Una batalla contra la “justicia”
misógina.
Entrevista con Ana Katiria Suárez
Ariel
Ruiz Mondragón
En
diciembre de 2013 el señor José Luis Rubio emitió en Facebook una denuncia: su
hija, Yakiri Rubí Rubio Aupart, había sido víctima de secuestro, violación y
lesiones por parte de dos sujetos. Pese a haberse presentado a denunciar el
hecho, “la policía la detuvo y la remitió a la cárcel”, acusada de asesinar a
uno de sus atacantes mientras intentaba defenderse. Buscaba ayuda a través de
la red social.
La
abogada Ana Katiria Suárez se enteró del dramático llamado de auxilio y acudió
a entrevistarse con los padres para enterarse del caso y hacerse cargo de la
defensa de la joven. Así dio inicio una historia que, como dice ella en su libro,
“me obligó a confrontar a un sistema enfermo de soberbia, podrido de
injusticia, sin claudicar y levantando la voz con la razón; así me enfrenté a
quienes cuestionaban el valor que podría tener la palabra de una mujer
defendiendo a otra”.
En
el volumen En legítima defensa. Yakiri
Rubio y la gran batalla contra la violencia machista y el sistema penal
(México, Grijalbo, 2017), Suárez relata su experiencia como litigante en un
proceso en el que policías y jueces mostraron ampliamente la misoginia, la
corrupción, la ineptitud y la mala fe con las que muchas veces actúan.
Finalmente logró la libertad de la joven y continúa representándola en el
proceso por violación, que aún está pendiente.
Acerca
de ese libro conversamos con Suárez (Ciudad de México, 1981), quien es
licenciada en Derecho por la Universidad Iberoamericana y maestra en Ciencias
Penales y Criminología por las universidades de Barcelona y Pompeu Fabra.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir
y publicar un libro como el suyo? Casi al final del mismo usted define el
objetivo de lo que vivió como defensora de Yakiri Rubio: denunciar la violencia
de género, la misoginia, el machismo. Dice usted que es el viaje de la defensa
de una mujer.
Ana Katiria Suárez (AKS):
La voluntad del libro es compartir con la ciudadanía lo que se vive en este
sistema. El resultado es lo que alcanzamos a ver en los medios de comunicación,
que muchas veces son certeros y en otras ocasiones no, pero allí no se logra visibilizar
el proceso interno en la lucha por obtener justicia en lo que es un Estado
fallido y podrido de corrupción y misoginia.
Cuando
se me presentó la oportunidad de escribir el libro no consideré ninguna razón
por la cual guardar silencio o seguir engañando a la ciudadanía sobre qué es lo
que vivimos día a día en este país.
AR: ¿Cómo fue que un caso de una
denuncia de un secuestro y violación contra una joven, terminó por convertirse
en una acusación de homicidio contra ella? Fue un dramático paso de víctima a
victimaria.
AKS:
Veo varias razones; la principal es la indolencia y la inhumanidad con la que
se conducen los servidores públicos ante el dolor y las transgresiones que
sufren los ciudadanos que son víctimas de la delincuencia.
Por
otro lado está el compadrazgo de las autoridades con la delincuencia organizada
y la común, porque no son hechos ni personas aisladas. En muchísimas ocasiones
existe una correlación directa entre la autoridad y el agresor.
AR: ¿Podría detallar esto? Los
hermanos Ramírez Anaya, presuntos agresores de Yakiri, conocían a los policías.
AKS:
Los hermanos Ramírez Anaya son vecinos de la sede de la Procuraduría capitalina
llamada “el Búnker” desde hace más de 25 años. El agresor y hoy occiso tenía
diversos antecedentes penales: siete ingresos a prisión y un compadrazgo con
servidores públicos de la Procuraduría, a quienes abastecía estupefacientes.
Cuando
Yaki pidió ayuda a los policías para después presentar su denuncia en la Agencia
50 por violación, ellos se dividieron: la mitad estuvieron resguardándola en la
calle y fueron en busca de sus agresores, mientras que la otra parte encontró “casualmente”
la casa de los atacantes al seguir unas huellitas de sangre. ¡Pues qué aparatos
o qué capacidad de visión nocturna tienen!
