miércoles, abril 16, 2014

Emilio Azcárraga Milmo: vida y empresa. Entrevista con Claudia Fernández y Andrew Paxman




Emilio Azcárraga Milmo: vida y empresa
Entrevista con Claudia Fernández y Andrew Paxman*

Por Ariel Ruiz Mondragón

Sin duda, durante la segunda mitad del siglo XX en México la televisión, floreciente industria de la época, tuvo una influencia innegable en diversos ámbitos de la vida nacional, desde la estrictamente cultural hasta la política. Dentro de ese ámbito descolló una empresa que fue prácticamente un monopolio: Televisa. En ella se generaron desde prejuiciadas concepciones culturales en sus programas de diversión, hasta la defensa de su poder económico y político a través del periodismo que en esa empresa se ha ejercido.
El segundo y más significativo líder de la dinastía que ha manejado esa empresa lo fue Emilio Azcárraga Milmo, heredero del gran imperio mediático levantado por su padre. Su poder en tan variados ámbitos del país han hecho que un par de autores se pregunten y respondan lo siguiente: “¿Tuvo algún otro mexicano mayor influencia en la sociedad, la política y la cultura de su país en la segunda mitad del siglo XX? Hasta ahora la evidencia muestra que no”.
Ellos son la periodista Claudia Fernández y el historiador Andrew Paxman, quienes dedicaron años de esfuerzo a desentrañar los misterios de la vida y la empresa del gran patrón de Televisa. Sus hallazgos los dieron a conocer en El Tigre. Emilio Azcárraga y su imperio Televisa (México, Grijalbo, 2013), publicado originalmente en 2000 y cuya tercera edición, revisada y actualizada, circula actualmente.
Sobre ese texto que vincula la biografía de Azcárraga y la historia de Televisa conversamos con los autores. Claudia Fernández (Distrito Federal, 1969) es maestra en Periodismo Internacional por la Universidad del Sur de California; fue reportera de El Financiero y El Universal. Ganadora de los premios Penny Lernoux y Unifem, actualmente es encargada de la comunicación de investigación en la Universidad de Canberra.
Por su parte, Paxman (Londres, 1967) es doctor en Historia por la Universidad Texas en Austin. Fue reportero de The News, México Insight y Variety. También ha sido profesor de Historia en el Colegio Millsaps.
La entrevista consta de dos partes: la primera fue presencial con los dos autores y publicada en Replicante; la segunda fue un intercambio vía correo electrónico con Paxman.

Ariel Ruiz (AR): ¿Cuál es la relevancia de reeditar este libro que apareció en 2000? En las primeras páginas dicen que Emilio Azcárraga Milmo tal vez fue el personaje más influyente en la política, la cultura y la comunicación en México.
Andrew Paxman (AP): En cuanto a la primera edición, escribimos el libro por varias preocupaciones que teníamos por la influencia de Emilio Azcárraga Milmo en la vida nacional, no sólo en la televisión sino en el deporte, en cuestiones de religión, del arte y más.
Nos parecía el empresario más influyente de la segunda mitad del siglo XX en México, en parte por el alcance de sus cuatro canales de televisión, y en parte por su cuasi monopolio sobre las noticias en este país en el sentido de que durante algunos años el 90 por ciento o más de los mexicanos recibían su información por 24 horas con Jacobo Zabludovsky y otros noticieros de Televisa, los que, como bien sabemos, eran el equivalente a voceros del PRI.
También teníamos una preocupación por la calidad de la programación de entretenimiento, la marginación que se dio en las telenovelas al grueso de la población mexicana que es de tez morena, y la manera de construir y representar relaciones entre hombre y mujer, muy machistas y muy sexistas. El darwinismo social era la ideología fundamental de esas telenovelas en las que los pobres deberían conocer su lugar y no aspirar a la movilidad socioeconómica.
Todas esas cosas y hasta la manera en que Televisa metía sus dedos en el futbol eran de gran preocupación. Sabíamos que ya había varios libros, y muy buenos, que trataban la influencia de Televisa, como El quinto poder, coordinado por Raúl Trejo Delarbre. Pero, a nuestro juicio, casi todos los libros ya vigentes, escritos en los setenta, ochenta y noventa, predicaban, hasta cierto punto, a coro. Tenían una perspectiva aceptable pero muy crítica que era al gusto de gente de convicción izquierdista, de los estudiantes de la UNAM, de los lectores de Proceso y La Jornada.
Pero ¿qué pasó con la mayoría de los mexicanos que no cabía en esos sectores? Queríamos dirigirnos a las amas de casa a las que les gustaban las telenovelas, a la afición del futbol, a la gente que se consideraba apolítica. Deseábamos alcanzar a esta gente por contar la vida, muy interesante, de un empresario sumamente controvertido; además, que esa gente, al leer el libro atraída por la salsa del carisma y los amoríos del Tigre, pensará también estos temas personales con los asuntos analíticos antes mencionados, los mismos que tocaban Raúl Trejo y los demás comunicólogos en su volumen.
De esa forma quisimos ampliar el terreno del debate, la conversación nacional sobre la televisión para que aún más personas, cuando prenden la televisión, lo hagan con conciencias más abiertas, con un cuestionamiento de lo que están viendo.

