lunes, abril 06, 2015

Carmen Aristegui: ficción y facción. Entrevista con Marco Levario Turcott




Carmen Aristegui: facción y ficción
Entrevista con Marco Levario Turcott*
Por Ariel Ruiz Mondragón
Sin lugar a dudas, en el escenario informativo de nuestro país Carmen Aristegui ocupa un lugar destacado. Conductora del noticiario que lleva su apellido en CNN en Español y de Primera Emisión de Noticias MVS, así como editorialista de Reforma, es una de las periodistas mexicanas más influyentes de los últimos años.
Debido a su intensa, relevante y polémica labor profesional que en varias ocasiones la ha colocado en el centro de airadas discusiones, ahora el trabajo de la comentarista ha sido objeto de una revisión crítica en el libro El periodismo de ficción de Carmen Aristegui (México, Urano, 2013), de Marco Levario Turcott (Ciudad de México, 1966). En este volumen el autor revisa el ejercicio informativo de la comunicadora a partir del estudio del tratamiento que dio a siete casos.
Sobre dicho libro Replicante conversó con Levario Turcott, quien es director de la revista Etcétera. Estudió Ciencia Política y Administración Pública en la UNAM y ha sido profesor en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Ha colaborado en diarios como El Nacional, Milenio Diario, Unomásuno y La crónica de hoy, así como en revistas como Nexos y Este País. Fue comentarista en Televisa y TV Azteca, y conductor en Canal 11; también trabajó en Núcleo Radio Mil y Radiorama. Autor de tres libros, en 1998 recibió el Premio José Pagés Llergo por artículo de fondo.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué hoy un libro como el suyo? Dentro del amplio mosaico mediático mexicano, ¿por qué aplicarle a Carmen Aristegui y no a otros el trabajo de “verificación social del trabajo informativo y de opinión”?
Marco Levario (ML): Durante 24 años he realizado la verificación social del trabajo informativo y de opinión. Durante esos años, como subdirector y director de la revista Etcétera —en su primera época como revista semanal y en la segunda como publicación mensual— he sido editor de cerca de mil textos y autor de más de 500. El tema de las dos grandes televisoras de México, Televisa y TV Azteca, concentra poco más de 300 artículos, sin contar el espacio que les he dedicado en tres libros. En estos he criticado sus contenidos, y por supuesto que también he subrayado la concentración duopólica de ambas empresas en desdoro no sólo de la competencia en el ramo sino de una oferta de muy mala calidad.
Hasta antes de escribir el libro sólo había elaborado ocho artículos sobre ese periodismo que se declara a sí mismo como “alternativo”, en particular cinco sobre Carmen Aristegui. El sesgo me pareció notable y esa es una de las primeras razones por las que lo escribí. Otra es que Aristegui es la única profesional que se plantea a sí misma como una nueva opción de comunicación, y con el libro pretendo demostrar que no existe una sola alternativa dentro del periodismo pero, sobre todo, busco dialogar al respecto de sus cánones éticos y profesionales, que no me parecen ni alternativos ni idóneos.
En tercer lugar escribo el libro porque es innegable el protagonismo político de Aristegui, y sobre esa base creo que ella configura el ejemplo más notorio de lo que llamamos “periodismo de facción”. En cuarto lugar porque, como ella misma ha dicho, no hay ni debe haber tema vedado.

AR: En una parte del libro afirma que la periodista “alude asiduamente a ideas incontrovertibles: códigos éticos o principios deontológicos en general (es decir, no precisa), y a prontuarios incuestionables”. ¿Qué tan congruente ha sido Aristegui con los postulados que enarbola?
ML: La incongruencia más llamativa, desde mi punto de vista, es que la periodista no precisa planteamientos deontológicos o éticos sino que los menciona a nivel general, como proclama. Pero aun dentro de esa suerte de proclama, en efecto ella ha suprimido, en no pocas ocasiones, el derecho de réplica —dentro del libro ofrezco datos específicos al respecto—, y ha transgredido aspectos profesionales tan básicos como la elección de la fuente para dirigir sus baterías, como consigna política, contra el otro. Por ejemplo, Aristegui se basó en “lo que se percibe en las fuentes” para referirse al presunto alcoholismo del entonces presidente Felipe Calderón, no obstante que ella misma dijo que no tenía un solo elemento para afirmarlo. En todo caso tenía la alternativa ética y profesional de iniciar una investigación al respecto, pero no; lo que ella solicitó, como un actor político, fue que Presidencia de la República diera una respuesta nítida, clara y formal para aclarar si Calderón tenía o no problemas de alcoholismo.