Si
utilizamos un mínimo de sentido común y sin permitir que la autoridad subestime
la inteligencia de los ciudadanos, es evidente que los policías tenían conocimiento
de la ubicación del domicilio de los agresores de Yaki, y que así es como llegaron
a dizque encontrarse con la víctima indirecta, que es el hermano del occiso y que
en realidad es el otro victimario. A él lo transportaron al Ministerio Público en
el mismo periodo en el que a ella la trasladaron para que fuera suturada de la
herida que sufrió en el brazo izquierdo. Una hora después, en lo que la suturaban
y llegaba la ambulancia, llegó la mitad de los policías con Luis Omar Ramírez
Anaya, y a este le dijeron: “Es la mujer que tenemos retenida. Díganos si es
ella”, y respondió: “¡Oh, sí, es ella!”.
En
el libro revelo que la alianza de los agresores con los policías no es un tema
económico sino de favoritismos y de compadrazgos por ser vecinos, por ser parte
de la misma mafia, de la misma podredumbre. Lo podemos ver no sólo en ese
momento que describí antes sino en otros: cuando se establecieron las horas en
que acudieron al lugar donde fue “hallado” el cuerpo, la ruptura de la cadena
de custodia, la “decoración” del muerto (como le llamo en el libro), en cómo
fabricaron que una niña de 50 kilos y 1.62 metros de estatura le puede infligir
14 puñaladas a un sujeto de 1.85 metros, 87 kilos y fisicoculturista, sin que
él hubiera huido antes de una habitación que mide 2 por 2 metros.
En
el libro describo cuáles son las características de las lesiones ad mortem y post mortem, para develar cómo fue fabricado todo el teatro con el
que la Procuraduría trató de sostener la imputación que hizo Luis Omar a su
víctima en colaboración con la Policía, y apoyado por servidores públicos
encargados de realizar una investigación apegada a derecho y sin violación a
los derechos humanos.
AR: Pese a que Yakiri llegó antes
con ellos…
AKS:
Llegó una hora antes a denunciar la violación y la tentativa de homicidio, y a
ella le fue tomada su declaración en calidad de responsable sin que ella lo
supiera. Tan es así que de su declaración se desprendió la acusación de
violación que imputa a los dos hermanos Ramírez Anaya, y fue hasta ese momento
cuando tuvo conocimiento de que uno de ellos había muerto.
AR: En el libro se destacan muchas irregularidades,
que van desde que la habitación del hotel donde ocurrieron los hechos no fue
resguardada, hasta que no se sabe realmente dónde murió el occiso…
AKS:
El cuchillo que apareció en el cuarto, ¿quién lo analizó?
AR: Hay múltiples contradicciones…
AKS:
En el libro hay un documento en el que yo expreso de manera muy clara que se
demostró que el muerto no falleció donde “se murió”, lo cual es muy grave
porque tira al piso la acusación de la Policía y de la Procuraduría, y exhibe
que son ellas quienes orquestaron una historia para que uno de los agresores
tuviera las herramientas para poder hacer una imputación de esta naturaleza,
una situación que no conocían ni el delincuente ni una chica de 20 años que fue
testigo. Sólo la policía y las autoridades competentes saben cuáles son las
características que se deben reunir para armar esa historia, y así lo hicieron.
Ese
documento no lo presenté en su momento porque se decretaría una prueba ilícita
porque lo obtuve a través de una persona que trabajaba en la Secretaría de Gobernación.
AR: Eso corresponde a los policías
y al Ministerio Público; pero hay otra parte del libro que preocupa mucho, que
son las experiencias de reuniones que usted tuvo con los jueces, con Santiago
Ávila Negrón, a quien usted ya conocía y quien le lanzó piropos, y, aún más
grave, con Édgar Elías Azar, presidente del Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal, quien incluso le llegó a tomar la pierna, como usted relata.
AKS:
Es muy grave porque ellos son los exponentes máximos de la impartición de
justicia; son nuestros representantes, son el cocinero con quien acusamos a los
malos. Pero, en este caso, ¿a ellos con quién los acusamos si no es entre
nosotros? Lo único que puedo decirle de eso es que son conductas que se viven
en cualquier ámbito laboral. A mí me toca, porque soy litigante, frente a
autoridades que tienen la misma obligación de respetar al género femenino, y ellos
aun más porque son los representantes de la justicia mexicana y no se pueden
comportar como unos barbajanes callejeros.
