Carmen Aristegui: facción y ficción
Entrevista
con Marco Levario Turcott*
Por
Ariel Ruiz Mondragón
Sin
lugar a dudas, en el escenario informativo de nuestro país Carmen Aristegui
ocupa un lugar destacado. Conductora del noticiario que lleva su apellido en CNN
en Español y de Primera Emisión de Noticias MVS, así como editorialista de Reforma, es una de las periodistas
mexicanas más influyentes de los últimos años.
Debido
a su intensa, relevante y polémica labor profesional que en varias ocasiones la
ha colocado en el centro de airadas discusiones, ahora el trabajo de la
comentarista ha sido objeto de una revisión crítica en el libro El periodismo de ficción de Carmen Aristegui
(México, Urano, 2013), de Marco Levario Turcott (Ciudad de México, 1966).
En este volumen el autor revisa el ejercicio informativo de la comunicadora a
partir del estudio del tratamiento que dio a siete casos.
Sobre dicho libro Replicante conversó con Levario Turcott,
quien es director de la revista Etcétera.
Estudió Ciencia Política y Administración Pública en la UNAM y ha sido profesor
en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Ha colaborado en diarios como El Nacional, Milenio Diario, Unomásuno
y La crónica de hoy, así como en
revistas como Nexos y Este País. Fue comentarista en Televisa
y TV Azteca, y conductor en Canal 11; también trabajó en Núcleo Radio Mil y
Radiorama. Autor de tres libros, en 1998 recibió el Premio José Pagés Llergo
por artículo de fondo.
Ariel
Ruiz (AR): ¿Por qué hoy un libro como el suyo? Dentro del amplio mosaico
mediático mexicano, ¿por qué aplicarle a Carmen Aristegui y no a otros el
trabajo de “verificación social del trabajo informativo y de opinión”?
Marco
Levario (ML): Durante 24 años he realizado la verificación social
del trabajo informativo y de opinión. Durante esos años, como subdirector y
director de la revista Etcétera —en
su primera época como revista semanal y en la segunda como publicación mensual—
he sido editor de cerca de mil textos y autor de más de 500. El tema de las dos
grandes televisoras de México, Televisa y TV Azteca, concentra poco más de 300
artículos, sin contar el espacio que les he dedicado en tres libros. En estos
he criticado sus contenidos, y por supuesto que también he subrayado la
concentración duopólica de ambas empresas en desdoro no sólo de la competencia
en el ramo sino de una oferta de muy mala calidad.
Hasta antes de escribir el libro
sólo había elaborado ocho artículos sobre ese periodismo que se declara a sí
mismo como “alternativo”, en particular cinco sobre Carmen Aristegui. El sesgo
me pareció notable y esa es una de las primeras razones por las que lo escribí.
Otra es que Aristegui es la única profesional que se plantea a sí misma como
una nueva opción de comunicación, y con el libro pretendo demostrar que no
existe una sola alternativa dentro del periodismo pero, sobre todo, busco
dialogar al respecto de sus cánones éticos y profesionales, que no me parecen
ni alternativos ni idóneos.
En tercer lugar escribo el libro
porque es innegable el protagonismo político de Aristegui, y sobre esa base
creo que ella configura el ejemplo más notorio de lo que llamamos “periodismo
de facción”. En cuarto lugar porque, como ella misma ha dicho, no hay ni debe
haber tema vedado.
AR: En
una parte del libro afirma que la periodista “alude asiduamente a ideas
incontrovertibles: códigos éticos o principios deontológicos en general (es
decir, no precisa), y a prontuarios incuestionables”. ¿Qué tan congruente ha
sido Aristegui con los postulados que enarbola?
