México: la pobreza educativa
Entrevista con Olac Fuentes Molinar*
Ariel
Ruiz Mondragón
Derivado
del proceso de reforma educativa, en la Constitución se estableció la creación
del Sistema Nacional de Evaluación Educativa, cuya coordinación estará a cargo del
Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), encargado de valorar
la calidad, el desempeño y resultados de la educación preescolar, primaria,
secundaria y media superior. Con ello se espera definir las fortalezas y
debilidades del sistema educativo para mejorarlo.
Sin
embargo, los esfuerzos por medir la calidad del sistema educativo son
anteriores; baste mencionar que desde el 2000 se han utilizado instrumentos
como las pruebas estandarizadas.
Sobre
los avances y problemas que se presentan para implementar esa evaluación y
usarla efectivamente para mejorar el modelo educativo mexicano Este País sostuvo una conversación con
Olac Fuentes Molinar, quien es maestro en Enseñanza de la Filosofía por la
Universidad Autónoma de Chihuahua. Profesor en varias instituciones de
educación superior, fue investigador del Centro de Investigación y de Estudios
Avanzados del IPN y rector de la Universidad Pedagógica Nacional. Fue subsecretario
de Educación Básica y Normal de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y actualmente
es investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la
UNAM.
Ariel Ruiz (AR): ¿Cuál fue el
diagnóstico que llevó a implementar la evaluación educativa en nuestro país?
Olac Fuentes Molinar (OFM):
Que yo conozca no hay un diagnóstico formal hecho con ese propósito y que
indicara que había que establecer un sistema de evaluación. Lo que había y hay es
una conciencia muy extendida de que el desempeño de los maestros y el tipo de
condiciones laborales que disfrutan son, por un lado, con frecuencia
deficientes y, por otro, arbitrarias en cuanto al acceso, a la movilidad y la
constancia del desempeño. Lo que ocurre es que esas diferencias no se reflejan
ni en la posición del maestro ni en su condición salarial.
Esto
se vincula, por una parte, con una corriente internacional muy fuerte que
insiste en una evaluación incluso excesivamente frecuente de los maestros, como
ocurre en Estados Unidos y en Inglaterra.
En
nuestro país había una discusión muy fuerte, con nuevos actores de opinión tipo
Mexicanos Primero, con muchos recursos y mucho altavoz. Eso hacía comprensible que
para mucha gente evaluar al maestro para elevar la calidad fuera lo correcto.
Creo
que ese es el antecedente y no una evaluación sistemática, formal, que nos
hubiera hecho mucho bien a todos pero que no se hizo.
AR: México vive un proceso de
reforma educativa. ¿Cómo la ha afectado la falta de un diagnóstico?
OFM:
Aquí hay un problema que quiero destacar: cuando se propuso la evaluación se dijo
“esta es la reforma educativa”; evidentemente no lo es. Después se empezaron a
plantear muchas cosas; yo espero que de este proceso de consulta sobre el
modelo salga una propuesta nueva de estructura curricular y de contenidos, que
es mucho más una reforma educativa.
Si
uno ve el proceso desde esa perspectiva, la evaluación no debió haber sido lo
primero, sino la propuesta de “esto queremos que aprendan los chavos”. Uno,
porque es lo sustancial; dos, porque si no teníamos eso nos faltaba un elemento
muy importante para evaluar a los maestros.
Podemos
evaluar en términos de muchas cosas, pero una que es fundamental es cómo se
desempeña un maestro frente al modelo de trabajo que se deriva de un currículum.
Creo que en los hechos hubo una ruptura del orden lógico que se debía seguir en
un proceso de reforma.
Si
no tenemos un currículum mucho mejor, mucho más sensato del que tenemos ahora,
esto va a dificultar más adelante la evaluación.
AR: ¿Están definidos los objetivos
y las metas de nuestro modelo educativo para, justamente, poder evaluar cómo se
van logrando?