AR: Para mí el libro es mucho más que una biografía: la crónica apasionante del desarrollo de una empresa y una industria. En ese sentido quisiera ver estas dos variables: por una parte la empresa y por otra la vida personal de Azcárraga Milmo. ¿Cómo se mezcló su vida personal con la empresarial?
CF: No imaginamos otra manera de contar la historia de una persona. Tú sabes que la formación temprana de un individuo determina, en gran medida, su adultez. Cuando decidimos acercarnos a este personaje bajo el género de la biografía teníamos muy claro que tendríamos que indagar sobre su vida personal, la cual era muy privada. Todo mundo sabía que se había casado cuatro veces, que tenía amantes y amoríos, pero nadie sabía realmente qué había detrás de esas historias, y a Andrew y a mí nos interesaba mucho conocer esos pilares de su vida, esos andamios que nos iban a explicar el por qué como empresario actuaba de tal o cual manera.
La relación con su padre definitivamente determinó en gran medida su carácter; su padre, yo creo que como muchos otros en esa época, trató de usar mano dura para sacar el varón en su hijo; era su único hijo varón y quería hacerlo fuerte y duro. Enviarlo a una academia militar también es indicativo de ello, y pueden leerse los efectos que tuvo en su vida posterior. Además, en la escuela militar, en Culver, Indiana, conoció a uno de sus mejores amigos, lo cual también te habla de esta soledad como familiar y de que encontró sus fuertes relaciones personales con amigos en un mundo aislado en ese tipo de colegio.
Sus primeras relaciones amorosas, o la primera, tuvo un gran efecto no sólo en cómo se comportó en todos sus amores posteriores sino también creo que en gran medida en algunos de los rasgos empresariales que tuvo, sus caprichos, su impulsividad. Creo que la muerte de su primera esposa, a los ochos meses de haberse casado y siendo él muy joven, lo marcó; ella, Gina Shondube, fue realmente el amor de su vida: estaba profundamente enamorado de ella cuando murió.
Cuando ella falleció él se fue a Europa a una megaborrachera con todos sus amigos, y allí también descubrió que no era infalible. Entonces hay muchos episodios en su vida que lo marcaron en el cómo iba a comportarse después. Tienes que entender el impacto de esos eventos, en cómo se manifiestan en su vida posterior.
Hay varios ejemplos: el que haya perdido a su gran amor y que esto le haya parecido tan injusto creo que también determinó el cómo vivía: como si después no hubiera tiempo. Todo lo que quería hacer lo hacía porque no sabía cuánto tiempo iba a durarle la vida; entonces, era muy impulsivo en sus decisiones. ¿Por qué no vamos a comprar un yate, vamos a hacer esto o vamos a hacer aquello? Y sin estudios de mercado.
Creo que el crecer de esta manera le desarrolló una visión principesca de él mismo, de ser el heredero natural de la empresa de su padre; no se imaginaba de otra manera. Y todo lo que él pensara tenía que hacerse, que todas las decisiones que tomara tenían que seguirse porque él era el príncipe.