ML: La
incongruencia más llamativa, desde mi punto de vista, es que la periodista no
precisa planteamientos deontológicos o éticos sino que los menciona a nivel
general, como proclama. Pero aun dentro de esa suerte de proclama, en efecto
ella ha suprimido, en no pocas ocasiones, el derecho de réplica —dentro del libro
ofrezco datos específicos al respecto—, y ha transgredido aspectos
profesionales tan básicos como la elección de la fuente para dirigir sus baterías,
como consigna política, contra el otro. Por ejemplo, Aristegui se basó en “lo
que se percibe en las fuentes” para referirse al presunto alcoholismo del
entonces presidente Felipe Calderón, no obstante que ella misma dijo que no
tenía un solo elemento para afirmarlo. En todo caso tenía la alternativa ética
y profesional de iniciar una investigación al respecto, pero no; lo que ella
solicitó, como un actor político, fue que Presidencia de la República diera una
respuesta nítida, clara y formal para aclarar si Calderón tenía o no problemas
de alcoholismo.
AR: Un
asunto importante es que ella ha ofrecido ha ofrecido al suyo como una suerte
de periodismo alternativo. ¿Qué tan parecidas y qué tan diferentes son sus
prácticas de las de otros colegas?
ML: Me parece
que Carmen Aristegui recurre a las mismas estratagemas del periodismo más
cuestionable al omitir o manipular información; por ejemplo, ella nunca aceptó
frente a las audiencias (y así conculcó el derecho a la información que estas
tienen) que erró al darle un gran espacio, horas, a un tal José Luis Ponce de
Aquino, quien durante el proceso electoral pasado demandó al candidato Enrique
Peña Nieto y a parte de su equipo por fraude al no pagarle un contrato para
publicidad en la Unión Americana. Sin embargo, después una Corte de California
desechó la demanda al considerarla frívola y sin sustento; varios meses
después, el Instituto Federal Electoral (IFE) hizo lo propio: por unanimidad
desechó el recurso de queja de los partidos políticos opositores al PRI que tomaron
como base el testimonio de ese hombre, de quien posteriormente se supo que ni
su nombre era cierto. Aristegui nunca reconoció que le había dado una enorme
preeminencia a un charlatán y, con ello, en muchos de sus seguidores, dejo la
certeza de que De Aquino tenía razón en su demanda.
AR: ¿Cuál
es el caldo de cultivo que ha generado que el periodismo de baja calidad,
sustentado en dichos, en rumores y especulaciones de redes sociales, resulte
tan exitoso?
ML: El más
inmediato es el protagonismo de la periodista, quien dice de sí misma que es la
voz cantante de sus programas y eso, en consecuencia, promueve que existan
seguidores o fanáticos suyos que no aceptan más verdad que la que sale de los
micrófonos de Carmen Aristegui, y que consideran que cualquier crítica en su
contra es un “golpe bajo” o está motivada por oscuros intereses. Por ello no
han estado dispuestos al intercambio intelectual al que invita mi libro y sólo
descalifican.
Además, Aristegui ha creído que
el periodismo alternativo es aquel que se basa en lo que se dice en las redes
sociales, y ello es muy riesgoso para la calidad ética y profesional del
periodismo. Es tan riesgoso que la misma periodista ha sido injuriada en las
redes sociales, lo cual yo en lo personal rechazo de manera contundente. Con sus
propios lentes, Aristegui debería dar una respuesta clara, nítida y formal de
lo que se dice de ella en la Web 2.0.
Con el enfoque que propongo en mi
libro, vale la pena desestimar ese tipo de ataques provenientes de Facebook y
Twitter. La propia Aristegui ya rechazó hace un par de meses lo que de ella se
dice en las redes; pero lo hizo cuando se trataba de ella, no cuando se trató
de otro, como fue el caso ya mencionado de Felipe Calderón.
AR: ¿Cómo
ha explicado la periodista sus cambios de opinión? Por ejemplo, decía que las
mejores organizaciones en el mundo son cada vez más horizontales, pero reclama
llevar “la voz cantante”; negó que obtuviera un porcentaje de la
comercialización informativa en W Radio, aunque después, con MVS, aceptó ese
mecanismo; en una conferencia de prensa postuló que no debería haber preguntas
prohibidas y, acto seguido, salir de ella sin aceptar ningún cuestionamiento.
