El periodismo en el vértigo
político y tecnológico
Entrevista con Raymundo Riva
Palacio*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
El
proceso democratizador que ha vivido nuestro país y los avances que ha habido en
las tecnologías de la información y la comunicación han generado diversas
transformaciones en la prensa que leemos, vemos y escuchamos a diario. Los
desafíos y posibilidades que plantean ambas vertientes conducen a que sea
necesario atenderlas y hallar las maneras de aprovecharlas para hacer un
periodismo de calidad.
Un
esfuerzo en ese sentido es el que desarrolla Raymundo Riva Palacio (Ciudad de
México, 1954) en su libro Manual para un
nuevo periodismo. Desafíos del oficio en la era digital (México, Grijalbo,
2013), en el que el autor ha puesto al día su texto publicado en 2005. Afirma
el autor que los cambios anteriormente mencionados “no han modificado los
principios básicos del periodismo, al contrario: los potencia”.
Sobre
ese texto conversamos con el autor, quien estudió en la Escuela de Periodismo
Carlos Septién García y fue becario Nieman de la Universidad de Harvard; ha
sido profesor en las universidades Iberoamericana y Nacional Autónoma de México.
Fue corresponsal en Washington, París, Buenos Aires, Madrid y Centroamérica
para Excélsior, El Sol de México, unomásuno
y Proceso. Fundó las unidades de
investigación de El Financiero y Reforma, y ha sido iniciador de otros
medios como Milenio Diario, El Independiente y 24 horas. Dirigió Notimex, la agencia Detrás de la Noticia, El Universal y El Gráfico, y actualmente encabeza Eje Central, portal de política. Colabora en medios extranjeros
como El País y Los Ángeles Times, y es comentarista del programa de televisión Primer Café de Proyecto 40. Autor de
cuatro libros, ha ganado cuatro premios nacionales de periodismo.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué reeditar
hoy este manual?
Raymundo Riva Palacio (RRP):
Este libro nació con la intención de que sea un libro de texto para escuelas de
periodismo, y se hace una segunda edición para el mismo auditorio. Entre ambas no
hubo cambios sustanciales; a lo largo de estos años no hubo necesidad de hacer
otro tipo de trabajo de cirugía mayor.
Pero
en los últimos cinco años cambiaron tanto las cosas que el libro, si lo he
dejado como estaba, perfectamente se muere porque ya hubiera sido un libro
demasiado viejo; habría servido una parte, pero sería muy insuficiente.
Entonces ya no sería competitivo en términos del propósito de que sirviera para
las escuelas de periodismo.
La
editorial me lo planteó, y reescribí (bueno, no reescribí: escribí) como el 40
por ciento del libro original. La editorial hizo un gran trabajo en el armado,
que es nuevo, para darle un sentido a lo que ya venía con anterioridad.
De
esa manera, dentro de la columna vertebral, que tiene que ver con la técnica y
la práctica del periodismo, hay ejemplos nuevos, hay más subcapítulos y hay
todo un prólogo que explica todo lo que sucedió entre la segunda y la tercera
edición, que en realidad no es tanto periodístico sino referente a la política
y la prensa. Además, tiene un epílogo que es sobre lo que se viene, donde lo
que planteo es cómo han cambiado los ciclos de la información, y que trae
incorporada toda la parte de irrupción de las redes sociales, que en la columna
vertebral del libro ya vienen tomadas en cuenta como técnicas y prácticas para
periodistas.
Una
de las cosas muy nuevas que mantengo en el libro es un código de ética como
algo normativo, y que es el código de prácticas. Yo soy mucho más proclive a un
código de prácticas que a uno de ética, porque el primero tiene que ver con
técnica y con una serie de consideraciones de corte ético sobre el menor daño.
Al final lo que determina y a lo que conduce es a un proceso ético, del bien
mayor, como lo que dice John Stuart Mill.
AR: El libro esta cruzado por un
par de transformaciones fundamentales: primera, mundial, que es la tecnología,
la aparición del internet, del uso de redes sociales, y segunda, la política,
que es el fenómeno de la democratización del país. ¿Cómo se han vinculado estos
cambios en el desarrollo del periodismo mexicano?
RRP:
La revolución tecnológica es una democratización de todo e involucra a todos,
pero particularmente a la sociedad que va a una razón profunda. El prólogo
tiene que ver con esta relación entreverada entre prensa y políticos, que se da
mucho más en el campo de la política.
No
hay ningún proceso de democratización en el mundo que no haya pasado por los
medios de comunicación. Lo que vemos aquí es algo peculiar porque, por alguna
razón, los mexicanos somos muy raros: la prensa tuvo un papel muy importante en
el proceso de democratización, pero cuando se abrió de una manera brutal,
súbita, la prensa ya no fue la que encabezó ese proceso sino que tuvo que irse
ajustando, inclusive pese a sus resistencias. Yo planteo que la institución más
difícil de transformar ha sido la prensa.
Entonces
sí ha habido una apertura en la libertad de expresión, indiscutible; sí tenemos
hoy medios que, por supuesto, antes no eran tan libres como hoy, lo cual no
significa que sean medios democráticos. Cuando digo esto no estoy, de ninguna
manera, sugiriendo que un medio que está abocado a la democracia se tiene que
regir literalmente como una democracia porque eso no funciona.