AR: Se ha pensado mucho, sobre todo en los tiempos de la transición democrática, que había una relación de romance, una historia rosa entre los Azcárraga y el PRI. Pero leyendo su libro veo que es una historia muy compleja, con muchos enfrentamientos prácticamente desde que nos les da la primera concesión Miguel Alemán, los problemas por el 12.5 por ciento con Gustavo Díaz Ordaz, los amagos de nacionalización de Luis Echeverría y el desprecio por Miguel de la Madrid. ¿Cómo fue esta relación? No es una historia fácil.
CF: Muy interesante tu apreciación porque es exactamente lo que nosotros tratábamos de plantear en este libro. La primera apreciación de la relación, como de romance, entre el PRI y Televisa, es que nunca fue así. Entre ambos, tanto la empresa como el partido y por ende el gobierno, tuvieron una relación simbiótica que servía a sus intereses; no había una comunión ideológica de ambas partes, sino más bien era “¿cómo puedo hacerle para que tú sigas protegiendo mis intereses monopólicos? Qué necesitas, yo te lo doy”, y al mismo tiempo “¿qué me puedes dar tú como vocero de mis mensajes para que pueda seguir persistiendo?”.
Entonces era como un pacto para mantener el statu quo. Las declaraciones iniciales Azcárraga Milmo, de “soy un soldado del PRI, soy un soldado del presidente” exhiben un pragmatismo político de un empresario muy inteligente, que públicamente no quería esconder su apoyo porque eso le beneficiaba con favores del gobierno cuando tuviera necesidad de concesiones, de la renovación de éstas, de leyes que favorecieran su negocio, etcétera.
Pero considero que hubo roces, desde diferencias de personalidad hasta divergencia de intereses o de ideología política. Luis Echeverría, a los ojos de Emilio Azcárraga, era un socialista que iba en contra de sus intereses, por ejemplo. El caso es que desde entonces veíamos estas diferencias ideológicas o roces por ciertas circunstancias, pero que a final de cuentas servían a los intereses de la empresa que apoya a ese partido.
¿Qué vemos en el presente? Emilio Azcárraga Jean ha actuado de manera distinta en su forma pública de hacer este tipo de declaraciones: desde el principio manifestó “vamos por México”, que le apostaba al país, no a un partido o a un gobierno. Eso le ha permitido moverse en aguas pantanosas en términos ideológicos: por ejemplo, en la campaña del 2000, cuando Francisco Labastida era el candidato presidencial del PRI y Vicente Fox el del PAN, se dio cuenta de que este último llevaba la delantera y era más seguro que fuera a ganar; entonces desvió su apoyo de Labastida hacia Fox. Empezó a darse una equidad en términos de tiempo hacia los otros partidos, había más presiones externas para ser más objetivos e imparciales en su cobertura noticiosa. Pero vemos una clara tendencia a apoyar al ganador o al que vaya a beneficiar sus intereses; lo mismo pasó con Felipe Calderón y recientemente con Enrique Peña Nieto.

AR: Otro tema fascinante que aparece varias veces en el libro es que Azcárraga Milmo sostenía un nacionalismo, pero al mismo tiempo tenía una gran admiración por Estados Unidos. ¿Cómo compatibilizó ambas posturas?
AP: Creo que viene de la procedencia geográfica de su familia, que era norteña, y sabemos que Azcárraga mismo nació en Estados Unidos, cosa que escondió durante toda su vida. Sabemos que su padre. Emilio Azcárraga Vidaurreta, había asistido a un colegio en Austin, Texas; que su abuelo, Mariano (si mal no recuerdo), era agente de la aduana. Entonces pasaba mucho tiempo en la frontera. Su madre venía de una familia irlandesa- norteamericana. Entonces yo creo que por las circunstancias de su niñez, y también, como mencionaste antes, por haber asistido a la escuela Culver, en Indiana, no tenía los mismos prejuicios hacia los estadounidenses que tienen muchos mexicanos que nunca los han conocido.
A la vez tenía un gran patriotismo; pero hay diferentes escuelas de patriotismo en este país. Hay una escuela que surge de la guerra mexicano-estadounidense de los años cuarenta del siglo XIX, y por supuesto lo vemos en las letras del himno nacional: estamos listos para la guerra y el contrincante va a ser, probablemente, Estados Unidos.
Una de las definiciones de la mexicanidad es no ser gringo, como en mi caso: en Inglaterra, la definición de ser inglés es no ser francés. Pero no todos los nacionalismos son de confrontación; también en este país hay un nacionalismo muy fuerte que viene desde la Revolución (aunque hay huellas de este nacionalismo desde el Porfiriato), de adorar o poner en un pedestal lo indígena. Entonces, toda la onda indigenista que surgió bajo José Vasconcelos después de la Revolución es otra faceta del nacionalismo mexicano.
Otra cosa de Emilio Azcárraga Milmo es que no hacía caso a este tipo de nacionalismo; el suyo estuvo más radicado en cuestiones como la lengua española, a la que siempre favorecía: no permitía a los cantantes que interpretaran en inglés en Siempre en domingo y hasta en Telehit: todo mundo tenía que cantar en español.
También se notaba en sus relaciones con la Iglesia: el guadalupanismo casi oficial de la empresa, el transmitir “Las mañanitas” cada 12 de diciembre y su trato con la Iglesia por lo general. En las telenovelas, como en las Marías de Thalía, todos rezaban a la Virgencita...
CF: Su influencia para traer al papa Juan Pablo II, en sus viajes y organizar toda la logística...
AP: El llevar todos los programas de Televisa hasta Estados Unidos, su lanzamiento del canal de noticias Eco. Hubo varias maneras en que quiso proyectar el país. Era un nacionalismo comercial porque beneficiaba a la empresa, y a la vez estaba tratando de elevar la reputación de México en el mundo tanto por la exportación de telenovelas como por el canal Eco, por patrocinar México, esplendores de 30 siglos en tres ciudades de Estados Unidos, así como con los mundiales de futbol.
Entonces, era un gran promotor de México; pero el México que promovía era uno sin peros ni polvo, sin gente morena, principalmente. Un México casi hecho Disneylandia...
CF: Prefabricado.