AR: Un asunto importante es que ella ha ofrecido ha ofrecido al suyo como una suerte de periodismo alternativo. ¿Qué tan parecidas y qué tan diferentes son sus prácticas de las de otros colegas?
ML: Me parece que Carmen Aristegui recurre a las mismas estratagemas del periodismo más cuestionable al omitir o manipular información; por ejemplo, ella nunca aceptó frente a las audiencias (y así conculcó el derecho a la información que estas tienen) que erró al darle un gran espacio, horas, a un tal José Luis Ponce de Aquino, quien durante el proceso electoral pasado demandó al candidato Enrique Peña Nieto y a parte de su equipo por fraude al no pagarle un contrato para publicidad en la Unión Americana. Sin embargo, después una Corte de California desechó la demanda al considerarla frívola y sin sustento; varios meses después, el Instituto Federal Electoral (IFE) hizo lo propio: por unanimidad desechó el recurso de queja de los partidos políticos opositores al PRI que tomaron como base el testimonio de ese hombre, de quien posteriormente se supo que ni su nombre era cierto. Aristegui nunca reconoció que le había dado una enorme preeminencia a un charlatán y, con ello, en muchos de sus seguidores, dejo la certeza de que De Aquino tenía razón en su demanda.

AR: ¿Cuál es el caldo de cultivo que ha generado que el periodismo de baja calidad, sustentado en dichos, en rumores y especulaciones de redes sociales, resulte tan exitoso?
ML: El más inmediato es el protagonismo de la periodista, quien dice de sí misma que es la voz cantante de sus programas y eso, en consecuencia, promueve que existan seguidores o fanáticos suyos que no aceptan más verdad que la que sale de los micrófonos de Carmen Aristegui, y que consideran que cualquier crítica en su contra es un “golpe bajo” o está motivada por oscuros intereses. Por ello no han estado dispuestos al intercambio intelectual al que invita mi libro y sólo descalifican.
Además, Aristegui ha creído que el periodismo alternativo es aquel que se basa en lo que se dice en las redes sociales, y ello es muy riesgoso para la calidad ética y profesional del periodismo. Es tan riesgoso que la misma periodista ha sido injuriada en las redes sociales, lo cual yo en lo personal rechazo de manera contundente. Con sus propios lentes, Aristegui debería dar una respuesta clara, nítida y formal de lo que se dice de ella en la Web 2.0.
Con el enfoque que propongo en mi libro, vale la pena desestimar ese tipo de ataques provenientes de Facebook y Twitter. La propia Aristegui ya rechazó hace un par de meses lo que de ella se dice en las redes; pero lo hizo cuando se trataba de ella, no cuando se trató de otro, como fue el caso ya mencionado de Felipe Calderón.

AR: ¿Cómo ha explicado la periodista sus cambios de opinión? Por ejemplo, decía que las mejores organizaciones en el mundo son cada vez más horizontales, pero reclama llevar “la voz cantante”; negó que obtuviera un porcentaje de la comercialización informativa en W Radio, aunque después, con MVS, aceptó ese mecanismo; en una conferencia de prensa postuló que no debería haber preguntas prohibidas y, acto seguido, salir de ella sin aceptar ningún cuestionamiento.
ML: Esa es una más de las características de Aristegui: no le explica a las audiencias sus cambios de opinión: por qué un tiempo trabajó en la campaña de Carlos Salinas de Gortari para ser Presidente de la República, y luego pasó a ser una de sus principales adversarias; por qué trabajó casi 10 años en Televisa, en las pantallas de televisión y en la XEW, en donde la empresa tiene una alianza con Prisa, y por qué luego pasó a ser una de las más notables enemigas de la empresa de Chapultepec.
En el ámbito periodístico no sabemos por qué ella dejó de creer en la horizontalidad para, junto con el equipo editorial, definir los énfasis noticiosos, y pasó a declararse, como ya dije, la voz cantante. En el libro ofrezco más ejemplos de la falta de explicaciones de Aristegui que, en consecuencia, espera fundamentalmente que se le crea. A diferencia de esto, yo creo que el consumo de las noticias y de la opinión que generan no son ni deben ser asuntos de fe.