ML: Esa es
una más de las características de Aristegui: no le explica a las audiencias sus
cambios de opinión: por qué un tiempo trabajó en la campaña de Carlos Salinas
de Gortari para ser Presidente de la República, y luego pasó a ser una de sus
principales adversarias; por qué trabajó casi 10 años en Televisa, en las
pantallas de televisión y en la XEW, en donde la empresa tiene una alianza con
Prisa, y por qué luego pasó a ser una de las más notables enemigas de la
empresa de Chapultepec.
En el ámbito periodístico no
sabemos por qué ella dejó de creer en la horizontalidad para, junto con el
equipo editorial, definir los énfasis noticiosos, y pasó a declararse, como ya
dije, la voz cantante. En el libro ofrezco más ejemplos de la falta de
explicaciones de Aristegui que, en consecuencia, espera fundamentalmente que se
le crea. A diferencia de esto, yo creo que el consumo de las noticias y de la
opinión que generan no son ni deben ser asuntos de fe.
AR: Uno
de los principales capítulos es el dedicado al presunto alcoholismo de Felipe
Calderón. A partir de una manta mostrada en la Cámara de Diputados y de la
maledicencia en redes sociales, Aristegui quiso construir un caso periodístico
(que, curiosamente, Julio Scherer García continuó en un libro a partir de los
dichos de uno de los malquerientes de Calderón). ¿Qué nos dice este caso del
periodismo de Aristegui?
ML: Como he
dicho, es uno de los casos más emblemáticos del periodismo de facción y de
ficción. En la primera vertiente porque se trató de una línea de actuación
política en contra del gobierno federal y, en el segundo, porque como ella
misma reconoció no tenía ninguna base periodística para registrar el tema.
Este caso es sugerente también
porque la periodista antepone su opinión sobre el indicio, el dato o el hecho
verificable, y porque lo que sucedió después —su cese momentáneo de parte de
los directivos de MVS— le ayudó mucho a fraguarse una imagen de heroína que le
ha resultado muy exitosa.
AR: Cuando
ocurrió la pregunta por el alcoholismo de Calderón, MVS anunció el despido de
Aristegui por cuestiones de transgresión al código ético; sin embargo, tiempo
después, en plena batalla por las concesiones de la banda 2.5 gigahertz,
Joaquín Vargas dijo que aquel asunto había sido en realidad por presiones del
gobierno federal para que la periodista se disculpara. ¿Cuál fue la posición de
la periodista ante ese cambio de versión de MVS?
ML: La periodista
guardó silencio otra vez, no dio explicaciones ni tomó postura, sólo retomó los
micrófonos de MVS. No dijo nada aunque el señor Joaquín Vargas hubiera declarado
que ella misma participó con una propuesta de redacción para saldar el problema
entre Presidencia de la República y MVS.
Su causa era ella misma, aunque
dijera que su despido ponía en vilo a la libertad de expresión en nuestro país,
como lo hace siempre que tiene problemas con las empresas para las que trabaja.
Bueno, en el caso de Televisa no fue así ya que, como detallo en mi libro,
Aristegui elogió mucho a los directivos de la empresa luego de que salió de
trabajar de ahí, y comentó que tuvo toda la libertad para desarrollar su
trabajo.
AR: ¿Cuál
ha sido el comportamiento de la conductora respecto a sus conflictos con W
Radio por su desacuerdo contractual, y por su breve despido de MVS por asuntos
éticos? Porque parece haber sabido capitalizar muy bien ambos episodios.