AR: Respecto a Estados Unidos, me llamó la atención que Azcárraga Milmo fracasara allí tantas veces. ¿Por qué ocurrió esto? Un asunto que encontré es que a él le gustaba ese país por el imperio de la ley y la libertad. ¿No fueron estas características las que no le permitieron triunfar allá?
AP: No, yo creo que tenía que ver más con su prepotencia...
CF: Con su desconocimiento de los mercados estadounidenses.
AP: Sí; decía, cuando iba a lanzar The National, un periódico deportivo en Estados Unidos, “no necesito ningún pinche estudio de mercado”. Y así era; tenía un concepto de cinismo tan elevado, principesco, casi como caudillesco, que pensaba que, como era de la realeza, como si su sangre fuera azul, “no necesito hacer lo que los demás empresarios más pequeños hacen”.
CF: Desdeñaba todo ese proceso.
AP: Tenía un olfato empresarial bueno, pero no excelente; entonces, a veces la falló.
CF: Y la ejecución le fallaba por esa arrogancia de no estudiar realmente las necesidades y las condiciones del mercado. Entonces, proyectos como The National, su contrato con Univisión (que era muy benéfico para ésta, pero no tanto para Televisa, y que duró 25 años, con cláusulas bastante malas para él), la cadena de noticias Eco, etcétera.
Tenía estas visiones y proyectos, pero no los ejecutaba como un empresario profesional, diría yo; era un empresario casi de sangre azul y pensaba que eso le daba las credenciales para lograr éxitos en el mundo de los negocios.
AP: Y también creo que viene de la falta de competencia: no estaba acostumbrado a competir, o muy poco. Tuvo que hacerlo un poco a finales de los años sesenta y principios de los setenta, frente al canal 8 de Monterrey; después, a partir de 1989, en el mercado de cable con Multivisión. Y en estos momentos a veces no le fue tan bien: perdió audiencia y suscriptores porque los demás eran menos prepotentes. Multivisión, por ejemplo, siempre tenía un manejo de mercadotecnia y de servicio a clientes mucho más eficiente y menos déspota que Televisa.
Entonces, saliendo de México y entrando a Estados Unidos, Chile, Perú, España u otros países donde lanzaba o tenía acciones en canales abiertos o donde lanzó televisión de paga, no estaba preparado para competir porque no era su experiencia.