Si
eso lo juzgamos de un delincuente, ¿por qué de ellos no si se comportan igual? Lo
condenamos de un misógino que trabaja en una fábrica, que humilla a una mujer
con un salario menor que el de un hombre, de un empresario que le pide favores
sexuales a la compañera para ascenderla de puesto, o del policía que, cuando
vas por la calle, te lanza miradas lascivas. Pues es igual de asquerosa y
repugnante la actitud de estos exponentes de la justicia mexicana.
AR: Otro tema interesante es la
cita que usted hace del Protocolo para
juzgar en perspectiva de género, establecido por la Suprema Corte de
Justicia de la Nación. ¿Cuáles son las características de este tratamiento?
AKS:
Busqué relatar la historia con un lenguaje que utilizo todos los días, ya que
si bien conozco el lenguaje técnico-jurídico, también soy una ciudadana común y
corriente que entiende con palabras comunes y corrientes, porque no se necesita
hablar de manera rimbombante para transmitir información.
Entonces
lo primero que tenemos que entender es que la defensa de género se refiere a un
grupo que está en una situación de vulnerabilidad en esta sociedad. Si el
género masculino fuera el acosado, violentado y humillado, nos tocaría hacer
una defensa de él.
En
nuestra realidad, el género femenino es el que es transgredido y violentado.
Entonces justamente por la diferencia, porque no somos iguales en forma, en
físico, en fuerza y en muchas cosas que nos distinguen como individuos de
distintos géneros, se debe atender a esas peculiaridades. Los delitos que se
están consumando en contra de nosotras como mujeres no se pueden cometer en
contra de un hombre, porque hay delitos que por su propia naturaleza se
realizan por el hecho de ser mujer, como son la violencia de género, los
feminicidios, las violaciones sexuales, la discriminación por su condición, por
embarazo y por otras muchas situaciones por las que nos vemos en una situación
de desventaja.
Recuerdo
un comentario que hizo un gobernador con muy poca capacidad, quien decía: “Pero
¿por qué se quejan las viejas si hay un montón de hombres muertos todos los
días?”. Si, nada más que no se confunda: hablo de una situación histórica real,
social, en la que vivimos, en donde los hombres atacan a las mujeres porque
hemos aprendido a aceptar las costumbres del patriarcado, de sumisión, y esto
solo nos refiere a un estado de control total que han tenido a partir de que se
les permitió. Hoy no es así: ya no opera, no funciona porque estamos hartas y
hartos, porque muchos que son conscientes de que nacieron de una mujer, de una
vagina, saben que esta desproporción debe terminar porque no es posible que se
corra del trabajo a una mujer por estar embarazada, ni que llegue a la
autoridad para denunciar una violación y le digan “pero ¿cómo venías vestida?,
¿te gustó?, ¿qué hacías allí esa noche? Pero si ya sabes los riesgos que corres”.
No, yo no me tengo que cuidar de ti, la autoridad tiene que vigilarte para
sancionarte y tú, hombre, debes estar consciente de que no tienes derecho a
pasar por encima de mi vida, y la autoridad tampoco.
Si
no lo entiendes, te lo voy a exigir a través de la visibilización, de la
protesta pública, de la exigencia ciudadana. Es lo que se busca en este libro;
cada capítulo narra una etapa del proceso en el que nos enfrentamos a
circunstancias de discriminación, de desprestigio para la víctima, de
revictimización para Yakiri y su familia. Para mí durante el proceso no fue
importante pensar en lo que yo vivía porque yo estaba comprometida en busca de
la libertad de Yakiri.
Al
hacer un recuento de los hechos es muy doloroso darte cuenta de que no tienes
forma de salvarte, aunque conozcas tus derechos, salvo si levantas la voz.
Entonces tengo dos puntos: los que no ejercen la profesión de litigio en
materia penal o en cualquier ámbito, tienen la obligación de, uno, conocer sus
derechos, y dos, levantar la voz. Si ya eres un conocedor de los derechos
entonces levanta la voz, exígelos, deja de tener miedo de que el MP se enoje
contigo porque te puede tirar el asunto, que el juez vaya a opinar en contra de
ti porque exigiste que se diera cumplimiento a los derechos humanos. No nos
están haciendo un favor, pero ellos actúan así porque tenemos que mendigar
justicia, y las mujeres nos vemos constantemente atacadas por el sistema y nuestra
credibilidad se anula frente a la voz del atacante y frente a la autoridad.