ML: Sobre
esas dos vertientes Aristegui ha tenido la astucia suficiente para salir bien
librada, incluso como una prócer del trabajo periodístico. Un ejemplo de la
enorme insolvencia que tiene esa imagen está en que ella misma —y, claro, sus
seguidores— se asume como opción de pluralidad informativa cuando ella no es
sólo la voz cantante en la selección y en la opinión de las noticias, sino
porque los puntos de vista de expertos y académicos que convoca siempre giran
en torno a lo que ella hace y dice. No hay opiniones distintas a las de ella, y
cuando llega a haberlas, las desestima; por ejemplo, Alfredo Figueroa y Lorenzo
Córdova, que son parte integral de las opiniones de su informativo en MVS,
dijeron que la demanda del mencionado De Aquino carecía de sustento y que por
ello el IFE había desechado el recurso legal interpuesto contra el PRI (hay que
recordar que en ese entonces Figueroa y Córdova eran consejeros electorales).
No obstante, Aristegui siempre desestimó esos pareceres.
AR: ¿Cómo
explica que Aristegui, quien ha ganado tantos premios periodísticos, haya dado
tan amplia cobertura a casos que resultaron tan endebles y que prácticamente
terminaron en la nada o en sentido contrario a las suspicacias que había levantado
ella misma, como los de José de Aquino, Soriana, Monex y las falsas camionetas
de Televisa en Nicaragua?
ML: Ella
cree, y así lo ha expresado públicamente, en el ejercicio del “derecho a la
suspicacia”, y lo ha desplegado bien para confundir la opinión y las insidias
con el trabajo periodístico. Esa imagen tiene soporte social, sin duda, y
fundamentalmente se encuentra en las bases militantes de la llamada izquierda,
en particular de Morena y de su líder principal.
El tema es complejo, claro: una
periodista con inconsistencias éticas e intelectuales (y culturales) tan
notables tiene éxito o presencia pública por las ganas de creer de consumidores
de medios que no acostumbran verificar o contrastar la información que reciben.
Pero la presencia pública también se debe a que la periodista nunca se contenta
—y esa es una virtud— con el boletín oficial o con los voceros del gobierno, lo
que le ha generado credibilidad, a pesar de que su talante informativo, en
entrevistas con representantes del gobierno, por ejemplo, tengan más la mística
aquella de “¡Que pase el desgraciado!” que la vocación por hacer de la
entrevista un diálogo civilizado y un servicio a la ciudadanía.
AR: Recupera
una declaración que Aristegui hizo a Telemundo en 2002, cuando dijo que cuando
hizo Círculo rojo en Televisa en esta empresa “fueron muy respetuosos.
Para nosotros fue un hallazgo trabajar con ellos”. ¿Cuál fue el punto de
desencuentro de la periodista con Televisa?
ML: Más que
puntos de desencuentro veo alineaciones; ella ha preferido, digamos, luchar
contra los malos (las televisoras) arropada por uno de los hombres más ricos
del mundo, y lo ha hecho con éxito también (aunque en este caso sea relativo)
pues nadie entre sus seguidores le cuestiona ese aspecto.
El contrato que firmó con MVS, al
menos el que rigió entre 2012 y 2013, le especifica un porcentaje amplio por
concepto de la publicidad difundida en el noticiero que conduce, y la mayor
cantidad de anuncios son de empresas de Carlos Slim; es decir, buena parte del
sueldo de Aristegui proviene de ese empresario.
Al respecto, yo no establezco
juicios de valor, y menos practico el estilo de Aristegui y sus seguidores: quemar
en leña verdad a quienes no piensan como ellos. Sólo señalo ese aspecto, más
allá de la doble moral de ese supuesto periodismo alternativo, porque esto no se
trata de héroes y villanos, o al menos creo que el asunto es más complejo.
AR: En diversas partes del libro hay
menciones a la audiencia que ha creído en estos casos, que, con severas
deficiencias, ha construido la periodista. ¿Cómo describe al público de la
emisión de Carmen Aristegui?