El
asambleísmo en un medio es un problemón porque hay tantas consideraciones tan
subjetivas y siempre está uno con el asunto de la dictadura del tiempo que no
se puede tolerar. Entonces son cuestiones prácticas: es una estructura muy
vertical, pero esto no significa que no entre un autoritarismo en y de los
medios. ¿En qué sentido? Yo menciono allí cómo Carlos Salinas arrancó un
proceso que fue muy importante cuando, por razones técnicas, tecnocráticas, no
por razones de vocación democrática, el secretario de Hacienda, Pedro Aspe,
introdujo el impuesto de dos por ciento a las nóminas. Allí empezó a cambiar la
relación con los medios porque tuvieron que empezar a pagar. Y luego vino algo
que empezó allí y que se mantiene: que los medios que van acompañando en los
viajes al Presidente tienen que pagar. Esto también empezó a cambiar la
relación financiera con los medios.
Luego
vino algo muy importante que, para mí, es el autoritarismo de los medios, y
ocurrió en ocasión de la vieja ceremonia ritual de los medios de comunicación,
el siete de junio, Día de la Libertad de Expresión, cuando se daba el oropel
recíproco entre los dueños de medios y el gobierno. En el primer año de Carlos
Salinas le reclamaron al presidente que el papel de PIPSA (en ese entonces del
Estado) era muy malo porque soltaba pelusa; mucha gente dijo: “¿Cómo que suelta
pelusa? ¿Qué importa?”. Sí importaba para los dueños porque la pelusa ensucia
las rotativas y el proceso es más costoso.
En
ese evento Salinas anunció que se iba a liberalizar el papel periódico. ¿Qué
sucedió? Que los propios periódicos formaron una comisión, encabezada por La Jornada, para pedirle al presidente
que no eliminara PIPSA por una razón económica: porque esa empresa significaba créditos
blandos. Entonces, si yo no pagaba me seguían dando el papel, y luego, como a
los tres o cuatro años, buscaba que me condonaran la deuda. Entonces para
algunos era casi papel gratuito.
Lo
otro, que era muy importante: necesitaban tener bodegas, porque veían que se les
estaba acabando el papel y pedían una nueva dotación, y era PIPSA la que pagaba
esas instalaciones.
A
estos cambios, de un alto costo para los medios, dijeron “no”. Entonces hubo un
modelo dual: se abrió la compra del papel a empresas privadas, pero siguió
PIPSA hasta que gradualmente fue desapareciendo. Ninguna institución, ningún
cuerpo de los diferentes agentes sociales llegó a decir “no liberalice esto”,
“no abra esto”, nada, pero los medios sí.
Después
vino también la quiebra de lo que quedaba de los controles sobre la prensa en
1994 con el EZLN, y luego con el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Con ello empezó
—y yo cito a Héctor Aguilar Camín, quien a su vez retoma una frase de Alan Minc—
“la borrachera democrática” de los medios, porque comenzaron dos años
espantosos para la prensa. Cuando digo esto es porque de la noche a la mañana
fuimos libres; entonces, lo que nosotros generamos de difamaciones, de daño a
la imagen fue increíble. Resultado de esta borrachera democrática son asuntos que
permanecen hoy en día. ¿Cómo qué? El Mario Aburto que está en la cárcel,
asesino de Colosio, no es Mario Aburto. El gobierno lo presentó no bañado y después
bañado: entonces, no es el mismo. Al día siguiente fue señalado en El Universal, a ocho columnas, como el
complot para matar a Colosio. ¿Sobre qué base? No se sabe.
Esto
fue parte de esta borrachera democrática de los medios, los cuales, después de
tanto vejar a las personas, se empezaron a autorregular. Entonces comenzó este
péndulo, en el que nos fuimos al extremo y luego regresamos. Es un
acompañamiento político de la evolución de los medios porque estos tienen un
papel importante, además de que empezaron a adoptar otro tipo de actitudes más
profesionales, pero de nuevo le ganaron los actores políticos.
Un
poco para abreviar, también menciono el noticiero de Carmen Aristegui en dos
momentos importantes: en las mesas que hacía en la campaña presidencial de
2006, y que repitió en 2012 (a través de estas mesas Luis Videgaray pudo
neutralizar muy bien a los coordinadores de campaña de los otros partidos), y
cómo antes Andrés Manuel López Obrador, con sus conferencias mañaneras,
modificó el establecimiento de la agenda política de manera muy importante.
AR: En el libro hay partes muy
críticas con la prensa, que parecería una rémora para la democratización del
país. Usted escribe sobre la prensa: “Apenas en 1995 comenzó la transformación
de la institución más obsoleta de todas”, y hay otra parte donde anota que “debe
retomar su papel de vanguardia porque sigue siendo de retaguardia”. ¿Cómo se
explica este carácter reaccionario y autoritario de la prensa?
RRP:
Porque la prensa era patrimonialista, porque ganó muchísimo dinero del gobierno
y porque los gobiernos estaban sometidos a la prensa, que es lo que sucede en
regímenes autoritarios. Cuando el régimen autoritario sólo tiene una voz que lo
puede molestar mejor no hace reclamos; decía Fernando Gutiérrez Barrios que “con
dinero todo es más barato; todo lo que tiene un precio es más barato”.