AR: Uno de los principales capítulos es el dedicado al presunto alcoholismo de Felipe Calderón. A partir de una manta mostrada en la Cámara de Diputados y de la maledicencia en redes sociales, Aristegui quiso construir un caso periodístico (que, curiosamente, Julio Scherer García continuó en un libro a partir de los dichos de uno de los malquerientes de Calderón). ¿Qué nos dice este caso del periodismo de Aristegui?
ML: Como he dicho, es uno de los casos más emblemáticos del periodismo de facción y de ficción. En la primera vertiente porque se trató de una línea de actuación política en contra del gobierno federal y, en el segundo, porque como ella misma reconoció no tenía ninguna base periodística para registrar el tema.
Este caso es sugerente también porque la periodista antepone su opinión sobre el indicio, el dato o el hecho verificable, y porque lo que sucedió después —su cese momentáneo de parte de los directivos de MVS— le ayudó mucho a fraguarse una imagen de heroína que le ha resultado muy exitosa.

AR: Cuando ocurrió la pregunta por el alcoholismo de Calderón, MVS anunció el despido de Aristegui por cuestiones de transgresión al código ético; sin embargo, tiempo después, en plena batalla por las concesiones de la banda 2.5 gigahertz, Joaquín Vargas dijo que aquel asunto había sido en realidad por presiones del gobierno federal para que la periodista se disculpara. ¿Cuál fue la posición de la periodista ante ese cambio de versión de MVS?
ML: La periodista guardó silencio otra vez, no dio explicaciones ni tomó postura, sólo retomó los micrófonos de MVS. No dijo nada aunque el señor Joaquín Vargas hubiera declarado que ella misma participó con una propuesta de redacción para saldar el problema entre Presidencia de la República y MVS.
Su causa era ella misma, aunque dijera que su despido ponía en vilo a la libertad de expresión en nuestro país, como lo hace siempre que tiene problemas con las empresas para las que trabaja. Bueno, en el caso de Televisa no fue así ya que, como detallo en mi libro, Aristegui elogió mucho a los directivos de la empresa luego de que salió de trabajar de ahí, y comentó que tuvo toda la libertad para desarrollar su trabajo.

AR: ¿Cuál ha sido el comportamiento de la conductora respecto a sus conflictos con W Radio por su desacuerdo contractual, y por su breve despido de MVS por asuntos éticos? Porque parece haber sabido capitalizar muy bien ambos episodios.
ML: Sobre esas dos vertientes Aristegui ha tenido la astucia suficiente para salir bien librada, incluso como una prócer del trabajo periodístico. Un ejemplo de la enorme insolvencia que tiene esa imagen está en que ella misma —y, claro, sus seguidores— se asume como opción de pluralidad informativa cuando ella no es sólo la voz cantante en la selección y en la opinión de las noticias, sino porque los puntos de vista de expertos y académicos que convoca siempre giran en torno a lo que ella hace y dice. No hay opiniones distintas a las de ella, y cuando llega a haberlas, las desestima; por ejemplo, Alfredo Figueroa y Lorenzo Córdova, que son parte integral de las opiniones de su informativo en MVS, dijeron que la demanda del mencionado De Aquino carecía de sustento y que por ello el IFE había desechado el recurso legal interpuesto contra el PRI (hay que recordar que en ese entonces Figueroa y Córdova eran consejeros electorales). No obstante, Aristegui siempre desestimó esos pareceres.

AR: ¿Cómo explica que Aristegui, quien ha ganado tantos premios periodísticos, haya dado tan amplia cobertura a casos que resultaron tan endebles y que prácticamente terminaron en la nada o en sentido contrario a las suspicacias que había levantado ella misma, como los de José de Aquino, Soriana, Monex y las falsas camionetas de Televisa en Nicaragua?
ML: Ella cree, y así lo ha expresado públicamente, en el ejercicio del “derecho a la suspicacia”, y lo ha desplegado bien para confundir la opinión y las insidias con el trabajo periodístico. Esa imagen tiene soporte social, sin duda, y fundamentalmente se encuentra en las bases militantes de la llamada izquierda, en particular de Morena y de su líder principal.
El tema es complejo, claro: una periodista con inconsistencias éticas e intelectuales (y culturales) tan notables tiene éxito o presencia pública por las ganas de creer de consumidores de medios que no acostumbran verificar o contrastar la información que reciben. Pero la presencia pública también se debe a que la periodista nunca se contenta —y esa es una virtud— con el boletín oficial o con los voceros del gobierno, lo que le ha generado credibilidad, a pesar de que su talante informativo, en entrevistas con representantes del gobierno, por ejemplo, tengan más la mística aquella de “¡Que pase el desgraciado!” que la vocación por hacer de la entrevista un diálogo civilizado y un servicio a la ciudadanía.

