosas pueden
estar en dos sitios al mismo tiempo, las partículas fundamentales pueden
atravesar paredes, se pueden teleportar… Nos encontramos con un sinfín de
fenómenos que ponen en jaque nuestra lógica.
Si uno intenta entenderá de un modo racional,
mecánico, y entonces lo más probable es que sienta como choca contra una pared
de hormigón. Uno puede quedarse horas atrapado en sus paradojas y decir: “¿Cómo
puede el universo comportarse así?”.
Sin embargo, si tomamos la actitud de disfrutar de
lo que nos muestra y estamos dispuestos a ejercitar otras partes de nuestra
neurología, quizá menos racionales, entonces sí que podemos disfrutarlo e
incluso llegar a “comprenderlo”. Al fin y al cabo, las verdades universales son
aquellas que nos han repetido un número suficiente de veces. Albert Einstein
decía que la realidad es una ilusión, aunque una muy persistente.
Mezclar
fantasía en algo tan serio y arduo ayuda a la comprensión y a poder incluso
pasarlo bien aprendiendo.
AR: A lo largo del libro se plantean (y casi todos
son resueltos) muchos enigmas, y se insiste en que hay que hacer la pregunta
correcta. ¿Cuál es una pregunta correcta para la investigación científica?
SFV: Los enigmas que nos vamos encontrando en el libro no están puestos al
azar. Como decíamos, los fenómenos que describimos en La puerta de los tres cerrojos, que suceden en el mundo cuántico,
son muy antiintuitivos y nuestra parte racional acostumbra a dificultar su
comprensión. Uno de los motivos más comunes es que damos demasiadas cosas por
supuestas. Ese fue el motivo de introducir este tipo de enigmas que fomentan el
pensamiento lateral. Estos enigmas funcionan como pequeños masajes neuronales,
que estimulan partes distintas de nuestra neurología, abriéndonos el camino a
pensar diferente.
Desprenderse de las ideas preconcebidas es esencial
para que realicemos las preguntas correctas. Albert Einstein lo dijo con estas
palabras: “Si yo tuviera una hora para resolver un problema y mi vida
dependiera de la solución, yo gastaría los primeros 55 minutos en determinar la
pregunta apropiada, porque una vez que supiera la pregunta correcta yo podría
resolver el problema en menos de cinco minutos.”
AR: Usted ha trabajado en importantes instituciones
de investigación, como el CERN y el LANL. ¿Cuáles fueron los principales
problemas que tuvo para traducir los conocimientos que allí adquirió a un
lenguaje asequible para niños y jóvenes?
SFV: Es cierto que uno de los principales retos al que
me enfrenté al empezar a escribir el libro fue tener que desaprender lo
aprendido. Cuando trabajas como investigador, te preparas para comunicar tus
investigaciones con un lenguaje muy específico y preciso; es como aprender un
idioma nuevo. Sin embargo, ese idioma no era el que podía utilizar para
transmitir las ideas que quería compartir en el libro.
Al principio es complicado tener que sacrificar
tanta precisión (que es la metodología correcta del científico) por el poder
ser comprendido. Para ello hay que cambiar el lenguaje específico por
metáforas, imágenes e incluso poesía.
AR: ¿Qué tan lejos estamos hoy de los avances que
son normales en el “mundo cuántico” que usted crea en la novela? Me refiero a
asuntos como la superposición, la teleportación y la recreación del Big Bang, e
incluso a la comprobación de la hipótesis del Bosón de Higgs, por ejemplo.
SFV: El mundo cuántico está mucho más cercano de lo que
imaginamos. Fenómenos extraordinarios como la superposición ya se utilizan para
la encriptación cuántica; la teleportación de partículas fundamentales ya se
realiza en los laboratorios de los físicos, y los científicos del CERN ya se
han acercado un poquito más al instante de la creación de nuestro universo, el
Big Bang, para comprobar la existencia del Bosón de Higgs.
Su aplicación no queda sólo en temas tan alejados
tecnológicamente: cuando hablamos de las extrañas propiedades en la física
cuántica nos centramos en explicaciones abstractas y filosóficas. Es normal que
pensemos que esta rama de la ciencia nada tiene que ver con nuestro día a día y
surja la pregunta que me has hecho: al final, ¿para qué sirve?
A pesar de que suene a una teoría tan etérea, gran
parte de nuestra tecnología, y más de un tercio de nuestra economía, se basa
los productos desarrollados gracias a lo que conocemos de la teoría cuántica. Y
cuando hablamos de economía, no podemos estar siendo más prácticos, ¿verdad?
Cuando nos despertamos por las mañanas y calentamos
nuestro vaso en el microondas ya estamos utilizando la ciencia moderna; al
entrar al supermercado y ver cómo las puertas se abren de manera automática
estamos haciendo uso práctico del efecto fotoeléctrico; cuando escuchamos
música en nuestro reproductor de dvd usamos el láser, otro invento que utiliza
las propiedades cuánticas.
También al ir al hospital a hacernos una resonancia
magnética, cada vez que utilizamos nuestro teléfono móvil, ordenadores o
cualquier aparato eléctrico que contenga un transistor, nos estamos beneficiando
de los descubrimientos de la física cuántica.
AR: Hay un problema ético que también aparece en
varias partes del libro: el uso que el hombre le da al conocimiento científico,
lo que atemoriza incluso a los elfos que habitan el mundo cuántico en su
novela. El hada Quiona dice que “nuestras elecciones definen quiénes somos”, y
en la parte del diccionario usted escribe: “La ciencia puede hacer mucho bien,
pero también mucho daño. Son nuestras elecciones las que harán decantar la
balanza hacia un lado u otro.” ¿Hoy la humanidad está eligiendo correctamente
el rumbo que toma la investigación científica?
SFV:
La ciencia no
es en sí misma buena o mala. En mi opinión son las decisiones que nosotros
hagamos, como seres humanos, las que determinarán si los avances tecnológicos
se usarán para que nuestra civilización siga avanzando o bien que nos dirija
hacia la autodestrucción.
Siempre he creído que para decantar la balanza hacia
el avance es importante que el conocimiento llegue a todos los seres humanos
del planeta y no que quede en una élite limitada.
Es por ello que es nuestra responsabilidad como
científicos el hacer de la ciencia algo comprensible; es responsabilidad de los
organismos de educación el transmitirla con pasión en las aulas; de los medios
de comunicación el escoger de un modo responsable su programación, y de los
políticos el destinar presupuestos decentes a la investigación para evitar la
fuga de cerebros brillantes. Pero lo más importante es nuestro derecho, el de
todos nosotros, de disfrutar del conocimiento, pues es el que nos llevará, como
civilización, a conseguir todos nuestros sueños.
*Entrevista
publicada en Replicante, marzo de
2014.
1 comentario:
Si el libro es tan encantador como la entrevista, tiene el éxito asegurado. Enhorabuena.
Carlos Bogdanich.
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