Pero
esto conecta con el epílogo, en el que presento dos diagramas sobre los ciclos
de la información, que tiene que ver con otro libro que escribí sobre la
transición de la prensa y la política en los últimos 30 años, que se llama La prensa en los jardines. Retomo de
allí, para poder explicar esta rémora, como dices, o esta relación muy
patológica que había entre la prensa y el gobierno, el concepto de los
jardines: hay dos grandes escuela de la prensa a lo largo de la historia: la
inglesa y la francesa.
La
primera es como sus jardines: abiertos. La metáfora es que, al estar abiertos, tienen
que vivir a través de ir convenciendo a la sociedad; en ese campo verde están
todos en igualdad de condiciones y tienen que ir convenciendo y persuadiendo,
siendo mejores que los otros.
La
prensa francesa es idéntica a sus jardines, que son preciosos: ven hacia el
centro, porque la prensa francesa era el Rey, que definía, en esta interacción
con los medios, cómo debían de comportarse, qué podían decir y qué no debían de
decir. No es casual que en el arranque de la Revolución Francesa, Marat, periodista,
fue quien agitó para ir a la toma de la Bastilla, pero era marginado porque
todo el tiempo estaba siendo reprimido.
Al
hacer esta comparación lo que digo es que la prensa mexicana está en una
contradicción, porque quiere ser inglesa pero culturalmente es francesa. En
ella vivió durante muchísimos años, desde 1995, hasta la irrupción de las redes
sociales. Aquí es donde yo coloco los dos diagramas del ciclo de la
información; el viejo ciclo era circular, que nacía a las siete de la mañana
con los periódicos, y moría en la noche con los noticieros, y volvía a nacer:
aparecían los periódicos, la radio matutina los retomaba, la radio vespertina
tomaba un poco de reacciones de lo que ya había habido en los diarios, y la
televisión resumía todo lo que había sucedido después de los periódicos y moría
el ciclo, y después volvía a empezar.
Ese
ciclo circular significaba que la prensa dictaba qué se debía de leer, cómo se
debía de leer y a qué hora se debía de leer. Es decir, “a las siete de la
mañana esto es lo importante en función de lo que nosotros pensamos”. Por eso
era el círculo.
Cuando
vinieron las redes sociales el círculo se rompió: los propios gobernantes se
empezaron a comunicar de manera horizontal con los gobernados. Irrumpieron las
redes sociales, y ya estaban interactuando todo el tiempo todos, y la línea se
volvió recta y dejó de ser un círculo.
Es
irrelevante que los periódicos salgan a las siete o a las dos de la mañana; en
cualquier momento uno puede entrar al ciclo y ya no sale. Esto es permanente,
es 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año, porque la prensa
puede traer y alterar algo en la mañana, pero eso que altera, en la radio
rápidamente se está modificando. Yo cito allí el momento paradigmático del año
pasado cuando la Presidencia de la República informó que por aquel escándalo
electoral en Veracruz se posponía la reunión del Pacto por México; pero eso fue
a través de un tuit, en la madrugada, a las tres de la mañana; a esa hora los
periódicos ya están empezando a salir de las rotativas, las radios todavía no
entran, quienes elaboran los programas llegan a las cuatro y media o cinco de
la mañana, y no aún empiezan los noticieros de radio; todos estamos dormidos. Y
los gobernantes, comunicándose con sus gobernados de manera horizontal a las
tres de la mañana.
También
hubo un momento en el cual se estaba definiendo el candidato priista en el
Estado de México en la sucesión de Enrique Peña Nieto, y apareció a la una y
media de la mañana un tuit diciendo que varios habían declinado a favor de
Eruviel Ávila.
Eso
cambió por completo el régimen autoritario de la prensa, y la llevó, quieran o
no, a otro tipo de escenario. Esto yo lo veo con muchísimo optimismo no sólo
por lo que es la democratización de los medios de información sino también por
todas las posibilidades que se abren para el periodismo de calidad, que, al
final, es la búsqueda del libro.
AR: Sobre esto que menciona me
parece muy importante la distinción que hace en una de las notas entre medios
de comunicación y medios de información; estos, como usted dice, tienen que
hacer confirmación, corrección, balance y justicia. ¿Hoy cómo ha cambiado el
periodismo justamente con las redes sociales?
RRP:
Yo veo las redes sociales como vehículos de comunicación que puede utilizar el
medio más respetable y el borrachito de una cantina; afirmo esto porque
Santiago Segurola, que es un gran cronista deportivo en España, escribió hace no
mucho un texto sobre Twitter y dijo: “Es una cantina llena de borrachos”. Entonces
se ve absolutamente de todo. ¿Por qué? Porque es como la sociedad que está
platicando en la mesa del café y puede decir lo que se le pegue la gana y no
necesita probar absolutamente nada porque es una conversación y por eso hay
algunos que gritan, unos que difaman, otros que informan, otros que reflejan
sus estados de ánimo, otros que presumen, etcétera. Es decir, es todo, y todo
es absolutamente legítimo.
El
problema es cuando un gobernante o un medio considera que las redes sociales
son medios de información; no, lo que la prensa requiere, su obligación, es que
toda la información que recoge debe verificarla, corroborarla y que se aproxime
a la verdad (no hay información que la tenga absolutamente: las informaciones
están construidas de varias verdades).