AR: Recupera una declaración que Aristegui hizo a Telemundo en 2002, cuando dijo que cuando hizo Círculo rojo en Televisa en esta empresa “fueron muy respetuosos. Para nosotros fue un hallazgo trabajar con ellos”. ¿Cuál fue el punto de desencuentro de la periodista con Televisa?
ML: Más que puntos de desencuentro veo alineaciones; ella ha preferido, digamos, luchar contra los malos (las televisoras) arropada por uno de los hombres más ricos del mundo, y lo ha hecho con éxito también (aunque en este caso sea relativo) pues nadie entre sus seguidores le cuestiona ese aspecto.
El contrato que firmó con MVS, al menos el que rigió entre 2012 y 2013, le especifica un porcentaje amplio por concepto de la publicidad difundida en el noticiero que conduce, y la mayor cantidad de anuncios son de empresas de Carlos Slim; es decir, buena parte del sueldo de Aristegui proviene de ese empresario.
Al respecto, yo no establezco juicios de valor, y menos practico el estilo de Aristegui y sus seguidores: quemar en leña verdad a quienes no piensan como ellos. Sólo señalo ese aspecto, más allá de la doble moral de ese supuesto periodismo alternativo, porque esto no se trata de héroes y villanos, o al menos creo que el asunto es más complejo.

AR: En diversas partes del libro hay menciones a la audiencia que ha creído en estos casos, que, con severas deficiencias, ha construido la periodista. ¿Cómo describe al público de la emisión de Carmen Aristegui?
ML: Creo que una pauta clave dentro del campo informativo es que los ciudadanos valoren la información que reciben y, aunque en nuestro país no tenemos la tradición que hay en Perú o Colombia con las llamadas “veedurías de medios de comunicación”, poco a poco hemos avanzado en la revisión de los contenidos, a tal grado que incluso ya no es raro que dentro de lo que llamamos opinión pública se den debates sobre una noticia proporcionada por tal o cual medio.
En el caso específico de las audiencias de la oferta periodística de Aristegui, no existe la costumbre de que ella explique sus definiciones editoriales con claridad, ni hay quienes dentro de las emisiones del programa equilibren los puntos de vista. Esto no es poca cosa porque entonces las audiencias no reciben explicaciones ni información transparente, por ejemplo, para aceptar errores o desproporciones en las que incurre la conductora, sobre todo en beneficio de una opción política. Un ejemplo del público al que se dirige Aristegui está en el notorio contraste que hay entre una entrevista de ella a un funcionario del gobierno y otra a un militante de Morena.

AR: En el libro señala “la precaria calidad ética y periodística” del programa de Aristegui. MVS cuenta con un Defensor de la Audiencia. Entre sus lineamientos se señala que “El objeto básico de todos los mecanismos de autorregulación es la elaboración de un producto informativo no sólo de calidad, sino con una gran pertinencia social, cuyo contenido cumpla con la función de la prensa en democracia: proporcionar a la sociedad información suficiente, veraz y oportuna que permita la participación razonada de los individuos en la toma de decisiones de su comunidad”. En ese sentido, ¿cuál fue la actuación de dicho ombudsman en los casos que aborda en el libro?
ML: Gerardo Albarrán es un periodista y, sin duda —al menos para mí—, también un experto en el análisis de los medios de comunicación; fue el primer defensor de las audiencias en la historia de la radio, designado por Aristegui y MVS, y que inició en sus funciones el 21 de febrero de 2011. Creo que los méritos de nuestro colega Albarrán no se pueden regatear; no obstante que mi evaluación cuestiona su labor como defensor de las audiencias de MVS, deploro la forma tan poco clara en la que fue sustituido, al principio de este año, por Gabriel Sosa Plata.
Desconozco cuáles fueron los márgenes de maniobra de Albarrán, pero lo que sí podemos registrar es que en todos los asuntos polémicos su opinión fue a favor del tratamiento informativo y editorial de Carmen Aristegui, incluso cuando llegaron a ser muy notorios los sesgos noticiosos y de opinión, y de que, además, se rechazó el derecho de réplica. Por ejemplo, cuando la comentarista de MVS implicó a Televisa en el delito de narcotráfico cuando, en agosto de 2012, fueron detenidas en Nicaragua varias camionetas con el logotipo de la empresa, en las que había dinero y cocaína. Más allá de ese juicio de tribunal mediático que montó Aristegui en su encomienda contra Televisa y de las falsedades que difundió, pretendo subrayar que los delincuentes detenidos, que encontraron una inesperada y fuerte defensa de Aristegui, mencionaron los nombres de algunos directivos de la televisora, entre ellos Amador Narcia. Cuando Televisa buscó la réplica, Aristegui no la concedió sino hasta varios días después, cuando leyó el comunicado de la empresa, agregando sus propios comentarios, por supuesto. Bueno, pues frente a esa flagrante transgresión de la ética, Albarrán no dijo nada.
En el libro el lector encontrará una decena de ejemplos que registran al defensor del radioescucha más como un apoyo de los dichos de la conductora del noticiero de MVS.