AR: Me refería también a lo de la legalidad y la libertad por dos casos que mencionan: primero, que en Estados Unidos le aplicaron la ley antimonopolio, y por el rechazo de los periodistas de SIN en Miami cuando les quisieron imponer a Jacobo Zabludovsky de jefe.
AP: ¡Bienvenido a Miami, Jacobo! (risas).
CF: ¡Adiós, Jacobo! (risas).
AR: Y aquí en México no se le aplicaron las leyes al respecto...
CF: Es una ley antimonopolios de 1934 que seguimos esperando que se cumpla. También ese desconocimiento del mercado y de la operación de las leyes en Estados Unidos lo que contribuía a este tipo de fracasos, en cierta medida. Esa arrogancia por el no conocer, el no saber cómo se tenían que hacer los procedimientos, ese desconocimiento de un mercado de competencia, en términos de pensar que él podía determinar que podía traer a Jacobo de México y ponerlo en un entorno bastante hostil en donde no tenía ninguna credibilidad... Bueno, tenía credibilidad como periodista, supongo, pero no como vocero del sistema.
Entonces él pensaba que podía manejar todos estos hilos, como lo hacía en su propia empresa, y fue muy duro darse cuenta de que esto no era posible.

AR: En el libro también encontramos la discusión acerca del modelo de televisión (pública o privada), que se quería para el país, y que llegó incluso al discurso de Miguel Sabido sobre la responsabilidad social de Televisa, pronunciado frente al presidente Echeverría, en los años setenta. Finalmente ¿cómo entendió Azcárraga Milmo ese compromiso?
AP: No creo que la palabra “responsabilidad” haya estado en su vocabulario; bueno, responsabilidad hacia sus empleados sí porque era un hacendado, y responsabilidad en el sentido de la relación simbiótica en el PRI. Pero responsabilidad social...
CF: Yo tengo una acotación: creo que en la forma en la que él pensaba su responsabilidad social era proporcionar entretenimiento para la clase jodida que no tenía otra manera de recibirlo; su responsabilidad social estaba en decirle a Miguel Sabido “órale, échate otra telenovela cultural, histórica o educativa”; era llevar México, esplendores de 30 siglos a Estados Unidos porque que estaba promoviendo a México.
Tenía una percepción muy particular de la responsabilidad social, pero pienso que creía en eso.
AP: Sí, tienes razón.

AR: Una de las cosas que más me llamó la atención es la participación que tuvo, por ejemplo, en el Museo Tamayo, la revista Saber ver, y en buscar masificar la cultura. ¿Qué hay de esta otra vertiente de difusión cultural de Azcárraga?
CF: Creo que a lo largo de la historia de Televisa ha habido intentos, más de empleados que de la empresa como tal, para utilizarla como difusora de la cultura y de la educación, como Miguel Sabido y Ricardo Rocha, entre otros ejemplos.
Pienso que en ciertos momentos lo han logrado, y más recientemente con Fundación Televisa. O sea, hay intentos por cumplir con esa responsabilidad social; sin embargo, son aislados, no son parte de una estrategia o de una planeación consistente, sino es por iniciativas propias que se dan este tipo de programas o de eventos, que se terminan y hay otro paréntesis en los esfuerzos por cumplir con la responsabilidad social.

AR: Bueno, hasta tuvo un canal cultural.
CF: Sí, el canal 8, que fue el 9 después.
AP: La actitud de Azcárraga Milmo hacia la filantropía era caprichosa; en los años ochenta el canal 9 se dedicó a una programación puramente cultural, sin anuncios. Después le dijo a Miguel Sabido (quien, si no mal recuerdo, estaba encargado de ese canal), cuando decidió regresarlo a ser un canal con anuncios: “Se acabó tu canal pendejo”.
AR: “Ni es pendejo ni es mío”, le respondió Sabido.
AP: Así es. Lo que veo en esta cuestión es la diferencia entre Azcárraga Milmo y Azcárraga Jean, porque éste ha hecho varias declaraciones sobre su rol filantrópico, que suenan más convincentes porque hay un afán de Fundación Televisa que trata cosas más allá de la cultura, porque bajo Milmo fue cultural nada más.
Hay aspectos sociales de la fundación vigente, como Bécalos, la construcción de escuelas, de vivienda; también hay apertura. Se puede ir a la página de internet de la Fundación Televisa y se puede ver exactamente cómo están utilizando los donativos, cuántas escuelas, cuántos niños se están beneficiando. Eso no sucedía en la época del Tigre, mucho más por el hecho de que su esposa (amante por muchos años) Paula Cussi era aficionada del arte contemporáneo. Entonces, yo creo que es mucho más sano lo que está haciendo Azcárraga Jean en cuanto a sus iniciativas filantrópicas porque hay más cuidado y más transparencia, y además un sentido de responsabilidad social más amplio, más bien pensado, que se nota igualmente en su iniciativa de telenovelas con causa, en las que ha hecho algunos ligeros toques para desarrollar temas de importancia social en las subtramas.