Esa
es la tarea que tienen que hacer los medios de comunicación; ¿qué es lo que
hacen las redes sociales? Si lo viéramos únicamente como información, las redes
sociales son una agencia de noticias. A mí me encanta; yo disfruto Twitter
porque es lo que yo hubiera querido en mi época, pero en ésta eran teletipos. Entonces,
si la información era muy importante, tardaba como cinco minutos en
transmitirse, lo que era un flash.
Pero una nota más estructurada tardaba 20 minutos, más o menos; recuerdo la
firma del Canal de Panamá, en Washington, cuando yo era corresponsal allí, y
mandaba por la agencia EFE, con la que había un acuerdo. Me pidieron que, por
favor, esperara; ellos ya estaban en una competencia global, y medí el tiempo
para que pudieran transmitir la información: 19 minutos tardó entre que se
sentaron a escribirla, en que la colocaron en la cinta perforada que era el
teletipo, y en que empezara a transmitirse el primer párrafo.
Entonces,
una información de altísima prioridad tardó 19 minutos. Bueno, hoy tiembla,
todavía no deja de temblar y ya tenemos la información; no tenemos el dato de la
escala, pero ya sabemos lo que está ocurriendo. Eso me parece fascinante.
Ahora
bien: todo lo que se diga en redes sociales que puede ser importante, que suena
muy interesante, que no viene de un medio de información, hay que tomarlo como
un tip que hay que verificar. La
función del medio en la sociedad es procesar, verificar y distribuir la información.
AR: Hay más asuntos interesantes al
respecto: si bien las redes sociales han hecho más horizontal la comunicación,
también esto trae muchos riesgos, ya que también son usadas para el engaño,
para la desestabilización. Como ejemplo de esto usted menciona los casos de
Tamaulipas y de Veracruz. ¿Cuáles son los riesgos principales de esa
horizontalidad, de la democratización que implican las redes sociales?
RRP:
El riesgo es para quienes tienen una función y no tienen sus controles de
calidad. ¿Para quién es un riesgo? Pues para un medio de comunicación porque
puede cometer errores monumentales.
También
es un riesgo para un gobierno; el caso de Veracruz muestra cómo sí puede haber
irresponsabilidad de personas en redes sociales y que tiene consecuencias. El
caso de Tamaulipas tiene que ver con un gobierno que no entendió el fenómeno de
las redes, lo agarró en la transición y fue presa de un trabajo de
desestabilización. Recordemos que empezó a salir en Twitter que había
balaceras, y eso generó un pánico espantoso en la población; el gobierno de
Tamaulipas salió y dijo: “Malditas las redes sociales”. Después les dije que el
problema era que el gobierno no había entendido, en ese momento, el fenómeno de
las redes sociales: “Pienso que ustedes, como gobierno, tendrían que haber
estado monitoreando; se dieron cuenta de las primeras cuentas que empezaron a
circular, y no sabían que habían sido creadas 15 días antes de que empezara
todo”.
Hoy
ya no existe lo anterior porque ya lo están vigilando, pero el riesgo es que el
gobierno no esté atento a lo que está sucediendo en las redes sociales y no
tenga sus alertas para actuar inmediatamente.
Sí
han aprendido, pero no lo suficiente, como se ve con el problema de Michoacán. Por
ejemplo, en alguna ocasión a las nueve y media de la noche de un lunes, en la
página de Facebook de las autodefensas apareció: “El Ejército llegó a desarmar
a Nueva Italia. Hubo tiros al aire y hay 12 muertos”.
Esto
es muy buen ejemplo para las dos cosas que comenté con anterioridad: primero,
la parte del gobierno. No hubo nadie en este que pudiera tomar una llamada
telefónica para decir: “Eso es mentira”, aunque fuera verdad. Hay que salir a
dar la cara, a neutralizar.
Eso
fue a las nueve y media de la noche. Diez y media de la mañana: sale, de manera
informal y sin mencionar lo de Nueva Italia, la autoridad a decir que había
habido un enfrentamiento en Antúnez, donde había cinco muertos. Esta
información de la Secretaría de la Defensa (Sedena) decía: “Hay dos muertos”. A
las siete u ocho de la noche del día siguiente, dijo la Sedena: “Nosotros no
emitimos ningún comunicado”.
Martes,
Procuraduría General de la República: “Hay un muerto”; horas más tarde: “Hay
dos muertos”. ¡Qué desastre de comunicación política por parte del gobierno!
Todo esto lo único que hace es legitimar a la red social.
En
medio ¿qué sucedía? Estábamos en la redacción y nos dijeron: “Hay esto. Pero esto
es como un boletín de propaganda; tenemos que verificarlo”. Nadie tomó una
llamada en la Policía Federal, ni nadie en el gobierno de Michoacán. ¿Qué hicimos?
Pues lo registramos en interiores, en el cuerpo de la nota y pusimos: “Esto es
lo que dicen ellos y no fue confirmado”. Nosotros salimos de esa manera, pero Reforma, el martes, publicó a ocho
columnas: “Chocan el Ejército y autodefensas; hay 12 muertos”. Los noticieros
de la radio, en la mañana, no encabezaron por lo que nosotros dijimos en el
sentido de que las autodefensas habían dicho eso pero que no estaba comprobado,
sino que encabezaron con lo que dijo Reforma.