OFM:
Tenemos hoy uno que todavía está vigente, que fue elaborado bajo la
coordinación de Fernando González Sánchez, subsecretario y yerno de Elba Esther
Gordillo, con mucho respaldo de la estructura sindical. Está expresado en el
acuerdo 592, un volumen de más de 600 cuartillas que, según yo, que lo he
estudiado con mucho cuidado, es el peor currículum que hemos tenido en México
desde la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Es excesivo, redundante
y no tiene prioridades claras; no distingue lo fundamental de lo secundario, y
es muy confuso en los términos pedagógicos, que utiliza sin rigor.
Creo
que estamos en un mal momento; sobre los libros de texto que se derivaron de lo
anterior la propia SEP ha reconocido que la mayor parte hay que sustituirlos ya,
porque hay algunos que son verdaderamente vergonzosos.
AR: ¿Qué avances ha tenido el INEE?
OFM:
Fue creado el instituto, fue elegida su Junta Directiva, integrada por personas
que tienen un prestigio y una confiabilidad muy amplia. Ahora están en un
momento muy importante porque se trata de instrumentar técnicamente lo
establecido en la ley, con un sistema de evaluación que efectivamente recoja lo
que es sustancial en el desempeño del maestro, que no sea una apreciación de
cuál es el currículum o de qué sabe de los contenidos cada docente, porque eso
no nos dice mucho sobre qué tan buen profesor es.
Yo
he sostenido que a los maestros hay que evaluarlos centralmente mirando su
desempeño con un método y una técnica adecuada para hacerlo eficazmente. Hay
que saber mirar al maestro, qué está haciendo. Eso complica el asunto porque
los cuestionarios en general tendrán un sentido complementario. Muchos asuntos tienen
que ver con contenidos disciplinarios, pero muchos otros no; varios tienen que
ver con cómo organiza al grupo, cómo trata a los alumnos, cómo estimula su
curiosidad, cómo les da confianza, y esto sólo se puede saber viendo y
preguntando. Conscientes de esa dificultad, en la dirección del instituto han
postergado hasta 2016 la primera aplicación masiva.
Entonces
estamos en un proceso de tránsito. Se inició la vida del INEE con un proceso de
ciertos recortes; entonces, aunque el instituto tiene una gran estructura
formal, incluso excesiva, no ha tenido los recursos para buscar y contratar
gente en cantidad suficiente para que haga las cosas. Ya ha pasado: ha habido
situaciones que me desconciertan; por ejemplo, en el próximo examen para el
primer ingreso a la docencia, entiendo que el trabajo lo está haciendo el Centro
Nacional de Evaluación para la Educación Superior A.C. (Ceneval) y no el INEE;
entonces uno se pregunta: ¿para qué está? La explicación lógica seguramente es
“ustedes ya tienen experiencia y nosotros no tenemos tiempo”, lo cual no lo
hace, de todos modos, razonable.
Es
necesario contar con recursos humanos de los mejores que podamos conseguir y tener
recursos para solicitar asesoría externa.
Entonces
el INEE está en ese momento intermedio. Sin duda, por la propia gente que
tiene, por la propia ley, es autónomo y tiene que coexistir con la SEP; hay
situaciones de límites de competencia que no son fáciles de manejar, tanto con
la Subsecretaría de Educación Básica como con esta enorme estructura que crearon
de la Coordinación de la Carrera Docente.
AR: Desde el 2000 se ha estado
aplicando el Programa para la Evaluación Internacional del Estudiante (PISA,
por sus siglas en inglés), que promueve la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos. ¿Ha sido adecuada la aplicación de esa prueba para el
caso mexicano?
OFM:
Yo creo que es una prueba muy importante, y es muy relevante que México haya
participado desde el principio en ella, y que lo haya hecho, además, con una
muestra mucho más grande que la que se utiliza en los demás países. Nuestra
muestra es del orden de las 30 mil desde 2003, frente a tres o cuatro mil que
dan lugar para resultados válidos; pero en México esa muestra más grande nos
permite distinguir resultados por entidad federativa, por modalidad educativa,
etcétera.
Creo
que hay que entender qué es lo más importante que nos dice PISA. Los medios se
van siempre sobre el punto de qué lugar ocupamos, y como estamos en la cola
permanentemente esa es la nota. Eso tiene interés, pero no es lo más
importante, que es ver en qué nivel de aprendizaje están nuestros estudiantes,
y en ese sentido PISA es muy útil.