AR: Para finalizar: hay una parte en la que dicen que este hombre, uno de los más ricos del mundo, terminó siendo el hombre más pobre de México. ¿Cómo se explica este fenómeno?
AP: Fue una combinación de circunstancias: el crack de 1995 y el apalancamiento de su empresa, porque había hecho fuertes inversiones, una serie de compras entre 1991, cuando salió a la bolsa, y 1994. Entonces la empresa tenía muchísimas deudas, y, además, él tenía mucha deuda personal. Esa referencia es a su deuda personal, porque había llevado prestado muchísimo dinero para poder comprar las acciones de su hermana Laura. Se debe a eso.

II

AR: Un aspecto interesante es que Emilio Azcárraga Milmo no terminó siquiera la escuela secundaria militarizada en Culver, Indiana, Estados Unidos. ¿Cómo influyó esta no muy amplia preparación académica en la concepción que tenía sobre la televisión y su utilización?
AP: En casi nada. Azcárraga provenía de una cultura que creía en el darwinismo social, según el cual las élites nacen y emergen naturalmente sin tener que prepararse. Aún existe esta forma de pensar hoy en día: los grandes empresarios tienden a mandar a sus hijos a prepas y universidades donde la educación no es la más rigurosa, sino donde asisten muchos niños bien. Estos lugares son aptos para la formación de amistades que les van a convenir a estos hijos en sus futuras profesiones. Las cosas han cambiado un poco, pero México sigue siendo un país donde a quién conoces es más importante que qué conoces.

AR: En varias partes del libro se menciona el acendrado nacionalismo de Azcárraga Milmo; sin embargo, también tenía una gran admiración por Estados Unidos y produjo innumerables telenovelas racistas y clasistas que poco tenían que ver con la realidad de la sociedad mexicana. ¿Cuál era la idea que tenía de México y de sus habitantes? ¿Qué aspectos le parecían defendibles de la cultura mexicana?
AP: Es buena pregunta. Azcárraga defendió a los pobres siempre y cuando reconocieran la supuesta honradez de su propia pobreza. Defendió a los indígenas por exaltar la cultura de los mayas y los aztecas, sin hacer ningún caso a la vida indígena actual. Por otro lado, se enojaba cada vez que algún norteamericano despreciaba a los mexicanos, y el orgullo nacional fue uno de los motivos que le condujo a lanzar el canal de noticias ECO y el diario deportivo The National, y a patrocinar la exposición México: Esplendores de 30 Siglos.

AR: ¿Cuáles eran las ideas acerca de la televisión de los principales creadores en Televisa? Podríamos destacar, por ejemplo, a Valentín Pimstein, Ernesto Alonso y Luis de Llano Palmer, por ejemplo.
AP: Entretener, no ofender, mantener jerarquías sociales y de género, así como fortalecer las buenas costumbres definidas en términos sumamente conservadores, por supuesto. Además, permitir que los televidentes escaparan regularmente de lo que describió Azcárraga como “su triste realidad y de su futuro difícil.” Para Pimstein y los demás, esto significó un servicio social. El entretenimiento en sí mismo sí es importante, pero sólo es una parte de una dieta televisiva saludable. Dieron de comer puro postre, no hubo ni carne ni fibra.

AR: Un personaje por demás interesante en esta historia de Televisa es Miguel Sabido, quien propugnaba por el uso de la televisión con responsabilidad social. ¿Cuál fue su relevancia?
AP: Fue y es relevante por dos motivos. Primero, porque sus telenovelas —entre 1975 y 1982— hicieron una contribución cuantificable a la planificación familiar y la alfabetización adulta en este país. Segundo, porque probó que aun en el reino de El Tigre hubo espacio para idealistas —para productores que no se doblegaron frente al Dios Rating— y que apostaron en trabajar adentro del sistema, uno con un alcance inigualable.
Es una buena lección para el presente, a mi juicio: todavía hay posibilidad de usar los canales, aun los de Televisa y TV Azteca, para difundir ideas progresistas. Pero como productor o periodista, hay que saber cómo aprovechar los espacios, cómo defenderse frente a la oposición de ciertos ejecutivos, y cómo resistir la tentación de la autocensura cotidiana. Hay que ser listo y valiente, como era Miguel Sabido.