AR: Por el comportamiento de la prensa en México, no sólo de Carmen Aristegui, hay que pensar que el periodismo es tan importante que no se puede dejar en manos de los periodistas (o no sólo de ellos, en el mejor de los casos). En el libro se relata que The Guardian tuvo que pedir disculpas a Televisa ante el riesgo de enfrentar una severa demanda por daño moral (en Inglaterra, por supuesto) tras difundir que esta empresa habría llegado a un acuerdo en 2005 con el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, para promover su imagen personal. También al final del libro recuerda a Jorge Carpizo y su lucha por los derechos a la imagen, a la intimidad y al honor. ¿Nuestro país requiere de más normas legales para limitar los abusos de la prensa?
ML: En la esfera del periodismo (como en tantas otras actividades profesionales) los medios de comunicación necesitamos tener un mayor compromiso con la ética, y para ello vale mucho la pena hacer públicos los prontuarios deontológicos que dan sentido al trato de la noticia que los medios ofrecen; desde luego, hacerlos públicos si se tienen, o concebirlos si se carece de ellos. Me refiero, naturalmente, a la ética como basamento del periodismo y no como coartada para la generación de una imagen, como ha sido el caso de Carmen Aristegui, quien alude a la ética mediante generalidades y sin precisar, más aún sin tener frente a sí misma otros referentes con los cuales intercambiar opiniones; la zona de confort de la periodista, como la voz cantante de su noticiario, no admite polémicas ni en ese ni en otros sentidos.
Por supuesto que también requerimos un entramado normativo ya que en México es muy poco probable que un medio de comunicación o un periodista acepten alguna equivocación u ofrezcan disculpas, menos una persona como Aristegui, de quien, en la construcción de su imagen, predomina la impronta del heroísmo periodístico e infalible.
Junto con la falta de una cultura de la ética y la legalidad, las leyes mexicanas son laxas respecto a transgresiones de la vida privada e íntima, violaciones a la imagen y aquellas que tienen que ver con la injuria.
No deja de ser curioso, en efecto, que un diario de la talla de The Guardian ofrezca disculpas a Televisa por un error que ocurrió primero en México, cuando Jenaro Villamil le puso su nombre a unos papeles anónimos —que llegaron también a Etcétera— para hacerlos pasar como una investigación suya y así publicarlos en Proceso. Y ahora que hablo de la falta que nos hace una cultura de la ética podemos concatenar esa ausencia con que haya quienes consideren que esas transgresiones profesionales en las que incurrió Villamil son parte de un periodismo alternativo.

AR: Una de las conclusiones valiosas del libro es la de la necesidad de observatorios o veedurías sociales de los medios de comunicación. ¿Por qué no se ha avanzado en esa materia en nuestro país?
ML: Creo que por razones como la falta de interés del propio Estado y del gobierno por alentar ese registro ciudadano de contenidos, aunque el tema es difícil pues los organismos ciudadanos que se han manifestado interesados en esos asuntos han mostrado una asombrosa proclividad al activismo político más que a una revisión seria de las omisiones o distorsiones informativas; son parte integrante de una especie de cofradía.
Además de ello, creo que también en el campo de la academia se estila más la politización intensiva que el análisis de los medios, y en esa perspectiva predominan las prácticas militantes.

AR: Al inicio del libro señala que “la vocación periodística de Carmen Aristegui muestra claroscuros”. ¿Cuáles son los claros que le encuentra a su quehacer informativo?
ML: Creo que Aristegui es un actor político destacado en el país, entre otras razones por sus opiniones que, aunque predominen sobre el empleo de cualquier otro género periodístico, encuentran correspondencia con lo que amplios sectores ciudadanos piensan; en tal sentido, la práctica militante de Aristegui forma parte de la pluralidad política del país. Esto ha implicado no contentarse con el boletín oficial y menos con el parecer que siempre adula a lo que proviene del gobierno; por ello, gracias a la periodista se difunden temas que otros medios y periodistas omiten (en pleno ejercicio de su libertad de expresión).

*Entrevista publicada en Replicante, marzo de 2014

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