Que a las diez de la mañana ya se sabía que no había pasado nada en Nueva
Italia ¡qué importa!
AR: Es una irresponsabilidad que
nada más toman lo que suena más grave…
RRP:
Pero allí estoy hablando de un medio de comunicación. Reforma siempre tiene criterios distintos a los que yo tengo.
Cuando
hablo de esto pongo los ejemplos de El
Universal y Reforma sobre los
mismos asuntos y cómo se trataron de forma distinta. Reforma tiene incentivos para hacerlo porque lo único que hace es
ganar, y no hay nada de castigo porque digan mentiras, no hay nada de eso. La
gente no dice “ya no lo voy a comprar porque está diciendo mentiras”; no,
porque aquí se combinan la mala comunicación política que hubo, y que estuvo
muy lejos de poner en entredicho la veracidad de la información de Reforma, que le dio legitimidad a la
página de las autodefensas, que lo que han hecho es lo que se hace en este tipo
de conflictos: se entremezclan varias verdades con rumores, desinformación, pequeños
datos ciertos y algunas mentiras. Pero eso no importa porque es parte de su guerra.
Mal harían, piensa uno, si no utilizan estas herramientas para los objetivos
que están buscando. Pero, en términos de los problemas, aquí tenemos varios para
un medio y para un gobierno.
AR: Al principio del libro también
hay un apunte en el que dice que Luis Videgaray utilizó muy bien la radio, e
incluso también López Obrador, pero que realmente la televisión ha pasado a ser
la gran herramienta de promoción política. ¿Cómo ha repercutido esto en el
periodismo? Pensemos también en la gran concentración de la propiedad de los
medios de comunicación.
RRP:
No, sobre el periodismo no, sino sobre la política. Por supuesto, si están
concentradas las pantallas de televisión, necesariamente lo que no hay es
oferta; si, al mismo tiempo, hay una madurez de los mercados publicitarios, que
no están abiertos y que se manejan bajo estereotipos, pues entonces quien tiene
más poder de persuasión porque tiene más posibilidades de poder o más dinero,
va a regir las decisiones políticas de los segmentos de población que hacen la
diferencia en las urnas. Por pura observación empírica, la gran mayoría de
quienes leen periódicos tienen definido su voto previamente a la elección, y
cuando tienen un cambio lo hacen mediante un razonamiento del voto útil. Es una
población que ya tiene un nivel de información y de cultura política donde sus
referentes ya no son si salió mucho tiempo en televisión o no, o si desapareció
de las pantallas (como Diego Fernández de Cevallos en 1994) o no. Ya está
definido; entonces hay un voto útil de la gente que lee los periódicos.
Pero
si solamente votaran los que leen los periódicos pues no ganaría nadie porque,
primero, no sé si llegaría al 10 por ciento de la votación, y sería tan
pulverizado que podríamos decir “va a llegar un presidente con tres por ciento
del voto”. Vamos, hay una ley que dice que es el 20 por ciento mínimo de las
casillas, y eso sería imposible. No habría elección.
La
gran mayoría de las personas que no pertenecen a ese segmento sí se mueven en
función de qué es lo que están viendo o no. Entonces, la concentración por
supuesto que perjudica a los procesos democráticos, de esto no tengo ninguna
duda. Quienes tienen más dinero serán quienes pueden influir mucho más en la
población.
Por
eso la televisión sigue siendo, en México y en todo el mundo, un factor
importantísimo, tan relevante en la modulación de opiniones con fines
político-electorales, que hay países que la prohíben por completo, como
Francia. Hay otros países, algunos tan abiertos como Estados Unidos, que
obligan a que cada spot tenga una identificación
de quien lo pagó.
El
que haya comenzado en México la utilización de recursos de la publicidad
comercial con fines políticos es impensable en otros países; esto es parte de
cómo todavía estamos todavía muy partidos entre una sociedad política que
piensa mucho y muy perversamente, y el grueso del país.
AR: La prensa mexicana se dedica
muchas veces a denunciar la impunidad, pero en cuanto a la legalidad de sus
propias actividades, ¿cómo se encuentra? Por ejemplo, se divulgan fotografías
de niños y se les da tratos de delincuentes, se difunden comunicaciones
privadas y se da amplia cobertura a los actos de las autoridades donde
presentan a imputados como responsables de delitos. En una parte del libro
usted señala que, respecto al narcotráfico, hay que preguntarse con quién están
los medios. Entonces, en términos de legalidad, ¿cómo se encuentra hoy la
prensa mexicana?
RRP:
¿Pues no hablamos de impunidad? Allí está. Aquí está la respuesta porque lo que
hiciste es una descripción de lo que hace la prensa hoy en día, no estamos
hablando de hace tres años. Yo me acuerdo de 2007: escribí, en un periodo de
dos meses, tres columnas diciendo que los spots
del gobierno de Felipe Calderón eran una propaganda que hacía dos cosas: una,
la apología del delito, por un lado, y por el otro violaban la ley porque
estaban difundiendo información de averiguaciones previas, lo cual está
prohibido en el Código Penal.