ML: Creo que una pauta clave dentro del
campo informativo es que los ciudadanos valoren la información que reciben y,
aunque en nuestro país no tenemos la tradición que hay en Perú o Colombia con
las llamadas “veedurías de medios de comunicación”, poco a poco hemos avanzado
en la revisión de los contenidos, a tal grado que incluso ya no es raro que
dentro de lo que llamamos opinión pública
se den debates sobre una noticia proporcionada por tal o cual medio.
En el caso
específico de las audiencias de la oferta periodística de Aristegui, no existe
la costumbre de que ella explique sus definiciones editoriales con claridad, ni
hay quienes dentro de las emisiones del programa equilibren los puntos de vista.
Esto no es poca cosa porque entonces las audiencias no reciben explicaciones ni
información transparente, por ejemplo, para aceptar errores o desproporciones
en las que incurre la conductora, sobre todo en beneficio de una opción
política. Un ejemplo del público al que se dirige Aristegui está en el notorio
contraste que hay entre una entrevista de ella a un funcionario del gobierno y
otra a un militante de Morena.
AR: En el
libro señala “la precaria calidad ética y periodística” del programa de
Aristegui. MVS cuenta con un Defensor de la Audiencia. Entre sus lineamientos
se señala que “El objeto básico de todos los mecanismos de autorregulación es
la elaboración de un producto informativo no sólo de calidad, sino con una gran
pertinencia social, cuyo contenido cumpla con la función de la prensa en
democracia: proporcionar a la sociedad información suficiente, veraz y oportuna
que permita la participación razonada de los individuos en la toma de
decisiones de su comunidad”. En ese sentido, ¿cuál fue la actuación de dicho
ombudsman en los casos que aborda en el libro?
ML: Gerardo Albarrán
es un periodista y, sin duda —al menos para mí—, también un experto en el
análisis de los medios de comunicación; fue el primer defensor de las
audiencias en la historia de la radio, designado por Aristegui y MVS, y que
inició en sus funciones el 21 de febrero de 2011. Creo que los méritos de
nuestro colega Albarrán no se pueden regatear; no obstante que mi evaluación
cuestiona su labor como defensor de las audiencias de MVS, deploro la forma tan
poco clara en la que fue sustituido, al principio de este año, por Gabriel Sosa
Plata.
Desconozco cuáles fueron los
márgenes de maniobra de Albarrán, pero lo que sí podemos registrar es que en
todos los asuntos polémicos su opinión fue a favor del tratamiento informativo
y editorial de Carmen Aristegui, incluso cuando llegaron a ser muy notorios los
sesgos noticiosos y de opinión, y de que, además, se rechazó el derecho de
réplica. Por ejemplo, cuando la comentarista de MVS implicó a Televisa en el
delito de narcotráfico cuando, en agosto de 2012, fueron detenidas en Nicaragua
varias camionetas con el logotipo de la empresa, en las que había dinero y
cocaína. Más allá de ese juicio de tribunal mediático que montó Aristegui en su
encomienda contra Televisa y de las falsedades que difundió, pretendo subrayar
que los delincuentes detenidos, que encontraron una inesperada y fuerte defensa
de Aristegui, mencionaron los nombres de algunos directivos de la televisora,
entre ellos Amador Narcia. Cuando Televisa buscó la réplica, Aristegui no la
concedió sino hasta varios días después, cuando leyó el comunicado de la
empresa, agregando sus propios comentarios, por supuesto. Bueno, pues frente a
esa flagrante transgresión de la ética, Albarrán no dijo nada.
En el libro el lector encontrará
una decena de ejemplos que registran al defensor del radioescucha más como un apoyo
de los dichos de la conductora del noticiero de MVS.