Incluso
las servidoras públicas se convierten en machos, en misóginas porque tienen
miedo de ser rechazadas por instituciones machistas, porque si se dedican a
proteger a la mujer las corren, las anulan, las castigan.
AR: A Yakiri nunca le hicieron
caso…
AKS:
Y hasta la fecha: ninguna autoridad, empezando por las de base, hasta la máxima
autoridad federal, se han atrevido a hacer un razonamiento reconociendo que
Yaki fue violada.
AR: Pero al final menciona que el
subprocurador Edmundo Garrido terminó aceptándolo en una entrevista
periodística…
AKS:
Lo hizo en una entrevista pero no se estableció en ningún documento. Fue una
declaración periodística muy poquitera. Pero procesalmente no hay nada.
AR: Otra parte inquietante es la de
la labor de la prensa en esta historia, que es de muchos claroscuros. Dice
usted que en un primer momento los periódicos, principalmente los amarillistas,
asumieron la versión oficial, la del crimen pasional. Pero después reconoce la
labor de muchos medios que le dieron espacios para explicar el asunto. ¿Cuál
fue el papel de la prensa en este caso?
AKS:
Para mí es fundamental, es el éxito en el 50 por ciento de todos los casos que
vivimos. Muchos abogados somos criticados por litigar en medios; yo no lo hago sino que visibilizó la
injusticia porque no tengo con quién acusar al cocinero y para que lo juzgue la
sociedad, que entregue respuestas, que cumpla con su deber. Y si no lo hace,
como dice el Presidente: que la nación se lo demande.
Evidentemente
la participación de los medios de comunicación es fundamental en esta lucha;
nosotros no tenemos voz si ellos no se comprometen a difundir la verdad sin
compadrazgos, sin chayotes, sin miedo, sin pertenecer al sector relegado.
AR: En el libro usted anota: “El
trabajo escrupuloso en los medios permitió que nuestra lucha nunca cayera en el
desprestigio frente a la sociedad civil”. ¿Es grave que la autoridad haga
señalamientos y que, finalmente, parece que los abogados también tienen que
prepararse para, aunque no quieran, litigar en medios?
AKS:
¿Qué hago, qué hace un abogado? Yo lo que hice, instintivamente, fue que cuando
los medios de comunicación se acercaban a mí, tener la disponibilidad, el
tiempo y el espacio para transmitirles al pie de la letra y expediente en mano
lo que era la realidad del proceso, porque estaba segura de que al momento en
que la autoridad sintiera tanta presión de la sociedad civil corregiría.
¿Cómo
es la forma en que la autoridad puede incidir en la sociedad civil? Pues a
través de los medios de comunicación y de las religiones. Entonces me presento y
digo: “Yo soy la defensora y esta es la realidad”.
En
una historia al menos hay tres versiones: la tuya, la mía y la real. Entonces,
si tú vas a decir una mentira permíteme a mí decir la verdad, y ya que la
sociedad se encargue, por antecedentes, de sopesar cuál versión tiene más
veracidad: la de la prostituta asesina o la de la mujer violentada por la
propia autoridad. Ésta es más creíble porque es real, y ese fue el éxito que se
tuvo al dar todas estas declaraciones sobre el estado del proceso, sin yo saber
cómo se habla frente a una cámara o cómo se responde a una entrevista. Nunca me
interesó tener una estrategia política de medios. ¡No! Tengo una lucha: la
verdad y la justicia. Lo demás me da igual.
AR: Hay una parte donde usted
menciona una lucha de la defensa prácticamente contra el Estado. Para la
resolución de este caso creo que hay varios elementos: el jurídico, la
negociación política, la labor con los medios y el movimiento social. ¿Cuáles
fueron los principales obstáculos de su trabajo estrictamente jurídico? Hubo
varias chicanas que le hicieron, según relata.
AKS:
Las autoridades actúan con dolo, con maña, como ponzoña. Eso es en general,
porque quiero aclarar que conozco personas valiosísimas en el servicio público
que están comprometidas con su trabajo, pero que se ven mermadas y castigadas
cuando lo quieren hacer bien.