AR: Se menciona que Azcárraga Milmo no era un gran lector, y que de Tiempo nublado, de Octavio Paz, dijo: “Daría cualquier cosa por entender ese libro”. En este sentido ¿cómo fue posible que se atrajera a algunos intelectuales, empezando por el propio poeta, quien incluso fue comentarista en Televisa?
AP: Hasta cierto punto, fue posible por el innegable encanto de Azcárraga. Pero también por la misma razón que acabo de mencionar: algunos intelectuales reconocieron el poder de la televisión como medio de difusión para sus ideas, no importa quien la controlara. Dicho eso, siempre tuvieron que evitar la tentación de autocensurarse con fines de no ofender a Azcárraga o al PRI. Aun hoy en día, si un intelectual que participa en Televisa se encuentra con la censura o la autocensura, se tiene que preguntar si vale la pena seguir apareciendo en los programas. No creo en absolutismos —a veces, retener comentarios en el corto plazo sirve la posibilidad de tener impacto en el largo plazo—. Se debe tratar de un proceso de evaluación constante. Me imagino que algunos intelectuales y periodistas han entrado en la televisión pensando que no se van a rendir a la autocensura, pero poco a poco suavizan sus comentarios, hasta que sus opiniones son casi indistinguibles de las del oficialismo o de las élites empresariales.

AR: En el volumen se mencionan las opiniones de dos escritores tras la muerte de Azcárraga Milmo: primera, la de Octavio Paz: “Fue un combatiente en el dominio de la comunicación moderna y murió como un combatiente”; segunda, la de José Agustín: “Su manera de hacer televisión... fue devastadora”. ¿Cuánta razón otorga a cada una de ellas?
AP: La cita de Paz es lamentable; dudo que un Paz más joven lo hubiera dicho. Ya muy avanzado de edad, llegó a confundir su amistad hacia la persona con su deber como pensador de defender el bien del país. Aquí se nota, por contraste, la sabiduría de José Agustín, quien también dijo que Azcárraga “se esforzó por manipular al público para que fuera menor de edad”. Y por “menor de edad” se puede decir una nación menos democrática, menos igualitaria y menos capaz de pensar por sí misma de lo que habría sido con una televisión abierta, retadora, abierta a distintos puntos de vista y socialmente responsable. Mucha gente decía que Televisa “estupidecía” a los televidentes. No diría eso, sino que los trataba como si fueran niños y mantenía a muchos en la ignorancia. Aunque a menor nivel, esas prácticas siguen hoy, como se nota especialmente en el lenguaje televisivo de las telenovelas y de la información poco analítica de López Dóriga.

AR: Hay muchos apuntes críticos sobre el periodismo que desarrolló Televisa, especialmente en su noticiario 24 horas. ¿Fracasó su modelo de divulgar información? Lo pondría términos éticos, profesionales y económicos: allí están los casos de Jacobo Zabludovsky, el diario Summa y Eco.
AP: El caso de Zabludovsky marcó la pauta para todo lo demás. Su modelo de divulgar información fue muy exitoso en términos oficialistas y económicos —si por económicos nos referimos a los intereses corporativos de Televisa y de los anunciantes— pero muy lamentable en términos éticos y profesionales. Hay una tendencia suya que todavía se nota en el noticiero de López Dóriga, que es dar cantidades de información sin incluir el contexto y el análisis que un televidente necesitaría para entender el significado del acontecimiento. Por ejemplo, reportar una matanza hecha por un cartel narcotraficante sin proveer contexto y análisis convierte la nota en un mero cortometraje de acción.
Otro problema del noticiero de Televisa es su tradición de emplear sólo gente blanca como locutores, que es una manera más en la que esta empresa ha mantenido la jerarquía socio-racial, una maldición que ha sufrido México desde la colonia. Recién asistí al evento México Siglo XXI, de la Fundación Telmex, que empleó como maestros de ceremonias a media docena de locutores del canal en línea UnoTV, y me agradó ver que la mayoría de estos no eran gente blanca, sino que mostraron una variedad de tonalidades de piel y así un reflejo más fiel de la población mexicana. Era una probadita alentadora de cómo existen otras formas de hacer televisión en este país.

*La primera parte de esta entrevista fue publicada en Replicante, octubre de 2013.

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