La
mitad de nuestros estudiantes están terminando secundaria o empezando la
preparatoria. En promedio, de las tres áreas que se evalúan, la mitad de ellos
están en el nivel más bajo.
Los
niveles se definen por cierto tipo de capacidades, que se traducen en puntos;
pero lo importante no son los puntos sino qué capacidad indican. Entonces, por
ejemplo, estar en el nivel 1 o por abajo del nivel 1 en matemáticas quiere
decir, según lo define el examen, que esos estudiantes como máximo son capaces
de aplicar una operación fundamental cuando se les solicita o cuando la
situación lo define claramente, con números enteros. Su nivel de razonamiento
en términos matemáticos es así de bajo.
En
lenguaje el nivel 1 quiere decir que lo máximo que puede hacer un estudiante
es, en un párrafo, localizar información literal de una sola fuente; si lo
ponemos a trabajar con dos fuentes distintas o contradictorias no sabe qué
hacer. No puede identificar sentido no literal. Entonces tienen niveles muy
bajos, y así aparece desde la primera vez que se aplicó el examen.
Eso
indica asuntos muy importantes pero obvios: tenemos que trabajar de otra manera
con la lectura, con las ciencias. No se trata de atiborrar de contenidos a los
alumnos sino de que comprendan y de que puedan hacer mentalmente cosas con eso.
Pero
tenemos un currículum cargadísimo y disciplinario. Ocurre que los alumnos no
han tenido la oportunidad ya no digamos de ir al laboratorio sino de mirar la
realidad natural externa en las calles, en los jardines, y hacerse preguntas
sobre eso.
Me
parece que la prueba, como no se refiere a un currículum y no podría hacerlo,
permite una comparación de muchas formas de educar en muchos países a través de
los resultados que hacen falta en temas que todos debían saber.
Yo
entiendo que en algunos lugares aprendan la tabla periódica de los elementos y
en otros no; cada quien tiene sus razones, pero lo que no puede ser es que haya
lugares donde los estudiantes no aprendan a leer con comprensión.
Si
vemos las diferencias por estados el asunto es muy elocuente, terrible. Ninguno
está bien, pero hay unos que están en el abismo.
Yo
estudio cuidadosamente PISA, y la conozco porque hay los suficientes reactivos
abiertos para saber que son inteligentes, que están bien hechos.
AR: ¿Cuáles son los resultados de
PISA que más destacaría para el caso de México y que crea que son los que
necesitamos atender con más urgencia?
OFM:
PISA evalúa tres áreas, y ya mencioné lo central de matemáticas y de lectura. Si
los alumnos no comprenden lo que leen, cuando nos damos cuenta de que no
aprendieron historia o ciencias naturales, yo no sé si no saben eso o si no lo
aprendieron porque no lo entendieron, y entonces el problema central está en la
lectura, que afecta al conjunto.
Los
estudiantes pueden pasar los exámenes de memoria, pero como no comprendieron
nada no tienen las estructuras del conocimiento y no pueden seguir construyendo
sobre ellas. Eso es lo fundamental en las tres áreas. Si bien hay diferencias
entre los estados, eso no hace que los estados más avanzados estén bien: están
mal. Aguascalientes, que este año salió tan bien, está en el nivel promedio que
obtiene Serbia, de lo cual nadie tiene que enorgullecerse.
Las
escuelas públicas y las escuelas privadas obtienen distintos resultados: en promedio
las primeras mejores, pero tampoco son buenos resultados. En el último examen
el promedio de la escuela privada es igual al de Bulgaria, lo que tampoco es
para decir que nos estamos gastando muy bien el dinero.
Eso
yo creo que es lo central.
AR: Otras herramientas que se han
usado son la Evaluación Nacional de Logros Académicos en Centro Escolares
(ENLACE) y el Examen de Calidad y Logros Educativos (Excale). ¿Han sido útiles?