Uno
de los impactos más fuertes de esta suciedad en la que se vive en la
impartición de justicia fue la denegación de la Procuraduría para iniciar la
denuncia por violación, porque Yaki podía comprobar que había sido víctima de
esos sujetos. Sólo con exigencia tras exigencia, tras visibilizar el dolo con
el que la autoridad se negaba a darle el carácter de víctima a Yakiri, pudimos
lograr que se abriera.
Segundo
punto: evidentemente la autoridad trató de agotarme física y emocionalmente al
no permitirme colitigar el asunto, como se hace en todo el mundo. ¿Cuándo ha
visto que un solo abogado lleve un asunto? No nos dan el tiempo, los traslados
en la ciudad, el análisis jurídico que se tiene que hacer, elaborar las
preguntas para los testigos y las ampliaciones de declaración, interrogatorios.
Yo
promoví un escrito tras hablar con unos colegas y decirles “por favor, ayúdenme
a litigar el caso porque viene muy fuerte, y ya sentí el golpe de la
institución para frenarme en mi lucha”; me dijeron: “Claro que sí, Ana, lo que
necesites”. Presenté una promoción en el juzgado para solicitar la
autorización, y me la negaron diciendo que se violentaría el derecho a la
defensa de Yaki. ¿Por qué?
Además
las autoridades se negaron a notificarme en mi despacho, a que mi pasante
pudiera estar a mi lado ayudándome a ordenar todas las ideas y todo el
expediente para desarrollar las audiencias; se me negó tener espacios
controlados del desarrollo de las audiencias, todo para generar un cansancio
emocional y físico contundente.
Otro
ejemplo es que en todas las audiencias estaba la representación social versus
la defensa del inculpado; la primera son los agentes del Ministerio Público
adscritos al juzgado, y que se volvieron parte: ya no eran investigadores ni
autoridad sino parte, contra el defensor.
A
mí no me dejaron colitigar con otros abogados, pero en cada audiencia se
juntaban como en cónclave la directora de ministerios públicos de todo Santa
Marta Acatitla, y dos agentes del MP más, y entre los tres elaboraban todos los
ataques para proteger el estado en el que quería situarse Luis Omar, el otro
agresor.
El
juez denunció a mi pasante, y yo ya no nada más tenía que defender a Yaki sino también
a mi pasante. Esto no tiene nada que ver con los derechos humanos: muchas
activistas ahora están furiosas porque no hablo de ellas, pero yo estoy
hablando como litigante; que los demás escriban cómo se vive la lucha por los
derechos humanos en México, que tiene otras aristas que deben ser observadas.
Pero el litigio en materia penal, de una mujer que defiende a otra, en un caso
indignante en el que se demuestran las irregularidades y se visibiliza la
corrupción y la misoginia de la autoridad, no les gusta.
AR: Hay otra parte: la negociación
política. Vio a quienes entonces ocupaban importantes cargos: el procurador
Rodolfo Ríos; a Héctor Serrano, secretario de Gobierno del Distrito Federal; a
Édgar Elías Azar, presidente del TSJDF; al secretario de Gobernación, Miguel
Ángel Osorio Chong, y a diputados locales. ¿Cómo fue este trabajo político?
AKS:
Se tiene que hacer porque son casos que impactan en la sociedad. Todas esas
juntas se obtuvieron a través de muchas activistas y abogadas defensoras de
género que tenían ya mucho tiempo de ejercer la profesión. Yo la aprendí a
marchas forzadas y escrupulosamente, a sabiendas de que no podía cometer ningún
error. Nos buscaban citas con funcionarios para exponerles la gravedad del caso
y las transgresiones que estaba cometiendo la Procuraduría que iban a
repercutir en la demostración de que vivimos en un Estado fallido. Así se
consiguió la mayoría de las juntas.
Hay
diferentes figuras que menciono en el libro, agradecimientos que establezco
para reconocer que la lucha es conjunta; sin embargo, el litigio penal
técnico-jurídico es el único que nos da salidas para obtener libertades. Si los
litigantes no les damos las herramientas jurídicas a las autoridades para
exigirles que cumplan con su deber, los gritos no sirven. Hay que estudiar.
Podemos
hablar de la reputación que busca el Estado fallido, por lo cual no reconoce
sus incapacidades. Entonces hay negociaciones políticas para encubrir los
señalamientos que se les hacen a las autoridades para que ellas puedan seguir
mostrándose ante el público como figuras de respeto y de confianza, aunque no
lo sean.