Las
críticas de mis amigos periodistas: “¿Y esto qué?”; “¿Pero cómo que esto qué?
Esto es gravísimo”; “No”. Entonces la mayor censura fue la oral que vino de
compañeros periodistas. Me acuerdo de uno de ellos que, cinco años después, empezó
a escribir en ese sentido: aprendió que aquello sí estaba mal.
¿A
qué contribuyeron esas tres columnas? Cuando menos se eliminó la información de
las averiguaciones previas. Mis compañeros hoy dicen “aquello fue una
barbaridad”, pero en su momento criticaron a los pocos que decíamos “esto no
está bien”.
La
ley prohíbe la difusión de fotografías de menores de 16 años; hemos llegado a
ver casos en los que dan los nombres. Hay procesos de testigos protegidos (no
entramos a discutir si el programa en México es terrible o es bueno), y hay un
criterio para la prensa: un testigo protegido existe porque se oculta su
identidad por el riesgo que corre. Aquí es común: “El testigo protegido, que se
llama Fulano de Tal…”. Hemos adquirido, porque no hay realmente una definición
convencional en español del inglés, el famoso off the record, que significa “me puedes citar sin acreditar la
fuente” —hay otro término para cuando uno no puede decir absolutamente nada—. Pero
yo he leído textos que dicen “el funcionario dijo esto off the record”. ¿Qué es esto? ¡Es una maravilla! Es una confusión
conceptual que tenemos.
Yo
me acuerdo que en el gobierno de Felipe Calderón más de 700 medios firmaron un
acuerdo sobre la cobertura de la violencia como a la una de la tarde. A las
siete de la noche, en Televisa entrevistaron a un sicario. ¿Entonces? Duró seis
horas el compromiso.
Estos
son simples ejemplos, pero de ninguna manera son los únicos; esto es, más bien,
generalizado.
Yo
tuve una experiencia en El Universal:
los bombazos de Morelia, cuando la Familia Michoacana (en ese entonces), a
través de mensajes de texto de teléfono, hizo una posición, y al día siguiente
salió una nota a tres columnas en Reforma
reproduciendo el mensaje de texto. Entonces a mí me reclamaron que por qué no
lo traíamos; yo dije: “Punto número uno: sí lo traemos; lo que es muy diferente
es el tratamiento. Lo que hizo la Familia Michoacana fue difundir un boletín;
nunca procesamos los boletines textualmente, desde hace años. Siempre se les da
un tratamiento periodístico, como de rutina. Dos: este es un grupo criminal;
entonces ¿cómo le vamos a dar nosotros, como medio, mayor peso a un grupo
criminal que a una institución? ¿De qué lado estamos? Tercero: sí está
publicado pero bajo los cánones como se difunde esto; nosotros no reproducimos
mensajes, pero está la fotografía de un celular donde metimos una parte que no
se lee del texto, y junto colocamos la declaración de la PGR que descalificaba
el mensaje”.
Esa
fue la posición, y por supuesto que fue diferente. Ahora: si este periódico es
parte de aquellos convenios de cuidados en la cobertura de la violencia pues
hubiera sido un contrasentido hacerla de otra forma; pero, además, se hizo lo
que técnicamente señala el estándar internacional.
Pero
si hay un cambio en la línea editorial y es más importante un cártel de las
drogas que una institución, entonces sí tendríamos que platicar porque necesitaríamos
replantear esa situación.
AR: Yéndonos sobre el código de
prácticas, ¿cuáles considera usted que sean los errores y las faltas más graves
que suele cometer la prensa mexicana justamente en los hechos de violencia? A
mí me gustó mucho lo que menciona, por ejemplo, sobre las fotografías y el no
reproducir el lenguaje de los criminales.
RRP:
Yo creo que todo se puede publicar, y hay muchas cosas que se deben publicar;
para mí el punto central es cómo se publican. Yo menciono en el libro dos casos
similares, por coincidencias en la ubicación en la primera plana y en el
material. Uno es cuando aparecieron una noche los cuerpos de 36 personas en La
Marquesa; estaba la información en Reforma
y El Universal, curiosamente en el
mismo lugar. Reforma tenía las
fotografías en un acercamiento, y El
Universal el mismo ángulo de las fotografías pero de lejos. ¿Cuál fue la
diferencia? Estaba la información y se estaba registrando; era un hecho inédito
que los criminales hicieran esto y por eso mi criterio fue que las cosas
inéditas tienen un impacto distinto. A mí no me gusta publicar muertos, pero por
su carácter inédito, había que hacerlo. ¿Cómo? Allí entró un criterio que es de
práctica pero que tiene una consideración ética en las fotografías, en este
caso y en otro tipo de hechos que no son tan violentos: cómo se minimiza el
daño, porque lo que se debe considerar no es la persona que está allí muerta
sino las personas que son sus familiares o su entorno. No sé quién es, pero aun
si es un matón, un delincuente, no se trata de él sino de su familia. Esta
consideración es a lo que se le llama minimizar el daño, y al tenerla se puede
hacer un argumento de que no es un periodismo alarmista.