AR: Por
el comportamiento de la prensa en México, no sólo de Carmen Aristegui, hay que
pensar que el periodismo es tan importante que no se puede dejar en manos de
los periodistas (o no sólo de ellos, en el mejor de los casos). En el libro se
relata que The Guardian tuvo que pedir disculpas a Televisa ante el
riesgo de enfrentar una severa demanda por daño moral (en Inglaterra, por
supuesto) tras difundir que esta empresa habría llegado a un acuerdo en 2005
con el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, para
promover su imagen personal. También al final del libro recuerda a Jorge
Carpizo y su lucha por los derechos a la imagen, a la intimidad y al honor.
¿Nuestro país requiere de más normas legales para limitar los abusos de la
prensa?
ML: En la
esfera del periodismo (como en tantas otras actividades profesionales) los
medios de comunicación necesitamos tener un mayor compromiso con la ética, y
para ello vale mucho la pena hacer públicos los prontuarios deontológicos que
dan sentido al trato de la noticia que los medios ofrecen; desde luego,
hacerlos públicos si se tienen, o concebirlos si se carece de ellos. Me
refiero, naturalmente, a la ética como basamento del periodismo y no como
coartada para la generación de una imagen, como ha sido el caso de Carmen
Aristegui, quien alude a la ética mediante generalidades y sin precisar, más
aún sin tener frente a sí misma otros referentes con los cuales intercambiar
opiniones; la zona de confort de la periodista, como la voz cantante de su
noticiario, no admite polémicas ni en ese ni en otros sentidos.
Por supuesto que también
requerimos un entramado normativo ya que en México es muy poco probable que un
medio de comunicación o un periodista acepten alguna equivocación u ofrezcan
disculpas, menos una persona como Aristegui, de quien, en la construcción de su
imagen, predomina la impronta del heroísmo periodístico e infalible.
Junto con la falta de una cultura
de la ética y la legalidad, las leyes mexicanas son laxas respecto a
transgresiones de la vida privada e íntima, violaciones a la imagen y aquellas
que tienen que ver con la injuria.
No deja de ser curioso, en
efecto, que un diario de la talla de The Guardian
ofrezca disculpas a Televisa por un error que ocurrió primero en México, cuando
Jenaro Villamil le puso su nombre a unos papeles anónimos —que llegaron también
a Etcétera— para hacerlos pasar como
una investigación suya y así publicarlos en Proceso.
Y ahora que hablo de la falta que nos hace una cultura de la ética podemos
concatenar esa ausencia con que haya quienes consideren que esas transgresiones
profesionales en las que incurrió Villamil son parte de un periodismo
alternativo.
AR: Una
de las conclusiones valiosas del libro es la de la necesidad de observatorios o
veedurías sociales de los medios de comunicación. ¿Por qué no se ha avanzado en
esa materia en nuestro país?
ML: Creo que por
razones como la falta de interés del propio Estado y del gobierno por alentar
ese registro ciudadano de contenidos, aunque el tema es difícil pues los
organismos ciudadanos que se han manifestado interesados en esos asuntos han
mostrado una asombrosa proclividad al activismo político más que a una revisión
seria de las omisiones o distorsiones informativas; son parte integrante de una
especie de cofradía.
Además de ello, creo que también
en el campo de la academia se estila más la politización intensiva que el
análisis de los medios, y en esa perspectiva predominan las prácticas
militantes.
AR: Al
inicio del libro señala que “la vocación periodística de Carmen Aristegui
muestra claroscuros”. ¿Cuáles son los claros que le encuentra a su quehacer informativo?
ML: Creo que
Aristegui es un actor político destacado en el país, entre otras razones por
sus opiniones que, aunque predominen sobre el empleo de cualquier otro género
periodístico, encuentran correspondencia con lo que amplios sectores ciudadanos
piensan; en tal sentido, la práctica militante de Aristegui forma parte de la
pluralidad política del país. Esto ha implicado no contentarse con el boletín
oficial y menos con el parecer que siempre adula a lo que proviene del gobierno;
por ello, gracias a la periodista se difunden temas que otros medios y
periodistas omiten (en pleno ejercicio de su libertad de expresión).
*Entrevista
publicada en Replicante, marzo de
2014
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