Pero
¿cómo podía confiar en ellas si eran las que tenían a Yakiri en prisión? Hubo
consecuencias: funcionarios me dijeron de manera literal: “Ana, aquí hay
negociaciones políticas y jurídicas, y ésta es política. Así que bájale ya y
basta de entrevistas”.
Yo
no soy la que incumple con su trabajo, sino ellos; yo hago lo que me comprometí
con Yaki cuando la agarré de las manos: un trabajo de respeto, digno y apegado
a la justicia y a la verdad; ellos no. Eso es lo que cuento en el libro, lo que
se vive: una realidad.
AR: Otro aspecto es el respaldo de
la sociedad civil, que en este caso fue desde los vecinos de Tepito hasta los
miembros de la comunidad LGBT. ¿Cómo fue este apoyo?
AKS:
No son más que una herramienta de este 50 o 60 por ciento del éxito. Hay
comunidades, como la defensora de género o LGBT —Yaki es lesbiana—, que atienden
la protección de grupos vulnerables. Creo que es un avance en la sociedad que
existan y que se pronuncien porque conocen cuáles son sus derechos, a qué
tienen acceso y empoderan a las víctimas. Por ello considero que es fundamental
que se incluyan en cada caso de impartición ilícita de justicia, porque sólo
con su participación se contiene. El trabajo que debería hacer la Procuraduría
lo hace la sociedad civil.
Como
escribía Lydia Cacho en una de sus notas sobre el caso, existen las violaciones
correctivas: “A ver si aprendes a dejar de ser lesbiana cuando sientas la
fuerza de un hombre”. Si existen esos delitos consideramos que quienes tienen
una inclinación sexual distinta están también en riesgo: las personas
transexuales, transgénero, etcétera, se ven violentadas por la autoridad y la
sociedad.
¿Cómo
se protegen? Mediante la organización social. Nosotros lo vimos en el caso
Yaki: como lo cuento, la presencia de las Licuadoras fue fundamental. Yo nunca
había visto una protesta del alma, con tanto coraje, con tanta convicción.
Así
como ellas y todos esos grupos sociales levantan la voz y cumplen con su
servicio a la vida, así lo deberían hacer las autoridades que se comprometieron
a recibir un sueldo a cambio de velar por la protección de los ciudadanos.
AR: Otro tema muy presente en el
libro es la campaña no sólo de desprestigio sino de intimidación contra Yakiri
y usted. Esto va desde que a usted un alto funcionario le dijo “no te metas”,
hasta el temor vigente a los primeros policías que recibieron a Yakiri y que
prefiere usted no mencionar. ¿Qué protección ha recibido? Usted relata que
Osorio Chong le dio alguna y que hasta hubo una suerte de enfrentamiento entre
el gobierno federal y el de la Ciudad de México.
AKS:
Existe el Mecanismo para la Protección de Defensores de Derechos Humanos y
Periodistas, que deriva de la Subsecretaría de Derechos Humanos de Gobernación.
Brinda escoltas, vigilancia, botones de pánico, el Código Águila, etcétera, a
quienes estamos reconocidos por la Federación como defensores de derechos
humanos o periodistas en riesgo. Entonces tenemos que acudir a estas
instancias, aun cuando sabemos que son deficientes y que la consecuencia ha
sido un montón de periodistas y defensores muertos a manos de la propia
autoridad o de integrantes de la delincuencia. Pero siempre va a haber un
sector represivo que, a pesar de darte la protección, te venda el favor a costa
de tu silencio.
Pero
aquí no hay tal, no hay condescendencia, y yo no tengo por qué justificar los
errores de alguien que se contrató para cumplir con su trabajo.
AR: Aún persiste el proceso por la
denuncia de violación de Yakiri. ¿Cómo va hoy?
AKS:
Pésimo. Hace unas semanas se avisó a Yakiri, vía una cédula de notificación en
su domicilio, del archivo del expediente. Esto quiere decir que por el momento
ya no se cuenta con más elementos para investigar esa violación.