OFM:
Son muy distintas: ENLACE es un examen censal que se aplicaba a todos desde
grados muy tempranos, se hizo en secundaria y luego en preparatoria. Creo que
el que se haya suprimido su aplicación como era antes es un logro muy
importante. Es un examen profundamente convencional y erróneo porque es
memorista, arbitrario y su aplicación estaba totalmente descontrolada, filtrada
por muchas formas de corrupción, sobre todo cuando se ató a beneficios
salariales para los maestros y de promoción para los estados. Se pueden
encontrar resultados como el de hace dos años, cuando las mejores
telesecundarias del país eran las de Chiapas. ¿Quién puede creer eso?
Cuando
estaba muy fuerte la discusión, creo que el gobernador de Guerrero presentó el
argumento más importante de por qué quitar ENLACE: sacó un desplegado en los
periódicos felicitándose y felicitando al sistema estatal porque sus escuelas
secundarias habían ocupado el cuarto lugar en el país. Una semana después
apareció PISA, que se refiere justamente a secundaria y a preparatoria, y
Guerrero apareció en el último lugar.
¿Qué
hacen los funcionarios? Arreglan los resultados. Nos estábamos engañando
nosotros mismos, como le consta a todo mundo. En muchos lugares el examen se
vendía, los maestros daban las respuestas o corregían los exámenes ex post,
etcétera.
Eso
no estaba produciendo ningún bien aunque no tuviera esas anomalías. Cuando un
chico sale bien en el examen yo no sé si es un muchacho listo y reflexivo, o si
es un machetero que tiene una memoria fantástica. Y no saber si es lo uno o lo
otro es muy grave.
Excale
es una prueba muestral también tradicional, pero está hecha con mucho más
cuidado, pero tampoco sería el tipo de examen en el que yo pensaría. Considero que
podría haber un modelo de reactivos más tipo PISA, que es interesante porque
casi todas son cuestiones problemáticas; son varias opciones pero que implican
una reflexión, y no necesariamente en todas las preguntas se tiene todo bien o
todo mal. Un reactivo de PISA puede dar cuatro o dos puntos porque el camino que
se llevaba era correcto, o ninguno. Entonces es mucho más adecuada para cuando
uno quiere saber qué estaban pensando los muchachos cuando pusieron una
respuesta.
AR: ¿Los resultados de estos
exámenes han generado algún cambio en la política educativa?
OFM:
Desgraciadamente no. Insisto que el más elocuente, que dice cosas realmente
importantes, es PISA. Pero fuera de que, intencionalmente o no, se usa para
devaluar a la escuela mexicana, no ha servido como un resorte para decir
“estamos muy mal; ¿qué hacemos para estar mejor?”. No para ganarle a Brasil,
esas son tonterías; en todo caso subir en el ranking será consecuencia de que los muchachos aprendan mejor temas
cada vez más importantes. Pero también me dice que la práctica de la enseñanza
de las matemáticas no está dejando buenos resultados, que quizá hay que enseñar
cosas fundamentales y asegurarnos de que los alumnos las hayan aprendido y,
sobre todo, que puedan razonar con ellas.
No
debemos seguir recargados de contenidos que son ridículamente excesivos. Enseñar
bien temas fundamentales se lleva tiempo, discusión con los muchachos, y por lo
tanto no podemos tener tantos contenidos.
En
la revisión que se tiene que hacer hay que quitar muchos temas y hay que tener
prioridades vistas desde el mundo de hoy. Yo sé que mucha gente se escandaliza
cuando dice uno esas cosas, pero si, como pretenden los programas, los
estudiantes de primaria y de secundaria no saben qué fueron las reformas
borbónicas no les pasa absolutamente nada; frente a eso no tienen ninguna
oportunidad de acercarse a problemas que son centrales en el mundo de hoy: ¿por
qué todo lo que compramos es chino y más barato? Hace 25 años el ingreso per
cápita de China era de un décimo del de México. ¿Qué es este asunto de los
musulmanes? Es la vida de hoy y de las próximas décadas. Pero seguimos con el
ánimo de la vieja cultura de una escuela preparatoria enciclopédica.
AR: ¿Cuáles han sido las
principales resistencias a la evaluación educativa?
OFM:
Hay estados que se niegan a cualquier tipo de evaluación, como en los que la
corriente sindical dominante es la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación, y que, como maneja buena parte de las plazas (en Oaxaca todas) no
quieren evidencias de que las cosas están mal y por lo tanto PISA no se aplica
allí. Esa es una oposición de corporativismo radical, absolutamente primitivo.