Voy
a dar otro ejemplo de hace muchísimos años, cuando todavía no había leyes sobre
niños y sobre las fotografías: Reforma
publicó una foto a cuatro columnas, en una subsección, de un niño que había
muerto. Esto no puede ser; afortunadamente después se legisló. Pero había otras
tomas de las que yo decía “es que hay cosas en las que tenemos que digitalizar las
caras”. Me acuerdo que un amigo, muy famoso hoy en día en la televisión, me
decía: “No, porque eso es borrar”. Le respondí: “No es borrar ni se trata de la
persona, sino lo que significa en su entorno; no sabemos por qué hacen las
personas este tipo de cosas y estamos afectando todo lo que es su alrededor”.
En
Reforma alguna vez yo decía: “Hay que
digitalizar esto”, y me decían: “No, no y no, porque es importante”. Yo estaba
arando en el desierto. Pero un día una subsección publicó un reportaje sobre sexoservidoras,
donde estaba una de ellas y una persona que físicamente se parecía mucho a uno
de los directores de Reforma; no era
él, por supuesto, pero se parecía mucho. Cuando él lo vio entendió finalmente
lo que yo estaba hablando. Al verte reflejado por la similitud física,
inmediatamente piensas: “¿Qué hubiera pasado si soy yo?”. Bueno, allí empezó a
cambiar.
Pero,
como vimos, eso no duró mucho: en el libro viene otro caso, cuando se detuvo a
un señor que, se afirmaba y se afirmó siempre hasta que murió, era el jefe de la
banda que secuestró a Fernando Martí. Reforma
y El Universal tuvieron acceso el
mismo día a una fotografía del expediente donde estaba él con sus dos hijos y
su esposa; igual que en el caso de La Marquesa, en ambos diarios se publicó
prácticamente en el mismo lugar la misma fotografía. ¿Cuál fue la diferencia? Que
apareció nítida en Reforma, mientras
que en El Universal todas las caras,
menos la de él, fueron digitalizadas. El argumento fue que la única persona
relacionada con el delito era el señor y no tenían por qué aparecer sus hijos
por el daño. ¿Qué sucedió? Uno de estos fue hostigado en la universidad en la
cual iba, y tuvo que irse de ella. Le afectaron profundamente y fue marginado; cuando
al final quedó todo confuso y al padre lo empezaron a exonerar, nadie les
reparó el daño moral ni el desprestigio, de manera muy injusta.
AR: Hay una parte del libro donde
dice que hay un derecho a informar de parte de los medios, y también de la
sociedad a ser informada. Sin embargo, parece que el deseo de muchos medios es
el de entretener y también de la sociedad de ser entretenida. Esto ha dado
lugar al llamado infoentretenimiento. ¿Qué efectos ha tenido esto sobre el
periodismo?
RRP:
Se ha trivializado el debate. Los medios han creado un star system; ¿dónde están los grandes pensadores? ¿Dónde tenemos a
Daniel Cosío Villegas? No lo tenemos porque se ha metido a nuestras más
preparadas mentes al sistema de los reflectores, además de que ganan mucho más
dinero en el star system que produciendo
los libros que nos ayuden a entender nuestra realidad.
¿Dónde
tenemos a nuestros nuevos Pedro Ramírez Vázquez y Alfonso Quiroz Cuarón? El star system se los ha devorado. ¿Cuál ha
sido la consecuencia? Pues para ellos una totalmente positiva, pero nos han
vaciado del pensamiento. Entonces hemos ido perdiendo herramientas de
aprendizaje analítico, porque ellos eran quienes nos las daban.
Otra
consecuencia es que se ha perdido parte de la responsabilidad de los medios por
el problema de la necesidad de la utilidad. Entonces sí se trivializa el
debate, si ha habido una caída en la información de calidad. Un área de
comunicación tiene dos funciones: informar y entretener. Pero deben estar
mezcladas; en ella ha ido perdiendo la información versus el entretenimiento.
Lo
que digo es que debe haber un balance. Hay una diferenciación en géneros,
estilos y hasta en diseños: es mucho más atractivo, más ligero lo lúdico, la
parte de recreación, que también es muy importante, pero se ha sacrificado la
información.
Hay
varios temas que son terriblemente antisexis, pero la primera obligación es que
uno tiene que abordarlos porque son de interés para la gente. Los medios de
comunicación tienen como obligación primaria ante la sociedad plantear los
temas que, a su consideración, son aquellos en los cuales se debe de pensar. Es
el qué pensar, no el cómo, porque somos buenísimos para decir cómo pensar, pero
no en qué pensar. A partir de toda la información y todo el contexto que se
aporta ya cada quien decidirá cómo lo piensa y cómo actúa en consecuencia.
No
estamos haciendo eso porque decimos que son temas muy aburridos; yo creo que no
hay tema aburrido que no pueda convertirse en algo interesante. Yo siempre
utilizo para ejemplificar esto The Wall
Street Journal, que cuando ocurrió la crisis petrolera en 1973 en Estados
Unidos, encontró una fórmula para escribir que hiciera interesante, atractivo y
muy explicativo el tema de la deflación. ¿Cómo rayos se explicaba? Pues The Wall Street Journal no sólo encontró
la forma sino un método, que es el reportaje circular. Ese diario se convirtió,
desde entonces y hasta hoy, en el primer periódico en circulación en Estados Unidos.
Chesterton
decía: “Lo serio no va reñido con lo divertido; va reñido con lo aburrido”. Lo
suscribo plenamente.