Pero
¿qué sucedió? La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), que
dirige Perla Gómez, se comunicó con la Procuraduría para decirle que ellos se
encargaban de llevar la notificación a Yakiri. Lo hicieron por conducto de una
abogada particular defensora de derechos humanos, que trabaja de la mano con la
Comisión; ellas la convencieron para que se presentara sin que estuviera
presente su representante y le pusieron una abogada victimal adscrita a la
Procuraduría, la misma institución que la violentó y encarceló injustamente.
Entonces
lo que ocurrió es que la CDHDF la convenció de que era lo correcto y que se
notificara sin que yo estuviera presente. Yo integré esa averiguación desde
hace tres años; por supuesto tanto la Procuraduría estaba violentando el
derecho de Yaki para ser representada, y la Comisión, en total contubernio esa
institución, le dijo: “No te preocupes, yo te la llevo”. Esa es una violación
gravísima a los derechos humanos porque la pone en un estado de vulnerabilidad
impresionante, sin que conozca cuáles son sus derechos, por ejemplo que puede recurrir
esa notificación y a ser representada también por su abogada.
¿Qué
tuvo que haber dicho la Comisión? “No, Procuraduría, no te confundas: esta
mujer tiene una representante legal, y hasta que no esté ella tú no actúas”.
AR: La Comisión conocía el caso…
AKS:
Por supuesto, porque emitió una recomendación. ¿Qué hizo? Le habló a la
Procuraduría para decirle: “No le notifiques en su casa, yo te la llevo”. Y a
través de una abogada particular la indujeron a que aceptara la comparecencia a
través de una abogada victimal.
AR: ¿Yakiri le comunicó a usted
este asunto?
AKS:
Sí, pero ya mucho tiempo después porque no le parecía relevante porque así se le
dijo. Aquí saltan algunos nombres importantes que ya revelaré en su momento,
pero eso es gravísimo.
Otra
vez nos damos cuenta de que no existe autonomía de la CDHDF respecto a las
instituciones a las que debe vigilar y no trabajar de la mano con ellas. Es el
único órgano revisor de esas acciones gubernamentales, ¡cómo se atreve a
trabajar en concordancia con la PGJDF!
AR: La familia de Yakiri es
humilde, y todo este proceso tiene costos. Son muchos gastos, mucho tiempo. ¿Cómo
se financió la defensa de Yakiri?
AKS:
La defensa: yo la pagué. Quiero aclarar: el tema de la colecta de los 100 mil
pesos para pagar a fianza se hizo por boteo, sin que eso me excluya de una
importante participación.
AR: Además le dio empleo a Yakiri.
AKS:
Sí, claro; la contraté como pasante para que entendiera en qué consistía su
defensa, con un sueldo tan digno como el de cualquier estudiante de la carrera
de Derecho en octavo semestre.
AR: Este es sólo uno de tantos
casos que muestran el lamentable estado de la investigación policiaca y de la
procuración de justicia en México. ¿En dónde encuentra usted alguna esperanza
de que esto cambie?
AKS:
En lo que ocurrió con Itzel**, en publicitarlo, en evidenciarlo, en visibilizar
las porquerías de la autoridad. Pero no podemos observar lo que no conocemos.
Entonces, primer paso, conocer nuestros derechos; segundo, exigirlos levantando
la voz. Es la única esperanza que veo.
AR: ¿Cómo ha sido en lo personal
este trabajo que realizó?
AKS:
Me costó mucho trabajo entender la entrega en cuerpo y alma a un caso en el que
se enfrenta al Estado, porque se hace con el alma, con el cansancio, con la
mente, con el sudor, con los conocimientos, con la angustia, con el miedo, con
el pavor de ser asesinada a consecuencia de mi voz.
Me
costó mucho reconocer que la lucha por Yaki también era una historia personal,
y que la suya era una y la de las defensoras y litigantes frente a un sistema
podrido de misoginia y machismo es otra.
Hasta
que lo entendí, acepté la publicación de este libro.
* Entrevista publicada en Horizontum, 1 de agosto de 2017.
** Suárez
se refiere al caso de Itzel, una joven de 15 años que, en defensa propia, hirió
y mató a un hombre que la violó y amenazó en junio de este año en la Ciudad de
México. La PGJDF la declaró libre de toda responsabilidad.
1 comentario:
excelente trabajo que nos permite conocer como mujeres la defensa de nuestros derechos y sobre toda la calidad humana de que todavia hay buenos abogados que creen en su compromiso de defender al inocente.
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