Hay
otra que yo no llamaría oposición sino desconfianza de maestros que hacen bien
su trabajo y que en las condiciones en las que están obtienen buenos resultados.
Lo que dicen es: “¿Quién me asegura que me van a evaluar rectamente?”. No nos
podemos chupar el dedo: tampoco la historia de la autoridad educativa es como
para asegurárselo.
A
mí me parece que, con razón, se han señalado ciertos rasgos para la evaluación
ya aprobada; por ejemplo, su periodicidad y su frecuencia son excesivas y no
terminan. Entonces un maestro bueno, confiable, cumplido, no quiere tener
durante toda su carrera la sombra de la guillotina: “Si ya pasé mi examen
inicial, me dijeron que estudiara más ciencias, y lo hice; los padres me
aprecian y en la escuela me respetan. Tiene que llegar un momento en que tenga
una forma de definitividad que me deje tranquilo”.
Ahora
hay una situación muy tensa entre los maestros norteamericanos y los ingleses,
hasta de depresión: se sienten acosados no por el exceso de trabajo natural,
sino por el exceso de trabajo inventado: supervisiones y evaluaciones, por
ejemplo.
Creo
que debe haber estabilidad, seguridad y margen para que la gente pueda admitir
ciertas grandes metas comunes.
AR: ¿Cómo podemos avanzar en la
ruta de una evaluación educativa eficaz?
OFM:
Lo primero es que yo esperaría pronto una reformulación curricular radicalmente
distinta de la que tenemos, con prioridades y mucho más concentrada en la
explicación, en la discusión y en la comprensión, además de que se reduzca la
memorización. Cuando uno comprende, recuerda; machetear sin entender está sujeto
a una curva de olvido muy disparada. Yo creo que eso es prioritario.
Por
ejemplo, tener claridad de lo que se debe hacer como tarea formativa es
fundamental, pero muchos no la tienen. Cuando se ven los planes y los programas
están llenos de rollo, y parece que el producto que se espera de un niño es un
nuevo Aristóteles (con computadora, por supuesto). Unos estándares
fundamentales tienen que ver con lecturas con un buen nivel de comprensión, y
se tiene que redactar (en la escuela ya no se escribe); no me interesa mucho
que un alumno sepa aplicar fórmulas de ecuación, pero me gustaría mucho que
frente a una situación matemática construyera una ecuación que refleje ese reto
matemático, que entienda.
En
ciencia, que tuviera la capacidad de, sencillamente, argumentar por qué es más
probable que una cosa sea cierta en relación con otra; es decir, que desarrolle
el sentido de evidencia, que entienda que todo lo que ocurre es explicable. Quizá
lo más ambicioso pero más importante es que el estudiante viviera la
experiencia de que aprender es a toda madre, que es muy bonito explicarse las
cosas.
AR: ¿Cómo ganar la confianza en la
evaluación?
OFM:
Yo creo que la autoridad debe, en primer lugar y junto con el INEE, diseñar un
buen instrumento y un buen mecanismo que identifique competencias fundamentales
de los maestros, que lo vea en su conjunto y no sólo en su saber, su disciplina
y su cultura preparatoriana, lo cual es muy fácil y tiene poco sentido, sino en
sus competencias pedagógicas, sus actitudes, su adaptabilidad, su sensibilidad
respecto a en qué procesos están los niños.
También
dar la seguridad de que los resultados son correctos, son fieles, que hay
transparencia. Y una cosa que es muy importante y que se perdió de vista: que
hay impugnabilidad. Si en cualquier operación donde está en juego el interés de
la gente hay el derecho a impugnar, ¿por qué aquí no? Entonces también hay que establecer
cuáles son los requisitos de una impugnación.
También
quiero destacar una cosa que está ocurriendo ya: la necesidad de comprometer la
disciplina y la congruencia de la autoridad estatal, que es la que administra
el sistema. Si allí no hay rectitud, energía, solvencia, por más que haga la
SEP y por más que exijan los padres no va pasar nada.
*Entrevista publicada en Este País, núm. 277, mayo de 2014.
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