AR: Todos estos apuntes están muy
enfocados en el periodista; pero estos cambios de la era digital ¿cómo los
están enfrentando los empresarios de los medios de comunicación? Como usted
menciona, por ejemplo, ya hay gran dificultad para vender la información, que
ya muchas veces es gratuita, y ya hay muchos problemas para conseguir
publicidad.
RRP:
Creo que aquí hay de todo. Lo más barato hoy en día es la información, pero
viene inevitablemente una apertura en las telecomunicaciones, que van a traer
un cambio muy importante en todos los medios de comunicación. En ese momento la
información de calidad va a tener un precio. Eso sí va a costar: el contenido de
calidad va a adquirir otro valor porque va a haber tantas posibilidades, tantos
nuevos medios, que uno solo no podrá con el contenido; por eso se están dando
en todos lados las alianzas tácticas. Entonces aquellos que produzcan
contenidos de calidad van a entrar en el mundo futuro.
Dicho
esto, se ve que hay grandes jugadores emergentes que, por supuesto, están
viendo todo este mundo, y que están construyendo sus plataformas para entrar, mientras
que hay otros que no lo están viendo o que lo hacen pero que no saben cómo
enfrentarlo.
El
declive en la venta de periódicos trae 10 años. ¿Sabes cuál es el periódico que
mejor se vende en la Ciudad de México? El que llega primero a la calle, ese es
el que más se lee. El contenido es para otras cosas, pero para venta en las
calles no.
Tienes
periódicos estándar de 80 o 120 páginas. Hay un mercado publicitario que no ha
crecido (han crecido los medios), pero que se está mudando (aunque muy
lentamente) a internet; pero se sigue vendiendo papel, no se está vendiendo
internet. Yo digo que hay que vender internet y se bonifica en papel, que es
exactamente lo mismo. ¿Por qué? Porque culturalmente se le va agregando valor a
internet, a lo electrónico, y en que el periódico vaya perdiendo valor
publicitario no importa porque son bonificaciones.
Pero
los medios no venden así: venden papel y bonifican en internet. La publicidad
en internet por definición es mucho más barata. En el momento en que se cruce la
mezcla publicitaria van a tronar los periódicos que no se han estado preparando
para esto. Sólo por eso, porque yo no creo que el internet y las redes sociales
acaben a los periódicos: los reinventan.
Van
a morir algunos, no víctimas de las nuevas tecnologías y de las nuevas
plataformas, sino de su propia incapacidad para redefinir, a largo plazo, su
modelo de negocio.
AR: Para terminar: en esta era
digital ¿cómo han cambiado las condiciones laborales de los periodistas? Por
ejemplo, con la multimedia un periodista, que antes nada más escribía para el
impreso, ahora no sólo tiene que hacer eso sino hacerlo para radio, página web
e incluso para televisión.
RRP:
Esto que señalas lo único que ha hecho es la explotación del periodista, y yo
creo que es un concepto equivocado. Yo creo que el periodista no es multimedia,
no puede serlo. Si queremos información de calidad el reportero no puede tomar
apuntes, preguntar, replicar y, al mismo tiempo, tomar video, editar, grabar
para radio, escribir para el papel e internet y, adicionalmente, pues casi
vender. Son cuatro funciones en una, todo por el mismo boleto.
Yo
digo que es un problema de modelo. Para mí, la parte multimedia no está en la
calle sino en las mesas de redacción, que es a donde llega la información, los
insumos de las diferentes áreas (de video, de grabación, de fotografía, de
texto), y es esta mesa de editores multimedia quienes traducen lo que viene para
radio, para el papel y lo que viene de video. Es decir, multiplican, pero es la
mesa de redacción con editores especializados, no el reportero.
Pero
estamos en una transición porque los reporteros, los que están en las calles,
ya traen integrado el chip multimedia.
Los
nuevos reporteros ya están siendo multimedia de manera natural, ya vienen
equipados por dentro, ya traen el software,
y entonces ya lo hacen natural. Son multitarea; no pueden hacer todo, pero sí
hay cosas que pueden estar haciendo. Este trabajo multitask no da la densidad y la profundidad siempre; se sigue requiriendo
una mesa de editores muy buena que les ayude a dar los contextos, a enriquecer
toda la información.
Ahora,
tampoco estos jóvenes multitask están
ganando más dinero, no. ¿Qué es lo que está pasando? Que estamos viendo cómo se
están instalando los cimientos de lo que en muy poco tiempo vamos a ver
consolidado: jóvenes, que ya traen estas posibilidades integradas a su cabeza y
a sus habilidades, están adquiriendo experiencia en la calle, y se están
convirtiendo en este tipo de reporteros que se van a necesitar en el mercado de
calidad, porque experiencia más software,
más el conocimiento y curva de aprendizaje, igual a una buena inversión. Y es
un buen negocio para ellos como profesionales, para los medios y para quienes
estén construyendo la información.
Yo
por eso soy muy optimista en todo este proceso, en el que vamos a encontrar el
camino tropezándonos, por la puerta de atrás y cayéndonos al barranco. Pero al
final las nuevas tecnologías están reordenando y nos están ayudando a encontrar
la posibilidad de salir bien.
*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 164, julio de 2014.
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